lunes, abril 08, 2013

Haroldo Dilla Alfonso sobre Cuba: Fusilados y cómplices en abril

Nota del Bloguista

La muy  destacada compositora Marta Valdés, una de las firmantes apoyando el fusilamiento de esas tres personas,  está de visita en estos días por Miami dando espectáculos junto a Gema Corredera. Sobre Marta Valdés y su  visita a Miami pueden entrar a El Nuevo Herald mediante el siguiente enlace:

http://www.elnuevoherald.com/2013/04/05/1447300/palabras-de-marta-valdes-en-miami.html


 

                                (Lorenzo Enrique Copello, Bárbaro Leodán García y Jorge Luís Isaac)


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Fusilados y cómplices en abril

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Se fusiló a tres cubanos jóvenes que no cometieron hechos de sangre, y de subir el tope de la ignominia se encargaron 27 intelectuales y funcionarios cubanos que produjeron un documento plañidero
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Por Haroldo Dilla Alfonso
 Santo Domingo
08/04/2013

En este abril de 2013 se cumple una década de uno de los momentos más deprimentes de la historia postrevolucionaria: la llamada primavera negra. Fue un momento en que Fidel Castro, entusiasmado por lo que asumía como una ola revolucionaria en América Latina y la llegada de los primeros lotes de subsidios venezolanos, decidió erradicar todas las muestras de descontento y oposición que se habían ido acumulando en ese camino de-derrota-en-derrota-hasta-la-victoria-final que él había trazado. El pretexto fue, como ha sido usual desde 1959, cerrar el paso a la amenaza imperialista.

Aunque la primavera negra es recordada sobre todo por el encarcelamiento sin derecho al debido proceso de 75 activistas opositores, quiero enfocar mi atención en otro hecho: el fusilamiento de tres jóvenes negros por el secuestro fallido de una lancha de pasajeros que brindaba servicios en la bahía de La Habana.

Como es conocido, un grupo de once jóvenes participaron en ese acto delictivo el día 2 de abril de 2003, con el propósito de alcanzar las costas de La Florida. Ello implicaba la toma como rehenes de una treintena de pasajeros, incluyendo dos jóvenes extranjeras que se convirtieron para los secuestradores y para la policía en las piezas claves de la negociación. Finalmente la lancha se quedó sin gasolina, lo que movió a los secuestradores a aceptar un acuerdo que solo la candidez puede aconsejar: ser remolcados hasta el muelle de Mariel donde serían reabastecidos de combustible para que pudieran reemprender la marcha al norte.

El resultado fue la captura de todos los secuestradores sin que hubieran producido daño físico alguno a ningún pasajero. El día 8 concluyó un juicio sumario en que los detenidos no tuvieron acceso a un abogado de su elección. Tres —Lorenzo Capello de 31 años; Bárbaro Sevilla de 22 años y Jorge Martínez de 40— fueron condenados a muerte, mientras otros fueron sancionados con penas que iban desde prisión perpetua hasta dos años de cárcel. Según la CIDH el estado cubano había procedido a “juzgarles y condenarles sin las debidas garantías procesales”, y entre ellas “por cuanto la tipificación para las ofensas cometidas por las presuntas víctimas (en la ley blandida) no prevé la pena de muerte, sino una pena privativa de libertad”.

En el tiempo galáctico de tres días la condenas fueron revisadas por el Tribunal Supremo y por el Consejo de Estado, cuyos miembros se pronunciaron unánimemente por el fusilamiento de los tres jóvenes. Finalmente fueron fusilados el día 11 de abril, sin notificarlo a sus familiares —que estuvieron todo el tiempo confiados en una revocación de la orden— ni permitir una despedida. Es decir que en 9 días transcurridos entre el 2 y el 11 de abril se decidió, apelaciones por el medio, sobre la vida de tres personas, y se procedió a la ejecución.

(Fidel Castro, Silvio Rodríguez, Amaury Pérez)

El Consejo de Estado basó su decisión, cito a Fidel Castro en una perorata de 4 horas que sucedió al fusilamiento, en “los peligros potenciales que implicaban no solo para la vida de numerosas personas inocentes sino también para la seguridad del país —sometido a un plan siniestro de provocaciones fraguado por los sectores más extremistas del Gobierno de Estados Unidos y sus aliados de la mafia terrorista de Miami con el único propósito de crear condiciones y pretextos para agredir a nuestra Patria”.

Es decir, que según Fidel Castro se fusiló a tres cubanos jóvenes que no cometieron hechos de sangre, ni segaron vida alguna, para afrontar las supuestas amenazas del Gobierno americano presidido entonces por George W. Bush; por lo que cabe pensar que se tomó una decisión contra ciudadanos cubanos a partir de las actitudes del presidente americano. Quien por esa vía devino actor legal y político interno de Cuba, y Fidel Castro un vulgar “plattista” que aceptó la fuerza de la injerencia. Y volvió a hacerlo un tiempo después, cuando otros cubanos secuestraron una lancha en la costa norte pero esta vez con hechos violentos más severos, y sin embargo no fueron condenados a muerte porque esa fue la condición que el Gobierno americano puso para devolverlos tras ser interceptados por la guardia costera americana. También en este caso el Gobierno americano impartió justicia y decidió sobre la vida de los ciudadanos cubanos. Y nuevamente los dirigentes cubanos se sumaron al carro del “plattismo”.

De subir el tope de la ignominia se encargaron 27 intelectuales y funcionarios cubanos que produjeron un documento plañidero en el que declaraban a “los amigos del mundo” que “para defenderse Cuba se ha visto obligada a tomar medidas enérgicas que naturalmente no deseaba” y llamaba a repudiar “la gran campaña que pretende aislarnos y preparar el terreno para una agresión militar de los Estados Unidos contra Cuba”. Entre los intelectuales aparecen criaturas que nunca pierden una oportunidad de chapotear en el lodo, como son los casos de Silvio Rodríguez, Miguel Barnet y Amaury Pérez. No faltaron algunos funcionarios ilustrados —llamarles intelectuales hubiera sido una hipérbole imperdonable— como Carlos Martí, Eusebio Leal y Alfredo Guevara. Pero también firmaron figuras de las que uno siempre hubiera esperado, al menos, un retraimiento oportuno, como fueron los casos de Leo Brouwer, Chucho Valdés, Roberto Fabelo, el finado Cintio Vitier, su esposa Fina García Marruz y Marta Valdés.

Lo más aberrante del documento es que achaca la ignominia a Cuba, cuando en realidad solo una parte muy pequeña de ella fue culpable. La mayoría de los cubanos no conocieron del asunto hasta que Granma lo publicó, sin versión contrapuesta y siempre bajo el aviso de una macana policial que se agitó en estos días con más celeridad que nunca. Los emigrados, que también son Cuba, y cuya inmensa mayoría no tiene nada que ver con la metáfora de la “Mafia de Miami” tampoco fue parte de esa decisión. Y lo más importante, que también los jóvenes fusilados y sus familiares eran parte legítima de Cuba. En consecuencia, no fue solo una decisión criminal a espaldas de una parte mayoritaria de Cuba, sino también contra ella.

Es probable que al paso del tiempo, este hecho esté pesando en las conciencias de quienes decidieron por el fusilamiento sumario de los tres jóvenes negros. Es posible, por ejemplo, que en su deambular como administrador de un hospital sin futuro, Carlos Lage haya pensado en esto, o que lo haya hecho el excanciller cuando redactaba su cartica de arrepentimiento y notó que le faltaba la firmeza de pulso que tuvo cuando firmó la confirmación del crimen. Y es posible que cuando los voceros castrados del autoritarismo miran hacia atrás, también sientan algo de arrepentimiento por haber llamado a los amigos a no sonrojarse frente a la ignominia y el crimen.

Es una suerte para ellos que no tuvieron Bárbaro Sevilla, Lorenzo Copello y Jorge Martínez.

A ellos, nadie les dio la oportunidad del arrepentimiento.

© cubaencuentro.com
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Emigrar al patíbulo

Un testimonio de las últimas horas de Lorenzo Enrique Copello, el último fusilado del castrismo.

Por RICARDO GONZÁLEZ ALFONSO, La Habana

Convivir en un calabozo con un condenado a muerte es intrincarse en el laberinto de una vida ajena, que comienza a pertenecernos, a dolernos.
Lorenzo Enrique Copello, fusilado el 11 de abril de 2003.
Cuando abrieron la puerta de la celda tapiada y vi por primera vez a Lorenzo Enrique Copello Castillo, no imaginé que lo fusilarían en una semana, tras uno de esos juicios sumarísimos de la primavera de 2003.
Lorenzo era un negro de treinta y tantos años, de buen aspecto, que caminaba cojo por la golpiza que le propinaron cuando lo arrestaron en el Puerto del Mariel, al oeste de La Habana. Los zapatos negros y sin cordones tenían marcas de salitre, y sus ojos reflejaban la extenuación de los náufragos, de esos que aún huelen a mar.
Nos saludó con una sonrisa doble: la de sus labios y la de sus ojos. Se acostó, y al instante dormía con la inmovilidad de los difuntos.
Mis compañeros de celda —el chino, un joven acusado de vender drogas, y un muchacho condenado por asesinato e involucrado en un tráfico de emigrantes— nos sentimos desilusionados. Nos sabíamos de memoria nuestras respectivas historias o leyendas y esperábamos del recién llegado una de estreno. En los calabozos de Villa Marista, sede nacional de la Seguridad del Estado, no hay espacio para caminar; y la única opción, entre interrogatorio e interrogatorio, es conversar sobre cualquier tema, para no pensar.
Por la mañana, descubrimos que Lorenzo era un criollazo. Nos relató, como quien cuenta una película, que a medianoche abordó con varios amigos y amigas la lancha Baraguá, una de esas que cruzan con pasajeros la bahía habanera. El grupo de piratas debutantes llevaba oculto en sus mochilas recipientes con combustible; y, además, contaban con un arsenal de desconsuelo: un revólver y un cuchillo. Lorenzo apoyaba su narración con mímica teatral. "Llegué hasta la cabina y disparé dos veces. Una contra la proa y otra al mar. Entonces grité: '¡Esto se jodió, nos vamos pa' Miami!'".
Al principio todo resultó a pedir de sueños. Entre los pasajeros habían dos extranjeras —magníficas piezas de cambio— acompañadas por un par de Rastafaris. En total, tenían una treintena de rehenes. La Bahía de La Habana quedaba atrás, y la embarcación se adentraba en el anchísimo Estrecho de la Florida.
Lorenzo cerró los ojos para disfrutar mejor de sus palabras. "Oigan, ya nos veíamos en las costas de Cayo Hueso enseñando unos carteles que habíamos hecho con frases contra el comunismo, para que los americanos nos dieran asilo político". Lorenzo sonrió, como un chiquillo que recuerda una travesura. Al abrir los ojos, despertó de su aventura onírica. Su expresión se transformó en la de un adulto en peligro.
Nos contó, siempre auxiliándose con su gestualidad criolla, cómo el mar —un mar histérico— cambió de humor repentinamente. Imaginé las olas como cascadas continuas, la lancha a la deriva, a merced de ascensos y descensos bruscos y constantes. Vi en el rostro del negro el terror que sintieron aquellos cachorros de mar —secuestradores y rehenes— al saber que en esa situación de espanto se había agotado el combustible, incluido el de reserva.
Un guardacostas cubano se aproximó. A través de un megáfono uno de los guardafronteras los conminó a entregarse. "Pero nosotros, de eso nada. Respondí a gritos que teníamos a dos extranjeras. Que nos dieran combustible o la cosa iba a terminar mal".
Llegaron a un acuerdo. El guardacostas remolcaría a la Baraguá hasta el Puerto del Mariel. Allí le proporcionarían lo necesario para llegar a Estados Unidos, a cambio de que no lastimaran a los rehenes.
Lorenzo intentó esgrimir una sonrisa de consuelo, pero, errático, emitió un suspiro triste. "Era una trampa. Muy cerca del muelle, un hombre rana del Ministerio del Interior le hizo una seña a las extranjeras para que se lanzaran al agua. Una de ellas se tiró. Traté de impedir que la otra hiciera lo mismo, pero un pasajero —después supe que era un militar vestido de civil— me empujó, caí al mar y perdí el arma. Varios hombres ranas me atraparon. En el agua comenzaron a golpearme. Continuaron en el muelle. Mis compañeros también estaban dominados".
"La cosa fue grande. Vino hasta Fidel. Nos dijo que si nos hubiéramos ido, dentro de unos años hubiéramos querido regresar".
Lorenzo movió la cabeza seguro de su negativa. "¡Qué va! Yo hubiera hecho como mi padre, que se pasó la mitad de la vida preso; pero en el 80, cuando lo del Mariel, se fue a Estados Unidos, se cambió el nombre, estudió y se hizo ingeniero. Sí, yo iba a hacer lo mismo. Después reclamaría a Muñe, mi mujer actual; y a Rorro, mi hija, que es del primer matrimonio".
Muñe —apócope de muñeca— vendía pizzas en su casa. Lorenzo la describía como una Venus de Milo, pero con brazos, cálida y cándida. Al hablar de Muñe la expresión del negro se asemejaba a la de un amante primerizo.
Pero ella, como Rorro, desconocía que Lorenzo vivía dos existencias paralelas, y que con esa doble vida recorría su laberinto personal. Él era una moneda que giraba por el aire a cara o cruz, a mal o bien.
Lorenzo trabajaba días alternos como custodio de una policlínica del municipio de Centro Habana. Allí su actitud era ejemplar, nos aseguró. Mas sus días libres eran libertinos. Se dedicaba al proxenetismo y a la estafa. Esta la ejercía a veces a través de juegos de azar; otras, como "guía" de turistas inexpertos.
"Una vez —nos relató entusiasmado— viajé a Pinar del Río con un francés. ÁQué vida! El lo pagaba todo: un apartamento que alquiló, bebida de la buena y a las mejores jineteras. Allá conoció a una temba y se quedó con ella. No sé qué le vio. El francés era un buen hombre. Yo siempre me porté bien con él. Aunque era muy confiado, jamás me aproveché de eso". Nos miró con picardía y añadió: "¡Pero a otros…!".
En una ocasión Lorenzo me dijo: "Ricardo, qué lástima que te dio por la política. Con tu pinta y facilidad de palabras, serías un estafador de primera".
También nos hablaba de Rorro. Una linda adolescente que sabía valerse por sí misma. "Es como yo, pero honrada". El sobrenombre surgió cuando era una bebé, pues la madre y Lorenzo le cantaban para dormirla: "A rorro mi niña, a rorro mi amor". La muchacha estudiaba la enseñanza media en Miramar, un reparto de la antigua —y actual— clase alta. "Papi, allá los autos son cómicos, la gente se viste cómico, las casas son cómicas. En fin, Miramar es una comedia".
El día que a Lorenzo le entregaron la petición fiscal, le dijo al guardia que servía la comida: "Échame más, ¡qué soy un pena de muerte!". Y se rió. Pero un rato después nos miró serio y comentó en voz baja, casi consigo: "quién lo hubiera dicho, ¡yo deseando una sanción de 30 años!".
Lorenzo regresó del juicio muy optimista. "Mi abogado dijo que cómo se iba a pedir sangre, si no se derramó una gota de sangre". Y repetía a cada rato estas palabras, con el fervor que un moribundo invoca a Dios.
También nos comentó: "Ustedes no me van a creer, pero sentí más miedo cuando en el juicio vi el vídeo de la lancha subiendo y bajando en aquel mar furioso, que cuando yo estaba allí mismito, jugándome la vida".
Esa noche nos llevaron a una oficina. A los cuatro por separado. Cuando llegó mi turno, un capitán me explicó que aunque a Lorenzo le pedían la pena de muerte, eso no significaba que lo fusilarían. "Pero —puntualizó el oficial— algunos condenados a la pena capital se desesperan y se suicidan por gusto, pues la sanción no es ratificada por el Tribunal Supremo o por el Consejo de Estado".
Con este argumento solicitó mi cooperación para impedir —dado el caso— que Lorenzo atentara contra su vida. Accedí. Después me enteré que a mis otros dos compañeros de celda le pidieron lo mismo. Nunca supe que le dijeron a Lorenzo.
Desde entonces la ventanilla de la puerta tapiada la mantuvieron abierta; y afuera, un policía permaneció de guardia.
Al otro día por la tarde vinieron a buscar a Lorenzo. Regresó muy contento. "La Seguridad del Estado trajo en un auto a Rorro, a la mamá de ella y a mi madre. Me dijeron que el director del policlínico le iba a escribir al Consejo de Estado hablándole de mi buena actitud laboral". Al rato vinieron de nuevo por él.
Ya a solas , el Chino, el otro muchacho y yo comentamos que esa visita era la despedida final. La policía política —y la otra— no acostumbra a traer a nuestros familiares para que nos visiten. Estábamos equivocados. No era la última despedida, sino la penúltima.
Lorenzo retornó feliz. Dos oficiales fueron a buscar a Muñe y había tenido una visita con ella. A discreción, mis compañeros de celda y yo nos miramos consternados. Comprendimos que Lorenzo sería ejecutado próximamente.
Aquella tarde la comida fue diferente a la habitual: medio pollo, arroz con moros, ensalada, vianda, postre y refresco. Lorenzo sospechó. "¿Medio pollo para cada uno?". El guardián lo tranquilizó argumentando que habían traído tantos pollos que no cabían en las neveras, y a todos los detenidos les estaban sirviendo la misma ración. Lorenzo le creyó —o simuló creerle—: era su última cena.
Horas después, Lorenzo sintió un dolor en el pecho. Avisé al guardia. Se lo llevaron inmediatamente a la posta médica. Regresó al rato. Nos aseguró que se sentía mejor después que lo inyectaron. Estaba soñoliento. Obviamente lo drogaron. Transcurridos unos minutos, dormía otra vez con la inmovilidad de los difuntos. Recordé la noche que lo conocí. Apenas —y a penas— había pasado una semana.
Sería medianoche cuando abrieron la puerta. En el pasillo vi a seis guardias. Uno entró y despertó a Lorenzo. Se levantó aturdido. Se calzó con torpeza sus zapatos sin cordones. Me miró como preguntándome: "¿Qué ocurre?". Se lo expliqué con una mirada. Le di una palmada en el hombro, y lo vi partir a la muerte.

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Yanisleydis Copello Rodríguez reclama justicia para los asesinos de su padre Lorenzo Enrique Copello, fusilado el 11 de abril de 2003 junto a otros dos compañeros de causa sin haber derramado una gota de sang



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DECLARACIÓN DE RAMONA COPELLO ,MADRE DE FUSILADO


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PRIMERA ENTREVISTA CON FIDEL CASTRO DESPUES DE LOS FUSILAMIENTOS

"Era una cuestión de vida o muerte"

La ola represiva en Cuba desató repudios en todo el mundo. En este diálogo exclusivo el líder cubano explica los motivos que lo llevaron a tomar esa decisión y contesta las críticas de los amigos de Cuba" como Saramago. Asegura compartir la repulsa filosófica contra la pena capital, pero sostiene que fue necesaria para quebrar "una ola de secuestros de barcos y aviones planeada para crear una crisis migratoria que sería el pretexto de un bloqueo naval que conduciría inevitablemente a la guerra". En su larga charla, también habló de la guerra en Irak y la situación de Lula y Chavez. Reveló entretelones de su relación con Carlos Menem y aseguró que alguien bien informado le "contó que los Montoneros ayudaron al ex presidente con cientos de miles de dólares para su campaña electoral del '89".

Por Miguel Bonasso
Un relato inédito sobre la batalla de Playa Girón
Desde La Habana

( Fragmento )

El enviado de Página/12 no quiso recurrir al truco socorrido de mechar las narraciones más extensas (como la de Playa Girón, ver nota aparte) incluyendo preguntas artificiales que hubieran falseado la vocación didáctica, el ritmo y la respiración del entrevistado. Acaso pensando que tuvo el privilegio de reportearlo -tras muchos años de buscar esa entrevista- en un momento crucial de la historia: tal vez la crisis más peligrosa a la que se ha enfrentado Cuba en sus cuarenta y cuatro años de revolución.

-La primera pregunta es obvia: imagino que usted evaluó que habría un generalizado repudio con el tema de los tres fusilamientos recientes...

-Sí, fue perfectamente evaluado. Es algo demasiado serio como para adoptar decisiones a la ligera. De hecho habíamos establecido una moratoria que duraba ya casi tres años. Fue verdaderamente doloroso para los miembros del Consejo de Estado tener que romper esa moratoria. Esto no se hace sino por causas absolutamente justificadas, puesto que conocíamos el precio de la medida, ya que hoy día -y no les quito razón a los que se oponen a ella- el número de los que piensan de esa forma crece y crececada vez más, de lo cual realmente me alegro, puesto que compartimos, y por razones profundas, el aborrecimiento a la pena capital.

-¿Cuáles fueron entonces esas causas?

-Puedo resumírtelo en tres palabras: cuestión de vida o muerte. Me preguntarás por qué. Sencillamente la mafia terrorista de Miami, en combinación con la extrema derecha de Estados Unidos, se proponían, y aún se proponen, crear una grave crisis que podría conducir a una confrontación armada entre Estados Unidos y Cuba. No es que esto nos ponga nerviosos o nos quite el sueño. Es algo demostrado, durante 44 años, que nosotros sabemos enfrentarnos a cualquier peligro. No es inútil recordar que en 1961 libramos, entre los días 17 y 19 de abril, una dura batalla frente a una expedición mercenaria que desembarcó por Girón, y detrás de esa invasión estaba la escuadra norteamericana con un portaaviones, naves de guerra, buques de desembarco y las tropas pertinentes para intervenir inmediatamente después de que el gobierno creado por ellos pudiera aterrizar en un aeropuerto recién construido, en una de las zonas más pobres del país, precisamente en un punto que se ha hecho después famoso: Playa Girón. Claro, nosotros hicimos todos los cálculos correspondientes y se luchó durante 68 horas consecutivas, sin un minuto de receso, hasta el último punto de resistencia enemiga: Playa Girón cayó en nuestro poder. No pudo aterrizar el gobierno que tenían en Miami.

(A continuación un anexo  del Bloguista de Baracutey Cubano que desmiente las palabras del tirano de que haya existido el peligro de una grave crisis que hubiera conducido a una guerra :


Los últimos tres fusilados Lorenzo, Bárbaro y Jorge Luis, pero no son los últimos asesinados. Orlando Zapata, Juan Wilfredo Soto García, Wilman Villar, Roberto Antonio Rivalta,  Harold Cepero Oswaldo Payá,  son, hasta ahora, algunos  de los últimos asesinados conocidos públicamente

Protesta por el asesinato de  Roberto Antonio Rivalta



Lorenzo, Bárbaro y Jorge Luis. No hirieron a nadie ni sus intenciones iban mas allá de las amenazas. Una turista francesa secuestrada narró como cuando la tenía uno de los secuestradores fuertemente agarrada con un arma blanca cerca de su cuello y el secuestrador le gritaba a las autoridades castristas que si no traían combustible para la lancha, la mataba, le hablaba bajito al oido y le decía; ¨No te preocupes que no te va a pasar nada ¨. Posteriormente, después de ser detenidos los secuestradores, la turista le pidió a Fidel Castro que no los mataran y le contó lo que le decía el secuestrador en su oidos. De nada valió para que el Zeus caribeño indicara que la pena era el fusilamiento; los tribunales en menos de una semana los juzgaron, sentenciaron y un pelotón los fusiló.

A solamente un mes y pico de estos esos hechos, otras personas secuestraron una lancha de GEOCUBA por la antigua provincia de Camaguey para también irse del país; en la lancha habían pasajeros. Un guardacosta nortemericano interceptó en alta mar a dicha lancha y detuvieron a los secuestradores. El régimen cubano, dando una muestra evidente de lo que es la Justicia en Cuba, dijo que si los devolvían a Cuba, no los iban a fusilar y que la pena máxima que iban a recibir era de 10 años de prisión. O sea, el mismo delito y las mismas condiciones y situaciones pero las penas fueron totalmente diferentes pese a que el Código Penal era el mismo, pero observemos:¿ Qué papel desempeñan los tribunales en Cuba ?, que antes de celebrase el juicio ya se sabían las penas que iban a tener en ambos casos los enjuiciados. Desde los años posteriores a la Crisis de Octubre siempre han exisitido conversaciones entre militares castristas y norteamericanos, así como entre los diferentes gobiernos de EE.UU y la tiranía Castrista, luego desde hace varias décadas han existidos los canales para evitar cualquier confrontación supuestamente manipulada por los antiCastristas de Miami... Fidel miente y miente descaradamente

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Mensaje desde La Habana para amigos que están lejos

En los últimos días, hemos visto con sorpresa y dolor que al pie de manifiestos calumniosos contra Cuba se han mezclado consabidas firmas de la maquinaria de propaganda anticubana con los nombres entrañables de algunos amigos.

Al propio tiempo, se han difundido declaraciones de otros, no menos entrañables para Cuba y los cubanos, que creemos nacidas de la distancia, la desinformación y los traumas de experiencias socialistas fallidas.
Lamentablemente, y aunque esa no era la intención de estos amigos, son textos que están siendo utilizados en la gran campaña que pretende aislarnos y preparar el terreno para una agresión militar de los Estados Unidos contra Cuba.

Nuestro pequeño país está hoy más amenazado que nunca antes por la superpotencia que pretende imponer una dictadura fascista a escala planetaria. Para defenderse, Cuba se ha visto obligada a tomar medidas enérgicas que naturalmente no deseaba. No se le debe juzgar por esas medidas arrancándolas de su contexto.

Resulta elocuente que la única manifestación en el mundo que apoyó el reciente genocidio haya tenido lugar en Miami, bajo la consigna "Iraq ahora, Cuba después", a lo que se suman amenazas explícitas de miembros de la cúpula fascista gobernante en los Estados Unidos.

Son momentos de nuevas pruebas para la Revolución Cubana y para la humanidad toda, y no basta combatir las agresiones cuando son inminentes o están ya en marcha.

Hoy, 19 de abril de 2003, a 42 años de la derrota en Playa Girón de la invasión mercenaria, no nos estamos dirigiendo a los que han hecho del tema de Cuba un negocio o una obsesión, sino a amigos que de buena fe puedan estar confundidos y que tantas veces nos han brindado su solidaridad.

Alicia Alonso
Miguel Barnet
Leo Brouwer
Octavio Cortázar
Abelardo Estorino
Roberto Fabelo
Pablo Armando Fernández
Roberto Fernández Retamar
Julio García Espinosa
Fina García Marruz
Harold Gramatges
Alfredo Guevara
Eusebio Leal
José Loyola
Carlos Martí
Nancy Morejón
Senel Paz
Amaury Pérez
Graziella Pogolotti
César Portillo de la Luz
Omara Portuondo
Raquel Revuelta
Silvio Rodríguez
Humberto Solás
Marta Valdés
Chucho Valdés
Cintio Vitier

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Tomado de http://www.jornada.unam.mx

En La Habana, el 19 de abril , GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL de La Jornada, en un artículo suyo dió esa misma lista inicial:

Firman Alicia Alonso, Miguel Barnet, Leo Brouwer, Octavio Cortázar, Abelardo Estorino, Roberto Fabelo, Pablo Armando Fernández, Roberto Fernández Retamar, Julio García Espinosa, Fina García Marruz, Harold Gramatges, Alfredo Guevara, Eusebio Leal, José Loyola, Carlos Martí, Nancy Morejón, Senel Paz, Amaury Pérez, Graziella Pogolotti, César Portillo de la Luz, Omara Portuondo, Raquel Revuelta, Silvio Rodríguez, Humberto Solás, Marta Valdés, Chucho Valdés y Cintio Vitier.

POSTERIORMENTE SE SUMARON MÁS FIRMAS DE CUBANOS
ALGUNOS DE LOS QUE SE SUMARON FUERON


Tomado de http://www.ain.cu

Una guerra sería otro holocausto Héctor Quintero, dramaturgo
Hay que defender a Cuba por el valor de sus resultados, por el excepcional ejemplo que su proyecto social ha significado en el panorama latinoamericano a lo largo de medio siglo.

Una guerra sería otro holocausto, una renuncia a la esperanza, una gigantesca cámara de gas donde desapareceríamos todos los protagonistas de un suceso histórico predestinado a no acallarse, ni morir, ni desaparecer nunca por su ostensible trascendencia en favor de la vida.

En Cuba no hay niños mendigos Juan Padrón, cineasta y creador del personaje Elpidio Valdés
De visita en un país latinoamericano, hablando sobre cine de animación en Cuba, explicaba que cuando los Pioneros celebraban sus Congresos en la Isla, nos exigían hacer más películas animadas. Del público saltó una señora preguntándome si los niños mendigos o abandonados en las ciudades de Cuba también tenían voz en los congresos. Le dije que nuestro país, aunque no era rico, era socialista; y que no conocíamos de niños mendigos y abandonados hacía mucho tiempo. La ovación del público al oír eso, es una de las miles de razones que tengo en la vida para defender la Revolución.


Sería un crimen detener un sueño Carlos Alberto Cremata Malberti, director del grupo de Teatro Infantil La Colmenita
Es crucial defender a Cuba y a su Revolución, en primerísimo lugar, por lo que significamos como ejemplo de dignidad y de verdad para el mundo entero.

Lo que sucedió en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra, hace unos días, demostró una vez más que prácticamente es solo Cuba la que puede decir y denunciar lo que la mayoría de los países, casi siempre por razones económicas, no pueden.

Como ciudadano de mi país considero que sería un crimen extraordinario intentar detener un sueño que todos los días se convierte en realidad.

Lo que sucede aquí es tan hermoso a nivel social, tan hermoso en cuanto a todo lo que puede hacerse por el ser humano, que sería horrible aplastarlo o detenerlo con la guerra y sus secuelas de muerte o la desaparición de seres queridos. Siempre será imperdonable pretender acabar con los sueños.

Cuba es nuestra obra ante el resto del mundo Profesor Gustavo Kourí, científico
Nosotros los cubanos defendemos a nuestra Patria y a nuestra Revolución porque es nuestra obra ante el resto del mundo y, muy particularmente, nuestros hermanos de América Latina deben hacerlo porque es la única alternativa real que tienen de que algún día pueda existir un mundo mejor como se planteó en Porto Alegre. La Revolución cubana ha demostrado su solidaridad con las poblaciones pobres de América Latina en condiciones bien difíciles de epidemias y otros desastres naturales. A Cuba la quieren destruir los nuevos nazis porque es un mal ejemplo para otros países de la región y el mundo.

Una guerra contra Cuba significaría una expresión más del fascismo del más poderoso imperio que espero que sea impedida por el pueblo norteamericano.

Además, significaría la guerra de todo el pueblo contra los atacantes y cumpliríamos lo que dijo nuestro general Antonio Maceo: el que intente apoderarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre si no perece en la batalla.

Auténtica soberanía y plena dignidad Miguel Barnet, escritor, vicepresidente de la UNEAC y presidente de la Fundación Fernando Ortiz
Defender a Cuba es defender una nueva concepción de la nación con una auténtica soberanía y plena dignidad. La obra de la Revolución es incuestionable y sus objetivos han respondido a las necesidades básicas y esenciales del pueblo cubano.

Una agresión a Cuba representaría la destrucción de todos los logros alcanzados y un acto de genocidio mayor. Sería, además, el aniquilamiento de la identidad nacional y los sueños y esperanzas de un pueblo abnegado, honesto y solidario.


Una guerra contra la verdad Israel Rojas Fiel, cantautor y director del grupo Buena Fe
A pesar de que han pretendido atarnos las manos en lo económico, hemos sido capaces de edificar, con mucho humanismo, una obra que me parece es envidiable por cualquier otro pueblo, y donde el principal logro somos nosotros mismos, soy yo, eres tú.

Esta Revolución no es del todo nuestra: se la hemos pedido prestada a nuestros hijos, como nuestros padres nos la pidieron prestada a nosotros. Esta Revolución se la pedí prestada a mi hijo para que, cuando la tenga consigo, sea un hombre libre, pleno. Quiero decirle a mi hijo: este es mi país, te lo regalo, es un país mejor, una Cuba mejor que a su vez tú sabrás mejorar.

Hemos sido capaces de construir una sociedad muy humana, muy justa, muy coherente, muy solidaria con el prójimo, y pienso que esa es nuestra riqueza mayor, la que no puede computarse en una bolsa de valores, la que no se cotizará jamás.

La mejor manera de solidarizarse con la Revolución es tratar de comprenderla con buena fe, con buena intención, mirándola amorosamente, no con ingenuidades, pero sí con amor, con la intención de ver siempre el lado más positivo y de comprender las cosas desde sus esencias más puras.

En estos momentos una guerra contra Cuba sería una guerra contra la verdad. Sería catastrófico para el mundo que rompería su equilibrio. Sería el ataque contra una visión diferente que el mundo tanto necesita.

Amor con amor se paga Pablo Odén Marichal, rector de la parroquia episcopal de Fieles a Jesús, Matanzas, Cuba.

Para preservar lo lindo que hemos conseguido Eslinda Núñez, actriz
Es momento de unirnos. El mundo se halla ante una grave crisis, en una situación incontrolable, no se sabe qué pueda pasar. Por eso tenemos que defendernos con todos los recursos que tengamos a nuestro alcance.

Tanto Cuba como el mundo deben saber acerca de la posibilidad real de que se desate una guerra contra nuestro país. Es una posibilidad que puede estar a la vuelta de la esquina. Ciertamente hemos estado amenazados durante tantos años que estamos curados de espanto. Pero sería algo tan descabellado y absurdo que el mundo no podría admitir. La opinión pública debe saber que esta amenaza real es consecuencia de la política de Estados Unidos que quiere convertirse en gendarme mundial. Pienso que el mundo nos apoye para preservar todo lo lindo que hemos conseguido.

No tendremos otra opción que defendernos Jesús Orta Ruiz (Indio Naborí), poeta
Defendemos nuestra nacionalidad y nuestra cultura Luis Herrera Martínez, científico
Cuba, un país pequeño y asediado, sostiene una política opuesta a la fascista de la potencia mundial que constituye los Estados Unidos. Defendemos nuestra nacionalidad y nuestra cultura.

Sería la expresión máxima del salvajismo de la superpotencia hegemónica que trata de imponer toda forma de dominio, sería la expresión de hasta dónde la humanidad no tiene control de ese enemigo tan poderoso. Para luchar nos hemos venido preparando, cada cubano se convertiría en un bastión para defender sus intereses.

La Ciencia es una obra de la Revolución José Rubiera, científico
Hace muchos años que defendemos nuestra Revolución y seguiremos haciéndolo. Un hecho tan grave como una guerra contra Cuba lo único que añade es la acción bélica, porque hace muchos años que somos agredidos. La seguiremos defendiendo porque en Cuba antes de la Revolución no había ciencia. La ciencia es una de sus obras, reconocidas por el mundo. Comenzó a surgir en los años 60 cuando el líder de la Revolución, el Comandante en Jefe Fidel Castro, con una gran visión de futuro expresó que el futuro será de hombres de ciencias. Y esa gran obra empezó a levantarse, aun con dificultades económica y el bloqueo de Estados Unidos, hasta hoy en que contamos con científicos de talla mundial en varios campos. Sin la Revolución no habría ciencia en Cuba y su desarrollo ha sido esencial por los aportes que realiza a la Sociedad. Y por eso hay que defenderla con todo.

El más hermoso proyecto de la historia americana Eduardo Heras, escritor
A Cuba y a su Revolución, que es su más alta expresión cultural y humana, hay que defenderla porque en ello nos va nuestra propia existencia como nación, porque en un momento como este, posiblemente uno de los más peligrosos para la Humanidad progresista, en el que las fuerzas neofascistas se han desatado en una escalada brutal y suprema sin precedente histórico, ponen en riesgo el más hermoso, justo y digno proyecto de la historia americana.

Hemos sobrevivido a más de 40 años de agresiones de todo tipo por la unidad, el heroísmo y la abnegación del pueblo cubano, y nuevamente en esta hora de peligro vamos a poner de manifiesto lo que somos capaces de hacer: Cuba y la obra ejemplar de la Revolución nos necesitan y aquí estaremos.

Los hombres, las piedras y las palmas Delio Carreras Cuevas, profesor de la Universidad de La Habana
Defiendo a mi país, ante todo, por pertenencia. Mi espíritu altamente universitario y el hecho prestigioso de haber nacido en Cuba me hacen recordar una estrofa del himno universitario: “Tenemos tierra, tenemos Patria”.

El no defender a Cuba nos convertiría, a cualquiera de nosotros, en hijos desnaturalizados del país y de la Patria; en seres abominables y, además, reprochables; del pasado, del presente y de un futuro que, necesariamente —como advirtió Julio Antonio Mella—, tiene que ser mejor.

No defender a Cuba hoy es situarse del lado de las peores causas, de los más retrógrados. Es pensar que la estrella luminosa de nuestra bandera puede un día integrar el conjunto de estrellas del estandarte norteamericano. Es situarse del lado de la discriminación, el racismo, el elitismo y las lacras de un pasado que todos recordamos. Para mí, como profesor universitario, es terminar con el pensamiento de Varela, que justamente alegó en las Cartas a Elpidio que lo más noble y hermoso es educar a la juventud. Y la de Cuba es florida, saludable y vigorosa, no contaminada por los vicios del consumismo y la evasión.

Agredirnos, por otro lado, sería una puñalada artera y vil, escamoteadora de principios y preludio de una agresión continuada a otras naciones. Observar ese peligro con indiferencia es como dormir encima de un volcán y preguntar: “¿Cuándo me tocará a mí?”

Independientemente de que esté condenada al fracaso total, una agresión a la Isla haría pagar un alto precio al enemigo, porque desde los niños a los ancianos, las piedras y las palmas, se levantarían para gritar esa exclamación que desde hace más de cuatro décadas retumba en la garganta de los cubanos: “¡Patria o Muerte!”

Agredir a Cuba significaría la vuelta a la barbarie, la incivilización, la noche oscura de la prehistoria. Y conduciría, fatalmente, a una reacción en cadena por la que otros pueblos ocuparían las trincheras exhaustas y vacías. Para que nunca más volviese el horror del totalitarismo fascista, el holocausto y la muerte apocalíptica

“Nunca tiraremos la toalla” Alcides Sagarra, Héroe Nacional del Trabajo de la República de Cuba
Defender a Cuba entraña la defensa de la Revolución Cubana y de su obra en un mundo lleno de amenazas con el terrorismo de Estado implantado por los Estados Unidos y sus acólitos en primer lugar junto a otros factores que se ciernen sobre la humanidad como secuelas de un mundo unipolar… La defensa de nuestra Revolución significa enarbolar una esperanza pero implica una unidad de todos los pueblos en torno a ella. Alentados por el ejemplo de nuestros Cinco Héroes prisioneros del Imperio continuaremos al frente de múltiples batallas contra la injusticia y la voracidad imperialista, con palabras y sobre todo con hechos, con soluciones que pese al bloqueo, y siendo un país pobre y subdesarrollado, nos han llevado a encabezar frentes mundiales en la esfera de la salud, la educación, el deporte, la cultura, la ciencia. Y los pueblos del Tercer Mundo saben lo que significa defendernos, porque Cuba es una meta.

Una guerra contra Cuba podrá convertirse en un holocausto… No queremos la guerra, sino la paz,

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...con lo facil que habria sido negarse so pretexto de no ser juez ni fiscal ni abogado siquiera, pero la infamia es mayor. RRB

1 Comments:

At 6:47 p. m., Anonymous Anónimo said...

...con lo facil que habria sido negarse so pretexto de no ser juez ni fiscal ni abogado siquiera, pero la infamia es mayor. RRB

 

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