jueves, julio 04, 2013

Alfredo M. Cepero HISTORIA DE DOS AMÉRICAS. Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Independence Day



HISTORIA DE DOS AMÉRICAS

Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com
Sígame en: http://twitter.com/@AlfredoCepero

El 4 de julio de 1776 un grupo de hijos de inmigrantes, en su mayoría procedentes de Inglaterra, se reunieron en lo que era entonces poco más que un poblado conocido como Filadelfia para proclamar la independencia de los Estados Unidos. Treinta y cinco años mas tarde, el 5 de julio de 1811, otro grupo de hijos de inmigrantes, en este caso en su mayoría procedentes de España, proclamaron la independencia de Venezuela. En el Congreso de Filadelfia el liderazgo andaba diluido entre numerosos delegados entre los que se destacaban Adams, Franklin, Hancock, Jefferson y Madison. Solamente cuando llegaron a la conclusión de que no había otra alternativa que enfrentar a Inglaterra por la vía de las armas decidieron depositar el poder avasallador de hacer la guerra en un militar de limitada experiencia pero absoluta integridad de carácter que se llamó George Washington. En la epopeya por la independencia sudamericana el liderazgo no fue el resultado de decisiones colectivas sino de la iniciativa individual de un hombre valiente, audaz y erudito a pesar de su juventud que echó sobre sus hombros la cruzada de libertad que culminó en la creación de cinco repúblicas americanas.

Si distintos fueron los comienzos de sus caminos hacia la inmortalidad, diferentes fueron sus habilidades y temperamentos. El primero, Washington, era un hombre pausado y de pocas palabras a quien se le escuchó en contadas ocasiones en Filadelfia. El segundo, Bolívar, era un hombre vehemente y locuaz que era capaz de cautivar a su auditorio al punto de la idolatría y moverlo a las acciones mas intrépidas y temerarias. Reputación que llevó a uno de sus biógrafos, Emil Ludwig, a llamarlo: “Caballero de la gloria y de la libertad”. Sin embargo, ambos compartían atributos que demuestran sus éxitos como motivadores y líderes de seres humanos. Ya fuera Washington confrontando las inclemencias y privaciones del brutal invierno de Valley Forge o Bolívar desafiando nieves y pantanos para sorprender a los españoles y derrotarlos en Boyacá ambos corrieron siempre la misma suerte de sus soldados y se negaron a aceptar privilegios en viviendas o alimentos.

Dentro de la misma tónica, ambos fueron generales de vanguardia en vez de estrategas de retaguardia. Ya fuera cruzando el Río Delaware en pleno invierno o a la cabeza de sus tropas en Yorktown para consolidar la independencia norteamericana Washington se jugó la vida en aras de la felicidad de su pueblo. Y que decir de un Bolívar que a sus treinta años libró seis batallas, derrotó cinco ejércitos y recorrió mil doscientos kilómetros en el breve plazo de noventa días para entrar victorioso en Caracas el seis de agosto de 1813 y ser investido con el título de Libertador. Cabe, por lo tanto, concluir que estos hombres, a pesar de las diferencias en sus estilos y personalidades, fueron paladines de procesos encaminados a llevar la libertad y la justicia a sus respectivos pueblos. Surge entonces la pregunta que no puede ser soslayada: ¿Por qué tuvieron estos dos próceres finales tan diferentes y por qué sus esfuerzos condujeron a resultados tan distintos que bien pudiéramos calificar de dos Américas, la del norte y la del sur?

El primero, Washington, murió a los 67 años—una edad considerada longeva en aquella época—en su plantación de Mount Vernon rodeado de la admiración y el respecto de sus conciudadanos. El segundo, Bolívar, murió a los 47 años en Santa Marta acompañado de un puñado de fieles camaradas de armas después de haber escapado a varios intentos de asesinato y haber sido traicionado por varios de sus colaboradores mas cercanos. Washington fue electo presidente de los Estados Unidos, sirvió dos periodos consecutivos y se negó a ser reelecto a un tercer periodo. Su ejemplo creó la tradición de dos periodos para presidentes norteamericanos, alterada únicamente con Franklin Delano Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial. Bolívar fue hostigado y acusado de dictador por sus asociados de antaño durante sus breves períodos presidenciales y se vio obligado a alejarse del poder político para aplacar las pasiones y evitar guerras civiles. En su lecho de muerte, aferrado todavía al ideal de una gran patria sudamericana, el Libertador exclamó: “Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión yo bajaré tranquilo al sepulcro”.

Asimismo, los procesos a los cuales estos dos hombres dedicaron sus vidas tuvieron como sabemos resultados diferentes. El experimento de democracia iniciado por Washington y sus colegas en el Congreso Continental de 1776 en Filadelfia no sólo ha perdurado durante 232 años sin un golpe de estado sino transformó a los Estados Unidos de una nación de segunda o tercera categoría en la primera potencia mundial. En naciones que respetan leyes la muerte de un líder no cambia los destinos nacionales. Con Washington no murió la democracia norteamericana. Con Bolívar fue todo lo contrario. Su sueño de una gran Federación Sudamericana que trató de convertir en realidad en 1826 en Panamá fue hecho trizas por la sed de poder de caudillos sin otra meta que la gloria personal y la inercia de multitudes ignorantes de sus derechos y deberes como ciudadanos. En naciones que siguen líderes las leyes son incapaces de salvarlas de la tiranía. Con Bolívar murió la esperanza de una gran patria sudamericana y se crearon las condiciones para verdugos y charlatanes como los Chávez, los Castro y los muchos tiranos que les han antecedido y que esperemos no les sucedan.

Sabemos que la respuesta a la pregunta formulada con anterioridad en este trabajo no nos va a granjear muchos amigos. Pero como dijo aquel gran pensador y maestro de generaciones de cubanos que se llamó Don José de la Luz y Caballero: “La verdad y sólo la verdad nos pondrá la toga viril”. Por lo tanto, ahí va mi respuesta. Quienes vivimos al sur del Río Grande—ya seamos hijos de Bolívar, de Martí, de Juárez o San Martín—adolecemos de un rechazo innato a la autoridad, seguimos a hombres más que respetamos instituciones, no reconocemos la majestad de la ley, somos incapaces de la disciplina y esperamos que el gobierno resuelva nuestros problemas. Con ello, al abdicar de nuestras responsabilidades, renunciamos a nuestros derechos y ponemos nuestros destinos en manos de los sinvergüenzas. No veo, por lo tanto, otra salvación que educar a las generaciones futuras para el ejercicio de la libertad y la preservación de la democracia. Si queremos salvar a nuestros pueblos de la anarquía, la miseria y la esclavitud no tenemos tiempo que perder. 

***********************
Tomado de http://es.wikipedia.org
(El cuadro de John Trumbull La Declaración de Independencia recoge el momento de la presentación del trabajo del Comité de los Cinco al Congreso.)
En CONGRESO, 4 de julio de 1776.

La Declaración unánime de los trece Estados Unidos de América,
Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro, y tomar entre las naciones de la Tierra el puesto separado e igual al que las leyes de la naturaleza y del Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la separación.

Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se vuelva destructora de estos principios,el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que base sus cimientos en dichos principios, y que organice sus poderes en forma tal que a ellos les parezca más probable que genere su seguridad y felicidad. La prudencia, claro está, aconsejará que los gobiernos establecidos hace mucho tiempo no se cambien por motivos leves y transitorios; y, de acuerdo con esto, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a sufrir, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia mediante la abolición de las formas a las que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, que persigue invariablemente el mismo objetivo, evidencia el designio de someterlos bajo un despotismo absoluto, es el derecho de ellos, es el deber de ellos, derrocar ese gobierno y proveer nuevas salvaguardas para su futura seguridad.

Tal ha sido el paciente sufrimiento de estas colonias; y tal es ahora la necesidad que las compele a alterar su antiguo sistema. La historia del presente rey de la Gran Bretaña es una historia de repetidas injurias y usurpaciones, cuyo objeto principal es y ha sido el establecimiento de una absoluta tiranía sobre estos estados. Para probar esto, sometemos los hechos al juicio de un mundo imparcial.

Ha rehusado asentir a las leyes más convenientes y necesarias al bien público de estas colonias, prohibiendo a sus gobernadores sancionar aun aquellas que eran de inmediata y urgente necesidad a menos que se suspendiese su ejecución hasta obtener su consentimiento, y estando así suspensas las ha desatendido enteramente.

Ha reprobado las providencias dictadas para la repartición de distritos de los pueblos, exigiendo violentamente que estos renunciasen el derecho de representación en sus legislaturas, derecho inestimable para ellos, y formidable sólo para los tiranos. Ha convocado cuerpos legislativos fuera de los lugares acostumbrados, y en sitos distantes del depósito de sus registros públicos con el único fin de molestarlos hasta obligarlos a convenir con sus medidas, y cuando estas violencias no han tenido el efecto que se esperaba, se han disuelto las salas de representantes por oponerse firme y valerosamente a las invocaciones proyectadas contra los derechos del pueblo, rehusando por largo tiempo después de desolación semejante a que se eligiesen otros, por lo que los poderes legislativos, incapaces de aniquilación, han recaído sobre el pueblo para su ejercicio, quedando el estado, entre tanto, expuesto a todo el peligro de una invasión exterior y de convulsiones internas.

Se ha esforzado en estorbar los progresos de la población en estos estados, obstruyendo a este fin las leyes para la naturalización de los extranjeros, rehusando sancionar otras para promover su establecimiento en ellos, y prohibiéndoles adquirir nuevas propiedades en estos países.

En el orden judicial, ha obstruido la administración de justicia, oponiéndose a las leyes necesarias para consolidar la autoridad de los tribunales, creando jueces que dependen solamente de su voluntad, por recibir de él el nombramiento de sus empleos y pagamento de sus sueldos, y mandando un enjambre de oficiales para oprimir a nuestro pueblo y empobrecerlo con sus estafas y rapiñas.

Ha atentado a la libertad civil de los ciudadanos, manteniendo en tiempo de paz entre nosotros tropas armadas, sin el consentimiento de nuestra legislatura: procurando hacer al militar independiente y superior al poder civil: combinando con nuestros vecinos, con plan despótico para sujetarnos a una jurisdicción extraña a nuestras leyes y no reconocida por nuestra constitución: destruyendo nuestro tráfico en todas las partes del mundo y poniendo contribuciones sin nuestro consentimiento: privándonos en muchos casos de las defensas que proporciona el juicio por jurados: transportándonos mas allá de los mares para ser juzgados por delitos supuestos: aboliendo el libre sistema de la ley inglesa en una provincia confinante: alterando fundamentalmente las formas de nuestros gobiernos y nuestras propias legislaturas y declarándose el mismo investido con el poder de dictar leyes para nosotros en todos los casos, cualesquiera que fuesen.

Ha abdicado el derecho que tenía para gobernarnos, declarándonos la guerra y poniéndonos fuera de su protección: haciendo el pillaje en nuestros mares; asolando nuestras costas; quitando la vida a nuestros conciudadanos y poniéndonos a merced de numerosos ejércitos extranjeros para completar la obra de muerte, desolación y tiranía comenzada y continuada con circunstancias de crueldad y perfidia totalmente indignas del jefe de una nación civilizada.

Ha compelido a nuestros conciudadanos hechos prisioneros en alta mar a llevar armas contra su patria, constituyéndose en verdugos de sus hermanos y amigos: excitando insurrecciones domésticas y procurando igualmente irritar contra nosotros a los habitantes de las fronteras, los indios bárbaros y feroces cuyo método conocido de hacer la guerra es la destrucción de todas las edades, sexos y condiciones.

A cada grado de estas opresiones hemos suplicado por la reforma en los términos más humildes; nuestras súplicas han sido contestadas con repetidas injurias. Un príncipe cuyo carácter está marcado por todos los actos que definen a un tirano, no es apto para ser el gobernador de un pueblo libre.

Tampoco hemos faltado a la consideración debida hacia nuestros hermanos los habitantes de la Gran Bretaña; les hemos advertido de tiempo en tiempo del atentado cometido por su legislatura en extender una ilegítima jurisdicción sobre las nuestras. Les hemos recordado las circunstancias de nuestra emigración y establecimiento en estos países; hemos apelado a su natural justicia y magnanimidad, conjurándolos por los vínculos de nuestro origen común a renunciar a esas usurpaciones que inevitablemente acabarían por interrumpir nuestra correspondencia y conexiones. También se han mostrado sordos a la voz de la justicia y consanguinidad. Debemos, por tanto, someternos a la necesidad que anuncia nuestra separación, y tratarlos como al resto del género humano: enemigos en la guerra y amigos en la paz.

Por tanto, nosotros, los Representantes de los Estados Unidos, reunidos en Congreso General, apelando al Juez supremo del Universo, por la rectitud de nuestras intenciones, y en el nombre y con la autoridad del pueblo de estas colonias, publicamos y declaramos lo presente: que estas colonias son, y por derecho deben ser, estados libres e independientes; que están absueltas de toda obligación de fidelidad a la corona británica: que toda conexión política entre ellas y el estado de la Gran Bretaña, es y debe ser totalmente disuelta, y que como estados libres e independientes, tienen pleno poder para hacer la guerra, concluir la paz, contraer alianzas, establecer comercio y hacer todos los otros actos que los estados independientes pueden por derecho efectuar. Así que, para sostener esta declaración con una firme confianza en la protección divina, nosotros empeñamos mutuamente nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado honor.

Firmantes

    Nueva Hampshire: Josiah Bartlett, William Whipple, Matthew Thornton
    Massachusetts: Samuel Adams, John Adams, John Hancock, Robert Treat Paine, Elbridge Gerry
    Rhode Island: Stephen Hopkins, William Ellery
    Connecticut: Roger Sherman, Samuel Huntington, William Williams, Oliver Wolcott
    Nueva York: William Floyd, Philip Livingston, Francis Lewis, Lewis Morris
    Nueva Jersey: Richard Stockton, John Witherspoon, Francis Hopkinson, John Hart, Abraham Clark
    Pensilvania: Robert Morris, Benjamin Rush, Benjamin Franklin, John Morton, George Clymer, James Smith, George Taylor, James Wilson, George Ross
    Delaware: George Read, Caesar Rodney, Thomas McKean
    Maryland: Samuel Chase, William Paca, Thomas Stone, Charles Carroll of Carrollton
    Virginia: George Wythe, Richard Henry Lee, Thomas Jefferson, Benjamin Harrison, Thomas Nelson, Jr., Francis Lightfoot Lee, Carter Braxton
    Carolina del Norte: William Hooper, Joseph Hewes, John Penn
    Carolina del Sur: Edward Rutledge, Thomas Heyward, Jr., Thomas Lynch, Jr., Arthur Middleton
    Georgia: Button Gwinnett, Lyman Hall, George Walton
******************
Elaboración y aprobación de la Declaración

El 11 de junio de 1776, el Congreso nombró un "Comité de los Cinco", formado por John Adams de Massachusetts, Benjamin Franklin de Pennsylvania, Thomas Jefferson de Virginia, Robert R. Livingston de Nueva York y Roger Sherman de Connecticut, para redactar una declaración. La comisión, después de debatir las líneas generales que el documento debería seguir, decidió que Jefferson escribiría el primer borrador.

Teniendo en cuenta la apretada agenda del Congreso, Jefferson contó con tan solo 17 días para su redacción.7 Una vez elaborado el borrador por Jefferson y consultados los demás miembros, se hicieron algunos cambios y se presentó otra copia incorporando estas alteraciones. El comité presentó esta copia al Congreso el 28 de junio de 1776. El título del documento era "A Declaration by the Representatives of the United States of America, in General Congress assembled. ("Una declaración de los representantes de los Estados Unidos de América reunido en Congreso General").Mientras se producía el trabajo del comité del proyecto el Congreso reanudaba el debate sobre la resolución de Lee sobre la independencia. John Dickinson hizo un último esfuerzo para retrasar la decisión, pero tras un discurso de John Adams, el Congreso aprobó la misma el 2 de julio. Doce de las trece delegaciones votaron a favor; la delegación de Nueva York se abstuvo, ya que no habían sido autorizados a votar por la independencia, aunque serían autorizados por el Congreso Provincial de Nueva York una semana después.9 Con la aprobación de la resolución de la independencia, las colonias habían roto oficialmente los vínculos políticos con Gran Bretaña.

Después de votar a favor de la resolución de independencia, el Congreso centró su atención en la comisión del proyecto de la declaración. Durante varios días de debate, el Congreso hizo algunas modificaciones en la redacción y suprimió casi una cuarta parte del texto remitido, en concreto se eliminó todo un pasaje crítico al comercio de esclavos. El 4 de julio de 1776 se aprobó la redacción de la Declaración de Independencia y se envió a la imprenta para su publicación.

En la firma, Benjamín Franklin es citado como habiendo respondido a un comentario de John Hancock que deben permanecer todos unidos: «Sí, tenemos que, de hecho, todos permanecer juntos, o casi con total certeza, todos vamos a colgar por separado», un juego de palabras que indica el hecho que de no permanecer unidos y tener éxito, serían juzgados y ejecutados, de manera individual, por traición.

Fundamento filosófico

El Preámbulo de la Declaración está influido por el espíritu de republicanismo, que fue usado como el marco de libertad.11 Además refleja la filosofía de la Ilustración, incluyendo el concepto de la ley natural, y el derecho de libre determinación. Las ideas y frases están extraídas de las obras de John Locke.