Esteban Fernández: LA NUEVA CLASE
Julio 7 de 2013
En el millón de mentiras y promesas incumplidas por aquellos farsantes que se pusieron al frente de la nación en 1959 sin lugar a dudas que una de las más grandes fue el tremendo paquete de la igualdad de todos los cubanos y la eliminación de las diferentes clases sociales.
Recuerdo que lo primero que se nos ocurrió a los enemigos del sistema castro-comunista implantado fue responder: “Sí, ahora todos somos iguales, ahora todos somos pobres”. ¡Que equivocados estábamos!
Eso de que “ahora todos somos pobres” duró lo que el clásico merengue en la puerta de la escuela. Prácticamente enseguida se notó que los Comandantes se iban instalando en las residencias abandonadas por los que ellos llamaban “pertenecientes a la oligarquía capitalista”. Y de paso también se cogían los automóviles de lujos y todo lo que les caía en las manos.
Muchos abandonaron y combatieron a la recién estrenada tiranía. Los que se quedaron dentro de la filas castristas fueron olvidándose de aquella humildad inicial con rosarios en los cuellos, y se convirtieron en mucho más corruptos que todos los gobiernos pasados y que todos los políticos anteriores que tanto criticaron. Poco a poco fuimos dándonos cuenta que toda la prédica puritana era pura hipocresía. El "Che" se llevó dos Chevrolet nuevos y convertibles de Ámbar Motors y se acomodó en una estupenda casa en la playa Tarará.
Desde luego que ese inicial “quítate tú para ponerme yo” no tiene comparación con la actualidad. Ni por las cabezas nos pasó que esto conduciría al extremo que ha llegado. Poco a poco, mientras los cubanos se iban hundiendo a niveles infrahumanos en la pobreza y en la miseria, un grupo de cubanos se ha convertido en una “casta superior” que evita por todos los medios mezclarse con el populacho, con los desposeídos y con los que consideran marginales.
Van a escuelas diferentes sólo para los herederos de los encumbrados pinchos y mayimbes, se casan entre ellos, visten con ropas elegantes, y las mujeres y amantes se bañan en perfumes importados de Francia, tienen criados en sus casas, cotos de caza de patos privados, terrenos de golf (en la foto: mientras los cubanos sufren miles de vicisitudes Antonio Castro juega golf), la comida les llega diariamente suministrada por el departamento encargado de ese menester en el Ministerio del Interior.
Cuando usted ve fotos de las nietas de Raúl o de Fidel Castro, o de los generales, lucen sacadas de las revistas de modas de New York. Parecen unas modelos, unas princesas encaramadas en los miles de muertos producidos por sus padres y abuelos. Dije que “se casan entre ellos” pero muchas veces -como en los casos de Fidelito o de Mariela- prefieren ligarse con extranjeros.
Cuando los malcriados hijos del monstruo mayor ligan algunas muchachas "plebeyas" entonces a la velocidad de un cohete la bruja Dalia las espanta de Punto Cero con la escoba que monta. El nieto de Raúl -el detestable "Cangrejo" que además es jefe de su escolta- anda a toda velocidad por los barrios escogidos de La Habana en un carro que produciría la envidia de los jóvenes herederos de las familias Kennedy, Rockefeller o Trump. Jamás su Hummer de lujo pasa por Los Pocitos, ni por el Solar del Reverbero, ni por Atarés, ni por La Jata, ni por Jesús Maria, y mucho menos por La Timba.
Zonas enteras llenas de mansiones de lujo -como el Barrio Siboney, por ejemplo- con piscinas y aires acondicionados es donde viven los altos miembros de la nomenclatura, y solamente puede entrar allí un cubano “de a pie” si está encargado de cortar la yerba o pintar una pared. Y para realizar estas labores tienen que tener el visto bueno de la Seguridad del Estado. No hay un millonario en el mundo que tenga una finca rodeada de tantos lujos como La Rinconada de Raúl.
Vaquerías exclusivas para suministrarles carne y leche, vinos importados, langostas y mariscos que le son vedados al pueblo, chóferes, jardineros, y viajes a Cancún, a Punta Cana y a Europa. En el caso de Mariela va a Italia a visitar a los familiares de su marido Paolo, más veces que un exiliado en Miami va a Marco Island o Naples.
Y cerramos los ojos y recordamos la llegada de los Rebeldes a La Habana, con uniformes raídos, con las botas sucias y sin cordones, y prometiendo la igualdad social absoluta entre todos los cubanos, y no queda más remedio que pensar que al final de la jornada: Además de hijos de perra resultaron ser ¡unos tremendos descarados!
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home