domingo, agosto 11, 2013

Esteban Fernández: EL MEJOR MÉDICO DEL MUNDO!

 ¡EL MEJOR MÉDICO DEL MUNDO!

Por Esteban Fernández
8-8-2013
¿Ustedes no han notado que todos nosotros los cubanos tenemos EL MEJOR MÉDICO DEL MUNDO? Con la facilidad más grande podemos decirle a cualquiera: “Oye mi socio, Miguelito es una lumbrera, si tú vieras la cantidad de diplomas y títulos que tiene en la pared te quedarías frío”...

Ustedes leyeron bien: nos referimos al doctor como “Miguelito”. Sí, porque no solamente es maravilloso como cirujano sino que ya desde la tercera visita se convirtió en íntimo amigo... Yo, de muchacho, les decía “Emilito” al doctor Emilio Trujillo Florido y “Papín” al doctor Ángel Montes.

Y aquí -siguiendo la tradición- rápidamente pasamos a recomendárselo a los amigos. Alguien nos dice: “Chico, últimamente cuando camino me da una molestia en el pecho y me falta un poco el aire”. La respuesta inmediata es: “Compadre, tienes una vena tupida, vete a la consulta de Miguelito, él es UNA EMINENCIA en asuntos del corazón”. Observen ustedes que EMINENCIA es una palabra que nos encanta a los cubanos para referirnos hasta a un médico que acaba de salir de la Universidad. Si nos cae bien, desde luego.

E inmediatamente todos tenemos el atrevimiento de decirle al que se siente mal: “Oye, pero no llegues allí así como así, dile que tú eres amigo mío, menciónale mi nombre, y tu verás que te resuelve el problema en un dos por tres”...

Esa es la tontería y la falta de respeto más grande que existe en el mundo porque todos los doctores del planeta hacen el juramento de Hipócrates y están en la obligación de tratar a todos los pacientes de la misma manera. Pero los cubanos no creemos en eso y nos imaginamos que porque alguien le diga al médico: “Doctor, yo soy amigo de Periquito el viejo que vino a verlo a usted hace tres meses” ya los va a curar y atender mejor que a otros que no tienen ni la menor idea de quién es Periquito. Los galenos coinciden todos en decir muy serios: “No, no me acuerdo de Periquito, pero eso es lo de menos, dígame en que lo puedo ayudar”...

Ya antes de casarme yo escuchaba decir a todos mis compatriotas residentes en Los Ángeles que “El doctor Gaspar Jardón era el mejor ginecólogo del Universo”. Me casé, mi esposa salió en estado, y aunque no teníamos seguro y nuestra situación económica era precaria fuimos a Jardón, y ya la niña tenía 8 años de nacida y todavía estaba pagando la elevada cuenta del médico... Todo nos hubiera salido gratis si mi mujer hubiera ido al Hospital General donde ningún cubano conocía a los parteros allí. Pero eso no es todo porque como buen cubano cometía el error más tarde de recomendarle a cuanta cubana veía embarazada: “Oye, no dejes de ir a ver a Gaspar y dile que eres amiga de Estebita”...

Desde luego que no consideramos a todos los médicos ser “¡Los mejores del mundo!” porque si alguno enseguida comienza tontamente a discrepar de la enfermedad que creemos tener y no está de acuerdo con lo que queremos que nos recete comenzamos a decir: “Ese mediquito es un comebola, me cae malísimo, necesito una segunda opinión y voy a buscar a otro con mejores credenciales”. Y le hacemos tremenda propaganda negativa... Y decimos: “¡Oye, no vayas a ver al doctor Lee, ese chino está decrépito, es un comebola, yo creo que Mao le regaló el título, porque para mí que es hasta comunista!”...

 Y cuando el graduado es un joven cubano entonces tiene que soportar que todos los amigos de su padre lleguen a la consulta recién abierta y cuando la enfermera les dan una planilla para llenar les dicen: “Chica, no hace falta esa formalidad, simplemente dile al muchacho que yo conozco al viejo de él desde que éramos unos muchachones jugando en el parque de Calabazar de Sagua”...

Si el nuevo egresado les suena un abrazo, les receta las medicinas que ellos quieren y les dice: “Llámame Panchito”. Entonces se convierte en “El mejor doctor de Hialeah”. De lo contrario: “Ese chiquito es un verraco, no salió a su padre”