Félix Luis Viera sobre viajes de cubanos entre EE.UU. y Cuba: Cubanos cínicos; cubanos parásitos
Cubanos cínicos; cubanos parásitos
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No se debe criticar a una persona expatriada porque visite su tierra. En el caso de los exiliados cubanos, sabemos de muchos que, desde su salida de Cuba, hace 10, 20, aun 40 años, juraron no volver y han cumplido ese juramento. Otros, alguna vez han vuelto; unos a visitar familiares de primera línea, en ocasiones ancianos; otros, simplemente, para constatar las ruinas en que se encuentra el barrio en que nacieron o visitar los parques o cementerios donde se hallan sus recuerdos y sus seres queridos, y hasta sé de casos de quienes “necesitaban” contemplar otra vez aquellas montañas o aquel mar junto al que crecieron. Todo esto, y los ejemplos parecidos que podrían faltar, es de humanos.
Pero últimamente, con las nuevas leyes de inmigración aprobadas por el castrismo y las ventajas que ha dado el gobierno de Estados Unidos al respecto, no pocos de nuestros paisanos que, en relación con los que quedaron en la Isla viven ventajosamente en el país del Norte, viajan a su tierra solo por placer, por “turistear”, por “dar jamón” quizás al mostrar sus dólares, sus ropas, sus andariveles. Estos cubanos exiliados, sobre todo en Miami, van a Cuba con constancia evidente a lo antes dicho, a “gozar la vida” visitando clubes nocturnos, playas, centros de diversión..., y los disfrutes que puedan resultar de estas parrandas. Todo relativamente barato para ellos o al menos al alcance de sus ingresos. Sin embargo, cuando se acogieron al refugio en Estados Unidos declararon que la Isla es un sitio invivible o que los estaban persiguiendo o algo así. Es decir, hoy, toman lo bueno de Estados Unidos y lo mejorcito por unos días del pantano en que se ha convertido su tierra natal.
Posiblemente, los cubanos exiliados que así se comportan formen parte de ese contingente de compatriotas que en una y otra latitud se asumen como los más valientes, los más chistosos, los abanderados de un pueblo de gran “chispa”, los (y las) mejores amantes, los (y las) que mejor bailan, los (y las) más ingeniosos e ingeniosas del planeta en fin. O sea, unas cabroncitas y unos cabroncitos de la vida.
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Por otra parte, allá, en Cuba, hay otro nuevo modelo de compatriota. En un país en el cual durante más de medio siglo una mayoría rotunda de sus habitantes, desde altos dirigentes hasta los despachadores de almacén y los administradores de farmacias, son solo ejemplos, se han dedicado a invertir muchas horas en su trabajo, para hacer como quien trabaja mucho, mientras van ejecutando sus robos y estafas hormiga..., no es de extrañar que luego de la crisis total en que se encuentra el país desde 1991 y la despenalización del dólar dos años después, surgiera un nuevo paradigma de cubano: el que no “pincha”, sino que espera que le caiga el maná del Norte, donde están sus familiares y buenos amigos que desde allá los mantienen.
Estos suelen ser jóvenes o adultos en edad laboral, ¿pero para qué van a trabajar, siquiera en las líneas abiertas recientemente para el trabajo por cuenta propia, si con lo enviado por sus remitentes capean mejor el temporal que con lo que ganarían en la Isla doblando el lomo o el cerebro? En Cuba hace más de 40 años que existe la Ley Contra la Vagancia, que se aplicara con severidad y hasta con crueldad —yo lo vi— en la década de 1970. Esta ley no ha sido derogada, pero ya no se aplica.
—¿Me trajiste algún extra? —Fue el saludo que le dedicó el sobrino de un maestro que viajó recientemente a Cuba a ver la familia. Dijo “extra” porque este y otro tío les mandan regularmente al sobrino y los demás de la casa dólares de supervivencia.
—El que no manda na´ hace como tres meses es tío Alberto.
Tío Alberto es otro tío que, según me ha contado el tío visitante y amigo mío, no envía con regularidad.
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¿Qué haremos con estos casos? Creo que no podemos hacer nada. Es solo un resultado.
Como dijo, Luis, así cómo es posible hacer patria.
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