Luis Cino desde Cuba: Las plagas y la paciencia infinita
4 de junio de 2014
Como si no bastara con el cólera y el dengue, dicen que ya llegó a Cuba la fiebre de Chukungaya…Es como si todas las plagas del Antiguo Testamento nos azotaran al unísono y sin piedad, para castigarnos sabrá Dios por qué pecado nacional o la soberbia de ciertos tipos que creyeron saber qué era lo mejor para nosotros.
Fallaron, pero sin siquiera pedir disculpas, los Infalibles Jefes nos llevan a paso de conga y buchito de agua –de salidero- hacia el más mísero, torpe y egoísta capitalismo de Estado. Eso sí, con discurso socialista.
Y los problemas crecen y se multiplican. Nosotros, que somos cada vez más viejos y menos, no. Los jóvenes no quieren trabajar ni tener hijos, sino irse del país. Un país donde no alcanzan los salarios ni las viviendas, y donde lo único que aumenta son los escombros, los mosquitos, la chusmería, los delitos violentos, el robo y la corrupción.
La moral, tan doble como la moneda, ya que no puede unificarse, se extingue.
¡Y todavía quieren que no cundan la desesperanza y sus malos consejos y peores tentaciones!
Solo los cada vez menos devotos del castrismo, con la paciencia de Job, siguen a la espera (o simulan estarlo) de que ahora sí, gracias a los Lineamientos, los timbiriches, la Zona de Desarrollo del Mariel y la Ley de Inversiones Extranjeras, despegue la astronave, llena de agujeros en el blindaje y pilotada por Los Jefes infalibles. Como si esta vez sí fuera a producirse el milagro de que el maltrecho aparato levante vuelo en el último minuto y enfile su hocico hacia un futuro de prosperidad.
¿Habrá que crear dos, tres, muchas Carmela, que no vendan los exámenes y ayuden a domar a los Chalas y sus amiguitos repas y pastilleros? ¿Conseguirán las pruebas ortográficas y el refuerzo de jubilados para apoyar a los maestros emergentes, no solo que volvamos a hablar en castellano más o menos inteligible, sino también que dejemos de ser la horda mal hablada, desarrapada, cínica, amoral y hambrienta en que nos convirtieron, para transformarnos al fin en un pueblo digno, culto y feliz?
¿Creerán que las exhortaciones a trabajar van a elevar automáticamente la productividad y la eficiencia? ¿Conseguirán acabar con el robo y la corrupción? ¿Se impondrá de pronto la virtud?
luicino2012@gmail.com
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