Nicolás Águila: El minuto final de Fidel, en clave de humor rimado
El minuto final de Fidel, en clave de humor rimado
Por Nicolás Águila
13 August 2014
88, ocho con ocho, muerto grande doble en la habanera charada china
Con un dolor en el pecho y vidriosa la mirada despertó de madrugada Fidel Castro muy maltrecho. En mil sollozos deshecho, agonizar parecía. Qué extraña pinta tenía, qué dolores de barriga, qué jadeo y qué fatiga. Qué miserable lucía. Espantado se decía: “Ahora sí estoy liquidado, mi minuto ha llegado, llegó la guadaña fría. ¡Qué dolor! Ay madre mía, cómo extraño tu cariño. Mira cómo está tu niño con un tembleque en la mano. Soy sólo un guiñapo humano, un perfecto desaliño.
Pues si ayer fui maravilla, ni sombra mía ahora soy. Que la talla ya no doy, es de todos comidilla. Mi presencia ya no brilla, mi carisma ya no es. De este último revés quedará sólo el recuerdo de un anciano poco cuerdo, de un loco dando traspiés. Pues si fui genio y figura, ya no doy el do de pecho. Abajo se vino el techo de mi gracia y donosura. ¿Será esto la locura? ¿Será demencia senil? ¿O es que soy tan terco y vil que no resisto el final y me aferro a hacer el mal como una bestia cerril?”.
Agitado se movía solo en su cámara híper. Quiso abrir de pronto el zíper pero el cierre no cedía. Y le dio una alferecía llamando a grito pelado: “¡Ay Dalia, ven a mi lado, sube pronto la escalera que me voy en cagalera y ya estoy todo embarrado!”. Dalia enseguida subió con un pañal absorbente y lo vio muy diferente cuando la luz encendió. “¡Santa Bárbara!”, gritó viéndolo todo cagado. “Oye, quédate acostado que vuelvo con el doctor. Y si te entra el dolor, aguanta y ponte de lado”.
El kagandante se vira y luego se cae al suelo. Se revuelca sin consuelo, pero se alivia y respira. Rojo se puso de ira, de rabia casi revienta, su humanidad macilenta se encoge y luego se estira. Su cuerpo en el aire gira, echa espuma por la boca, levita y su mano toca a las puertas del infierno. Sale el diablo del averno y le suena un tapaboca.
Ya vuelto en sí con la poca energía que le queda, se enrumba por la vereda que en el jardín desemboca. Se encarama en una roca y mira al cielo cubano. Con fervor cucalambiano, como Hatuey a su Guarina, le suplica a Macorina que le ponga ahí la mano donde la gracia divina se complica con lo humano. La Maco prende el habano y suelta una bocanada de humo, ya atolondrada por el lunático insano. “Esto es obra de tu hermano”, le asegura al Kagandante. “Te curarás al instante si te haces un buen despojo que te quite el mal de ojo y el bilongo fulminante”.
Y el aturdido Fidel con mil hierbas se dio un baño para librarse del daño que le envían a granel. Luego por toda la piel se frotó con cascarilla, disfrutando la cosquilla en la región perianal, mas se dio con fuerza tal que sangró hasta la rodilla.
Al fin volvió Dalia Soto con un gastroenterólogo, un clínico, un proctólogo y el santero en plan piloto. Y fue grande el alboroto al ver al tirano cruel exangüe sobre el "bidel" con el culo destrozado, todo el cuerpo ensangrentado, todo ya menos Fidel.
Y dice un seguroso presente en esa misión que han puesto en congelación al viejo cagalitroso.
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