lunes, octubre 27, 2014

Frank Cosme desde CubaL La Cuba que le tocó a los mambises


Tomado de http://primaveradigital.net/

La Cuba que le tocó a los mambises


Por Frank Cosme
octubre 26, 2014


Cuba actualidad, Santos Suárez, La Habana, (PD) La historia que se enseña en nuestras aulas desde hace cinco décadas tiene un marcado acento anti-estadounidense.

Han venido de perlas todos los despropósitos y torpezas cometidos por Washington en sus relaciones con la nación cubana desde que establecieron un gobierno interventor al terminar la guerra con España. Todo eso que ciertamente ocurrió en esa fase de la historia, también ha servido para la incesante propaganda contra el imperialismo yanqui.

Tal como hoy se lee la historia, pareciera que fueron los comunistas los únicos que impugnaron aquellas injusticias en que incurrió la nación norteña en Cuba durante aquel período y la posterior etapa. Y nada más lejos de la verdad, pues fueron pocos y ya en una más avanzada etapa republicana.

Los verdaderos héroes, los que transmitieron a través de sus narraciones y escritos aquel acontecer que no vivimos y que hoy sabemos, fueron los periodistas e historiadores y en este caso que traemos, los mambises, muchos de ellos devenidos también en periodistas, escritores y cronistas de lo que realmente sucedió y que también llegado el caso, nuevamente se convirtieron en gladiadores contra las injusticias que se cometieron en la naciente república.

Ninguno de ellos era comunista, eran nacionalistas, una palabra que hoy se tuerce, pero cuyo verdadero significado es el sentimiento de pertenencia o nacionalidad que tiene todo ser humano hacia su tierra.

Históricamente, los comunistas, con una ideología por demás extranjerizante, se apropian el derecho de ser los únicos poseedores de la verdad, confundiendo su doctrina marxista con la patria.

Concluí en el anterior artículo, Cuatro Isleños y un Catalán que la historia de Matías Vega Alemán no terminaba ahí. Este General de División del ejército mambí, nacido en Canarias, héroe de tres guerras, designado para izar la bandera cubana en el Morro de Santiago de Cuba, sufrió en carne propia las desdichas que cargaron todos lo mambises, no solo el hambre y la necesidad, sino la desventura de ver al antiguo enemigo quedarse y enriquecerse y al que consideraba su amigo, traicionarlo.

Terminada la guerra, Cuba estaba en ruinas. Muchos de estos mambises habían perdido sus propiedades. Deambulaban por las calles, sin trabajo, mantenidos por la caridad pública. Antiguos jefes del Ejército Libertador acudían a establecimientos comerciales y policiales a rogar por lo menos una plaza de vigilante para no morirse literalmente de hambre (periódico La Discusión, 16 de mayo de 1899).

Matias Vega Alemán logró sobrevivir, o mejor, no morirse de inanición, trabajando como peón en la construcción de una línea de ferrocarril en Santiago de Cuba. Andaba metido en política, precisamente en todo lo que constituyera una protesta contra la situación imperante y lo que consideraba una injusticia para todos aquellos que lucharon por ver a Cuba libre.

Anécdota más que conocida es la del también General de División Quintín Banderas, que fue a pedirle un empleo al recién estrenado primer presidente de la República Tomás Estrada Palma y el ofrecimiento de este fue un insulto para el viejo mambí, veterano también de las tres guerras.

Quintín Banderas logró sobrevivir vendiendo jabones para una firma comercial hasta que se rebeló contra este buen señor, como veremos más adelante.

Es preciso detenernos en el primer presidente de Cuba. A buena perla le vino a pedir Quintín Banderas. Tomás Estrada Palma era conocido por su proverbial mezquindad. Su desempeño en la guerra de 1895 fue desastroso; sin embargo, era el hombre del día, el más promovido por la prensa, sobre todo la estadounidense.

Si no hubiera sido por el coronel Emilio Núñez, que envió 13 expediciones en 1896—Estrada Palma envió 5 en 1895—los mambises hubieran perdido la guerra desde el principio.

La tacañería de Estrada Palma a la hora de gastar dinero, a pesar de contar con fondos, lo llevó a comprar barcos para transportar armas que eran más adecuados para un desguazadero que para navegar. El caso de la expedición del Hawkins, donde casi perece Calixto García, es un ejemplo.

Su ejecutoria como presidente también lo confirma. No gastó un solo centavo en promover industrias con puestos de trabajo tan necesarios para un país en ruinas.

Bajo Estrada Palma, el tesoro público llegó a tener un superávit de más de 20 millones de pesos.

En su gabinete, de 16 miembros había solo 3 independentistas. Los 13 restantes puestos se los repartían entre ex reformistas y autonomistas.

Durante el período de su presidencia (1902-1906) se observó otro de los síntomas del cáncer que ya empezaba a corroer la nueva república. La huelga de los aprendices fue llevada a cabo por los cubanos contra los inmigrantes, principalmente españoles, que copaban los puestos de trabajo. Esa situación habría de desembocar, 31 años más tarde, en la revolución del 4 de septiembre de 1933.

Esta dolorosa tragedia de los mambises comenzó también otro 1ro de enero, pero de 1899, cuando comenzó a regir en Cuba el gobierno interventor de EU. Para mayo de 1899, cuatro meses después, ya habían disuelto el Ejército Libertador.

El licenciamiento del ejército mambí constituye en nuestra historia el lamentable hecho que dio inicio a las discordias posteriores y la desunión entre cubanos en toda la etapa republicana.

El conflicto que se generó entre la Asamblea del Cerro, –órgano creado para representar al Ejército Libertador y la revolución independentista—y el mayor general Máximo Gómez, es uno de los episodios más enredados y lamentables en nuestra historia.

La destitución de Gómez del cargo de Mayor General y las posteriores protestas populares por esta destitución, obligaron a disolver esta asamblea, quedándose la nación sin representantes.

Lo inequívoco era que detrás de todo esto estaba la mano de Estrada Palma, quién había recomendado la disolución sin compensación del ejército mambí a Gómez, que no la aceptó. Es obvio que detrás de Estrada Palma estaba la mano de Washington.

Ese mismo año 1899 en que el gobierno interventor comenzó a regir en Cuba, al otro lado del mundo, el pueblo de Filipinas, dirigido por Emilio Aguinaldo, se había rebelado contra el gobierno interventor norteamericano.

Al igual que los cubanos, el pueblo filipino luchaba contra los españoles por su independencia, cuando estalló la guerra entre Estados Unidos y España.

Era evidente, aunque muchos historiadores lo pasan por alto, que los EU, al ver lo sucedido en Filipinas, temían una rebelión del ejército mambí. Por eso, se apuraron en donar 3 millones de dólares para el licenciamiento de este ejército.

Un diario de la época (La Discusión -15 de junio de 1899), ilustra lo que se manejaba por esa fechas en la prensa de EU y la nacional: “…hablando de los 40,000 fusiles que tendría el ejército mambí, nadie que conozca este país podrá negar que muchas más guardan en su poder los antiguos voluntarios españoles a quienes por algo también se les ha consentido conservarlas”.

El gobierno interventor organizó la Guardia Rural para combatir el bandolerismo en los campos de Cuba. Si en un principio alistaron a antiguos mambises para dar la imagen de que los tenían en cuenta, durante el gobierno de Estrada Palma la mayoría de ese cuerpo estaba compuesto por antiguos guerrilleros (cubanos que estaban a favor de España y que formaban batallones irregulares en el ejército español).

De 56 cuarteles de la Guardia Rural solo 14 estaban regentados por el gobierno; los 42 restantes pertenecían a particulares, fundamentalmente latifundistas, la mayoría extranjeros, que habían logrado hacerse de terrenos comprados a campesinos en la miseria, e incluso por medio de desalojos por la fuerza, utilizando esta guardia que ya desde esas fechas comenzó su funesta fama.

Podemos llegar a la conclusión de que el gobierno de Estados Unidos no tenía intenciones honorables en Cuba.

La Joint Resolution (Resolución Conjunta) del Congreso de los Estados Unidos que expresaba que “el pueblo cubano es y de derecho debe ser libre”, era solo letra muerta. Al ocupar la isla, tras la guerra, solo se movieron intereses. Máximo Gómez sentenció: “La actitud del gobierno de EU con el pueblo cubano en estos momentos históricos no revela a mi juicio más que un gran negocio”.

Desde el instante en que no permitieron entrar las tropas mambisas en Santiago de Cuba al término de la guerra, se evidenciaba que los norteamericanos tenían malas intenciones.

No permitieron expulsar del país o condenar a Voluntarios y Guerrilleros a los que se les probara actos criminales; al contrario, les permitieron que continuaran armados y alistarse en la Guardia Rural.

Todo estaba pensado ante el temor a una eventual rebelión de los mambises. Por eso, la primera medida del gobierno interventor fue disolver el ejército mambí. Este gobierno comenzó a funcionar en enero de 1899, y cuatro meses después, en mayo de 1900, ya estaba disuelto el Ejército Libertador.

Las autoridades estadounidenses maniobraron para imponer en las primeras elecciones a su hombre de confianza, TomásEstrada Palma, que era ciudadano de EU. Su contrario en las elecciones, Bartolomé Masó, un prestigioso jefe mambí que era apoyado por Máximo Gómez, se retiró al no ver garantías electorales.

Nadie quería a Estrada Palma, particularmente los antiguos mambises, por eso, cuando trató de reelegirse, en 1906, estalló lo que se conoce en la historia como La Guerrita de Agosto. Fue liderada por el antiguo mayor general José Miguel Gómez, y secundada por los también generales Bartolomé Masó, Agustín Cebreco, Quintín Banderas, Enrique Loynaz, Juan Gualberto Gómez y otros.

Era tanto el entreguismo de Estrada Palma, que viéndose sin apoyo, solicitó la intervención de EU. Así, la Guerrita de Agosto culminó con la segunda intervención militar norteamericana.

Matias Vega Alemán de seguro hubiera intervenido en esta revuelta de no haber fallecido un año antes, el 24 junio de 1905.

Ninguno de los antiguos mambises que perecieron en estas escaramuzas como la Guerrita de Agosto o los que fallecieron antes de 1906, llegaron a ver hasta donde había llegado la república por la cual batallaron.

Las componendas e injusticias llegaron al límite en 1911. Aquí salió a dar la cara por la nación un hombre que sigue en el cuarto oscuro de la historia cubana, el General de División Emilio Núñez.

Era el mismo que siendo un joven coronel había logrado abastecer a los rebeldes mambises a través de múltiples expediciones con armas. El último hombre en deponer las armas en la Guerra Chiquita. El ayudante de campo del General Henry Reeve en la guerra del 1868. Uno de los cinco generales que acompañaron a Gómez en su entrada a La Habana, el 24 de febrero de 1899.

El desparpajo era tal para este año 1911 que antiguos colaboradores del régimen colonial, reformistas, autonomistas, guerrilleros y voluntarios, ya hasta ocupaban puestos públicos mientras que los antiguos mambises seguían relegados a un segundo plano. Y estamos hablando de casi una década después de fundada la República.

El 22 de octubre del 1911 Emilio Núñez tomó la presidencia de la Asociación Nacional de Veteranos del Ejército Libertador. Casi de inmediato, Núñez redactó el manifiesto Los Veteranos de la Guerra de Independencia al pueblo de Cuba. En este manifestaba su intención de exigir al gobierno la destitución de todos esos antiguos colaboradores del régimen colonial, que ocupaban cargos públicos, pues “no podían resguardar nuestra libertad los que la habían combatido” y pedía ayuda a los mambises para localizarlos.

Periódicos pro-españoles se cebaron en Emilio Núñez de la misma manera que lo hicieron años antes con Manuel Sanguily, que ya empezaba a advertir sobre estos hechos a través del periódico La Discusión.

No obstante y a pesar de todas las protestas de estos funcionarios, sus abogados y la prensa que los respaldaba, el entonces presidente José Miguel Gómez aprobó una ley para cesantear a estos señores localizados por los antiguos mambises.

Este movimiento que se conoció en la historia como el Movimiento Veteranista, al parecer ha sido omitido en las nuevas ediciones de los libros de historia. Con el objeto de comparar, he buscado en estos nuevos textos y solo aparece el Movimiento Nacional de Veteranos y Patriotas, fundado el 12 de agosto de 1923, y que no tuvo relación alguna con Emilio Núñez, quien falleció un mes después de esa fecha.

Para esta época ya había entrado a Cuba la espectacular cifra de 174 221 inmigrantes. Entre españoles que venían a ocupar puestos en los comercios de las ciudades y antillanos, como mano de obra barata para las plantaciones de azúcar, dejaban sin empleo ya no a los mambises como al término de la guerra, sino a los naturales del país. Un nuevo atropello que originaría muchas convulsiones sociales hasta 1933.

Emilio Núñez fue otro mambí que participó en las tres guerras, como Matias Vega Alemán y Quintín Banderas. Falleció en 1923, a los 67 años. Tuvo el mérito de luchar por un ideal sin flaquear, como la mayoría de los de su generación. Fue el que organizó el primer movimiento para protestar contra este tipo de componendas que cada cierto tiempo ocurren en este país y donde son excluidos los ciudadanos de esta nación.

Después de recapacitar sobre estos sucesos y otros hasta el tiempo presente, solo nos queda terminar parafraseando una frase que aparece al final de muchas películas: “Cualquier hecho semejante ocurrido posteriormente no es pura coincidencia”.
Para Cuba actualidad: glofran864@gmail.com