domingo, diciembre 07, 2014

Alexis Jardines sobre Cuba: ¿Transita Cuba hacia la democracia? (III y final). 'Nada le brinda más tranquilidad al Gobierno que el hecho de que sus adversarios se mantengan a nivel de la sola disidencia, enfrascados en temas de la realpolitik.'

 Nota del Bloguista
Las otras partes del artículo de Alexis Jardines  se pueden leer en
¿Transita Cuba hacia la democracia? (I)
¿Transita Cuba hacia la democracia? (II)

Los  reunidos en México están muy lejos de representar a toda la oposición cubana.
 Por otra parte, hay personas que firmaron la Declaración conjunta de la oposición cubana reunida en México como, por ejemplos,  Reinaldo Escobar  que frecuentemente niegan que se les llame opositores  y la académica y ¿ ex dialoguera? Marifeli Pérez-Stable; también hay persona como, por ejemplo,  Rosa María Rodríguez Torrado, que son desconocidas  hasta por los que estamos involucrados en la liberación y democratización de Cuba dentro y fuera de Cuba..
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¿Transita Cuba hacia la democracia? (III y final)


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'Nada le brinda más tranquilidad al Gobierno que el hecho de que sus adversarios se mantengan a nivel de la sola disidencia, enfrascados en temas de la realpolitik.'
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Por Alexis Jardines
 San Juan
5 Dic 2014

Con esta tercera y última entrega pretendo hacerme la pregunta acerca del potencial realmente opositor disponible para empresas de mayor calado que las reformistas, habida cuenta que no contamos en la Isla con una oposición stricto sensu.

En cuanto a la casta político-militar instalada en el poder, es obvio que ya no hay unanimidad entre sus miembros, pero tampoco creo que haya siquiera unidad de criterios. ¿Cómo se salva la situación? Ya lo hemos visto, cada vez se permite más y más dentro de la Revolución, con lo que se sortea el obstáculo potencialmente hostil, se crea una imagen de aparente pluralidad y, al propio tiempo, se observa y da continuidad al mandamiento fidelista de Palabras a los intelectuales, que es la única y verdadera ideología (como se sabe, de matriz totalitaria) del castrismo.

En semejantes circunstancias una oposición real nunca sería reconocida. Pero si no hay oposición legalizada, el sistema político, por definición, no puede ser democrático. Consecuentemente, la imposibilidad de la transición a la democracia es consustancial al proyecto revolucionario cubano: ningún socialismo totalitario puede transitar a la democracia sin autodestruirse y esto nadie lo sabe mejor que Raúl Castro, tras observar detenidamente el desenvolvimiento de lo que Fidel caracterizó como el "desmerengamiento" de la antigua URSS.

Sin embargo, lo más importante aquí —y hacia donde quiero dirigir la atención del lector— es que, para legalizar la oposición es necesario que esta exista primero. Tras el agobio de la vida cotidiana y la concentración del esfuerzo en la defensa de las libertades y derechos civiles, el movimiento disidente en Cuba no ha adquirido una dimensión política. Nada le brinda más tranquilidad al Gobierno cubano que el hecho de que sus adversarios se mantengan a nivel de la sola disidencia, enfrascados en temas de la realpolitik: aquello que el Gobierno debería legalizar en realidad no existe.

Cito a Emilio Ichikawa: "A diferencia de la oposición venezolana, que sabe lo que quiere, porque eso que quiere es claramente delimitable de lo que quiere el chavismo, la oposición cubana se diluye sin estrategia en el mismo momento en que se coteja con el castrismo porque, en el fondo, comparte con él un núcleo doctrinal: nacionalismo, revolución, moralismo, justicia distributiva y, en muchos casos, antimperialismo (y puede que antiamericanismo). El anticastrismo cubano parece más preocupado por parecer 'balanceado' y 'pacíficamente correcto' que por ser realmente anticastrismo".

Del capital político para encarar la transición

Si hurgamos, a modo de ejemplo, en los principios básicos de la socialdemocracia en general encontraremos con sorpresa que esta, por sí misma, carece de potencial para promover una transición del raulismo hacia un Estado democrático.

La socialdemocracia se adecua perfectamente al contexto raulista de la actualización del socialismo toda vez que es una ideología de matriz marxista y esencialmente reformista, tolerante —además― del mercado y la propiedad privada. Desde esta perspectiva, en el caso concreto de la Cuba actual solo cabría acelerar y profundizar los cambios. Actualizar el socialismo significa, en el código de la socialdemocracia, que el Estado revolucionario se abra al mercado y a la democracia, pero manteniendo el control de ambas cosas. El control estatal es consustancial al pensamiento socialdemócrata. Y aquí ya encontramos una diferencia radical con la ideología liberal: mercado controlado vs. mercado libre.

Dicho sea de paso, un detalle muy importante se está pasando por alto en Cuba entre los defensores del socialismo de mercado, o bien nos están vendiendo gato por liebre. No existe economía moderna alguna que no sea de mercado, por consiguiente, el problema antes bien reside en la libertad y no en el mercado en sí. Hago extensa esta observación también a los economistas  oficialistas a cargo del tema de las reformas. A menos que creamos que la Cuba de Fidel era un sistema feudal autoabastecido sin moneda ni intercambios comerciales, es decir, una economía de trueque, no tiene sentido la afirmación de que el sistema totalitario se está abriendo paulatinamente a una economía de mercado.

El problema real que se oculta aquí es que el mercado tiene que expandirse y los raulistas temen perder el control. Pero si no se expande puede ser hasta peor. Es como el lenguaje, se necesita gente que lo hable por peligroso que sea o se extingue completamente. Y mientras más gente lo hable, tanto más se enriquece.

Los socialdemócratas son keynesianos por naturaleza y dirigen su mirada esperanzadora al rol del Estado. En Latinoamérica, se dice que se pronuncian por la intervención reguladora del Estado en el mercado y por la planificación. En Cuba, el proyecto socialdemócrata de mayor envergadura es Consenso Constitucional, que aboga por reformas al sistema vigente y acepta al Estado socialista-revolucionario como interlocutor.

Ninguna de estas ideologías —y agrego ahora a la liberal y democristiana— puede llegar por sí misma a resultados relevantes en el proceso de transición. Todas necesitan unirse y crear un frente común que logre sinergia con parte del sector académico e intelectual oficialista y con parte del propio exilio, dejándoles una puerta abierta a los propios militantes del PCC, en el entendido de que pudieran eventualmente cambiar de posicionamiento.

El problema que tenemos es de todos los cubanos y si de algo estoy seguro es que el régimen no dará un solo paso en lo político a menos que de ese paso —y solo de él— dependa su sobrevivencia. Situación a la que jamás se llegará mediante la torpe práctica de anular boletas —como cree algún que otro cibercubanólogo— dentro de las propias reglas del juego castrista. Es solo mediante el concurso y el esfuerzo de todos los que estamos en el mismo barco —y apoyando una vanguardia política— como podremos lograrlo.

Comprendo que será punto menos que imposible en un país donde toda esperanza se ha perdido, donde la meta más alta y la mayor ilusión de cada ciudadano es emigrar. Las razones de ello son igualmente comprensibles: comenzar a levantar el país desde cero implica un riesgo y gasto de tiempo que jóvenes y adultos no se pueden dar el lujo de enfrentar porque en ello les va la vida. El sacrificio que exige ese despegue no es para nada rentable a corto y mediano plazos.

En semejante situación parece más sensato radicarse en un país donde ya todo está concebido y funciona, de manera que solo sería llegar a trabajar y a recibir beneficios. El problema es, pues, más grave de lo que habíamos pensado: aun operándose la transición a la democracia el cubano parece estar dispuesto a abandonar la Isla. De modo que las condiciones de posibilidad de la oposición son realmente precarias. Por otra parte, las reformas de Raúl —con toda su tibieza― están desbordando la capacidad de respuesta de la disidencia. No obstante, debemos comenzar a echar los cimientos de la oposición política y del pluripartidismo a la par que se trabaja en la expansión y fortalecimiento de la sociedad civil. De lo contrario la transición será secuestrada.

Hacia una Concertación opositora

Todos los regímenes comunistas de la Europa oriental cayeron, mayormente, mediante la combinación de tres factores corrosivos: el empuje —modesto las más de las veces, pero persistente— de la sociedad civil; la corrupción generalizada —que arrasó con los valores— y la actividad opositora fertilizada con el factor intelectual. Cuba no es una excepción. En nuestro caso —y aunque no sea suficiente— todo ello está presente, solo que de la manera más gregaria y sectaria que quepa imaginar. La sociedad civil necesita conciencia política y proyectos opositores que respaldar. Parte de la disidencia necesita progresar, madurar y radicalizarse por la vía de una concertación política con objetivos realmente opositores y de la que pueda brotar el germen del pluripartidismo. La parte más digna de la intelectualidad cubana debe abandonar de una vez el vergonzoso pacto de lealtad que tiene con el Gobierno-Partido desde 1961 y ponerse del lado de la sociedad civil independiente (no oficialista) a fertilizar con su obra, talento y prestigio la semilla de la oposición política en Cuba.

No se trata de ignorar o de minimizar el heroico trabajo y el sacrificio de activistas y disidentes, sino de sembrar la necesaria semilla de la oposición real, si es que queremos algún día dejar de estar gobernados por una mafia dinástica y nepotista. Esto es pura física: la capacidad de maniobra del castrismo es inversamente proporcional al potencial creativo de sus opositores.

En el Chile de Pinochet la concertación opositora tenía solo 15 minutos de televisión para promover su campaña. Es cierto que en Cuba no disponen de tiempo ni de canal televisivo alguno, pero el problema mayor es que ni siquiera existe una concertación y la disidencia no tiene nada que ofrecer al respecto. De tener algo al menos podría —y esto no es más que una ocurrencia— utilizar los famosos paquetes (con más alcance estos que cualquier canal de la televisión estatal) para deslizar en ellos aunque fuere una cápsula político-cultural que de ese modo llegaría a millones de cubanos y, lo más curioso, gracias a licencias otorgadas por el propio Gobierno. Cuando menos, el Gobierno se vería obligado a desmontar todo el negocio de la piratería que pasaría, de tal modo, a la ilegalidad. Y no se olvide que el cuentapropismo no es sino la legalización del mercado negro.

Debemos acabar de entender que una cosa es luchar por el poder político y otra luchar por los derechos y libertades civiles. La oposición interna —le ha dicho con firmeza recientemente Guillermo Fariñas al senador Marco Rubio― vela por los cambios verdaderos, que hasta ahora no han tenido lugar. Es muy cierto. Pero también es cierto que un opositor no se limita a exigir cambios o reformas del sistema político; exige y lucha por un remplazo de gobierno porque se ve a sí mismo como alternativa de poder.

Cada país tiene sus características y —salvando las generalidades― lo que funcionó en uno, en términos de transición, no necesariamente funciona para otros. Reducir la actividad opositora a la demanda de reformas al régimen vigente es darle a los Castro y sus descendientes justamente lo que ellos necesitan y han plasmado en sus Lineamientos: tiempo; no tanto para mutar como para convencer al otro de que lo están haciendo. Tan es así que, con los movimientos tácticos mínimos, están ganando adeptos incluso dentro del propio exilio y simpatizantes en la Unión Europea y en la propia Casa Blanca.

Mi preocupación, desde la reforma de la Ley migratoria, ha sido siempre que los cambios raulistas podrían colmar las expectativas de una "oposición" que no se interesa por el poder. Aquel fue solo un aviso. Y esa disidencia con bajo nivel de instrucción —sin conexión no solo con el cubano de a pie, sino con el mundo académico e intelectual y con la clase media― e incapaz de trabajar en equipo, no ha sabido capitalizar los viajes y funciona hoy con la lógica del cuentapropismo: cada cual con su bodeguita a ver cómo sale adelante. Por otra parte, Raúl tiene ya graduados de estudios superiores especializados a su batallón de jóvenes militantes empresarios que, con "nueva" mentalidad, tomarán las riendas de la economía del país. Pero también tiene a mano, llegado el momento, su propia "oposición" leal.

En los cálculos del poder totalitario no están, ni estarán los que hoy conocemos como opositores.

Así, pues, es necesario pensar en términos de una Concertación Política en la que quepan liberales, socialdemócratas, democristianos, y, por supuesto, la Nueva Izquierda, con el giro inclusivo que Campos le ha sabido dar. Razones para priorizar una Concertación sobran, pero basten dos:

1) Ante la imposibilidad de desarrollo a corto y mediano plazos de una infraestructura pluripartidista hay que unir fuerzas y subordinar los intereses particulares al objetivo opositor común.

2) Aun si tal infraestructura existiera, la experiencia demuestra que las concertaciones constituyen la práctica más efectiva de confrontación a los sistemas totalitarios y autoritarios.

Por supuesto, la necesidad de una concertación política de las tendencias ideológicas no anula el activismo cívico de la sociedad civil ni el trabajo de la disidencia. Todo es igualmente importante e igualmente necesario, pero sin una vanguardia política con alternativa de gobernabilidad viable para la Cuba futura estaremos entregando el destino de nuestros hijos a las mismas manos que arruinaron espiritual y materialmente el de sus abuelos y padres.

¿Transita Cuba?  Sí, en efecto, pero no a la democracia. Al menos lo que yo veo es un régimen degradado al autoritarismo solo en apariencia, porque tras tanto cabildeo ha logrado sortear los más amenazantes obstáculos manteniendo su núcleo totalitario de partido único. Lo paradójico de todo esto es que el PCC puede darle a Obama, a la UE, a la disidencia interna e, incluso, a buena parte de los cubanos que viven en la más extrema pobreza lo que todos ellos necesitan para sentirse complacidos. Y esto sin afectar su matriz totalitaria, anclada en Palabras a los intelectuales y legitimada en el artículo 5 de la Constitución de la República.
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Declaración conjunta de la oposición cubana reunida en México

El encuentro Caminos para una Cuba democrática celebrado en México cerró este jueves con una declaración conjunta firmada por los asistentes y centrada en los puntos de consenso necesarios para iniciar una transición democrática en la Isla. Reproducimos aquí el texto íntegro de esa declaración:

Nosotros, representantes de diversas organizaciones y activistas de la sociedad civil cubana de la Isla y la Diáspora, reunidos en Ciudad de México, bajo el auspicio de la Fundación Konrad Adenauer y la Organización Demócrata Cristiana de América, hemos tenido la oportunidad de coincidir en los asuntos de interés común, que reflejamos a continuación:

    La imperiosa necesidad de que Cuba transite a la democracia
    La compartida vocación de que este tránsito ocurra de forma pacífica
    El respeto a la diversidad de métodos de lucha no violentos

La comprensión de que le corresponde a los cubanos realizar las acciones que conduzcan a solucionar los problemas de Cuba, teniendo en cuenta el protagonismo de los que viven en la Isla y el indispensable apoyo que puede y debe brindar la Diáspora.

Lo beneficioso que sería que las entidades de la sociedad civil, actores políticos, gobiernos y organizaciones internacionales de todo el mundo brinden una mayor solidaridad en defensa de los derechos humanos en Cuba.

Se identificó como uno de los principales desafíos trabajar en la búsqueda de proyectos hacia una unidad de acción y estrategias para el cambio. De igual manera, se acordó saludar la existencia de diferentes proyectos con estas características encaminados a lograr una Cuba democrática.

Reconociendo la ausencia a este evento de activistas a los que el Gobierno no les permite salir del país y de otros que por diversos motivos no estuvieron presentes.

Firmamos esta Declaración a los 4 días de diciembre de 2014

    Eliécer Ávila: Somos Más
    Yaxys Cires Dib: Partido Demócrata Cristiano de Cuba
    Manuel Cuesta Morúa: Arco Progresista
    Reinaldo Escobar: Periodista
    Guillermo Fariñas Hernández: Unión Patriótica de Cuba y Frente Antitotalitario Unido
    Jorge Luís García Pérez Antúnez: Frente Resistencia Nacional Orlando Zapata Tamayo
    René Gómez Manzano: Corriente Agramontista, UNPACU
    Eroises González Suárez: Partido Solidaridad Liberal Cubano
    Andrés Hernández Amor: Partido Demócrata Cristiano de Cuba
    René Hernández Bequet: Partido Demócrata Cristiano de Cuba
    Rafael León Rodríguez: Proyecto Demócrata Cubano
    Omar López Montenegro: Centro Latinoamericano para la No Violencia
    Germán Miret: Activista de derechos humanos
    Armando Peña Guzmán: Movimiento Cristiano Liberación
    Marifeli Pérez-Estable: Académica
    Julio Pichs: Fundación Nacional Cubano Americana, Consenso Cubano
    Vladimiro Roca Antúnez: Partido Socialdemócrata de Cuba
    Rolando Rodríguez Lobaina:  Alianza Democrática Oriental
    Rosa María Rodríguez Torrado: Proyecto Demócrata Cubano
    John Suárez: Directorio Democrático Cubano