Ascenso y caída de una diócesis. Juan Carlos Fernández desde Cuba sobre el Ascenso y caída de la diócesis de Pinar del Río diócesis
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Tomado de http://www.14ymedio.com
Ascenso y caída de una diócesis
Por Juan Carlos Fernández
14 Y Medio
“¡Cuánto ha cambiado todo. Qué bonita ha quedado la Catedral con esos adosados!”, exclamaba un laico católico al regresar de visita la pasada primavera a su natal Pinar del Río tras décadas de exilio.
La mejora de la infraestructura de la diócesis, que comenzó con la llegada al arzobispado de Monseñor Jorge Enrique Serpa Pérez, impresiona. Las obras de construcción mantienen un ritmo acelerado y los tradicionales problemas con los permisos han desaparecido. El costo de la estrategia para lograrlo, sin embargo, será difícil de subsanar.
El Cardenal Jaime Ortega y el arzobispo Serpa emprendieron juntos la tarea, que ha pasado por complacer a las autoridades cubanas, suprimiendo parte de la actividad laica de la diócesis para lograr, a cambio, la obtención de beneficios.
Cuando en enero de 2007, Monseñor José Siro González Bacallao hacía entrega oficial de la Diócesis a Serpa, comenzaba un nuevo capítulo en la vida pastoral, religiosa y social de la iglesia local.
El nombramiento coincidía con un acercamiento entre las autoridades y parte de la jerarquía católica, encabezada por el Arzobispo de La Habana, Jaime Ortega y Alamino. Ese estrechamiento de las relaciones tuvo su punto culminante en la visita a Cuba de Benedicto XVI, en marzo de 2012, y la salida de la cárcel de un nutrido grupo de los presos de la Primavera Negra.
(Juan Carlos Fernández junto a su esposa Irene en el ambón de la Catedral de Pinar del Río en una Misa organizada por la hoy desaparecida Hermandad de Ayuda al Preso y a sus Familiares, en la cual Juan Carlos tenía una alta responsabilidad y dedicación. Fotos y comentarios añadidos por el bloguista de Baracutey Cubano)
Cuando Monseñor Serpa tomó posesión, tras 20 años sirviendo en la arquidiócesis de Bogotá, la diócesis de Pinar del Río contaba con apenas 17 sacerdotes, menos de 30 religiosas y un nutrido grupo de laicos comprometidos. Los templos estaban deteriorados y las dificultades para obtener permisos de restauración eran notables.
Ahora, por primera vez en más de cincuenta años, todas las parroquias tienen curas, el número de miembros por congregación religiosa ha aumentado y se ha permitido la entrada y el asentamiento de otras órdenes, entre ellas, las Brigidinas, que se han extendido desde La Habana.
Ha muerto Mons. Pedro Claro Meurice Estiú, Arzobispo Emérito de Santiago de Cuba, guajiro hosco, por timidez más que por orgullo, y parecía sentirse siempre incómodo cuando estaba en público. Se dice que esa timidez guajira le impidió ser arzobispo de La Habana y cardenal, cosas que un día parecieron estar escritas en su futuro. Me permito adelantar otra teoría. Meurice fue nombrado obispo por Pablo VI el 1 de julio 1967. Al ser ordenado era el obispo más joven del mundo: 35 años. Y era el hombre que Pérez Serantes quiso como sucesor en Santiago. Quien quiera entender la historia de la Iglesia en Cuba en los últimos 50 años debería concentrarse en los casi tres años que median entre el 28 enero 1979 y el 20 nov. 1981. Y Pedro Meurice fue la pieza clave que se decidió el derrotero tras esos treinta meses. El 28 enero 1979, en Puebla, México, Juan Pablo II pronuncia el discurso inaugural de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano. Allí dijo una frase que repetiría luego muchas veces durante su pontificado: "No me cansaré yo mismo de repetir, en cumplimiento de mi deber de evangelizador, a la humanidad entera: ¡No temáis!" Su discurso puso las cartas sobre la mesa: el Papa consideraba la teología de la liberación como una moda peligrosa y falaz, más que como una legítima tendencia teológica. Para Mons. Francisco Oves, arzobispo de La Habana, el discurso del Papa fue una sentencia. Él había llegado a Puebla a proponer un entendimiento con el marxismo. El obispo cubano partía de la tesis de que el comunismo era indestructible y, por tanto, se debía aprender a convivir con él. El Obispo polaco de Roma partía de la tesis contraria: el comunismo podía -y debía- ser destruido. La historia le dio la razón al polaco. Oves, tras su debacle mexicana, pasaría varios años en las frías bibliotecas vaticanas para ir a carenar a una parroquia de El Paso, Texas, mueriendo el 4 de dic, 1990, con sólo 62 años de edad. Tras meses de ausencia de Mons. Oves, el 20 feb. 1980, como regalo de cumpleaños, Mons. Meurice fue nombrado administrador apostólico de La Habana. Y el 4 abril 1980, comenzó la crisis de la Embajada del Perú, seguida por el éxodo del Mariel y la ola de pogromos organizada por la Seguridad Estado y PC con el fin de aterrorizar a los cientos de miles de ciudadanos que deseaban escapar del "paraíso" socialista.
(Juan Pablo II y Pedro Meurice en Santiago de Cuba; enero 1998)
Meurice fue a ver a José Felipe Carneado, estalinista de pura cepa encargado de "asuntos religiosos" en el CC-PC. Meurice le dijo era inaceptable que el gobierno se comportara como una banda de delincuentes; que aterrorizar, patear y linchar ciudadanos en plena calle por el simple deseo de abandonar el país era inaceptable. Carneado repitió la versión oficial del gobierno: que ninguno de aquellos horrores estaba sucediendo. La desfachatez con que mentía el viejo estalinista hizo explotar a Mons. Meurice, dando un puñetazo en el buró, le gritó: "Coño, tú sabes que es verdad todo lo que te estoy diciendo". Si es cierto ese cuento que escuché hace tiempo, mi teoría es que ese puñetazo y coñazo le costaron a Meurice el arzobispado de La Habana. El 1 enero 1981 tenía 16 años, aún recuerdo la homilía de Meurice en la Catedral de La Habana. Después de rememorar el horror del Mariel, se refirió al deseo confeso del gobierno de expulsar a todo aquel no se plegara a sus planes. Dijo "no se hagan ilusiones, hemos estado 500 años en Cuba, y dentro de 500 años seguiremos aquí". Sus homilías en aquella época duraban una hora, y se podía oír una mosca. Nada de lo que decía podía agradar a los mandantes. Meses después, volvió a su arquidiócesis de Santiago. Finalmente, Mons. Jaime Ortega fue nombrado arzobispo de La Habana el 20 nov. 1981. Hoy los medios han recordado las palabras de Meurice ante Juan Pablo II en Stgo. de Cuba el 24 enero 1998: "Le presento además, a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología". Los comunistas suelen ser rencorosos. A Meurice no le perdonaron ese discurso, la gallardía y verdad de ese discurso. Para terminar, cuento una anécdota. Baste decir que quien me la contó tiene por qué saberla y es persona confiable. Poco después de la visita de Juan Pablo II a Cuba, los obispos cubanos acudieron a Roma para la habitual visita ad limina que hacen los obispos cada cinco años. Juan Pablo II fue saludando a los cubanos uno a uno. Al llegar ante Meurice, le tomó las manos, se sonrió y se quedó mirándolo con aquellos implacables ojos polacos. "Pedro Meurice"
(le dijo, y se quedó un momento en silencio, apretándole las manos). "¡Así deben ser los arzobispos!". Descanse en paz, Pedro Meurice.
Ex Coronel Roberto Ortega hace grandes revelaciones sobre el Cardenal Ortega y otras personas
Parte 1
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