Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
El artículo de Rafael Azcuy es portador, parcialmente, de la historia oficialista sobre la República de Cuba (1902-1958); el artículo también centra su atención durante el período del Castrismo (1959- el día de hoy) en las carencias y problemas de carácter material en Cuba y no en la falta de derechos y libertades en Cuba. Por cierto, los derechos políticos y civiles del pueblo cubano pueden ser inmediatamente restituidos por la tiranía de los Castro; por otra parte, la tiranía ha tenido más de cuatro décadas para restituirselos de manera plena al pueblo cubano después de haberselos conculcados en la primera década de su mandato.
He añadido a este artículo la Introducción al número 24 de la revista Encuentro de la Cultura Cubana (Primavera 2002) de homenaje a la República de Cuba (1902-1958) con la intención de que esa introducción anime a los lectores a leer ese número de la revista y así profundizar de manera más objetiva en el estudio de la vilipendiada república cubana. Dicha Introducción está escrita por Jesús Díaz, ya fallecido, entonces director de esa destacada revista y quien fuera un destacado y teórico marxista (fue fundador y director de la revista Pensamiento Crítico) y un entusiasta de la tiranía Castrista en sus primeras décadas; en Cuba fue coguionista de un documental panfletario, de año de producción 1972, sobre la República de Cuba titulado ¡Viva la República! en la que se vilipendia a la República de Cuba. Jesús Díaz tuvo la valentía de rectificar públicamente su errada valoración sobre la República. Para conocer más sobre Jesús Díaz pueden leer AQUÍ. Su hijo es el director del sitio Diario de Cuba.
No estoy de acuerdo con lo que escribió Jesús Díaz de llamarle dictadura al período de (1933/1940) en que Batista era el hombre fuerte detrás del poder. El concepto de dictadura va más allá que la represión a terroristas ya fueran de La Joven Cuba o de los abecedarios, o a la represión de la huelga de trabajadores de marzo de 1935 (alentada a realizar actos violentos por los abecedarios) o a la muerte de Antonio Guiteras (de la cual Batista siempre tuvo pesar pese a que en tres ocasiones invitó a Guiteras a que dejara la lucha; invitaciones a las que Guiteras respondió con secuestros, bombas y atentados, incluyendo planes de atentado contra la vida de Batista) cuando el colombiano Aponte comenzó a disparar contra la tropa que por la delación de un amigo pinareño de la infancia y de la adolescencia de Guiteras, se acercaba a El Morrillo a capturar a Guiteras. Finalmente: la llamada a una Constituyente y el ejemplar desarrollo del proceso eleccionario de los delegados a la Constituyente de 1939 así como el desarrollo de los debates de la Constituyente (cuyo resultado fue la Constitución de 1940) no se podían realizar bajo una dictadura. Para este bloguista, ese proceso eleccionario y esa Constituyente están entre los eventos más enaltecedores y ejemplares de la pasdada República de Cuba y dignos de tener en cuenta para la construcción de la futura Cuba libre y democrática.
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“MÁS SE PERDIÓ EN CUBA”
Por: Rafael Azcuy González.
Madrid
Marzo 24 de 2015
Mi abuela gallega decía que no le gustaba Cuba porque allí siempre estaban fajados y en realidad así ha transcurrido gran parte de nuestra vida republicana: dando bandazos cual barco a la deriva en mar embravecido, rodeado de escollos en una estrecha y larga bahía. Intentos de reelecciones presidenciales fraudulentas que desataron revoluciones violentas e intervenciones extranjeras, prórrogas de poderes anti-constitucionales, gobiernos corruptos donde imperó el latrocinio, férreas dictaduras que provocaron miles de victimas. Como colofón la república imposible sucumbió bajo la revolución de los hermanos Castro, la que tras una fachada democrática popular dio paso al ensayo comunista que encubrió al régimen atroz familiar de los Castro, quienes se repartieron el país como una finca privada, paralizando todo el sistema democrático y provocando otra guerra civil (lucha en las montañas de los alzados contrarrevolucionarios durante casi 8 años), una invasión militar (Playa Girón, 1961), una crisis entre las dos superpotencias mundiales(Crisis de los misiles, octubre de 1962) y un embargo económico que dura hasta nuestros días, así como la pobreza en que se sumió a la otrora floreciente nación, unido a la total falta de libertades ciudadanas.
España es admirada por todo el mundo y en especial por sus antiguas colonias. Atraídos por su desarrollo llegaron a ella miles de emigrantes de todas partes que aquí encontraron su segunda patria. Otros hicieron dinero y volvieron a sus países de origen para emprender nuevas vidas con capital y experiencia. Su camino a la democracia no estuvo allanado y fueron muchos los obstáculos que hubo de salvar: desde golpes de estado, cruenta guerra civil fratricida, dictaduras oprobiosas, levantamientos armados, actos terroristas, intentonas separatistas, pero salieron al final del túnel: el barco llegó felizmente a puerto a pesar de esos escollos y ese mar tormentoso en estrecha bahía y así el país se situó a la altura de la nueva Europa, dejando atrás para siempre aquellos tiempos inciertos, acompañados de pobreza.
Viví en Cuba 59 años de mi vida. En el 2007 viaje a España y regresé de nuevo a mi país en el 2013. Nunca vi tan mal y desesperanzado a mi desafortunado pueblo: abatido entre la desidia oficial y la escases. “Esa Isla larga y hermosa pero tan desdichada”, como acertadamente la describiera Hemingway en su tiempo, merece un futuro mejor, casi 60 años de dictadura policíaca es más que suficiente para un pueblo tan noble y hospitalario. El pueblo de Israel invirtió 40 años para alcanzar la Tierra Prometida.
Quien quiera conocer hasta donde puede llevar un régimen totalitario a un país que visite Cuba y vaya con pocos euros o dólares para que viva la experiencia de usar la moneda nacional que carece de valor en todo el mundo. Visiten las tiendas o bodegas desabastecidas y conozcan las libretas o cartillas de racionamiento, vayan junto a los hombres de a pie, entren a sus casas, coman su comida y traten de entender cómo pueden arreglárselas para manejar su presupuesto mensual ante los altos precios de todos los productos. Empleen el transporte público, las guaguas o autobuses, los carros de caballos, los camiones. Escuchen bien que piensan los cubanos de su porvenir.
Nos hipotecaron nuestro futuro y arruinaron nuestras vidas y las de nuestros hijos y nietos. Somos las víctimas de esa oprobiosa dictadura. La carne de res, el pescado, los mariscos y las frutas se convirtieron por arte de magia en productos exóticos e inalcanzables para la inmensa mayoría del pueblo. La leche y sus derivados se sometieron a un estricto racionamiento del que no escaparon ni los niños mayores de 7 años de edad. Las cervezas, los rones y los vinos perdieron su carácter popular y solo quedaron a precios inalcanzables para los cubanos tanto en divisas como en moneda nacional, convirtiéndose en un verdadero lujo.
Los pueblos, los campos y la misma capital del país fueron totalmente olvidados por la desidia oficial durante todos estos años. Las edificaciones semi-destruidas, las calles y las aceras destrozadas e inundadas de suciedad y de aguas albañales. Los campos abandonados y desérticos al emigrar sus pobladores, invadidos de marabú y otras malas hierbas, sin apenas cultivos, donde impera el robo y el pillaje en lo poco que se cría y cultiva. Varias generaciones de cubanos jamás han viajado a ningún país del mundo. Carecen de acceso a internet ni tienen otra prensa escrita, radial o televisiva que no sea la oficial, así como nunca han podido votar en elecciones democráticas y pluripartidistas, ni pueden expresarse libremente.
Los nacidos con la revolución que debían convertirse en aquel “hombre nuevo socialista” a que aspiraba Castro y el Che Guevara, hombre sin ambiciones personales, ni vicios, no amante del dinero ni del consumismo, con espíritu solidario e internacionalista, devino individuo sacrificado hasta el cansancio, lleno de frustraciones y decepciones, víctima inocente de un régimen que lo utilizó y solo le dejó la opción de emigrar para poder mejorar su descolorida y pobre existencia.
Ahora, después de tanto tiempo, se ven obligados por las circunstancias a volver los ojos hacia los “señores imperialistas” como los nombraba el máximo líder. Creo que sin “enemigo imperialista” y sin bloqueo les va a resultar muy difícil a los longevos hermanos justificar la debacle cubana. Emilio Lledó advertía que el lamentable truco de lo peor de los nacionalismos era la invención del otro como malo y de inferior calidad, para no tener que percibir la propia miseria. Parece que todo ya será cuestión de tiempo para los verdaderos cambios en Cuba, entonces los hermanos malditos pasarán a ser solo un mal recuerdo, muy difícil de borrar para muchas generaciones de cubanos.
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Por Jesús Díaz
Madrid
Primavera de 2002
Encuentro dedica esta entrega a un monográfico en homenaje a la República (1902/1959), cuyo centenario se cumple justamente el 20 de mayo de este año. La fecha invita a meditar, no por seguir la aburrida práctica de la servidumbre ante los aniversarios cerrados, sino porque resulta obvio que el actual ciclo histórico que padece nuestro país está agotado desde hace tiempo. La principal pregunta que tenemos delante los cubanos es qué seremos capaces de crear después, y para intentar responderla debemos empezar meditando sobre lo que hicimos antes.
La historia de nuestra isla puede dividirse en tres períodos. Colonia, (1492/1902); República(1902/1959); y Castrismo, (1959/2 ... ). Solo en uno de ellos —en la República, justamente—, pudimos intentar la construcción de un Estado de derecho. Y ahí se encuentra, a nuestro juicio, una de las claves principales del único futuro deseable: una transición pacífica hacia la creación de un nuevo Estado de derecho en forma de Segunda República.
Por eso dedicamos el Dossier de este homenaje monográfico al estudio crítico del estado de derecho de la Primera República, fuente principal de inspiración y aprendizaje para el ingente trabajo que tenemos por delante. La República ha sido vilipendiada hasta la saciedad mediante el eficaz procedimiento pavloviano de asociar sistemáticamente su nombre a descalificaciones. Durante más de cuarenta años, en la prensa, la radio, la televisión y la escuela el nombre de esta institución jamás se escribió o se pronunció solo (como sí lo hizo Eliseo Diego en un verso precisamente por eso espléndido, «Yo, que no sé decirlo, la República»); en efecto, en los medios cubanos siempre se alude a «la república neocolonial», a «la república mediatizada», o a «la pseudo república», y durante años y años se repitió hasta el delirio una pregunta retórica, implícitamente despectiva, «¿Qué república era aquella?».
Esta demonización tiene un objetivo claro, inducir el desprecio hacia lo que los cubanos fuimos capaces de hacer a lo largo de los primeros cincuenta y siete años del siglo XX. En el fondo, ese sentimiento inducido es el de un autodesprecio paralizante y atroz que inhibe el juicio y nos dispone a la servidumbre. Pero si analizamos con objetividad lo logrado durante la República, en menos de seis décadas, debemos convenir que fue muchísimo y que debe ser motivo de autoafirmación y orgullo crítico, sobre todo si tenemos en cuenta que el experimento republicano se inició en un país devastado por la guerra, heredero de más de cuatrocientos años de un régimen colonial que no nos legó siquiera un ápice de tradición democrática.
De esta profunda raíz colonial, esclavista y militarista, nacieron las más importantes sombras de la República, el racismo, el machismo y el recurso a la violencia que nos trajo tres dictaduras comandadas por militares populistas. La del general Gerardo Machado y Morales (1925/1933) y las dos del sargento-coronel-general Fulgencio Batista y Zaldivar (1933/1940 y 1952/1959), que tienen en común el haber interrumpido el desarrollo normal del proceso democrático y propiciado «soluciones revolucionarias» que a su vez degeneraron en dictaduras militares, hasta la que padecemos hoy después de más de cuarenta años, que enterró definitivamente a la República.
Otra circunstancia que complejiza la evaluación ponderada del ejercicio republicano es la determinación del valor de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos en ese período. No es éste el lugar para tratarlas en profundidad, desde luego, pero en todo caso habría que proceder a desdramatizarlas recordando que en cada una de sus tres épocas históricas los asuntos de Cuba han estado estrechamente vinculados a una potencia colonial hegemónica. A España en la Colonia, a Estados Unidos en la República, y a la Unión Soviética en el Castrismo. Resulta obvio que las inevitables, complejas y contradictorias relaciones con las dos primeras dejaron, a la postre, marcas definitivas e indelebles en la cultura cubana, lo que no puede afirmarse con respecto a la última.
Más allá de sombras, contradicciones y tensiones cuentan los resultados. Y lo cierto es que la República partió de una realidad terrible en 1902 y que, como prueban varios de los trabajos que publicamos, en 1959 la Cuba republicana estaba situada no solo entre los primeros países de América Latina en muchos de los principales indicadores de desarrollo económico, social y cultural, sino que también superaba en algunos de ellos a países europeos como España, Portugal, Grecia o la propia Italia. La Cuba republicana era una nación que acogía inmigrantes —españoles, chinos, judíos, árabes, italianos, jamaiquinos, haitianos—; la Cuba actual, en cambio, es desde hace años y años una fuente inagotable de exiliados que emigran hacia los más diversos países con la esperanza de encontrar en ellos lo que el nuestro les niega.
En el presente homenaje se combinan el análisis, el testimonio de diversos actores, la pintura, y el humor que nos define y defiende. En el provocador ensayo Indagación al choteo, Jorge Mañach fue muy crítico con este último aspecto de la experiencia republicana; sus argumentos son atendibles, sin duda, pero lo cierto es que el humor político público desapareció por decreto de la vida nacional desde hace más de cuarenta años y que esto no ha supuesto ninguna mejora en nuestra conviencia; más bien todo lo contrario. La falta de humor no ha hecho a la vida política nacional más seria sino simplemente más pesada.
Nuestro homenaje no está concebido como una hagiografía sino como una reflexión crítica con diversos matices, destinada a que los lectores extraigan sus propias conclusiones, que ojalá sean útiles en el futuro. La Segunda República no será, no podrá ser, copia de la Primera, pero tampoco podremos construirla sin tomar muy en cuenta la experiencia acumulada durante los cincuenta y siete años de nuestro único experimento republicano. Para terminar podríamos decir, parafraseando a Winston Churchill, que la República fue el peor período de convivencia democrática entre cubanos, si exceptuamos a todos los demás.
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