América Latina y la crisis de los sucesores
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Estos "sucesores", en el panorama político de América Latina, son la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, la argentina Cristina Fernández y el venezolano Nicolás Maduro.
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Por Roberto Bermúdez
marzo 17, 2015
Manifestación contra la presidenta brasileña Dilma Rousseff (15 de marzo, 2015).
Después de haber transitado por la aniquilación de los partidos tradicionales y su consiguiente intención de reformar la Constitución para alcanzar la reelección presidencial, algunos países de América Latina viven ahora el resultado de otras de sus nuevas modalidades innovadoras, como es la llamada ya por algunos analistas " crisis de los sucesores", que son aquellos presidentes que llegaron al poder designados por sus antecesores para presentarse a elecciones y continuar con el mandato "histórico" que recayó sobre sus hombros.
Estos "sucesores" en el panorama político de América Latina son la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, la argentina Cristina Fernández y el venezolano Nicolás Maduro.
Sin dudas, tanto Rousseff, designada por Lula da Silva, como Fernández, apoyada por su esposo el ex presidente Kirchner, y Maduro, elegido por Chávez y presentado como su sucesor ante sus seguidores, ganaron los votos que los llevaron al "continuismo político" para el que fueron seleccionados, pero perdieron la popularidad de la que gozaban sus antecesores al no poder dinamizar sus sistemas económicos, lo cual ha llevado a esos tres países a enfrentar la protesta multitudinaria constante con la exigencia de la renuncia de sus mandatarios.
En el caso de Venezuela, cuando Nicolás Maduro no llevaba siquiera un año en el poder, tuvo que afrontar una ola de protestas contra su gobierno que derivaron en violencia y detenciones de opositores políticos y estudiantes. La crisis económica venezolana, agravada por la caída de los precios del petróleo, se ha visto acentuada por la escasez de los productos básicos que con marcada frecuencia llega al desabastecimiento y, en el peor de los casos, al saqueo de los supermercados.
Por su parte Cristina Fernández, que en diciembre próximo tiene que entregar la Presidencia, dejará al país con una contracción económica preocupante, similar a la de 2014, y una grave crisis política, a raíz de la muerte en circunstancias no aclaradas del fiscal Alberto Nisman, quien murió de un disparo en la cabeza el mismo día que iba a presentar evidencias sobre la supuesta implicación de la Presidenta argentina en el encubrimiento de la participación de iraníes en el atentado de la AMIA en 1994.
Pero las protestas hoy se centran en Brasil, donde la presidenta Dilma Rousseff recibió como respuesta a su discurso del lunes a las manifestaciones multitudinarias del domingo un sonoro cacerolazo en varios barrios de Sao Paulo.
Entre ruidos de cacerolas, abucheos y gritos de "Fuera Dilma" y "Fuera PT", en alusión al gobernante Partido de los Trabajadores, los brasileños se hicieron escuchar en varios barrios de clase media y alta del centro de Sao Paulo, la mayor ciudad de Brasil. Rousseff, que admitió el carácter democrático" de la multitudinaria protesta, se manifestó dispuesta a escuchar la voz de la calle" y a convocar un "amplio diálogo" con aquellos que "quieran dialogar".
Hasta ahora, la "crisis de los herederos" sólo ha tenido lugar en estos tres países ya que no ha habido designaciones sucesoras todavía en otras naciones de la región con gobernantes carismáticos y populistas que aún no han terminado sus mandatos.
Habría que esperar por el fin de la gestión presidencial de un Evo o un Correa para ver si ello ocurre en esos dos países bolivarianos.
Donde sí no ha habido una crisis del sucesor, sino más bien algo muy distinto, es en Cuba. El fracaso de los "herederos" antes mencionados refleja en Cuba la excepción de la regla, ya que el sucesor de Fidel Castro, sin concurrir a elecciones presidenciales, y al frente del Gobierno, ha abierto un abanico de posibilidades para el mejoramiento económico de la isla al restablecer relaciones con el poderoso vecino del norte, quien está dispuesto a levantar cualquier tipo de barreras y restricciones para comerciar con su antiguo enemigo.
Todavía está por ver el alcance de las medidas que promueve el presidente Obama para lograr el éxito tras el anuncio del restablecimiento de relaciones con La Habana. Pero todo apunta a que –a pesar de todas las dificultades que entraña un Congreso y Senado en contra– un flujo monetario directo y constante de la nación más rica del planeta, con la comercialización entre ambos países que ello implica, alejarán al "heredero de Cuba", al menos, de seguir los pasos desafortunados de los seguidores de Chávez, Lula y Kirchner.
Algunos, o muchos, argumentarán que Cuba ha vivido en crisis sin y con "sucesores" desde hace más de cinco décadas. Tampoco faltará quien diga que Cuba traicionó a sus aliados del sur en la lucha común antiimperialista al restablecer relaciones precisamente con el enemigo de "nuestras tierras de América". Voces discordantes que caben en el debate porque aportan controversia y –¿por qué no?– riqueza discursiva.
Todo ello es posible. Lo que no cambia es el panorama que se avecina, la Cuba que vendrá con o sin "la crisis de los sucesores".
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