jueves, abril 30, 2015

Alfredo M. Cepero sobre Cuba: TRES PAPAS, DOS TIRANOS Y UN PUEBLO CRUCIFICADO

Tomado de http://www.lanuevanacion.com/

TRES PAPAS, DOS TIRANOS Y UN PUEBLO CRUCIFICADO

Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
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"En la cruz murió el hombre un día, pero es necesario aprender a morir en la cruz todos los días". José Martí.

Si un pueblo en América se ha ganado el doloroso privilegio de compartir la cruz de Jesucristo ese es el pueblo cubano. Durante más de medio siglo hemos luchado sin éxito por echar a los diablos que se han apoderado de nuestra Isla, ahora convertida en infierno y otrora idílica, musical y romántica. Hemos sido abandonados a nuestra suerte por hombres, organizaciones y gobiernos de todos los rincones del mundo. Cada uno promoviendo sus propios intereses e ignorando los principios más elementales de compasión humana y normas civilizadas. Muchos llegan a culparnos de nuestra propia desgracia porque somos el índice que los acusa de su bajeza moral y de su complicidad con nuestros tiranos.

Pero de todas las bajezas y complicidades la que más nos duele y desconcierta es la de nuestra Madre Iglesia. Para quienes no habíamos estado al tanto de la historia de esa iglesia nos parecía inconcebible que El Vaticano se convirtiera antes en cómplice y después en salvador de la tiranía castrista. Más adelante hablaremos un poco de esa historia negra. Mientras tanto, no me caben dudas de que esta experiencia ha sido traumática y ha graduado al pueblo cubano en la lacerante asignatura de aprender a morir en la cruz de la que habló el más santo de nuestros patriotas. Con ello, hemos aprendido la lección de no poner jamás de nuevo nuestro destino nacional en manos extrañas o en el designio de potencias foráneas.

Después de hacer alarde de su intercesión para facilitar el acuerdo Obama-Castro, el Papa Francisco ha subido la parada y anuncia que visitará Cuba en el mes de septiembre en una escala de su viaje a los Estados Unidos. ¡Qué horror que este vicario de Cristo haya descendido a la ignominia de convertirse en mensajero entre los diablos de La Habana y el anticristo de Washington! Lamentablemente Francisco no es la excepción sino la regla en lo relativo a la política de El Vaticano hacia gobiernos criminales y, por ende, hacia la tiranía cubana.

El 20 de julio de 1933, cuando los nubarrones de una guerra terrible se cernían sobre Europa, en una ceremonia elaborada en el Vaticano, el cardenal Eugenio Pacelli (quien pronto llegaría a ser el papa Pío XII) firmó un concordato con la Alemania de Hitler. Un historiador ha escrito: "El Concordato [con el Vaticano] fue una gran victoria para Hitler. Le dio el primer apoyo moral que había recibido del mundo exterior, y esto, de la fuente más creíble y reverenciada".


En concordancia con la política de la Santa Sede, los obispos católicos alemanes dieron un apoyo incondicional a Hitler. En el mismo día que Japón —socio de Alemania durante la guerra en aquel tiempo— lanzó el ataque inesperado sobre Pearl Harbor, el periódico The New York Times publicó este informe: "La Conferencia de Obispos Católicos Alemanes reunida en Fulda ha recomendado que se introduzca una ‘oración bélica’ que bendiga con victoria las armas alemanas y otorgue protección a la vida y salud de todos los soldados". Todo esto mientras se echaban alambradas y se empezaban a construir cámaras de gas para dar muerte a millones de seres humanos.

En la propia Cuba, el contubernio de El Vaticano con tiranos comenzó antes del advenimiento de la revolución castro comunista. El 10 de marzo de 1952, faltando ochenta días para las elecciones generales, Fulgencio Batista interrumpió el proceso democrático y dio un golpe de Estado. El Cardenal Manuel Arteaga envió un mensaje de reconocimiento que confirmó después con una visita a palacio, lo que causó sorpresa y desagrado en buena parte de la comunidad eclesial. Cinco años más tarde, después de un asalto encaminado a dar muerte al tirano el 13 de marzo de 1957, el Cardenal Arteaga estuvo entre las personalidades que fueron a celebrar con Batista que saliera ileso de aquel ataque. Uno de los líderes que cayeron en el asalto fue José Antonio Echeverría, un joven católico de comunión diaria.

Pero, en honor a la verdad, los jóvenes católicos cubanos se le revelaron al falso pastor. Las Juventudes de Acción Católica se manifestaron inmediatamente contra el golpe mediante un sermón del P. Julián Bastarrica y en un editorial del Semanario Católico donde se afirmó: «...El golpe militar supone un salto en el vacío, un paréntesis institucional que no sabemos cuánto durará ni como se cerrará. La hora es grave y explosiva...». Al mismo tiempo, durante un acto federado en Guanajay, provincia de Pinar del Río, ante los enardecidos discursos de Andrés Valdespino, Amalio Fiallo y Ángel del Cerro, la fuerza pública disolvió el acto a plomo, palos y golpes.

Sin embargo, donde El Vaticano ha descendido al más profundo de los abismos es en el apoyo incondicional a nuestros actuales tiranos. Desde sus primeros días en el poder, los pelotones de fusilamiento de la tiranía ahogaron en sangre cualquier oposición a su nuevo régimen. En los días tenebrosos y ensangrentados que siguieron a la gesta del 17 de abril de 1961, centenares de jóvenes católicos murieron en las mazmorras y paredones de la tiranía. Entre ellos, Alberto Tapia Ruano y Virgilio Campanería. El año de 1961 cerró con la expulsión de Cuba de 135 sacerdotes, monjas y religiosos encabezados por aquel santo que se llamó Monseñor Eduardo Boza Masvidal. Las cosas estaban calientes y se esperaba una reacción enérgica por parte de El Vaticano.

Pero todo quedó en esperanzas defraudadas y palabras vacías, como fue demostrado por falsos rumores a principios de 1962 de que Su Santidad Juan XXIII había excomulgado al apóstata que intervenía escuelas, expulsaba religiosos y renegaba de su formación católica. Una búsqueda reciente de la supuesta excomunión me dice que el rumor comenzó con una declaración intempestiva del Arzobispo Dino Staffa, sin el consentimiento ni el conocimiento de Juan XXIII. Para mayor ironía, en vez de castigar al tirano por sus crímenes, El Vaticano le mandó como Nuncio Apostólico al ominoso Cesare Zacchi, el hombre que amordazó al clero patriótico cubano y encumbró a traidores como Ortega Alamino y Carlos Manuel de Céspedes.

En 1998, con motivo de la visita a Cuba de Su Santidad Juan Pablo II, el Papa que había sido parte de la trilogía--Reagan, Thatcher, Juan Pablo--que había derrumbado la Cortina de Hierro, muchos esperábamos un fin de la tolerancia ante los desmanes de la tiranía. Cuando nos vimos defraudados, le echamos la culpa de manipular a un Juan Pablo deteriorado a Tarsicio Bertone y Ortega Alamino.

Pero 14 años después, vimos a un Benedicto XVI dar la bendición al dinosaurio mayor y a la bruja repulsiva de Dalia Soto del Valle. Para ambos Papas, los mártires fueron olvidados y la oposición resultó invisible porque así se los ordenó la tiranía. Nos preguntamos: ¿Qué pacto con el diablo tienen este par de tiranos que en sólo 17años han sido visitados y bendecidos por tres papas? Una preferencia que no ha sido otorgada a ningún otro país del mundo en la historia reciente. ¡Eureka, el problema no es individual sino institucional! Todos estos miserables que estrechan las manos ensangrentadas de los tiranos actúan en concordancia con la política de El Vaticano.

No puedo, sin embargo, cerrar sin una aclaración importante. Admiro a los millares de sacerdotes y de monjas que, a pesar de la corrupción de la jerarquía, hacen el trabajo de Jesucristo en los lugares más remotos del planeta. Ellos son la Iglesia de Cristo--mi Iglesia-- en la Tierra. Porque ni Juan Pablo, ni Benedicto ni Francisco son la Iglesia por mucha jerarquía que les otorgue el protocolo. Yo, por mi parte, no acepto otra jerarquía que la del espíritu de servicio al prójimo. Esa es la jerarquía que tuvieron y siguen teniendo religiosos como Félix Varela, Boza Masvidal y Pedro Meurice. Y la fe por la que dieron sus preciosas vidas mártires como José Antonio Echeverría, Alberto Tapia Ruano y Virgilio Campanería. Ahora que ladren los fanáticos que confunden a la Iglesia con el Papado y, como dijo Víctor Hugo, "a las estrellas de la constelación con las huellas que dejan sobre el pantano las patas de los gansos".

4-26-2015