miércoles, junio 24, 2015

Nicolás Águila: La jama, asere

La jama, asere

Por Nicolás Águila
24 de junio de 2015

Todavía se recuerda el famoso grito reivindicativo de Pánfilo: “¡La jama, asere!”, que colocaba el derecho de comer casi a la par con el derecho a la vida. Y no sin razón. El derecho elemental de hacer tres comidas al día no puede, en ningún análisis de la situación cubana, desvincularse del concepto de libertad.
"Libertad es el derecho de todo hombre a ser honrado y a vivir y a hablar sin hipocresía",  nos había asegurado sentenciosamente la definición martiana y, sin embargo, se quedaba muy corta, pues la libertad es eso pero es mucho más. Comprende también el derecho a tener una casa y un salario decoroso, entre otras cosas materiales que propician la felicidad. Y por supuesto, el muy fundamental derecho de tener una alimentación sana y variada.

 Si la libertad se define en sentido amplio como la posibilidad de poder elegir entre varias opciones, no hay la menor duda de que el cubano es menos libre aún, si cabe, cada vez que le quitan algo más de lo poco que le queda. Un nuevo tijeretazo en la ración alimenticia, sobre todo para quien no recibe dólares de familiares en el exterior, hace descender al cubano en la escala de la pobreza y al mismo tiempo subraya su condición de siervo a merced del Estado administrador de la miseria.

 La cartilla de racionamiento del castrismo viene cada vez con más casillas vacías. La eufemísticamente denominada libreta de abastecimientos representa más de cinco décadas de racionamiento riguroso durante las cuales la degradación de la dieta se ha conjugado con la supresión de todo vestigio de libertad en la Isla. Lo que equivale a más de medio siglo de opresión aplastante a través del cual, además, se ha violado sistemáticamente el derecho de comer.
De ahí que sorprenda que a la hora de enumerar ante la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas la larga lista de atropellos y desmanes del castrismo, no se ponga el debido énfasis en la desnutrición generalizada que padece la población, agravada por la devaluación de la moneda nacional, la escasez y la subida de los precios, con la consiguiente caída del salario real a niveles mínimos irrisorios. Y sorprende más por cuanto el régimen cubano, los mismo que antes sus homólogos de Europa Oriental, pretende justificar la brutal supresión de los derechos humanos de carácter político escudándose en el capítulo de los derechos sociales, o sea en las discutibles "conquistas de la revolución" que datan de hace más de 50 años y se han deteriorado a niveles africanos.            
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Por otro lado, ¿de qué logros en Educación y Salud podría jactarse un país hambreado e insalubre, sometido al azote de enfermedades tropicales epidémicas que se han vuelto endémicas y estacionarias, como son el dengue, el cólera y la chikunguña? Y en la misma cuerda, ¿de qué bienestar puede presumir un pueblo que dedica no pocas horas diarias a la búsqueda del alimento (el consabido forrajeo cubano), así como a trasladarse al trabajo, dada la precariedad del transporte público, amén de vivir hacinado, en muchos casos, en miserables viviendas sin agua corriente y sufriendo prolongados cortes de electricidad que hacen del descanso nocturno una prueba aún peor que la insoportable jornada laboral?

 Todo el que puede se larga de Cuba, como bien se sabe, y deja atrás las tan cacareadas conquistas del socialismo. Por lo que a los recién llegados al exilio en ocasiones se les reprocha que hayan venido huyendo más de la pobreza extrema que de la represión política. Como si estas dos caras de la moneda castrista no estuvieran mutuamente condicionadas dentro de la misma problemática totalitaria.
¿O es que el hambre cubana no obedece a causas que sólo se pueden atribuir a la obstinación tiránica de un caudillo demencial y su hermano heredero no menos criminal, tanto como a la gestión desastrosa de un sistema socioeconómico históricamente fracasado a escala mundial? Incluso cabe afirmar que los que huyen de Cuba y luego vuelven a la Isla con un permiso de entrada humillante siguen siendo, a pesar de su inconsecuencia, desterrados del hambre más política que se haya conocido en la historia nacional.

 Mas esa complicidad de tantos y tales desborda la intención de estas líneas y merece un análisis aparte bajo la etiqueta de 'neocastrismo', ese nuevo avatar del tardocastrimo que se traviste de reformista a `paso lento para asegurar su supervivencia y permanencia en el poder.