domingo, junio 28, 2015

Orlando Márquez desde Cuba: PROBLEMAS DE SALUD. Incompatibilidad de esos problemas con los resultados de la encuesta de Univision .


 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

La República de Cuba  antes de 1959 ocupó en Latinoamérica, y hasta en el mundo,  un lugar privilegiado en la Salud de la población cubana  producto del trabajo de su pueblo, pues en 1958 la deuda externa por habitantes era de aproximadamente 7 dólares por habitante.  Para leer más sobre la Salud en la anterior República  pueden hacer click AQUÍ. No entiendo las razones por las que el arquitecto Orlando Márquez  obvió las favorales condiciones  de partida que tuvo el desarrollo de la Salud pública en Cuba en el período revolucionario o Castrista.

¿Qué dirá la encuestadora  Bendixen  & Amandi sobre  el resultado que recientemente obtuvo en Cuba  respecto a que  la mayoría de los cubanos estaba satisfecho con el sistema de salud cubano?
Los resultados de esa pregunta pueden verse en la página 5,  pregunta 25  de:
O los encuestadores no saben hacer encuestas en un pueblo que está  bajo la opresión y el miedo de una dictadura totalitaria o los encuestadores mienten.  Este bloguista también hace la observación que no es frecuente, y en ocasiones es imposible,  conciliar la  Ciencia con los  negocios y la afinidad política. Hay que decidirse en ocasiones  por una de ellas o  quizás por  dos de ellas: Ciencia y negocios o Política y negocios ...


 El reciente tema y parodia musical “Que lleguen los doctores”, del humorista guantanamero Leo Fonovernáculo, que se ha convertido en viral en Cuba, describe, humor por delante, las malas prácticas médicas, abusos y abandonos que padecen los cubanos bajo el actual sistema de salud pública y el reclamo de la población ¿Los encuestadores de   Bendixen  & Amandi  no la habrán tenido en cuenta a la hora de confeccionar las preguntas de salud de la encuesta?
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Tomado de http://www.palabranueva.net/

PROBLEMAS DE SALUD

Por Orlando Márquez 

Es bien conocido que el sistema de salud pública en Cuba ha alcanzado cotas elevadas de calidad, con el añadido de un servicio solidario muy apreciado dentro y fuera del país. Su universalización sobrepasó el asfalto y echó raíces en el campo, y esto es paradigmático y agradecido por quienes nos hemos beneficiado de ello, alabado internacionalmen-te, reconocido incluso por los que se oponen, dentro y fuera, a otras políticas del gobierno cubano. Pero el placer por la gloria alcanzada puede ser una droga peligrosa, un éxtasis gozoso que seduce a permanecer largo tiempo en el embeleso de las loas y autocomplacencias, mientras la realidad ya no es exactamente igual.

No es placentero traer aquí dos casos de familias todavía enlutadas sin consuelo, insatisfechas en sus reclamos, sin comprender por qué sucedió lo que no debió suceder, y clamando para que no vuelva a ocurrir.

Negligencia médica

Hace un par de meses, todos los miembros del Consejo de Redacción de Palabra Nueva recibimos copia de una carta remitida por una persona que firmaba Dr. Ramírez. Después de telefonear al número indicado, confirmé que se trata del Dr. Abel Ramírez Vilató, médico, especialista de primer grado en Psiquiatría Pediátrica, profesor asistente en la Facultad de Ciencias Médicas Enrique Cabrera, y residente en calle 172 no. 301, e/ 1ra. y 3ra., apto. 3, reparto Flores, Playa.

Su madre, Nora Hortensia, ingresó el 7 de enero de 2013 en la sala de terapia intensiva del Hospital General Salvador Allende, por problemas respiratorios, pero treinta y dos horas después falleció, por negligencia médica. Ese es el término apropiado y aceptado por la propia dirección del hospital más de un año después de fallecida su madre y tras reclamos tanto a Salud Pública como al Consejo de Estado, a la Comisión de Salud de la Asamblea Nacional, a la PNR, la prensa nacional y hasta a las oficinas de la representante en Cuba de la OMS/OPS, según la carta del doctor Ramírez. Negligencia médica porque “le aplicaron un tratamiento cardio-vascular altamente letal, pues le suministraron medicamento que colapsa el sistema cardiaco en horas, provocaron infección intrahospitalaria no accidental (conexión de oxígeno arrastrando el tubo conector por el suelo del cubículo), maltrato físico al exponerla a extrema temperatura (hipotermia) sin haberla protegido, en fin desnuda y descubierta, algo que presencié y por lo cual reclamé, taponamiento por más de 6 u 8 horas con máscara de oxígeno que no funcionaba, y había ingresado precisamente por la falta de aire, negación en su momento del antibiótico de elección, favoreciendo la sepsis extrema, murió asfixiada y séptica en solo 32 horas […]”.

Pero en sus reclamos a funcionarios del hospital también les recriminó por “falta de luz en cuarto de la fallecida, falta de higiene y presencia de mosquitos dentro de la [sala de] terapia siendo institución receptora de casos de dengue y cólera de toda la ciudad […] maltrato psicológico, presencia de personal no calificado, negación de identidad de participantes en los hechos, un regalo folklórico (brujería en la mesa de la cama) […] fraude en la elaboración de la historia clínica […]”.

No pasa ná

“Y no pasa ná”. Así le dijeron algunos a Enrique Graña Pascual, residente en Lealtad no. 167, e/ Ánimas y Virtudes, Centro Habana, cuando decidió denunciar la negligencia médica que provocó la muerte de su suegra, Mercedes Rivero, en el policlínico Marcio Manduley, a donde acudió también por falta de aire el 21 de noviembre de 2013. Enrique me remite copia de una carta enviada al ministro de Salud Pública pocos días después del suceso, y de otra remitida a la “sección de Atención a la Población del Comité Central del PCC”. De la primera tuvo respuesta verbal seis meses después de machacona insistencia, cuando le visitaron para decirle que tenía razón por su denuncia y reconocer la inexperiencia de la joven doctora extranjera que atendió a Mercedes inicialmente, pero sin disculpa formal por la tragedia; de la segunda carta no me dice si obtuvo respuesta.

Enrique resume así la “negligencia médica”: 1) llega al cuerpo de guardia y la enfermera sentada en la puerta solo los remite a un cubículo, a pesar de las muestras de falta de aire de Mercedes; 2) sostenida por las axilas llega al cubículo y, de pie, la doctora presente le toma la presión y le dice que la tiene bien, diagnostica edema pulmonar y finalmente ordena suministrarle oxígeno en otro cubículo; 3) como no hay silla de ruedas ni camilla, Mercedes camina sostenida por las axilas y brazos hasta el lugar indicado, pero no pueden entrar de inmediato porque el otro enfermero de guardia dormía en una de las camas para pacientes; 4) cuando despierta pasa junto a ellos sin ayudar, a pesar de la expresión audible de Mercedes: “me ahogo…”; 5) cuando la acuestan en una cama le indican que debe ser en la otra y al acostarla en la otra comienza a ponerse cianótica, Enrique intenta entonces sentarla, pero la enfermera indica acostarla, vuelve a la posición horizontal e “inmediatamente salió de su boca un líquido y no volvió a quejarse”. Mercedes no recuperó el conocimiento. La doctora y el enfermero entran y salen de inmediato a conversar entre ellos, no hacen nada; cuando llega finalmente el otro médico de guardia, ya era demasiado tarde, aun así trató de reanimarla “dándole masajes cardiacos con una máscara puesta a la paciente que le cubría boca y nariz, pero en su extremo no había nada que le suministrara oxígeno, moviéndose dolorosamente la manguera en el aire”. El monitor cardiaco estaba fuera de servicio y el laringoscopio no se podía usar por falta de baterías.

Mi opinión

Abel Ramírez y Enrique Graña acuden a Palabra Nueva más de un año después de ocurridos los hechos que afectaron a sus seres queridos. Las respuestas a sus reclamos no les satisfacen. Cuando les pregunté qué esperaban de nosotros después del tiempo transcurrido, ninguno me dijo que esperaba ver a los responsables en prisión. Su interés es que se conozcan estas historias, porque las negligencias médicas no decrecen y es necesario detenerlas. Cuando han compartido con otros sus historias, han conocido más casos de fallecimientos por causas similares.

El programa de salud cubano es reconocido y apreciado dentro y fuera del país. En realidad, el gobierno cubano creó a partir de la década del sesenta del pasado siglo un sistema de salud sólido y estructurado, equitativo y universal, como pocos puedan existir en el mundo, sobre todo por el voluntarismo en alcanzar niveles de excelencia que usualmente solo pueden lograrse con el respaldo de grandes recursos económicos y Cuba era, y sigue siendo, un país pobre. Tanto Abel, como Enrique, cualquier cubano y yo mismo, hemos disfrutado de esas garantías inestimables. Y aunque haya crecido, como afirman, la negligencia médica, creo que es todavía un número pequeño para el total de personas que reciben asistencia médica en Cuba hoy. Esto me recuerda el escándalo de los sacerdotes acusados de pedofilia: el número era inferior al 0,5 % del total, pero el daño causado es terrible y permanente. Por eso la alerta permanente y tolerancia cero.

La crisis económica de los años noventa del pasado siglo, cuando desapareció el bloque soviético europeo, golpeó fuertemente al sistema de salud cubano y comenzamos a ver las carencias. Al mismo tiempo, esta situación dejó en evidencia la vulnerabilidad propia de un sistema costoso y gratuito en un país subdesarrollado.

La depauperación fue creciendo, y de comenzar a llevar el ingresado las sábanas, toallas, comida o el cubo para bañarse, nos hemos acostumbrado a la idea de llevar –los que puedan– el bombillo para la habitación, la jeringuilla y guantes desechables o el hilo para la sutura. Recuerdo que en una ocasión ayudé a subir dos pisos, en una silla de hierro, a una señora infartada hasta la sala de terapia intermedia del Clínico Quirúrgico 10 de Octubre porque el elevador estaba roto; pero lo peor fue que las condiciones de la sala no eran las apropiadas, menos para terapia intermedia. Este mismo hospital, con magníficos médicos, ofrece todavía hoy una apariencia desoladora. Y no es el único.

Cuando veo los reportes noticiosos sobre los médicos cubanos prestando servicios en otros países, me resulta conmovedor y, al mismo tiempo, las imágenes que veo me hacen preguntarme por qué nuestros hospitales no se parecen a aquellos. ¿Cuánto pueden incidir las malas condiciones laborales en un médico, una enfermera o un técnico de hospital, quienes conviven en ocasiones con la falta de luz, las filtraciones o infecciones en los salones de parto o cirugía, la falta de instrumental para realizar un simple chequeo o una operación compleja, y en su actitud ante el ser humano que busca su ayuda, si ellos mismos a veces no cuentan con lo apropiado para ayudar? La desidia puede roer también nuestro sistema de salud. Creo que algo de esto había detrás de aquellas imágenes de los muertos en Mazorra. Y si bien esto no justifica la negligencia, ¿se puede sentir bien un médico que, durante meses y meses, no puede usar un laringoscopio porque no aparece una simple batería de 9 voltios? Los médicos son seres humanos, por lo tanto falibles, y no se equivocarán arreglando un carro o dirigiendo un equipo de béisbol, sino en su profesión de proteger la vida, y el riesgo de error se multiplica cuando las condiciones que les rodean no los acompañan en su esfuerzo.

Hace poco más de diez años, se comenzaron a desarrollar nuevos programas de asistencia médica en el exterior considerados ya como servicios generadores de ingresos. Y eso está muy bien, sobre todo cuando se ha dado mucho gratis y el país necesita generar ingresos. Entiendo que, en ocasiones, sigue siendo gratuito, lo cual preserva el ingrediente solidario.

Busqué sin mucho éxito la cifra sobre ingresos así generados, pero al menos logré sacar una simple cuenta matemática a partir de un artículo del exministro de Economía José Luis Rodríguez, titulado “A propósito de Cuba y la colaboración internacional” y publicado en dos partes en el sitio Cubadebate. En la segunda parte del trabajo (http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/09/18/a-proposito-de-cuba-y-la-colaboracion-internacional-ii/#.VUyy_VLeJy), el autor afirma que el país recibe miles de millones de dólares por los servicios que prestan 64 362 especialistas cubanos en 191 países, pero no indica si se trata solo de personal de salud, ni si los miles de millones son por año o por década. Sin embargo, en otro párrafo indica que en Brasil trabajan 11 456 médicos en el programa impulsado por el gobierno de ese país, y en los comentarios hechos a la primera parte del trabajo (http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/09/11/a-proposito-de-cuba-y-la-colaboracion-internacional-i/#.VUyvR1LeJyo), un médico cubano que presta servicios en aquel país asegura que él aporta a Cuba 3 800 dólares al mes. Médico más, médico menos, se deduce que solo desde Brasil nuestra economía ingresa cada año más de 522 millones de dólares. Con semejantes ingresos nuestros hospitales podrían estar mejor.

Sigo creyendo en nuestros médicos, pero no en las condiciones de muchos de nuestros hospitales ni en los recursos disponibles, y médicos y recursos son las columnas que sostienen el sistema. Reconozco los esfuerzos hechos en este sector, pero los números, aunque impresionan, no siempre reflejan la calidad. Quizás sea necesario fortalecer un mecanismo de control interno que garantice mayor calidad y gestión hospitalaria, incrementar las inversiones en nuestro sistema de salud, estar abiertos a otras posibilidades de ingreso financiero e incluso considerar compartir la carga con instituciones religiosas con experiencia hospitalaria. El error o negligencia médica quizás no desaparezca, pero necesitamos ver que se luche por mantenerlo en cero. Cuando en un país el sistema de salud ha penetrado toda la vida hasta hacerse cultura y un derecho garantizado, como es nuestro caso, su deterioro resulta demasiado doloroso.