jueves, septiembre 17, 2015

Esteban Fernández: ¡NO! A LA WESTERN UNION


¡NO! A LA WESTERN UNION

Por  Esteban Fernández              
17 de Septiembre de 2015

¿A usted nunca le ha pasado en la vida que sin quererlo ni buscarlo algo sorpresivamente se le da?  A mí casi nunca me sucede, siempre he tenido que luchar y sufrir cuando he deseado obtener determinada cosa…

Sin embargo, se me dieron un par de cosas en contra de mi voluntad. Una detrás de la otra: un trabajo y después -dos años más tarde- ser el encargado del negocio en Canoga Park. Es decir, que fui supervisor “sin comerla ni beberla”

Sinceramente en ese momento de mi vida no estaba muy interesado en trabajar porque estaba laborando ardientemente en el “Plan Torriente” como jefe de “empadronamiento” (reclutamiento) en California y al mismo tiempo estaba asistiendo a Los Angeles City College.

Pero como usted sabe perfectamente a las mujeres no les gusta mucho llegar cansadas del trabajo y ver al marido tirado en el sofá leyendo un periódico. Por lo tanto en mi caso fue la dama con la que vivía en esos momentos la que se encargó de avisarme que estaban buscando cajeros en una casa de cambios de cheques.

Sin ningún entusiasmo fui y el mismo dueño me entrevistó, y hasta le discutí cuando sin ton ni son me dijo que “el problema de los hispanos en California es que no nos adaptamos al sistema norteamericano y queremos seguir con nuestras costumbres traídas de nuestros lugares de origen”. Le respondí: “Bueno, eso dígaselo a los hispanos porque en primer lugar ¡yo no soy hispano, yo soy cubano!”, y al mismo tiempo le dije que yo iba en mi pueblo a un “colegio americano” y que los pocos americanos que conocí seguían siendo americanos en Cuba, hablaban Inglés entre ellos y escuchaban rock and roll en la radio.

Cuando yo pensaba que me despediría y que no me daría el trabajo, en eso casualmente leyó en mi planilla que había estado en el Ejército, me preguntó que donde y le dije que “en Fort Jackson”. Eso le dio alegría porque él había estado en el pasado en el mismo Fuerte. Se levantó, me estrechó la mano y me dio el empleo.

Ahí comencé a laborar (en total fueron 14 años) y a ver muchas cosas que me disgustaban pero pensaba -sin hacerme ningún tipo de ilusiones- que si un día fuera jefe yo haría todo al revés de cómo se hacía allí. Desde luego, no intentaba en ningún momento subir en la compañía, ni hacía méritos para ser supervisor porque yo detesto decirle a nadie lo que debe hacer.

Pero un mañana el dueño me llamó a su oficina y me preguntó si quería irme de encargado para la tienda de Canoga Park. Después de resistirme por un rato al fin acepté con la condición de que haría las cosas a mi manera. Y así fue.

Lo primero que le aseguré fue que jamás le robaría 10, ni 20, ni 100, ni mil dólares, y en broma añadí que podía estar tranquilo en ese sentido hasta el momento en que se muriera Fidel Castro y se cayera el régimen en Cuba  porque ese día recogería los 40mil dólares que había siempre en el “safe”  y me los llevaría para la Isla y que me sentaría en el malecón a esperar que él llegara a buscarlos. Cada vez que salía en las noticias la gravedad del tirano él me llamaba entre preocupado y burlón.

Lo segundo que hice fue eliminar a todos los bandidos que llegaban a recoger y enviar miles de dólares por la Western Union y a comprar “money orders” por cientos y cientos de dólares. Simplemente, sin incomodarme, les pedía la licencia de manejar y el “seguro social” y les informaba que los enviaría  al Departamento del Tesoro. Cosa que nunca hice, pero los asustaba  y no volvían más. Yo nunca he sido chivato en mi vida pero puedo amenazar con serlo.

Tercero fue que a todas las personas que trabajaron bajo mi dirección jamás les inventaba labores extras e innecesarias como les encanta ordenar a los jefes. Es decir que mi lema fue: van a trabajar duro a la par conmigo cuando hay algo que hacer, y si no hay nada que hacer  no  voy a crearles trabajos como limpiar el techo o quitar un chicle pegado en el piso. Y lo principal: que cuando el trabajo está lento lo único que tienen que hacer es escuchar informaciones sobre lo malvada que es la tiranía cubana. Entonces todos los empleados en los diferentes locales de la compañía estaban locos por venir a trabajar conmigo y encima de eso eran expertos en la causa cubana.

Y muy importante: quité el letrero que había en la entrada con el teléfono del dueño para poder llamarlo y quejarse. Porque vamos a partir de la base de que es una soberana mentira eso de que “el cliente siempre tiene la razón”. Y cuando un cliente -sin razón- me preguntaba que con quien podía quejarse de mi actuación y que “quién estaba por encima de mí” le señalaba para el cielo y le decía: “Dios, quéjate con Él”…

Cuando la Western Union decidió que los cubanos podían enviar dinero a nuestra nación me negué rotundamente a que la tienda que yo dirigía participara en esa componenda.  El dueño Tony Sokoloski y los altos ejecutivos de la Western Union aceptaron mi decisión por las razones ideológicas que les expuse. Y esta era la segunda vez  que arriesgaba mi empleo, la primera ustedes saben que fue en la A.T&T. (donde previamente había trabajado por 17 años) cuando me negué rotundamente a atender a Teófilo Stevenson en una exhibición de computadoras.

Y así fue la situación: mis subalternos, mis clientes buenos y yo estuvimos felices por 14 años hasta que llegó la hora de mi retiro. Y después, hasta la actualidad, mis ex compañeros de trabajo me llaman regularmente, los antiguos clientes (blancos, negros, chinos, mulatos, indios) me los encuentro en el Mall cercano, como les dije hace poco, me abrazan, mientras el dueño me llama el Día de los Veteranos para felicitarnos mutuamente y  aquellos que les dije que utilizaban el “changarro” para “lavar dinero” deben estar presos.

Al final de la jornada yo no estaba equivocado negándome a aceptar la propuesta de la Western Union  porque las remesas familiares han apuntalado al castrismo y le han dado millones y millones de dólares en divisas. Y toda la plata ha terminado en las arcas de los dos hijos de Satanás.