El Gobierno catalán devuelve a la familia de Ramón Mercader el asesino de León Trosky papeles requisados por el franquismo a su madre la comunista y stalinista cubana Caridad del Río Hernández
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Tomado de http://www.diariodecuba.com/cuba/1449181390_18564.html
El Gobierno catalán devuelve a la familia de Ramón Mercader papeles requisados por el franquismo
DDC
Barcelona
3 Dic 2015
El Gobierno catalán ha devuelto este jueves a los herederos de la cubana Caridad del Río Hernández —madre de Ramón Mercader— los papeles que fueron requisados por las tropas franquistas tras la guerra civil española, informa El País.
Uno de los nietos de Del Río Hernández, que reside en Francia, se desplazó hasta Sant Cugat del Vallès (Barcelona), para recibir los documentos de su abuela.
Los papeles pertenecen a la misión de contenido propagandístico y de adquisición de armamento enviada por la Generalitat (Gobierno catalán), el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) y el Comité de Milicias Antifascistas en México y Estados Unidos.
Del Río Hernández, nacida en Santiago de Cuba en 1898 y fallecida en Barcelona en 1975, fue una militante comunista y agente del NKVD soviético que estuvo vinculada con el partido socialista francés (SFIO), y posteriormente con el Partido Comunista Francés (PCF).
La mujer fue la madre de Mercader, que asesinó en 1940 al líder comunista León Trotsky. El político pasó con este hecho a la historia, además de obtener la ciudadanía soviética y ser reconocido como un héroe en la Unión Soviética.
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En la pupila del Kremlin (fragmento)
Por Álvaro Alba
mar 19, 2012
Jaime Ramón Mercader del Río Hernández es el único vínculo histórico y material que une a dos personajes históricos: al georgiano Iosef V. Stalin y al cubano Fidel Castro Ruz.
El asesinato de Trotski durante un día caluroso del verano mexicano de 1940, en su plácida residencia en Coyoacán, fue una operación largamente planificada por el NKVD. Era el cumplimiento de uno de los deseos más anhelados de Stalin, la eliminación física de su archirival. Trotski simbolizaba a los ojos de Stalin la negación de su propio poder, la crítica más certera y contundente, proveniente de un bolchevique de la vieja guardia. El fundador del Ejército Rojo se había convertido, incluso en el exilio, en el más acérrimo de sus enemigos, el más fuerte polemista, con una pluma ácida y cortante que ponía en entredicho y hacía dudar ante los ojos de otros revolucionarios, de cualquier plan o discurso de Stalin. Nadie conocía mejor a aquel ex seminarista de Tiflis que el que fuera un estudiante de una escuela luterana en Odessa.
La rivalidad empezaba en el conocimiento de idiomas extranjeros, pues Trotski dominaba a la perfección hebreo, yídish, ruso, ucraniano, alemán, inglés, francés y al final de su vida asimiló en México el español; mientras Stalin, además de su natal georgiano, sólo dominaba el ruso, que toda su vida lo habló con fuerte acento. La pluma de Trotski era tan aguda como su verbo en el debate, mientras que Stalin se caracterizaba por discursos escolásticos donde el principal argumento proviene siempre de la autoridad de quien lo dice. A pesar de esas posibles deficiencias intelectuales de Stalin con relación a Trotski, Stalin se impuso. Batalló con mayor astucia, supo disponer de los mecanismos políticos y estatales para liquidar a su adversario.
La operación para eliminar al desterrado revolucionario se orquestó con extrema discreción en el Kremlin, esbozándose la necesidad política del asesinato, y no faltaron los argumentos partidistas para acabar con el adversario ideológico.
Se planificó en los despachos de la plaza Lubianka, sede del NKVD, donde se pulieron todos los detalles, poniendo los elementos materiales y operacionales para cumplir a cabalidad la misión. Se ejecutó, tras ciertos desatinos y ajustes en la marcha, un caluroso día en el verano mexicano por una mano que no parecía, a primera vista, tener una relación directa con Moscú.
Ramón Mercader, el autor material del crimen, la mano solícita del Kremlin en la tragedia terminó sus días en La Habana, a donde había llegado en los setenta para laborar como asesor del Ministerio del Interior. No hay nada material,excepto la presencia y existencia de Ramón Mercader, que una a Stalin y Castro de una forma tan irrebatible.
(Jaime Ramón Mercader del Río Hernández)
Muchas millas separan a Moscú de La Habana, a Birán en Oriente de Gori en Georgia, pero este individuo, nacido en Cataluña, unía esos puntos. Fue el enlace inevitable. Su madre catalana, con vínculos en la Cuba colonial con la ciudad de Santiago de Cuba, que sirvió de manera abnegada y fiel también en el NKVD y que laboró en la embajada cubana de París por años, motivó con su entrega fiel a la causa de Stalin, que se unieran ambos sujetos (Stalin y Castro) en un mismo punto del espacio, mediante un hilo conductor: el asesinato de Trotski.
Ramón Mercader es la obligada referencia para unir a los dos gobernantes, el cubano y el soviético, en un punto físico del espacio. Es el eslabón perdido de la cadena, el que lleva en sus manos el hilo de Ariadna que nos conduce al enlazamiento de los dos autócratas en un mismo plano, el asesinato. Ramón une en su persona, mediante un vínculo histórico de continuidad, a los dos creadores de estados y políticas similares. Dos individuos, Stalin y Castro, con similar educación religiosa, con igual desprecio por la religión, con el mismo impulso para gobernar y disponer de vidas ajenas. Con la presencia y muerte del catalán en La Habana se ponía punto final a una maniobra política y criminal de Stalin para eliminar a su más acérrimo enemigo: Lev D. Trotski.
La curiosidad histórica me hizo responder al correo electrónico y concertar una entrevista con la remitente, que se identificó como Maria del Carmen Vega San José. La historia que comenzó a relatarme una mañana de un miércoles lluvioso en una cafetería de Bird Road, en el suroeste de Miami me trasladó de nuevo a la URSS, a los años treinta y cuarenta, a las luchas de Stalin por el poder y su obsesión por aniquilar a los enemigos políticos. Me trasladó a Coyoacán, a la fortaleza violada de Trotski, a Bobrinets, donde pasó veranos de su infancia. Iban apareciendo imágenes de la contienda civil española, personajes de la historia política de Cuba de estos últimos cincuenta años. De aquel encuentro inicial con Carmen y de muchos más, con decenas de horas grabadas, cientos de correos electrónicos y llamadas telefónicas para resolver una duda, salió este libro.
Ella era la portadora de una historia única, ha sido capaz de estar horas relatando pasajes de la vida en Cuba o la URSS con la facilidad de quien lleva dos culturas internas, la hispana y la rusa, libre en los dos idiomas, con acento andaluz cuando se expresa en castellano y entonación lo mismo de una rusa sureña que una moscovita, si lo hace en la lengua de Tolstoi. Iniciamos una conversación que todavía no ha terminado, pues siempre hay un detalle nuevo, inesperado, que ella misma no ha puesto en su debido lugar (de importancia histórica y de destello luminoso) como bien puede ser la participación en una película de la República Socialista Soviética de Georgia o traductora en una Olimpiada de Ajedrez en La Habana. Carmen nació en un pedazo de Rusia cargado de historia y dolor, y que años más tarde, por iniciativa de Nikita S. Jruschev, fue entregado a Ucrania —la península de Crimea.
Su padre militó en las filas comunistas españolas, y en la Guerra Civil lo mismo secuestraba un barco que dirigía bombardeos y combates aéreos de la aviación republicana. Fue dirigente del PCE en la URSS, a donde viajó tras la derrota republicana. No perdió la oportunidad de ser un combatiente del Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial y años más tarde viajó a Cuba en calidad de asesor soviético o hispano-soviético, como le llamaban en la isla.
Carmen era testigo de las interioridades de la lucha partidista dentro de la organización comunista española, los cismas políticos, las divisiones que llegaron a afectar las relaciones personales de muchos en su familia y amistades cercanas.
Ella tuvo como vecino de edificio a Iosef R. Grigulevich, el más prolífero de los agentes soviéticos en América Latina, el espía encargado de coordinar los atentados a Trotski en México, condecorado por el Kremlin tras el asesinato en México, para proseguir su misión de espía soviético por el Hemisferio Occidental.
Tuvo decenas de nombres con sus pasaportes falsos, fue ayudado a moverse de país en país por renombrados miembros de la izquierda intelectual latinoamericana. Con el tiempo y con influencia llega a ser el enviado diplomático de Costa Rica ante los gobiernos de Italia y Yugoslavia, bajo el nombre de Teodoro B. Castro. Sólo la muerte de Stalin hizo que se suspendiera la última de sus tareas, el asesinato del gobernante yugoslavo Josef Broz Tito.
Fue precisamente Carmen Vega quien hizo la petición a Fidel Castro del viaje de Mercader a La Habana, en una de las visitas del gobernante cubano a Moscú.
Ella laboraba entonces como traductora en la representación diplomática cubana. Carmen fue el instrumento perfecto para cumplir un deseo familiar de los Mercader, salir de la URSS y radicarse en el trópico, en Cuba, a donde ya habían viajado años antes otros comunistas españoles. Junto a Ramón Mercader, su esposa e hijos, ella se mudó también a Cuba y cuidó de su compatriota cuando ya estaba enfermo de muerte en una clínica habanera de uso exclusivo de la élite partidista cubana.
Meses antes de morir Iosef V. Stalin dio curso a un plan para asesinar al gobernante yugoslavo Iosef Broz Tito, entonces en conflicto ideológico con Moscú. En 1949 Yugoslavia fue expulsado del Kominform (1947-1956) – la Oficina de Información de los partidos comunistas y obreros, una especie de Komintern. Los preparativos de la misión se discutieron en el entonces MGB, Ministerio de Seguridad del Estado, y el autor material debía ser el embajador de Costa Rica ante el Vaticano, Teodoro B. Castro (el agente Grigulevich) que ya estaba gestionando su acreditación en Belgrado con igual rango. El método según el plan, era el inocularle una sustancia tóxica, lo mismo en un apretón de manos o en un beso en la mejilla según el saludo eslavo) que permitiera escapar al asesino y no levantar sospechas futuras. La operación se suspendió tras la muerte de Stalin y la decisión de los jerarcas del Kremlin de iniciar un proceso de acercamiento con Belgrado.
Curiosamente y sin proponérselo, la joven española nacida en la URSS fue testigo de importantes páginas de la historia de los exiliados españoles, tanto en la Unión Soviética como en Cuba. Conoció de sus problemas, de sus luchas constantes e internas y de las relaciones, a veces no muy dulces, entre los españoles residentes en suelo soviético y las autoridades del Kremlin. Desfilaron por su vida personalidades de la historia de España, la Unión Soviética y Cuba.
Nunca se propuso armarse de un archivo que pudiera haber dado material suficiente para varios tomos sobre esas historias, esos personajes y aquellas vidas. No lo hizo y así vivió durante años en diversas ciudades y países. Aquella trama culmina cuando ella sale de Cuba con su pasaporte español, suministrado en la representación ibérica en La Habana a iniciativa del propio asesino de Trotski, que ya para entonces había fallecido en la Isla.
Ella anduvo por el mundo. Vivió no ya en Crimea, La Habana o Moscú, lo hacía ahora en Caracas, en San Juan, Puerto Rico, Madrid, Ciudad de México y por último en Miami. Vive llevando y perdiendo por esos caminos cientos de fotos, cartas, certificados de nacimiento y pasaportes. Todos son recuerdos que poco a poco se han ido reduciendo. Llegó al siglo XXI con la esperanza de contar los pedazos de historia que le tocó vivir; buscando relatar, en parte, los hechos de los que fue en algunos casos protagonista; y en otras situaciones una privilegiada espectadora de primera fila.
Tuve entonces que volver a la tarea de revisar e investigar sobre Stalin y dedicarme por entero a Trotski. Hacer una inmersión total de lectura de libros de historia, biografías, memorias en ruso, español e inglés. Buscar los materiales correspondientes, confrontar libros y evidencias sobre el paso de Ramón Mercader por México, Cuba y la URSS. Indagar por detalles de la Guerra Civil Española, de los exiliados que partieron de la península a la Unión Soviética.
Grabar decenas de horas a Carmen, mostrarle fotos, materiales para que fueran cayendo las piezas como en un rompecabezas. Un domingo, después de haber adquirido por Internet varios libros editados en Rusia sobre los agentes soviéticos que laboraron en México en aquellos años, y mostrárselos a Carmen, ella fue descubriendo nuevas páginas de su propia historia. Puse en sus manos la verdadera biografía de Iosef R. Grigulevich, quien vivía en su mismo edificio de apartamentos en Moscú. El asombro de Carmen aumentó al descubrir que Ramón Mercader y aquel aparentemente inocente profesor soviético (Grigulevich) habían compartido juntos el planeamiento del atentado a Trotski, habían sido compañeros de acción y cómplices en el asesinato.
(León D. Trosky agonizando después de recibir en el cráneo y por la espalda un golpe con una picoleta o piolet de geólogo o alpinista. Ramón Mercader se ganó la confianza para servirle a Trosky en su refugio en México. Foto y comentario añadidos por el bloguista de Baracutey Cubano)
Carmen visitaba los dos apartamentos de las dos familias, tomaba té, cenaba y compartía veladas en ambas casas y paseaba con las esposas mexicanas de ambos, sin saber que la relación entre el español y el judío de Lituania estaba cimentada en el México de 1940. Los dos individuos se conocían muy bien, y desde décadas atrás habían sellado un pacto: servir al NKVD. Tenían un pasado que les unía y ellos preferían obviarlo en la URSS o quizás la orden que recibieron del Kremlin fue que se olvidaran del pasado común. No socializar era una de las tareas recomendadas, o por lo menos ante los ojos de los demás.
Ahora le tocaba a Carmen ubicarlos juntos en un espacio de tiempo que se remonta a la década del setenta en la capital soviética. Tuvo que abrir esa sección de los recuerdos, que muchas veces preferimos mantener oculta en la memoria para dejar el pasado (triste y agobiante a veces) y poder iniciar una nueva vida en otro país.
Vinieron horas de grabación de esos relatos que Carmen había acumulado por años. Ella se dedicó a hacer llamadas telefónicas lejanas para encontrarse (con mucho desconcierto) que nació en Ucrania, aunque en la inscripción de nacimiento dice República Socialista Federativa Soviética de Rusia, RSFSR, y en el pasaporte español tiene a Rusia como lugar de nacimiento. La región donde ella vino al mundo la describe como apartada y está ubicada en el medio de la península de Crimea. Carmen se enteró a través del hilo telefónico, que todavía existe la granja agrícola “Primavera” (Soljovs Vesna), tal como se puede leer en su inscripción de nacimiento. En la actualidad esa granja produce unas suculentas y apetitosas manzanas para la exportación. Otra llamada telefónica a Moscú bastó a Carmen para descubrir que allí el tiempo pasó con mayor frenesí y dolor que en su natal Crimea. Una voz desconocida le decía desde el otro lado de la línea que aquella tienda de juguetes cerca del edificio donde vivió por años con su esposo e hijos, es ahora un concesionario de autos de importación. Ahí están los rasgos más sobresalientes de la nueva Rusia. Con acelerado impulso pasaron del inocente juguete al veloz automóvil, sin transición ni paradas intermedias. A intervalos fue descubriendo el mundo que parecía haber olvidado. Se encontró de nuevo con su pasado y estuvo dispuesta a contarlo.
Nunca pretendí hacer una biografía de Carmen Vega, ni tampoco de Ramón Mercader. Nunca tuve el intento de hacer el repaso de las vidas de decenas de personajes que pasaron por la historia de varias naciones, como fueron Trotski, Stalin, Castro, Grigulevich, Líster, etc. Ellos cuentan con numerosas biografías y ensayos exhaustivos de sus vidas, especialmente Lev D. Trotski, Iosef V. Stalin o Fidel Castro. De Ramón Mercader existen pocos libros. Miles de libros se han escrito sobre la historia de las intensas y crueles luchas políticas en la Unión Soviética por el control del aparato partidista desde el mismo comienzo de la Revolución de Octubre. Toda una ciencia se ha desarrollado desde el siglo pasado y parece no extinguirse, dedicada al estudio de lo que acontece en el Kremlin.
Primero fue la sovietología y al desaparecer la URSS pasaron a convertirse en especialistas del Kremlin, con su respectiva rama de investigación científica, la kremlinología.
La Perestroika permitió conocer con más detalles parte de la verdadera historia de la URSS. Desde la aparición en Occidente del libro Archipiélago Gulag se ha contado con un compendio de la triste historia de ese sistema de opresión y sus miles de instalaciones por todo el territorio de la URRS, así comodel trabajo del NKVD y el KGB para poner tras las rejas a sus adversarios o liquidarlos. No fue el objetivo de este trabajo hacer una sinopsis de los actos criminales perpetrados por el NKVD durante décadas para liquidar a los que consideraba “enemigos del Kremlin”, si importar su procedencia, interna o externa. Todavía no se sabe a ciencia cierta y con fundamentos todos los “enemigos” que el NKVD y el KGB ha liquidado con el paso de los años. Las condiciones de vida de los exiliados españoles en la Unión Soviética desde su llegada al finalizar la confrontación en España, sus múltiples secesiones dentro del PCE, requieren de un estudio aparte. Sería ambicioso y muy pretencioso decir que esto es el repaso de las relaciones políticas o económicas entre Moscú y La Habana, incluso si lo enmarcamos en una década, la de los sesenta o la de los setenta.
Tenemos en este trabajo la visión de una persona que tuvo el privilegio de ser testigo excepcional en diferentes ocasiones y en varios países, de hechos y personajes que ayudan a entender la historia del siglo XX. En estas páginas está el recuento parcial de la vida de una persona que comenzó en Ucrania, se desarrolló entre La Habana, Moscú y después La Habana. Hay un desarrollo posterior que es el paso por otros países tras la muerte de Mercader, y eso puede que esa sea otra historia, no reflejada ahora en este trabajo.
Carmen Vega San José y su historia bien podría definirse como un estudio de caso, en términos sociológicos, donde poder dar una detallada y completa descripción a través, en este caso de un sujeto, de un fenómeno determinado, los exiliados de la guerra civil española, su paso por el proceso revolucionario cubano y el uso de éstos en diversas “tareas” del Kremlin. Pero sin llegar a reflexiones ni conclusiones generales. A través de su historia se pueden entender y conocer mejor diferentes procesos históricos que sacudieron en diversas épocas a España, Cuba, México y la Unión Soviética. Es una española nacida en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas a finales de la década de los cuarenta, pordesignios de la política y la historia. Nació en una zona entonces perteneciente a Rusia, creció en el centro de Ucrania, estudió y vivió en Cuba por caprichos de la Guerra Fría. Se casó y se halló de vuelta a la URSS, viviendo en la capital soviética, en medio de la cúspide del poder político de los exiliados comunistas españoles. Amiga de Ramón Mercader y su esposa Roquelia, vecina de Iosef R. Grigulevich y su esposa Laura. Fue dentro del campo socialista una exiliada y al mismo tiempo una extranjera. Una contradicción y característica difícil de entender pero común para miles de semejantes que como ella deambularon de país en país, de ciudad en ciudad y nunca hallaron el suyo propio.
Ella es testigo de muchos hechos, acontecimientos y anécdotas que ayudan a entender la historia moderna de dos continentes, de pasajes de la Guerra Fría, que se desarrollaba en diferentes paralelos, pero todos muy ligados. No pudo en su momento entender la importancia histórica de aquellas figuras que pasaban ante sus ojos como meros amigos de la familia o vecinos. Ellos eran, en muchos casos, probados agentes del NKVD, con años de trabajo en el extranjero con falsa identidad, como fue el caso de Iosef R. Grigulevich o con muchos años de cárcel, en el caso de Ramón Mercader.
Aquí en estas páginas está un recuento incompleto de una gran tragedia. No es la historia de ella, ni es un mero recorrido, mucho menos sistemático o cronológico, por la vida de una persona que ha estado anclada por voluntad propia o ajena en múltiples países. Ella nació extranjera, pues España era lejana, aunque siempre fue una alusión perenne y constante. Fue soviética ante los ojos de otros, y nunca ha podido expresar con exactitud cuál es la tierra que añora o qué árboles extraña, o qué atardeceres prefiere recordar. Ha sido siempre extranjera en cualquier lugar.
En estas páginas están los pasajes de la vida de Carmen, pero también encontraremos el reflejo de las páginas de la historia contemporánea de países como España, la Unión Soviética y Cuba. Hay un poco de la historia de muchosde nosotros: españoles, mexicanos, soviéticos (sea lo mismo ruso, ucraniano, georgiano, lituano o uzbeco) y cubanos.
*Lo anterior es un fragmento de la Introducción del libro de Álvaro Alba En la pupila del Kremlin, (Asopazco, Madrid, 2011). Para comprar el ebook: Amazon.
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