La 'Casa de Castro' cumple 57 años
Por Roberto Álvarez Quiñones
Los Ángeles
28 Dic 2015
El día de Año Nuevo de 2016 en Cuba la elite político-militar del país brindará con champán y banquetes homéricos el aniversario 57 de la "revolución", y la empobrecida población recordará el comienzo de la dictadura que ya casi acabó con la nación cubana y es la segunda dinastía más prolongada de las Américas en sus 523 años de historia, solo superada por los 67 años de los emperadores Pedro I y Pedro II de Alcántara en el Imperio de Brasil, de 1822 a 1889.
Se lamentarán también los cubanos de que el castrismo ha durado ya más tiempo que toda la república "burguesa" completa. Desde la independencia, lograda el 20 de mayo de 1902, la república duró 56 años y siete meses, es decir, cinco meses menos que la tiranía actual.
Es decir, un par de inescrupulosos hermanos que asaltaron el poder han gobernado más tiempo que los 19 presidentes que hubo en toda la etapa republicana, incluyendo dos dictadores y siete mandatarios que entre 1933 y 1940 —cuando el general Fulgencio Batista era el verdadero poder—, ocuparon la presidencia por períodos de meses, varios días (Manuel Márquez Sterling), o unas pocas horas, como Alberto Herrera y Carlos Hevia.
Volviendo a la actualidad, la castrista es la primera "casa real" latinoamericana del siglo XXI, y supera ampliamente a la monarquía haitiana (1804-1806, 1811-1820, 1849-1859), al primer imperio mexicano (Iturbide, 1822-1823) y el de Maximiliano (1864-1867), así como los 46 años de los Somoza en Nicaragua (1933-1979), y los 29 años de la dinastía Duvalier en Haití (1957-1986).
(Fidel y Raúl Castro, el biunvirato de Birán. Fotos y comenatarios añadidas por el bloguista de Baracutey Cubano)
Y todo comenzó con un comandante "no interesado" en tener cargos públicos. Aquel enero de 1959, poco después de entrar triunfante en La Habana, Fidel Castro prometió elecciones para elegir al Presidente de la República y aclaró que él no aspiraría a la presidencia, ni a cargo público alguno. "No me interesa el poder", enfatizó. Ya se lo había dicho en la Sierra Maestra al periodista Herbert Matthews en 1957, a quien le aseguró además: "Después de la victoria quiero regresar a mi pueblo a continuar con mi carrera de abogado".
La nación entera se conmocionó. Salvo quienes conocían su pasado gangsteril, de cuando hacía política a punta de pistola —que disparaba constantemente— por las calles de La Habana, la mayoría de la población pensó que ese era el líder que necesitaba Cuba, un patriota sin ambiciones personales, altruista.
Un mes después, el 16 de febrero de 1959, al tomar posesión como Primer Ministro y Jefe de Gobierno (luego de anular la Constitución de 1940 con su "Ley Fundamental" y subordinar el Presidente de la República al Consejo de Ministros), expresó que asumía el cargo pero solo de forma provisional y reiteró que convocaría elecciones generales.
"¿Elecciones para qué?"
Si Castro hubiese tenido decoro y hubiese cumplido su promesa de efectuar elecciones en 1959 o principios de 1960, muy probablemente habría sido elegido Presidente de la República y habría tenido la oportunidad de enrumbar el país hacia un Estado de derecho con "democracia representativa", tal y como también prometió en otra entrevista que le hicieron en las montañas orientales.
Pero un mandato de cuatro años, o modificar la Constitución para ser reelegido por otros dos períodos incluso, chocaba con su megalomanía narcisista. Lo suyo tenía que ser per secula seculorum y meses más tarde, ya afianzado en el poder, Fidel dijo sin ruborizarse: "¿Elecciones para qué?"
Precisamente para consolidarse en el poder hizo lo que nadie había hecho nunca en Cuba: instauró una dinastía. El 13 de febrero de 1959, tres días antes de convertirse en el Jefe de Gobierno, nombró a su hermano Raúl como jefe de la Comandancia General del Ejército Rebelde, que sustituyó al antiguo Estado Mayor Conjunto. Con ese cargo Raúl devino el "número dos" de la nación y le pasó por encima al comandante Camilo Cienfuegos, el héroe más destacado en la guerra y quien todos lógicamente esperaban que sería el jefe militar y político más importante luego de Fidel.
Nació así la Casa de Castro, tal y como podemos hablar de la Casa de Borbón en España, la Casa de Windsor en Gran Bretaña, la Casa de Austria o la Casa de Grimaldi en Mónaco. Solo que la cubana no fue heredada, sino impuesta militarmente.
Al nombrar a su hermano como el segundo hombre más poderoso del país, Castro también ignoró al Che Guevara y a otros comandantes que sí habían combatido destacadamente en la guerra contra el ejército batistiano.
En la Sierra Maestra, Raúl apenas combatió y luego en el Segundo Frente Oriental (Sierra Cristal) se dedicó más bien a cobrar impuestos, crear escuelas y a organizar a los campesinos, sin arriesgar mucho el pellejo que digamos. Como tampoco lo arriesgó mucho cuando tomó el Palacio de Justicia durante el ataque al cuartel Moncada en 1953. No por gusto el comandante Ramiro Valdés dijo en un exabrupto que el menor de los Castro "es un pendejo".
Obviamente, para perpetuarse en el poder en forma segura y cómoda, Fidel decidió tener a su sumiso hermano (lo mangoneaba desde que eran niños) como su mano derecha, celoso guardián y eventual sustituto.
Fuerza político-militar dinástica
La dinastía cobró fuerza militar institucional el 16 de octubre de ese año inicial de 1959, cuando se creó el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR) y Fidel nombró como ministro a su hermano. El dictador nuevamente le pasó por encima a otros comandantes con muchos más méritos militares, y sobre todo a Camilo, su rival más peligroso por la enorme popularidad que tenía, y quien "desapareció" 12 días después en lo que todo indica fue un asesinato político.
Después vino el soporte político de la monarquía. Fidel creó en 1962 su primer partido marxista-leninista con el nombre de Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), que al año siguiente pasó a llamarse Partido Unido de la Revolución Socialista (PURSC), e impuso otra vez a su hermano como Segundo Secretario en ambos casos, por encima de otros colegas mucho más capaces y con más méritos personales. Y en 1965, al constituirse el Partido Comunista de Cuba (PCC), coronó ya a Raúl como príncipe heredero al nombrarlo Segundo Secretario, vitalicio de hecho, cargo que nunca existió en ningún otro país comunista.
Posteriormente, al crearse en 1976 el Consejo de Estado, el Comandante en Jefe designó a su hermano como Primer Vicepresidente, también vitalicio. Y fue así que en 2006 se hizo efectiva la dinastía al enfermarse el caudillo fundador: el príncipe pasó a ser el rey.
En los casi 10 años que lleva ya al frente del Gobierno, Raúl, al igual que su hermano, no ha cumplido una sola de sus promesas. Por solo citar una, recordemos la del vaso de leche para todos los cubanos. El país produce ahora menos leche que cuando Castro II hizo esa promesa en 2007, y la mitad de lo que producía en 1958.
El nuevo monarca cubano se vende como un reformador, pero se niega a liberar las fuerzas productivas, incrementa la represión contra los opositores, asfixia los derechos ciudadanos y la libertad de expresión, militariza cada a vez más la economía y la coloca en manos de sus familiares, sus "cuates" y el generalato.
Ah, y aspira a que la dinastía se eternice, con buena salud, con su hijo Alejandro.
¿Lo logrará?
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