jueves, febrero 18, 2016

“Soberanía nacional” para reprimir. Marlene Azor Hernández: ¿Qué política se quiere estimular: la extractiva y excluyente o la inclusiva?



“Soberanía nacional” para reprimir

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¿Qué política se quiere estimular: la extractiva y excluyente o la inclusiva?
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Por Marlene Azor Hernández
México DF
17/02/2016

Cuando el general Raúl Castro pide que se respete la soberanía nacional para avanzar en sus relaciones con el Gobierno de EEUU, utiliza la vieja fórmula de la “autodeterminación de los pueblos” en las condiciones de un sistema como el cubano, que mantiene a sus ciudadanos como súbditos económicos y políticos. La dependencia y control estatal y partidario que se ejerce sobre las personas son formas de sujeción propia de las monarquías feudales pero no de las sociedades modernas. Y ese es el núcleo central del problema de la pobreza nacional[1].

El General y su Gobierno necesitan las manos libres para continuar con la represión contra la oposición y contra el disenso, porque sigue necesitando de este tiempo —esperando la masividad de las inversiones extranjeras, que no llega— para consolidar la repartición del “pastel” —que son los bienes de la nación— de una manera absolutamente excluyente. Recuerda más a las instituciones y reglas de juego de Mobutu Sese Seko en el Congo, y se aleja cada vez más de las políticas inclusivas de los países desarrollados.

No se explica la reticencia del Gobierno a crear instituciones y reglas inclusivas por la ideología. Ella es solo una pantalla. El sistema cubano se puede titular feudalismo tardío, capitalismo de Estado y hasta socialismo sustentable y próspero que los mecanismos de control y apropiación de la riqueza son los mismos: instituciones extractivas y excluyentes del sistema político y económico que benefician sólo a la élite del poder.

La “participación popular” que tanto propagandiza el régimen y que intelectuales extranjeros como Frei Betto enaltece: “Lo que tiene de original la lógica de desarrollo de esta nación es justamente su capital simbólico, que tiene como bases valores espirituales como el sentimiento de libertad e independencia, de cooperación y solidaridad que marca la historia de este país desde la lucha de los esclavos hasta la implantación del Estado socialista” (sic). No es más que el discurso oficial vacuo. Frei Betto visita la Habana y no le interesa conocer la realidad del país, pero de paso nos impone el discurso oficial y dice que eso es nuestro capital simbólico. Se puede ser despistado pero no casi 60 años después.

El asunto es evaluar las instituciones realmente existentes, y estas no permiten ninguna participación ciudadana real ni económica ni política. La Constitución con los pocos derechos que promulga son letra muerta, no hay posibilidad de defender los pocos que declara, de manera tal, que son decorativos. La “participación popular” existe en Cuba cuando los ciudadanos cubanos somos convocados como súbditos para aplaudir al “príncipe” de turno. El sistema político cubano es extractivo y excluyente: extractivo porque utiliza a la población maniatada económica y políticamente como telón de fondo para seguir desplegando su apropiación, excluyente porque no le permite al resto de la población, la independencia política y la prosperidad económica. Trata a la población, además de súbdito, como si fuera minusválida. Los prósperos son la familia en el poder, los allegados y colaboradores.

La negativa a crear un empresariado no estatal pequeño mediano y nacional, así como el calvario de tiempo y obstrucciones a las cooperativas independientes del Estado, pero también, el mantenimientos de las dependencias al Estado para comprar y vender, para exportar e importar, ausencia de créditos viables, de mercados mayoristas, e impuestos múltiples regresivos, los profesionales cautivos en el Estado, no son el resultado de la ignorancia o la torpeza de los funcionarios cubanos, pero tampoco de la falta de liquidez del país, o de ser un “pobre país sin recursos” colocándose siempre de “víctima”. Son el resultado del tipo de instituciones económicas y políticas de los casi sesenta años de “dictadura del proletariado” y la responsabilidad de la élite política y militar cubana en la política económica. La pobreza es la consecuencia, no la causa.

La reticencia al derecho de propiedad de todo tipo, dar la posibilidad para distribuir la riqueza a la inmensa mayoría, y la reticencia a legalizar los derechos políticos y civiles no se puede explicar por límites ideológicos sino por los intereses económicos de la élite política y militar cubana.

Los autores del libro Por qué fracasan los países, con una revisión histórica de largo alcance de todas las zonas del mundo, demuestran que ni la cultura, ni la geografía, ni el clima dice nada acerca del desarrollo de las naciones, tampoco la supuesta “ignorancia” de las élites. El eje central son las políticas económicas y las instituciones económicas y políticas que crean las élites políticas nacionales con interés inclusivo o extractivo. La responsabilidad de la pobreza no está en el embargo, ni en las políticas del Fondo Monetario Internacional, mucho menos en la Globalización.

Son las instituciones políticas y económicas, responsabilidad de las élites políticas nacionales, las que generan y reproducen la pobreza o potencian las posibilidades de la prosperidad.

La capacidad innovadora de un país no se resuelve con que el partido determine qué sectores desarrollar y priorizar para la investigación y la innovación, sino en la capacidad para estimular y facilitar que la gran mayoría pueda poner en práctica sus habilidades e innovaciones en condiciones seguras de libertad y de derechos.

China ahora está en la encrucijada de tener un sistema político muy extractivo y unas reformas económicas mucho más inclusivas, encrucijada que la puede llevar al estancamiento del crecimiento, y a nuevos conflictos acumulados por el control político de Internet, de la gran parte de las empresas estatales, y por la ausencia de derechos políticos y civiles. La reproducción tecnológica la ha logrado, la innovación no. Ha logrado sacar en 37 años a 500 millones de la pobreza pero sigue teniendo 800 millones de personas en la pobreza y no hay señales de la ampliación de derechos políticos y civiles ¿Seremos los cubanos capaces de empujar hacia el desarrollo y la prosperidad sin tener que pasar como China por “el irresistible encanto del crecimiento autoritario”[2] o permitiremos que la élite política cubana nos siga imponiendo el mismo sistema medieval de enajenación política y económica con algún crecimiento?

Creo que el VII Congreso del Partido repartirá nuevas migajas pero nada más.

[1] Sugiero el formidable libro Por qué fracasan los países, de Daron Acemogliu y James A. Robinson, Ediciones culturales Paidós, sección Critica, 2013.
[2] Página 509 del libro citado. Análisis de China y sus resultados. Cada jefe de empresa estatal china tiene un teléfono rojo —literalmente—, para recibir las orientaciones del Partido. Algo que me parece totalmente orweliano como el mismo control de Internet en China y en Cuba.

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