martes, abril 26, 2016

Jorge A. Sanguinetty: Los tiranos Fidel y Raúl Castro, el Presidente Barack Obama y el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba

Los Castro, Obama y el VII Congreso

Por Jorge A. Sanguinetty
Miami
26 Abr 2016

Sin duda había muchas razones para esperar que de este Congreso emanaran algunas decisiones importantes. Una de ellas tiene que ver con el hecho de que los "Lineamientos" de política, emitidos en el VI Congreso, están lejos de haberse cumplido. Las deliberaciones que se esperaban sobre este tema no sucedieron.

Una segunda razón se basa en la iniciativa sobre la normalización de relaciones Cuba-EEUU del presidente Barack Obama, y cómo el Gobierno cubano y el Partido Comunista responderían. Sobre esto lo más destacado que sucedió fueron las intervenciones del canciller Bruno Rodríguez, criticando el discurso de Obama durante su visita en La Habana, y la de Fidel Castro advirtiendo de los peligros de contemporizar con lo que sigue siendo el enemigo.

Una tercera razón consiste en la situación económica del país, que no da muestras de mejorar para la gran mayoría de los cubanos y que está directamente ligada con lo que parece ser una parálisis en la implementación de los Lineamientos.

Finalmente, una cuarta razón es saber qué medidas podían esperarse en Cuba para estimular la inversión extranjera y además darle alguna holgura a la micro y muy pequeña empresa doméstica. En este frente el resultado más positivo del Congreso fue el reconocimiento de la hasta ahora prohibida palabra "privado" por parte de Raúl Castro, refiriéndose al sector "no estatal". Los inversionistas que esperaban resultados más sustantivos quedaron decepcionados.

Obama y Fidel Castro versus los Lineamientos

Como es costumbre en el análisis de los misteriosos comportamientos de gobiernos como el cubano, hay que estudiar estas situaciones con lo poco que se sabe y con lo mucho que no se sabe pero se sospecha, con la cautela correspondiente. En el caso de esta presumiblemente importante reunión del PCC lo más significativo que sucedió sobre la economía fue una reafirmación de más de lo mismo en las palabras de Raúl Castro: no se permitirá la acumulación personal de riqueza o propiedades y el sector estatal de la economía seguirá siendo el predominante. Pero la presencia e intervención de Fidel Castro puede interpretarse como un intento de minimizar las reformas del hermano, además de evitar las sorpresas que puedan derivarse de la normalización de relaciones con EEUU.

Después de todo, los riesgos de la implementación de los Lineamientos interaccionan con los riesgos de la normalización y pueden multiplicarse recíprocamente. La incompetencia de Fidel Castro en el manejo de la economía no debe impedirnos evaluar su bien conocida intuición para percibir temprano cualquier peligro que amenace su poder absoluto.

Efectivamente, la iniciativa de Obama del 17 de diciembre de 2014 introdujo un cambio de juego en el marco estratégico en que se formularon originalmente los Lineamientos. Los mismos fueron diseñados más de tres años antes bajo una hipótesis de trabajo que mantenía el status quo entre los dos países. De pronto, el cambio de juego que plantea Obama con su iniciativa necesariamente les crea a los hermanos Castro un nuevo escenario con gran incertidumbre en sus relaciones domésticas e internacionales y con el potencial de alterar el balance de poder interno en Cuba.

Estos temores se han puesto de manifiesto mediante las reacciones agresivas ya mencionadas de Bruno Rodríguez y de Fidel Castro a las iniciativas de Obama. Nótese que tales manifestaciones no han sido compartidas o secundadas por Raúl Castro, lo que hace pensar que la parálisis en la implementación de los Lineamientos y la falta de discusión de los mismos en el Congreso es obra de su hermano Fidel. Esto sugiere que el PCC sigue sin tener poder suficiente sobre el máximo líder y que el mismo todavía tiene influencia en la determinación del rumbo que siga el país.

Debemos tener en cuenta que desde 1959 hasta el 17D los Castro han mantenido un sistema en equilibrio totalitario, solo puesto en peligro una vez debido al shock generado por la desintegración del bloque soviético. Lo que ha hecho Obama, persiguiendo primordialmente los intereses nacionales de EEUU, es cambiar el tablero y la posición de las piezas, algo a lo que los Castro no están acostumbrados. La aparición de Fidel Castro en el Congreso, haciéndole sombra al hermano, puede interpretarse como una muestra de falta de confianza del primero en la capacidad del segundo de manejar una situación de mucha más complejidad que la que prevaleció en Cuba en los años de inamovilidad hasta 17D.

Obama antes de tiempo

De aquí se desprende que la visita de Obama y especialmente su discurso en Cuba pueden haber sido prematuros (desde el punto de vista de los objetivos declarados oficialmente por EEUU) y haya descarrilado el proceso de normalización. No se puede descartar que la prisa de Obama en anotarse una victoria de política exterior antes del fin de su mandato haya hecho reflexionar y reevaluar a los Castro sobre los costos y beneficios de, primero, los términos de la normalización y, segundo, los peligros y consecuencias de un Congreso donde se pudieran discutir abiertamente problemas tan significativos que pueden acabar destapando la temida caja de Pandora.

Tengamos en cuenta que por muy leales al castrismo que sean los asistentes al VII Congreso o por muy marginado y poco significante que haya estado el PCC, el mismo está poblado por seres pensantes con intereses y preocupaciones personales que, independientemente de cuáles sean sus valores morales, lealtades políticas o preferencias ideológicas tienen que percatarse de las incongruencias y contradicciones que están observando en la dirigencia y en el país como un todo.

Por lo tanto, es razonable pensar que este congreso ha dejado una estela de desazón y confusión en aquella parte de la ciudadanía que está más al tanto de las cuestiones de Estado, entre ellos los nuevos empresarios, los observadores e inversionistas extranjeros y muy especialmente los miembros del PCC. Esto último es consecuente con la reducción numérica de la membresía en el Partido, que se ha mencionado pero no explicado. O sea, la desesperanza en cuanto al futuro de Cuba no está limitada a las ciudadanos no militantes, sino que debe presumirse que afecta por igual a los miembros del PCC y del Gobierno, a los militares y puede que también a los supuestos sucesores o herederos del castrismo, incluyendo a los familiares.

A ninguno de estos grupos se les puede escapar la presencia cotidiana de los derrumbes de edificios por falta de mantenimiento, el continuo deterioro de la infraestructura en toda la Isla y el estado de inestabilidad y crisis económica permanente. Tampoco se les puede escapar que por más de medio siglo los Castro ya han dado innumerables muestras de su incapacidad y falta de voluntad para sacar a Cuba de este atolladero. Mantener su poder es mucho más importante que el bienestar de los cubanos. Y con el pretexto de socializar al país lo privatizaron para ellos. En la práctica, los congresos del PCC han servido para distraer al país y sus propios militantes de esta realidad, y el séptimo tiende a confirmarlo.