domingo, mayo 01, 2016

La guerra primero, la política después . Pedro Corzo sobre el error de legitimar a grupos que escogieron la extorsión, el secuestro, el asesinato, etc. para llegar al poder


La guerra primero, la política después

Por Pedro Corzo
Abril 28, 2016

En las propuestas y operaciones políticas más tolerantes y plurales subyacen ciertas expresiones de violencia que a veces se concretan generando un ambiente de confrontación que puede derivar en cruentos conflictos, situación en la que es aplicable la expresión de Carl von Clausewitz, de que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”.

Por suerte, para beneficio del ciudadano y la comunidad, la mayoría de quienes incursionan en la gestión pública gustan del debate de ideas y propuestas. Rechazan cualquier manifestación de violencia más allá de las pasiones que genera la controversia, y son partidarias de la conciliación por medio del diálogo y las negociaciones.

Sin embargo, no faltan quienes piensan de forma opuesta al filósofo militar alemán al considerar que la política es una forma de hacer la guerra, en la que el vencedor tiene la potestad de imponer su voluntad y proceder de acuerdo a su exclusivo beneficio y de sus partidarios.

Ningún país, por sólidas que sean sus instituciones cívicas, está exento de estos individuos que piensan que la gestión pública es un campo de batalla, en la que el uso de cualquier arma está justificado. Para ellos, la violencia es el único medio efectivo para hacer avanzar sus proyectos.

Su vía hacia el gobierno es la confrontación. No consideran otra alternativa, aunque existan oportunidades de influenciar en la sociedad de forma pacífica y cambiar el gobierno a través del voto.

La actuación de Hugo Chávez en Venezuela testimonia como aun en sociedades democráticas surgen caudillos que prefieren imponer su voluntad por la fuerza. Chávez apeló a las elecciones al fracasar el golpe militar que comandó, al igual que Evo Morales en Bolivia, que acudió a la generación del caos social para presentarse como única alternativa de gobernabilidad.

Estos mandatarios por sus prácticas mostraron ser enemigos de las instituciones democráticas, con el agravante de que cuando tomaron el poder, corrompieron la conciencia del elector con propuestas demagógicas que devastan los progresos cívicos alcanzados.

Se pueden poner otros ejemplos de individuos que entienden la violencia como medio y fin, pero también actuaron en escenarios diferentes. Daniel Ortega y Fidel Castro enfrentaron gobiernos de facto en sus respectivos países; lo que sucedió es que cuando arribaron al poder, se sentaron sobre las bayonetas para mantener e incrementar sus privilegios.

Pero la más acabada interpretación de que la confrontación bélica es el contenido, y el discurso y la gestión política un recurso de la guerra, donde mejor se aprecia en el continente es en Colombia.

Colombia no está controlada por una dictadura que oprime y conculca los derechos individuales y sociales; sin embargo, las facciones partidarias de la violencia prefieren ignorar que en el país cohabitan distintas expresiones ideológicas y políticas, que el ciudadano tiene la capacidad de elegir a sus gobernantes, condición que inválida moralmente el uso de la fuerza para cambiar o alterar los instrumentos del poder.

No obstante, en nombre de la paz y la reconciliación, el gobierno de Colombia decidió actuar políticamente con el Ejército de Liberación Nacional y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, facciones que piensan la guerra como única alternativa para la toma del poder, legitimando a grupos que escogieron la extorsión, el secuestro, el asesinato, porque desprecian a un electorado con derechos.

Esta realidad convierte al ELN y a las FARC en paradigmas a imitar por aquellos que consideran que la guerra es la esencia de la política, que los países deben ser gobernados como cuarteles y los ciudadanos tratados como legionarios, condición que se acentúa cuando las autoridades le otorgan a quienes no tienen posibilidades de alcanzar el poder por medio del voto, tampoco lo consiguieron con las armas, los laureles de la victoria.

Periodista de Radio Martí.