sábado, septiembre 03, 2016

ADIÓS A LAS ARMAS. Jorge Riopedre el acuerdo de paz en Colombia con las FARC


ADIÓS A LAS ARMAS

Por Jorge Riopedre
Septiembre 2 de 2016

Comparto la opinión bien informada de aquellos que juzgan las negociaciones con las FARC un peligro para el futuro democrático de Colombia. No parece sensato dar acceso a los poderes del Estado a reconocidos criminales portadores de grandes sumas de dinero del narcotráfico, que utilizarán en su momento para comprar el poder político. Sin embargo, hay un buen número de razones que favorecen la culminación de este proceso.
  •     Los colombianos parecen cansados de la cultura de la violencia, un comportamiento histórico que germina con la guerra de independencia, mucho antes del Bogotazo, pero más tarde encuentra una nueva fuente de energía alimentada por La Habana. Esa guerra irregular perseguía sembrar el terror en campos y ciudades con el fin de agotar la resistencia de la población, objetivo a largo plazo que el Estado solo podía impedir con una ofensiva demoledora, golpe final que el liderazgo colombiano no pudo o no quiso dar por la influencia geopolítica de Estados Unidos. En este sentido, la estrategia guerrillera tuvo éxito.
  •     En mi libro “Cuba sin Censura” yo sostengo que algunos estadounidenses vieron en el sistema castrista una fórmula ideal para sacar a Latinoamérica de su marasmo con una terapia de shock: prisión, fusilamiento y destierro de los que, según ellos, frenaban la evolución de la región. Una troika probada con éxito en el laboratorio de la isla para extirpar de una vez y por todas el origen del mal: la oligarquía, la iglesia y los militares. Diagnóstico arrogante de políticos y académicos estadounidenses ajenos a la cultura del caudillismo en la América hispana, disfrazada ahora de marxista para justificar la tradición del continuismo político. Quieren paz y estabilidad a cualquier precio.
  •     En la IV Cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata, Argentina, en 2005, Estados Unidos llegó a la conclusión de que no podía negociar colectivamente con América Latina. Yo pude presenciar cómo Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez, entre otros, echaban a pique él Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), pieza esencial en la promesa de George W. Bush de crear un Siglo de las Américas. A partir de entonces, escribió Soeren Kern en El Real Instituto Elcano, “el fracaso de los líderes del hemisferio incluso en lograr un acuerdo con respecto al documento final de la cumbre, aumenta la probabilidad de que Estados Unidos siga distanciándose de esta intranquila región”. Washington necesitaba un socio listo y discreto (uno de esos informantes al que la policía da patente de corso a cambio de cooperación), camarada que al parecer Barack Obama encontró en algún lugar del Caribe.
  •     La penetración de la inteligencia cubana en gobiernos, sindicatos y partidos políticos por toda Hispanoamérica, convertía a La Habana en el intermediario que Washington necesitaba para negociaciones individuales con países de la región, particularmente Colombia, considerado hasta hace poco el único problema serio en el hemisferio después de la crisis de los misiles soviéticos en Cuba. Si La Habana era la retaguardia de la subversión regional, ¿quién más autorizado para negociar la paz? No es la primera vez que Estados Unidos apela a criminales en aras del bien común: el mafioso Lucky Luciano salió de prisión a cambio de ayudar a la invasión Aliada de Sicilia en la Segunda Guerra Mundial. El éxito de las negociaciones de paz con las FARC estaba asegurado.
  •     Sin embargo, aceptar a La Habana como interlocutor implicaba reconocer que la democracia liberal, tal como se conoce en Estados Unidos, no es viable en Hispanoamérica. Después de todo, el reclamo relativista del castrismo proclama que ellos tienen derecho a ser “diferentes”; por lo tanto, Washington debe aceptar la alternativa de un partido único que deposita en una sola persona el poder ejecutivo, legislativo y judicial. ¿Acaso no fue Bolívar quien estableció la presidencia vitalicia en la Constitución de Bolivia redactada por él?
No hay porqué dudar que el acuerdo de paz en Colombia será firmado y el plebiscito aprobado por el voto popular, con la esperanza de encausar al país por la senda de la reconciliación y la prosperidad. Dos de las figuras principales de estas negociaciones recibirán probablemente el Premio Nobel de la Paz, ejemplo elocuente de que no hay nada imposible bajo el sol. Fortalecidos por el éxito diplomático en Colombia, Washington y La Habana quizás aborden la asignatura pendiente de Venezuela, si es que no lo han hecho ya, para acomodar variados intereses. Muchos en Bogotá, Caracas y Miami aún no se percatan que se han quedado parados en el andén a la espera de un tren que ya pasó.