jueves, noviembre 03, 2016

Esteban Fernández: MI AGRADECIMIENTO INICIAL

MI AGRADECIMIENTO INICIAL


Por Esteban Fernández
3 de noviembre 2016

Los comentarios sobre lo poco agradecidos que son los recién llegados de Cuba actualmente son tremebundos. Que sea la parentela la que haga los cuentos sobre lo decepcionantes que han sido los familiares a los cuales les han brindado albergues en sus hogares porque sobre ellos yo no puedo escribir ni opinar, no sé nada, no tengo experiencias vividas, no los he tratado a fondo y sólo recibo de lejos comentarios y detalles de lo mal que se portan. Tienen que haber algunos buenos pero de esos nadie habla.

 Solamente puedo hablarles de lo agradecido que estoy con todo el que me rodeó y me ayudó a dar los primeros pasos en este exilio. Comenzando, desde luego, con mi amigo Milton Sorí quien -con solo 15 años- me trajo de Cuba y me dio albergue en su hogar. En ese empeño de sacarme del infierno también cooperaron extraordinariamente las hermanas Moraima y Madeleine Labastilla y Renata Antuña.

Hay una señora que jamás he olvidado. No sé su nombre y supongo que ya falleció porque debe haber tenido unos 50 años en esa época. Estaba trabajando en el elevador en un Hotel de Miami Beach donde yo había visitado buscando empleo. Imagínense ustedes lo mal vestido que yo estaba que la mujer me preguntó simplemente:“Muchacho, disculpa ¿conseguiste trabajo?” Le dije que “No”, buscó en su cartera y me entregó un dólar. Me dijo: “Para que no hayas dado este viaje por gusto” Tuve ganas de abrazarla. Sólo le dije: “¡Nunca olvidaré este gesto, ni este peso ni a usted!”

Un mes más tarde, el 16 de septiembre del 62, el tío de Milton llamado Rolando Valenciano me despertó y me dijo: “Oye Estebita ¿de verdad que hoy es tú cumpleaños?” Me sonreí y le dije que “sí”. Él se metió la mano en el bolsillo y me dio ¡otro dólar” y me dijo “Bueno, tengo otro regalo para ti, Armandito Martínez “El Teto” me dijo que tenía palabreados varios trabajos en un Hotel de Miami Beach lavando platos y que puedes ir para allá inmediatamente” Era el segundo peso recibido y agradecido, y gracias al “Teto” y a Rolando gané unos cuantos dólares más.

Una semana más tarde me llamó un señor que nunca había visto en mi vida, se llamaba Ricardo Ortíz y había sido dueño del Teatro Campoamor en Güines. Me dijo: “¿Eres Estebita? me dijeron que al ser intervenido mi cine tú jamás regresaste a el. Lo perdí todo en nuestro pueblo, pero apunta mi teléfono y llámame cada vez que necesites algo”

Un mes más tarde estoy esperando en un banco del S.W. la llegada de la guagua, me pasó por delante un coterráneo blanco en canas. Lo reconocí y le dije “¿Bebo?”

Bebo Alfonso había sido procurador público en mi pueblo y era íntimo amigo de mi padre. Yo no sé el motivo por el cual cogió la costumbre de cada vez que me veía allá me decía: “Oye, Esteban de Jesús, coge esta peseta, te la envía tu tío Memo Gómez” Ese gesto se repitió más de 20 veces.

Bebo me miró detenidamente, por poco llora, me dijo emocionado: “¿Tú eres el hijo de Esteban Fernández Roig?” Le contesté: “Sí, y no olvides que soy sobrino de Memo Gómez” Logré hacerlo reír y me dijo: “Vivo en un humilde apartamento y tengo un cacharro, ambas cosas están a tú disposición”… Nos abrazamos entrañablemente.

En eso recibo una carta de New York de Máximo Gómez Valdivia diciéndome: “Me escribió tu mamá Ana María y me dijo que aunque tú no le dices nada ella sospecha que no estás bien, si vienes para acá comienzas a trabajar conmigo en una fábrica de ventanas de aluminio en New Jersey”

Al otro día Rafael Sorí -quien había sido director de la Orquesta Swing Casino y padre de mi amigo Milton- me llevó al Refugio (foto a la izquierda) donde conseguimos un pasaje para New York. Y ahí estuve hasta que Máximo y yo nos fuimos para el U.S. Army.

De ahí vinimos para California donde la familia Gómez me permitió quedarme en su casa y mi amigo Rafael “Cabeza” García me consiguió un trabajo junto a él en una fábrica en Glendale.

Él último agradecimiento -aunque tengo muchos más que harían interminable este escrito- fue cuando Aris Caso me indicó y me encaminó a conseguir empleo en la Compañía de Teléfonos lo cual fue una bendición en mi vida. Gracias a todos y cada uno de los que me dieron un plato de comida, una cama donde dormir y un peso para gastar.