martes, noviembre 29, 2016

Mary Anastasia O’Grady sobre la muerte de Fidel Castro Ruz: Para los cubanos, la larga espera ha terminado. La muerte de Fidel era esperada por los jóvenes cubanos. Pero su libertad aún está lejos.


 Marisela Verena. Memorándum para un tirano





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Tomado de http://lat.wsj.com


Para los cubanos, la larga espera ha terminado

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La muerte de Fidel era esperada por los jóvenes cubanos. Pero su libertad aún está lejos.
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Por Mary Anastasia O’Grady
28 de noviembre de 2016

En un viaje a Cuba a finales de los años 90 conocí a un joven que trataba de ganar dinero en moneda extranjera como guía en la Vieja Habana. Era obvio que no estaba capacitado para el trabajo. Pero no me importó. Quería escuchar a los habitantes de la isla y, como descubrí, él quería ser escuchado.

A lo largo de varios días caminamos por la derruida ciudad mientras le bombardeaba con preguntas sobre la vida en la isla. Me habló largo y tendido sobre el absurdo de la Cuba revolucionaria, la privación, la frustración y la alienación.

Estaba molesto. Pero cuando se trataba de hablar sobre la hipocresía de Fidel Castro, del cual todo el mundo sabía que vivía extravagantemente mientras sus súbditos pasaban apuros para sobrevivir, mi guía fue más cuidadoso. Una noche, mientras cenábamos, susurró: “María, no pongas lo que digo en tu periódico o Fidel me…”. Esto lo dijo mientras ponía sus manos alrededor de su cuello simulando el gesto de estrangulamiento. Estaba asustado.

El sábado a eso de las dos de la madrugada me enteré de la noticia de que el déspota de 90 años finalmente había fallecido. Pensé en ese joven y muchos de los otros veinteañeros que conocí y quienes querían que supiera lo mucho que anhelaban la libertad.

Estos jóvenes con aspiraciones nacieron mucho después de la revolución de 1959 y el “máximo líder” o su mítico paraíso socialista no significaban nada para ellos. Por muchos años fueron testigos de un auge de turistas europeos y sabían que el mundo los estaba dejando rezagados.

Probablemente sean ahora hombres maduros, quizás con hijos. Cuando los conocí, las cosas parecían imposibles, pero mantenían vivos sus sueños. Estaban esperando que muriera Fidel.

Una mañana me senté en una cafetería en uno de los elegantes hoteles solo para extranjeros que la gente de Hollywood suele visitar. Mientras un atractivo joven barista me servía un espresso, lo miré a los ojos y le pregunté inexpresivamente: “Entonces, ¿cómo va la revolución?” Se echó a reír, pero no dijo más. Sabía que yo entendía que él consideraba todo como una mala broma. Pero seguía la corriente, esperando a que Fidel muriera.

Me fui de Cuba con la firme convicción de que nadie menor de 30 años creía en la propaganda de la “amenaza yanqui” de Castro o la falsa promesa de una utopía comunista. Sus esperanzas estaban en la solución biológica.

El momento ha llegado. Sin embargo, las perspectivas para su liberación no son muy buenas.

Ahora son gobernados por Raúl, el hermano de 85 años del comandante, y detrás de él la siguiente generación de los Castro y los militares. Esta despiadada banda de delincuentes es dueña de todo en la isla y no tiene incentivos para cambiar. La normalización de las relaciones y el levantamiento de facto de la prohibición de viajes a la isla por parte del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha canalizado nuevos recursos hacia ellos, fortaleciendo su poder.

La gente no está armada y tiene pocas formas de organizarse. La comida escasea. Es una situación comparable a la de Alepo, en Siria, sin el beneficio de contrabandear a países vecinos. Si los disidentes salen a las calles, pierden sus raciones y son golpeados, encarcelados, torturados y exiliados.

La comunidad internacional podría ayudar. Presionó a Sudáfrica para que pusiera fin al apartheid. Cuba está dividida de una forma similar, con los cubanos de piel oscura sin oportunidades, mientras que unos pocos blancos dirigen el país, sin contar con que el gobierno es mucho más represivo. Pero es poco probable que eso suceda pronto, como lo demuestra el flujo de notas de simpatía hacia la dictadura que enviaron los líderes mundiales.

/CARICATYRA AÑADIDA POR EL BLOGUISTA DE BARACUTEY CUBANO)

Que el líder del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn, el presidente ruso, Vladimir Putin, y el presidente chino, Xi Jinping, hayan lamentado la muerte del conocido mafioso no es una sorpresa. Pero que los sentimientos de solidaridad provengan del presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, y del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, quien escribió que Castro tenía “una enorme dedicación y amor por el pueblo cubano”, va más allá de la parodia.

El presidente Obama podría haber denunciado el racismo patrocinado por el Estado de Castro y las millones de vidas arruinadas y familias destruidas. Podría haber dicho algo sobre la exportación del terrorismo a todo el mundo. En cambio, escribió: “La historia grabará y juzgará el enorme impacto de esta figura en la gente y el mundo”. Cobarde.

Por otro lado, Raúl es odiado y las condiciones económicas de la isla están empeorando. La bloguera cubana Yoani Sánchez captó los sentimientos de millones cuando tuiteó sobre Fidel: “Su legado: un país en ruinas, un país donde los jóvenes no quieren vivir”. También observó que “la represión contra los activistas había aumentado, especialmente en los últimos días” y que el régimen ahora se prepara para una “canonización”.

La aparición de la calma y la reverencia en la isla es para el consumo de Obama y sus amigos. Pero un régimen que ha vivido en el miedo ha cremado a su mayor símbolo de terror. Esa es la mejor razón para tener esperanza en un futuro mejor.

Escriba a O’Grady@wsj.com 

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VIDEO CON FOTOS DE LAS  VICTIMAS MORTALES DE LA MASACRE DEL REMOLCADOR 13 DE MARZO EL 13 DE JULIO DE 1994





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Video 2000 colgado por Baracutey Cubano



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Published on Nov 26, 2016
Ha llegado el momento de hacer un balance definitivo sobre la vida y obra de Fidel Castro. La primera ha resultado ser muy larga, mucho más de lo que el personaje en cuestión se merecía. La segunda ha sido nefasta para Cuba y para el mundo. Hay poco, casi nada, salvable en su biografía política. Él, que tan convencido estaba en su juventud de que la Historia iba a absolverle, recogió mucho antes de morir la condena sin apelación posible por una vida dedicada al sometimiento de los demás, a la violencia y al fanatismo ideológico.

Gracias, Fidel, gracias por nada



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EDITORIAL DEL WALL STRETT JOURNAL
27 NOVIEMBRE 2016


Fidel Castro’s Communist Utopia

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He turned a developing Cuba into an impoverished prison.
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27 de noviembre de 2016

Fidel Castro’s legacy of 57 years in power is best understood by the fates of two groups of his countrymen—those who remained in Cuba and suffered impoverishment and dictatorship, and those who were lucky or brave enough to flee to America to make their way in freedom. No progressive nostalgia after his death Friday at age 90 should disguise this murderous and tragic record.

Castro took power on New Year’s Day in 1959 serenaded by the Western media for toppling dictator Fulgencio Batista and promising democracy. He soon revealed that his goal was to impose Communist rule. He exiled clergy, took over Catholic schools and expropriated businesses. Firing squads and dungeons eliminated rivals and dissenters.

The terror produced a mass exodus. An April 1961 attempt by the CIA and a small force of expatriate Cubans to overthrow Castro was crushed at the Bay of Pigs in a fiasco for the Kennedy Administration. Castro aligned himself with the Soviet Union, and their 1962 attempt to establish a Soviet missile base on Cuba nearly led to nuclear war. The crisis was averted after President Kennedy sent warships to intercept the missiles, but the Soviets extracted a U.S. promise not to invade Cuba again.

The Cuba that Castro inherited was developing but relatively prosperous. It ranked third in Latin America in doctors and dentists and daily calorie consumption per capita. Its infant-mortality rate was the lowest in the region and the 13th lowest in the world. Cubans were among the most literate Latins and had a vibrant civic life with private professional, commercial, religious and charitable organizations.

Castro destroyed all that. He ruined agriculture by imposing collective farms, making Cuba dependent first on the Soviets and later on oil from Hugo Chávez’s Venezuela. In the past half century Cuba’s export growth has been less than Haiti’s, and now even doctors are scarce because so many are sent abroad to earn foreign currency. Hospitals lack sheets and aspirin. The average monthly income is $20 and government food rations are inadequate.

All the while Fidel and his brother Raúl sought to spread their Communist revolution throughout the world, especially in Latin America. They backed the FARC in Colombia, the Shining Path in Peru and the Sandinistas in Nicaragua. Their propaganda about peasant egalitarian movements beguiled thousands of Westerners, from celebrities like Sean Penn and Danny Glover to Secretary of State John Kerry, who on a visit to Havana called the U.S. and Cuba “prisoners of history.” The prisoners are in Cuban jails.

On this score, President Obama’s morally antiseptic statement Saturday on Castro is an insult to his victims. “We know that this moment fills Cubans—in Cuba and in the United States—with powerful emotions, recalling the countless ways in which Fidel Castro altered the course of individual lives, families, and of the Cuban nation,” Mr. Obama said. “History will record and judge the enormous impact of this singular figure on the people and world around him.” Donald Trump, by contrast, called Castro a “dictator” and expressed hope for a “free Cuba.”

Mr. Obama’s 2014 decision to normalize U.S.-Cuba relations has provided new business opportunities for the regime but has yielded nothing in additional freedom. Americans can now travel and make limited investment in Cuba but hard-currency wages for workers are confiscated by the government in return for nearly worthless pesos. In 2006 Forbes estimated Fidel’s net worth, based on his control of “a web of state-owned companies,” at $900 million.

The hope of millions of Cubans, exiled and still on the island, has been that Fidel’s death might finally lead to change, but unwinding nearly six decades of Castro rule will be difficult. The illusions of Communism have given way to a military state that still arrests and beats women on their way to church. China and Russia both allow more economic freedom. The regime fears that easing up on dissent, entrepreneurship or even access to the internet would lead to its inevitable demise.

Castro’s Cuba exists today as a reminder of the worst of the 20th century when dictators invoked socialist ideals to hammer human beings into nails for the state. Too many Western fellow-travelers indulged its fantasies as long as they didn’t have to live there. Perhaps the influence of Cuba’s exiles will be able, over time, to reseed the message of liberty on the island. But freedom starts by seeing clearly the human suffering that Fidel Castro wrought.
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Editorial Page Editor Paul Gigot on why progressives are praising one of the 20th century’s most repressive dictators. Photo: Getty


Fidel Castro, Former Cuban Strongman, Dies