¿Cuánto hemos perdido?.. Rafael Azcuy González sobre Cuba y los cubanos
Por Rafael Azcuy González.
Enero 4 de 2017
Perdimos para siempre tener el gusto de escuchar en persona a Jorge Más Canosa, de ver en vida a Huber Matos. Nunca vimos ni ya veremos actuar a nuestra gran Celia Cruz ni a la grande Olguita Guillot. Tampoco tendremos la emoción de poder conocer a Laserie, Contreras, Membiela, Vallejo y muchos otros emblemáticos cantantes que fueron como himnos cuando Cuba reía.
Hasta la música de estos connotados artistas fue prohibida en la Patria de Fidel y solo se pudo conocer por viejas grabaciones que algunas personas atesoraron, ya que fueron considerados por el régimen de facto como apátridas o traidores y censurados tanto en la televisión como en la radio, así como sacados sus discos de todas las victrolas o “traganickeles”
Perdimos de disfrutar y compartir con nuestras familias separadas brutalmente por el casi forzado destierro y su secuela de prohibiciones dictatoriales impuestas por una sola persona que se erigió en dueño de los destinos de todos los cubanos y a su vez en encarnación viviente de su revolución y de la Patria, que se auto tituló como el mejor discípulo de nuestro inolvidable Martí.
Perdimos el encanto de las navidades en aquellos diciembres fríos con la campiña tapizada de blancos aguinaldos junto a nuestra familia -entonces unida- compartiendo los tradicionales platos y la golosinas navideñas en un ambiente festivo de recuerdo a Dios, de concordia y amor.
¡Cuántas cosas perdimos y seguimos perdiendo! Una eternidad de tiempo sin poder desarrollar nuestro país, atascados dentro de un régimen fracasado e improductivo, llenos de carencias y falta de libertades, con un pueblo desgarrado y en éxodo constante, con la pena de que muchos de sus hijos todavía van “dando un paso adelante y dos hacia atrás, pero siempre aplaudiendo”.
Perdimos el derecho a pensar libremente, a disentir, a elegir nuestros gobernantes, a reunirnos, a estudiar lo que uno decida y no hacerlo por imposición y con adoctrinamiento, a viajar libremente, a que nuestra moneda tenga valor, a tener una vivienda decorosa, a disponer de un auto o un barco o un avión, a que no exista racionamiento y haya ofertas en nuestros mercados y bodegas. Perdimos el derecho a que no sea prohibitiva la carne de res, la langosta, el café, también perdimos el derecho a tener una prensa libre y el acceso a todo tipo de literatura y a la internet, a poseer y cultivar la tierra, a tener un negocio de cualquier dimensión y tipo, a que ningún gobernante pueda estar en el poder por más de dos períodos presidenciales; el derecho a que haya pluripartidismo y democracia: ¡Cuánto hemos perdido Dios mío!.
¿Qué maldición pesará sobre nuestro sufrido y noble pueblo? ¿Será la de tanta sangre vertida por las miles y miles de víctimas y mártires desde los tiempos del régimen colonial español, que comenzó con la total exterminación de nuestros indios y continuó con nuestras sangrientas gestas independentistas? ¿O será por las muertes que trajeron las luchas fratricidas o revoluciones a lo largo de la república? ¿O tal vez fuera por la maldición del St. Louis, el barco con más de 900 refugiados judíos que nadie quiso recibir en América y tuvo que regresarse a Europa para muchos morir en los campos de reconcentración?.
El pueblo de Israel estuvo 40 años en su peregrinaje tras la Tierra Prometida. El camino estuvo lleno de tropiezos y luchas con castigos divinos, pero al fin cumplieron su destino. Ya el pueblo cubano supera en casi 20 años las tribulaciones del pueblo escogido por Dios: ¡Señor apiádate de nosotros, si es un castigo ya bastante lo hemos pagado: son muchos los derechos que hemos perdido…!
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