El ganador apestado . Hermann Tertsch del ABC de España sobre Donald Trump el 45 Presidente de los EE.UU.
Por Hermann Tertsch
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HOY se convierte en el 45 presidente de los Estados Unidos, de la primera potencia del planeta, Donald Trump, un hombre del que se ha reído media humanidad. Una persona a la que se ha ridiculizado e insultado durante un año en los principales medios de comunicación de todo el mundo. Que ha sido despreciada pública y abiertamente por nuestros gobernantes europeos y hasta por el último mequetrefe de la política local en el Tercer Mundo. Contra quien se fraguó la mayor alianza jamás vista de poder político y financiero, gran dinero, mundo del espectáculo, la ciencia, la llamada cultura y subcultura y el mayor frente mediático nunca visto contra un solo hombre. Todos con todo contra él. Una coalición universal absolutamente colosal se puso en marcha a lo largo de 2016. Todos unidos, sin reparar en gastos ni medios ni métodos. Para parar los pies a un ignorante, imbécil, fracasado, quebrado, desequilibrado, mentiroso, farsante, impostor, pretencioso que se decía más rico de lo que es en realidad, narcisista, pervertido sexual y rijoso hombre de negocios. El resultado, hoy en televisión: Donald Trump entra en la Casa Blanca tras la toma de posesión en el Capitolio. Ahí estarán las imágenes de la derrota de la colosal alianza anti-Trump que fracasó en su objetivo de acabar con este hombre y sus aspiraciones.
No ha podido ser. Porque con la décima parte del dinero gastado por su rival, el abominable hombre del peluquín color zanahoria ha humillado a la arrogante candidata que el mundo había designado vencedora. A ella la habían presentado como lúcida, experta, sensible, generosa, tolerante y multicultural, progresista y feminista. Y todo el universal frente de la corrección democrática ponderó las dotes y cualidades de su favorita. Pero no convencieron a quienes tenían papeleta para votar donde había que hacerlo. Su candidata era falsa con notoriedad y la soberbia y la impostura los llevaron al fracaso. La herida es profunda. Y no hay atisbo de humildad inteligente en los derrotados, desde los medios europeos a los más radicales grupúsculos de la izquierda que han tomado el Partido Demócrata. Pretenden estar en guerra permanente con el presidente con la intención de que no acabe el mandato. Que varias docenas de representantes de ese partido no acudan hoy a la ceremonia demuestra que no han superado la humillación. Cuando lo creían todo controlado. Y ahora ponen en cuestión las reglas y no aceptan los resultados. Ahí se ve que es cierto que EE.UU. envejece y adopta miserias de sociedades viejas, cínicas y maleadas como las europeas. Si no, no mentirían tanto estos adalides de la superioridad moral ni odiarían tanto ellos que se declaran la vanguardia de la tolerancia.
Trump es un candidato a todas luces inapropiado que ha ganado por ser verdad, por ser con sus exageraciones fundamentalmente auténtico, frente a la enfermiza y calculadora hipocresía de su rival y de esa alianza del poder establecido con la izquierda ideológica. Trump ha formado un gobierno de personalidades extraordinarias que deberá suplir las muchas carencias propias y que habrá de marcarle los límites. Es una fórmula razonable. El éxito de Trump ha demostrado que las sociedades desarrolladas han llegado al punto de saturación, al hartazgo, con ese discurso dominante en radical divorcio con la realidad inmediata. Es también un mensaje para gobernantes europeos. El hombre ridículo que ganó contra el mundo toma posesión. Ni el éxito ni el fracaso de esta presidencia están escritos. Porque ambos son posibles. Al mundo libre le convendría en todo caso que ese fracasado frente que hoy aun deshonra la ceremonia no intente redimirse en un permanente sabotaje a la presidencia de EE.UU. Sería mal negocio para todos.
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