La crisis interminable. Jorge Olivera Castillo sobre la huelga de brazos caidos de los taxistas o boteros en La Habana. Boteros: 'La jugada, al final, es que choquemos unos cubanos contra otros'
La crisis interminable
Por Jorge Olivera Castillo
La Habana
14 de Febrero de 2017
Es muy probable que las actuales tensiones sociales a causa del tope de precios a los transportistas no estatales, termine con un final más o menos feliz, obviamente para la burocracia que conoce al dedillo las señas del poder central.
Al final se impondrán las reglas de convivencia entre los mandamases y sus vasallos, en este caso, la mayoría del pueblo que se ha acostumbrado a sobrevivir en los nichos de la ilegalidad, creados y reproducidos por las atrabiliarias circunstancias, y dándole rienda suelta a las reverencias, discretas o aparatosas a los performances que el Partido Comunista organiza para reafirmar su ortodoxia, cada vez que se le ocurre.
Frente a este nuevo capítulo de irracionalidad, el difícil que el asunto desemboque en una protesta masiva de los choferes ni de los eventuales pasajeros ante la imposibilidad de desplazarse de un lugar a otro un tanto más cómodos que en los destartalados ómnibus estatales, con sus habituales retrasos y abarrotamientos.
Es lícito pensar así, porque la voluntad represiva del Gobierno continúa siendo de cinco estrellas, y por otro lado, la miseria se ha llegado a asumir como algo natural y hasta folclórico y por tanto soportable. Como bien alegan cretinos y cínicos, en la Isla nadie se muere de hambre, como en el África subsahariana.
Ciertamente, las bajas de este orden impuesto se cuentan en las legiones de alcohólicos, suicidas, desquiciados mentales y también en las peleas a muerte entre vecinos por cualquier controversia, a menudo intrascendente, pero que actúan como medio para canalizar las frustraciones y las carencias existenciales.
Para ilustrarlo mejor, el cubano promedio prefiere liarse a trompadas con el que intenta usurparle el puesto en una cola que denunciar a viva voz a los causantes del desastre nacional. Y ni hablar de integrarse a la lucha pacífica por una transición a la democracia.
La máxima en los casi seis decenios de totalitarismo ha sido callar, ahogar las penas en alcohol, e ingeniárselas para sacarle mayor provecho al mercado negro sin abandonar la idea de la fugarse del país sin detenerse en las recientes talanqueras migratorias. Nunca ha importado el destino. El propósito es salirse del círculo vicioso de los fingimientos y las resignaciones.
Por todos esos detalles que reflejan la magnitud del daño antropológico es que dudo en la articulación de un movimiento que exija la existencia de un mercado mayorista donde adquirir las piezas de repuesto a precios módicos y otros productos que permitan el cobro de menores tarifas.
Nadie establece un negocio para perder dinero. Los llamados "boteros" tiene sobradas razones para airarse y cesar sus labores.
Vamos a ver cómo reaccionan el ministro de Transporte, sus secuaces y quienes desde arriba firman los decretos.
A pesar de la determinación de una parte de los afectados de enarbolar en público su rechazo, me temo que no pasará nada, más allá de alborotos aislados, que suelen acompañarse con la afirmación de que el disgusto nada tiene que ver con actividades "contrarrevolucionarias".
Es de esperar que el arreglo sobrevenga, a golpe de sutiles aleccionamientos o simplemente con el ejercicio de la fuerza bruta.
En el hipotético caso de que los choferes ganen el pulso y la medida sea eliminada, los más apasionados en denunciar la injusticia corren el riesgo de recibir algún castigo, bien directa o indirectamente.
Lo peor de todo es que cualquier hecho de tal naturaleza terminará difuminándose en los impenitentes muros de la impunidad y el silencio del mundo.
Boteros: 'La jugada, al final, es que choquemos unos cubanos contra otros'
Por Jorge Enrique Rodríguez
La Habana
13 de Febrero de 2017
"Ahora la carrera por alcanzar un almendrón será maratónica", declaró este fin de semana la escritora Yani Monzón a través de las redes sociales.
Los trabajadores del sector privado con licencia de "operación del transporte", conocidos como "boteros", han vuelto a sufrir una intervención del Gobierno. Nuevas regulaciones puestas en vigor la semana pasada por la Dirección General de Transporte en La Habana establecieron "precios referenciales máximos" que rebajaron cinco pesos la tarifa de cada carrera.
"Cuando supe la noticia, por un momento me alegré por mi madre y por todos los cubanos de a pie. Pero después comprendí que los 'boteros' también somos todos esos cubanos del día a día. Que los métodos de aprovechamiento social que practica el Gobierno, a través de medidas supuestamente favorecedoras, no favorecen nada ni a nadie, solo a ellos", afirmó Monzón.
Aunque la rebaja de tarifas impuesta a los boteros ha sido presentada como un alivio para los habaneros, las consecuencias representan una verdadera preocupación.
"Es mensaje claro del Gobierno contra los cuentapropistas", opinó al respecto Eladio Zúñiga.
"Es innegable el beneficio de ahorrarnos cinco pesos en nuestras rutas cotidianas, por el momento. Pero y después qué. Desde el año pasado, cuando el Gobierno tomó medidas contra las irregularidades de los boteros, moverse por la ciudad se convirtió en un calvario, y ahora podría empeorar", apuntó.
"Dónde está la hazaña de imponer un precio tope al servicio del sector privado cuando el propio Gobierno no tiene soluciones para garantizar la transportación regular de la gente trabajadora", cuestionó Pedro Salinas.
"Verdad que no es fácil 'luchar' 10 o 20 pesos solo para transportarte, pero tampoco es fácil ser botero, carretonero, carretillero, camarero o carpintero. No es fácil ser emprendedor en Cuba cuando cada seis meses el Estado se inventa nuevas irregularidades en tu contra", criticó.
Lidia Santana, secretaria de un banco capitalino, aseguró que tiene "un lío en la cabeza" por no poder decidir "de qué lado está la razón".
"Supongo que el Gobierno tendrá pensado volver a repartir bicicletas chinas por centro de trabajo, ya que el panorama pinta de verde para negro, y te aseguro que no hay un 'plan B' si los boteros, como consecuencia, le dan otra vuelta de rosca al asunto. Estos cinco pesos de rebaja serán los más caros del mundo a mediano plazo", vaticinó.
"Quién tiene la razón no es la pregunta, sino quiénes salimos perjudicados. Somos supervivientes, aprovechándonos los unos de los otros como este Gobierno nos ha enseñado", añadió.
Los boteros se defienden
Graduado de Diseño Industrial, Orestes decidió hace cinco años pasar al sector privado como botero, con el sueño de llegar a administrar "una flota de tres o cuatro automóviles".
"Lo que sucede con los cubanos que le hacen el jueguito al Gobierno y nos ponen como los malos del cuento es falta de memoria. ¿Quién se puede mover en un taxi en divisas? ¿O quién en esta ciudad recuerda una parada de ómnibus vacía y un transporte urbano regular? Cuando un cubano haga esas preguntas ante la persona y en el lugar correcto, le bajaré mi tarifa a un peso en su homenaje", prometió.
Alberto Malo es un botero que cubre la ruta Habana Vieja-Alamar. Asegura no sentirse "angustiado por este abuso del Gobierno" y tener fe en que "las aguas cogerán su nivel".
"Pero me gustaría enviarle un mensaje a mis compatriotas para refrescar la memoria: no hay medicamentos, no hay materiales para reparar tu casa, no hay uniformes escolares, no hay comida nutritiva… y todos estamos obligados a encontrarlos por la zurda. Todo el mundo sabe quién tiene la culpa, pero nadie dice ni pío. Sin embargo, a los boteros, y por extensión a todo el sector privado, nos ponen el dedo. Esa es una bonita manera de ser cobardes".
En medio del hervidero del parque El Curita, uno de los puntos de embarque de taxis particulares más concurrido en La Habana, varios boteros señalaron lo que consideran "el paisaje hipócrita del cubano".
"Las TRD repletas, la gente con jabas de compras, todo el mundo 'encobao' y con celulares fantásticos. Pero a todos les molesta que los boteros puedan ganarse el sustento de sus familias", dijo Paulino.
"Esos cinco pesos que ahora se creen que están ahorrándose con nosotros, los gastan en las tarequeras que vende el Estado y ni chistan cuando suben los precios de cuanta bazofia hay", añadió Damián.
"Para mí está claro que no es una cruzada contra los boteros, sino contra todos los cuentapropistas", advirtió. "Es una lástima que los cubanos no quieran darse cuenta de que la jugada, al final, es que choquemos los unos contra los otros… esa es la gran verdad y no el hecho de ahorrarse cinco o 10 pesos".
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