Robo hormiga
El Gobierno existente en la Isla, desde siempre ha tratado de al menos sofocar el robo hormiga
Por Félix Luis Viera
Miami
08/11/2017
Desde hace aproximadamente 35 años —en los inicios de la década de 1980—, en Cuba el robo hormiga, más que en las décadas precedentes, ha constituido la supervivencia para el cubano promedio —y a veces más que la supervivencia, la “buenavivencia”, como es el caso de los macetas[1]—.
Desde entonces, y aún más en la actualidad, un “buen puesto de trabajo” resulta aquel que permite sustraer activos, al menos en aceptable cantidad, para la reventa en la bolsa negra o el consumo del propio empleado.
Los administradores-ras de farmacias, de dependencias hospitalarias, de almacenes en general —los más codiciados de estos son los de piezas de repuesto—, de panaderías o restaurantes y merenderos y un extensísimo etcétera, se hallan entre las plazas más cotizadas.
Nada descubro cuando afirmo que estas ocupaciones resultan pugilateadas con verdadero fervor revolucionario por aquellas personas —en ocasiones muchas— que, por medio de sus conectos[2], se hayan enterado de la vacante.
Nada descubro cuando afirmo que tanto los conectos como el aspirante a cubrir la plaza y él o los “cuadros administrativos” encargados de aceptar al aspirante… están eso: conectados. Y nada si dejo constancia de que, en no pocos casos, quien al fin es seleccionado para cubrir la jugosa plaza, entrega dinero o especies por ello.
Tampoco descubro algo cuando aseguro que la plaza en “disputa” puede ser de empleado o de administrador (“administraidor” le llaman algunos cubanos a esta raza… Ya saben, el cubano, tan original, tan bromista, tan ingenioso…).
En el caso de que sea un administrador el que practica la sustracción, se haya coludido con el jefe de almacén o de reparto o de lo que fuere, quien también, claro, agarra su tajadita.
Los productos de alto impacto en la bolsa negra son, entre otros, en el caso de las farmacias y centros hospitalarios, el alcohol (con este se elaboran diversas bebidas caseras, que incluyen el “saltapatrá” y el “aprendiendo a morir”) así como el algodón —este, además de sus usos diversos, lo utilizan las damas para cegarse el túnel de la muerte durante la menstruación— y las aspirinas, en lo que se refiere específicamente a las farmacias.
En cuanto a las panaderías, sus dos haberes más codiciados son la grasa y la harina de pan. De las gasolineras, pues su producto básico, el cual describe un tortuoso y tenso camino antes de llegar a su receptor —y receptador— final. De los almacenes, según su perfil: lo mismo puntillas que alguna pieza para automóvil que un empaque para un grifo.
El cubano promedio que ejerce el robo hormiga, en realidad no es un ladrón; es un tipo —o una tipa— que “resuelve”; y se acabó.
Es decir, “resolver”, en el argot patrio revolucionario, es conseguir lo que se necesita o parte de ello por diversas vías no “oficiales”, como puede ser el robo hormiga.
Más claro: el padre llega a la casa con un pescado, por ejemplo, y solo anuncia que lo “resolvió”. Basta con eso. Estamos seguros de que lo sustrajo de su trabajo o se lo pasó un amigo o amiga o pariente que lo sustrajo del suyo o lo compró en clandestino a un cubano que “resuelve” desde su puesto laboral para que otros “resuelvan” por medio de él.
Si vieran que clase de “pescao” resolvió mi papá ayer, comenta el niño con sus amiguitos pioneros revolucionarios del barrio o de la escuela.
Bueno, es que ya lo sabemos desde tiempos inmemoriales: lo que es de todos, no es de nadie. Y es este afán de llevar la contraria a esta máxima de la sabiduría popular lo que, entre otras cuestiones, tiene al pueblo de Cuba en ese estado calamitoso que hoy tanto nos duele.
Vale aclarar que si el mismo hombre del pescado, roba digamos un martillo al vecino, entonces sí es ladrón. O sea, robarle al Gobierno no es delito según la balanza de la justicia del cubano de hoy; robarle a otro, a un “particular”, sí.
El Gobierno existente en la Isla, desde siempre ha tratado de al menos sofocar el robo hormiga. A cada rato han atrapado a algún ejecutor, pero el mismo día en que esto ha sucedido, cuatro o cinco millones han llevado a cabo, sin ser descubiertos, la misma acción.
Mientras el régimen tenga en su poder todo el grueso de los medios económicos del país, seguirá intentando terminar con esta modalidad que, para su supervivencia, ejerce de uno u otro modo la casi totalidad de la población de la Isla…, pero nunca podrán exterminarla. Solo por eso: porque lo que es de todos, no es de nadie.
Lo otro… eso de que los bienes estatales son del “pueblo” y que este los custodia gracias a su “conciencia revolucionaria”, no es más que una buena muela[3].
No debería ser así. Pero es así.
[1]Maceta. Cubanismo. Hombre o mujer que se ha enriquecido relativamente gracias al desvío de recursos del estado en el puesto de trabajo en que se desempeña o debido a notables movimientos de mercancías en la bolsa negra. En los inicios de la década de 1990, avisamos sobre quienes no eran macetas y quienes sí: “Quienes lo dieron todo [con su trabajo en favor de la sociedad] no tienen nada; y quienes no dieron nada, lo tienen todo”.
[2]Conecto. Cubanismo. Contactos entre personas con el propósito de realizar acciones clandestinas o que de algún modo benefician a algunos sobre los demás.
[3]Muela. Cubanismo. Hablar con cierta verborrea, o engañar con las palabras dichas o utilizar a estas para exagerar realidades existentes o que podrían existir o edulcorar un algo que en el fondo es inexistente. En México, tiene su “sinónimo” en rollo y choro.
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