miércoles, enero 31, 2018

Esteban Fernández: EL PAREDÓN

EL PAREDÓN

Por Esteban Fernández
30 de enero de 2018

Muy triste la terrible situación en Venezuela, pero les falta lo peor: cuando implanten el paredón de fusilamientos a todo lo largo de la tierra de Simón Bolivar como nos tocó sufrir a nosotros los cubanos. Por cada Oscar Pérez venezolano nosotros podemos señalar a mil mártires cubanos.

Les hablé de mi deseo de revancha en Cuba. Vamos a comenzar por decir donde comienza -y porqué se inicia- el verdadero odio contra los genocidas que han desgobernado a nuestra nación por casi 60 años.

Los abusos, los chivatazos, la aniquilación de los derechos humanos fueron secundarios a lo que verdaderamente le puso la tapa al pomo y causó el terror colectivo que al final de la jornada ha derivado en la sumisión del pueblo más valiente y rebelde del mundo.

Estoy hablando simplemente (aunque eso no tiene nada de simple) del paredón de fusilamientos. La isla ensangrentada de una punta a la otra, desde el cabo de San Antonio hasta la punta de Maisí.

Yo predico y pronostico la necesidad actual de una gran limpieza en Cuba pero quedando muy en claro que no somos ni seremos nosotros los que comencemos la masacre sino que fueron ellos los que mediante el paredón dieron inicio al río de sangre que trajo como consecuencia el deseo de una gran vendetta que de una vez y por todas purifique por completo a la nación.

Creo que son más de 20 veces donde yo he mencionado que no soy ni nunca fui batistiano, sin embargo hirió profundamente mi sensibilidad cuando se crearon “tribunales populares” llenos de energúmenos que comenzando por Jesús Sosa Blanco enviaron -sin un verdadero proceso judicial justo- a ex militares y policías delante de una pared y arrancarles las vidas. Unos habían cometido delitos graves, otros no, y la mayoría qué diablos sabíamos nosotros lo que habían hecho ni de qué los acusaban. En un final, si hubieran demostrado alguna injusticia cometida, con unos cuantos años de cárcel se hubiera resuelto el problema.

Lo primero que yo recordé fue aquella pantomima en la Sierra Maestra, que equidistaba mucho de la nueva realidad en 1959, donde capturaban a unos soldados o “casquitos”, les quitaban las armas y los devolvían a sus lugares de orígenes. Y casi todo el mundo se tragó el paquete de que esa era la actitud castrista magnánima y que sería igual después del triunfo. Puras mentiras y pamplinas. Cuando llegaron, desde la matanza inicial de Raúl Castro en Santiago de Cuba, la cosa fue de arranca pescuezos. Todo en aras de aterrorizar a un país.

Y, después de matados los batistianos, poco a poco fueron llevando al paredón a cualquiera. Daba lo mismo si había sido comandante rebelde o coordinador del 26 de Julio en una provincia. Fueron barridas a balazos todas las discrepancias serias.

Rogelio González Corzo, Virgilio Campanería, Alberto Tapia Ruano, Tondike, Eufemio Fernández, Julio Emilio Carretero, William Morgan, Porfirio Ramírez, Juan Manuel Guillot, Juanín Pereira, Bernardo Corrales, Plinio Prieto, el “americanito” Tony Chao y miles más de mártires cubanos caían víctimas de las ráfagas de los fusiles castristas.

Mientras, muchísimos compatriotas que hasta ese momento considerábamos buenos y decentes, y otros que sabíamos que eran unos hijos de perras y acomplejados, se dieron banquete pidiendo “paredón” a voz en cuello.

Denigrante y absurdo fue ver a una parte mayoritaria del pueblo cubano sediento de sangre y soldados barbudos fajándose por participar en las escuadras asesinas. Dicen que les pagaban unos cuantos pesos más por esa inmunda labor.

Lo mismo se pedía “paredón de fusilamiento” para un director de un periódico que contra un sacerdote. Nunca olvidaré los gritos de paredón en el Instituto de mi pueblo contra Luis Conte Agüero. Y yo me preguntaba ¿qué delito había cometido Conte para merecer ser masacrado?

Hasta para un magistrado llamado Manuel Urrutia Lleó a quien Fidel Castro había nombrado presidente provisional del país las hordas pedían que fuera pasado por las armas. Hombres que habían participados en tribunales revolucionarios, como Humberto Sorí Marín, cayeron ensangrentados ante las balas castristas.

Fue tan bestial el trauma para mi persona que jamás yo propongo “paredón” para los que dieron “paredón” ni para los grandes culpables. Para ellos simplemente guásimas, ceibas y alambres de púas.