Alberto Roteta Dorado: Elecciones cubanas, el paradigma de la antidemocracia.
Santa Cruz de Tenerife. España.- “Elecciones en Cuba: Voto de pueblo por el porvenir” es un reciente titular del diario oficialista cubano Granma a propósito de las recientes “elecciones generales” de este domingo 11 de marzo del presente año.
Este titular puede ser analizado – y me limito al titular, por cuanto este artículo solo cita unas pocas cifras, además de difundir un vídeo de carácter informativo por parte de una funcionaria de la Comisión Nacional Electoral, ambos carentes de valor, exceptuando la utilidad de las cifras reportadas a las que haré referencia– desde varias perspectivas entre las que propongo la idea de la veracidad de tal afirmación.
Aunque mis lectores pudieran hacerse un juicio erróneo demasiado a priori acerca de mi postura analítica, podrán comprobar en la medida en que lean detenidamente el escrito, que nada más injusto que creer que me pongo de la parte del oficialismo toda vez que asumo como cierta la polémica sentencia del titular.
Todo lo contrario, mantengo una actitud demasiado firme en relación con el carácter sarcástico, la ironía y el sentido antidemocrático del proceso eleccionario cubano, el que considero el más falso del mundo.
No obstante, merece la pena detenernos en el titular para intentar demostrar su veracidad. Es muy cierto que los cubanos están determinando su porvenir una vez más. Cada vez que el pueblo cubano ha apoyado al régimen – independientemente de las razones de intimidación, amenazas, chantajes, etc., a los que se han visto sometidos para hacerlo– ha contribuido a afianzar su terrible presente y a labrar su sombrío futuro.
El estado de caos de la nación cubana no solo ha tenido como responsables directos al régimen comunista que han encabezado los Castros desde 1959, sino al propio pueblo cubano que ha participado en marchas, desfiles, peregrinaciones, trabajos voluntarios, jornadas de preparación para la defensa, o cualquier maquiavélico invento del régimen, incluidas las agresiones a sus propios compatriotas; y aunque es muy cierto que lo han hecho bajo la amenaza de ser relegados, marginados y llevados al ostracismo, lo han hecho, y no todos han sufrido la amenaza, sino que han actuado porque a pesar de todo continúan apoyando a la dictadura castrista.
Es por esto que con el voto ofrecido este domingo, ese 82.90% de los cubanos – suponiendo que el dato sea cierto– está determinando sus designios, su porvenir incierto y su autoaniquilación. Y como por ley toda causa tiene un efecto, ese 80.44% que plasmó en sus boletas la aceptación por todos los candidatos será responsable junto al régimen de su abismal hundimiento en una brevedad de tiempo que, aunque impredecible, está muy cerca.
Pero como el sistema de elecciones de la isla –dado su sentido de falsedad extrema– resulta incomprensible, merece detenernos en precisar al menos dos puntos. El primer aspecto que hemos de considerar es el referente al desconocimiento que tienen los cubanos acerca de una candidatura, en la que se supone figuren, por lo menos, dos aspirantes que se enfrenten como candidatos a la presidencia del país.
Es justamente este el primer elemento extremadamente álgido del invento cubano, algo que le hace vulnerable al extremo y que demuestra per se el carácter antidemocrático del régimen. Recordemos que es necesario para la democracia que haya no solo una alternancia política como opción, sino que si no existe una oposición parlamentaria, en términos de gobernabilidad – como ocurre en Cuba–, habrá entonces como consecuencia directa movimientos de oposición de la sociedad en las calles toda vez que se las ha privado de una participación legal en el seno de la vida política de la nación, y esto no es bueno para la imagen de cualquier nación que se supone pretenda llevar a la práctica las concepciones teóricas de lo que debe ser una democracia.
En segundo lugar, el diseño del sistema cubano está hecho para manipular toda posible determinación que garantice un continuismo político, y al propio tiempo engañar al pueblo mediante una participación limitada a un primer peldaño en la larga secuencia de aspectos del enmarañado sistema. Esto quiere decir que “ese pueblo que determina su porvenir”, acudiendo de nuevo al titular oficialista (ahora un tanto parafraseado), solo podrá elegir y apoyar luego a los candidatos a las asambleas municipales del gobierno, pero jamás al presidente y vicepresidente de la nación.
La Ley No. 72 de 1992, de la Ley Electoral, establece que en dichas elecciones parciales se elige a los delegados a las Asambleas Municipales del Poder Popular y sus Presidentes y Vicepresidentes, proceso que tiene lugar cada dos años y medio. Además establece las elecciones generales, – que son las que acaban de tener lugar en Cuba– en las que se elige a los Diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, su Presidente, Vicepresidente y Secretario, al Presidente, Primer Vicepresidente, Vicepresidentes, Secretario y demás miembros del Consejo de Estado a los Delegados a las Asambleas Provinciales y Municipales del poder Popular y a su vez Presidentes y Vicepresidentes, las que tiene lugar cada cinco años, aunque como ya se conoce por todos, no es directamente el pueblo quien participa en la elección de su presidente y demás miembros del Consejo de Estado, sino aquellos por los que el pueblo votó previamente. (Si no se comprende no es importante, está hecho para que resulte incomprensible y facilitar la manipulación con mayor eficacia)
Pero no solo vale detenernos en el simbólico titular cubano, sino en otros aspectos de gran importancia. Si hacemos un paralelo retrospectivo de la participación popular en los llamados comicios cubanos desde 1976 hasta el presente llama la atención la marcada disminución de la participación en los últimos años, lo que demuestra que a pesar de la represión los cubanos cada vez participan menos de sus falsos comicios. En 1976 hubo un 95.2%, en 1981, 97.2%, en 1986, 97.7%, en 1993, 99.57%, en 1998, 98.35%, en 2003, 97.64, en 2008; 96.89 y en 2013, 90.88, y en 2018 el 82.90%, o sea, que no votó el 17.10%, casi un 20%, siendo la cifra más baja de la historia.
Las elecciones municipales muestran igualmente una decreciente participación, lo que es, sin duda, un paso de avance significativo, independientemente que resulta insuficiente toda vez que se espera que los cubanos de la isla dada su situación tan precaria desde el punto de vista económico, el incremento de la represión, y la posibilidad, aunque aún muy limitada, de insertarse en el resto del mundo mediante la comunicación, sean capaces de no presentarse a los colegios electorales, y de hacerlo por temor, dañar su boleta para que resulte anulada.
Así las cosas, el pueblo cubano ha contribuido a su “porvenir” al apoyar a quienes en breve de manera unánime, y lo peor, sin que jamás se sepa de manera previa, aprobarán a un nuevo presidente que garantice el arcaico comunismo estalinista impuesto en la isla caribeña desde los tiempos iniciales de la llamada revolución cubana.
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