lunes, julio 30, 2018

Los secretos de un apócrifo. Waldo Acebo Meireles sobre el falso memorandum Breckenridge construido por la Inteligencia española para crear fisura y division entre las tropas mambisas y las norteamericanas en 1898


Los secretos de un apócrifo

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Un “documento” que ha tenido su bonanza a partir de 1959, en Cuba y fuera de ella, pero que nadie ha validado científicamente, sino que simplemente en muchos casos ha sido empleado por razones ideológicas
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Por Waldo Acebo Meireles
Miami
30/07/2018

Aquí nos referiremos a las llamadas “instrucciones secretas de Breckenridge” que con propósitos espurios de vez en cuando son presentados como prueba insoslayable de los verdaderos objetivos de la intervención de EEUU en nuestra guerra de independencia.

Analicemos por qué: ese documento fue publicado por primera vez, por Enrique Collazo en su libro La guerra en Cuba (1926), sin embargo, el mismo Collazo pone en duda la veracidad de las mismas cuando apunta: “…no haber visto el original nos inclinan a la duda…” para después justificar su publicación en la conducta de las tropas de ocupación.

Collazo fue honesto al indicar que no vio el original, pero no indicó de qué fuente lo obtuvo, cómo llegó a él ese “documento”. Una norma elemental de las técnicas de investigación histórica es la crítica interna y externa de un documento, y cuando aplicamos esas técnicas el “documento” resulta poco creíble, de entrada nadie ha visto el original y en segundo lugar las “instrucciones” a pesar de los que diga Collazo no se reflejaron en las acciones previas, durante y después de la intervención, por demás Breckenridge un oficial encargado de la inspección del Ejercito no tenía, ni podía tener entre sus funciones el de aleccionar al general Nelson A. Miles, al mando de las Fuerzas Armadas de EEUU.

Aunque aquellos que citan esas “instrucciones” presentan a Joseph C. Breckenridge como subsecretario de Guerra, representante del Departamento de Guerra e incluso secretario de Guerra[1] en realidad, como ya señalamos, él era Inspector General del Ejercito (Inspector-General of the Army) y por tanto no estaba en capacidad de generar dichas instrucciones.

Para abundar en las ideas estratégicas y tácticas del general Nelson A. Miles en la guerra contra España sugerimos consultar las págs. 342-344 del libro Cuba’s struggleagainst Spain with the causes of American Intervention and a Full Account of the Spanish-American War, including Final Pace Negotiations, por los autores Fitzhugh Lee, Joseph Wheeler, Theodore Roosevelt y Richard Wainwright, este libro fue publicado en 1899[2] y sí, recoge documentos originales que reflejan el pensamiento del general Miles.

En la carta del general Miles al secretario de la Guerra que en esas páginas se recoge, no hay nada ni parecido a las “instrucciones secretas” y en ese documento se trazan las líneas generales de las acciones que debían desarrollar tanto el Ejército como la Marina, es más se dice algo que entra en franca discrepancia con las ‘instrucciones’ cuando señala:

“…a mi juicio, un movimiento hacia el oeste mediante la captura de los puertos a lo largo de la costa norte de Cuba, y en el extremo oriental abastecer a los insurgentes con abundancia de armas y municiones de guerra…”[3]

En ese mismo libro aparece una reseña de las, no la podemos definir de otra forma, breves acciones en que se vio envuelto Joseph C. Breckenridge y cuál fue su verdadera posición durante la intervención, lo cual desbanca completamente la pretensión de que haya redactado las supuestas “instrucciones”:

“El mayor general Joseph Breckenridge estaba con el ejército en San Juan como representante del comandante general del ejército. Antes de llegar a la mayoría de edad, fue nombrado primer teniente y ayuda de campo, y luego teniente de la Segunda Artillería. Sirvió de manera acreditada durante toda la guerra y se graduó de la Escuela de Artillería en 1871; fue promovido a través de todos los grados, llegando a la alta oficina del inspector general del ejército en enero de 1889. Fue uno de los primeros mayor general nombrado de los voluntarios. En la batalla de El Caney, ayudó al general Lawton y fue muy elogiado por ese distinguido oficial. Estuvo de nuevo con el general Lawton en el avance sobre San Juan el 2 de julio. En este momento, el enemigo frente a San Juan disparaba con mucha libertad sobre nuestras tropas en San Juan, muchos de los tiros pasaban sobre sus cabezas y caían a lo largo del camino de San Juan a El Pozo. Uno de estos disparos golpeó al caballo del general Breckenridge mientras cruzaba el río San Juan en lo que se llamó el ‘vado sangriento’. Poco después, el general Breckenridge fue puesto al mando de las tropas del Segundo Cuerpo en Chattanooga, Tennessee, y más tarde estuvo en mando del mismo cuerpo en Lexington, Ky. Si la guerra hubiera continuado, es más que probable que este oficial se hubiera ganado una gran distinción”.[4]

Resulta de interés señalar que entre los historiadores de la etapa republicana sólo Herminio Portell Vilá hace una referencia de pasada de esas “instrucciones” y se equivoca denominándolo subsecretario[5].

Sorprendentemente Hortensia Pichardo, que no era ninguna improvisada en el tratamiento de documentos y en su valoración, lo incluyó en el primer tomo de su importante recopilación de los documentos imprescindibles para el conocimiento de la historia de Cuba, cometiendo el mismo error de Portell Vilá, pero añadiéndole un análisis que, desgraciadamente, no está a la altura de su trayectoria y del resto de su obra.

Concluyendo, es mi criterio que dicho documento es un apócrifo que ha tenido su bonanza a partir de 1959 en Cuba, y fuera de ella, pero que nadie ha validado científicamente, sino que simplemente ha sido empleado por razones mendaces, extra-históricas, impuras, simplemente ideológicas.

[1] El JC Breckenridge que fuera Secretario de Guerra, antecesor del que nos ocupa, lo fue durante la Guerra Civil para el gobierno de los separatistas del sur, los Confederados.

[2] Hay dos ediciones modernas, ambas del 2008.

[3] “…in my judgment, a movement toward the west by capturing the ports along the northern coast of Cuba, at the eastern end supplying the insurgents with abundance of arms and munitions of war…”.

[4] “Major-General Joseph Breckenridge was with the army at San Juan as the representative of the commanding general of the army. Before he was of age, he was appointed first lieutenant and aid-de-camp, and afterward a lieutenant of the Second Artillery. He served creditably during the entire war and was a graduate of the Artillery School in 1871; was promoted through all the grades, reaching the high office of inspector-general of the army in January, 1889. He was among the first appointed major-generals of volunteers. At the battle of El Caney, he assisted General Lawton and was highly commended by that distinguished officer. He was again with General Lawton in the advance upon San Juan on July 2d. At this time the enemy in front of San Juan were firing very freely upon our troops at San Juan, many of the shots passing over their heads and falling along the road from San Juan to El Poso. One of these shots struck General Breckenridge’s horse as he was crossing San Juan river at what was called the “Bloody Ford” Soon after this General Breckenridge was placed in command of the troops of the Second Corps at Chattanooga, Tennessee, and later he was in command of the same corps at Lexington, Ky. Had the war continued, it is more than probable this officer would have earned great distinction.” En: “Cuba’s struggle against Spain with the causes of American Intervention and a Full Account of the Spanish-American War, including Final Pace Negotiations” Fitzhugh Lee, Joseph Wheeler, Theodore Roosevelt y Richard Wainwright [1899], págs. 498-499.

[5] Historia de Cuba en sus relaciones con los Estados Unidos y España, Volumen 4, pág. 138.

© cubaencuentro.com
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CALUMNIAS, MENTIRAS AJENAS Y AFECTO


(Breve fragmento de mi ensayo Ecos de Una Extraña Petición, Mención del Concurso Vitral 2000, concurso de la revista del mismo nombre de la Diócesis de Pinar del Río, Cuba; el premio quedó desierto ...por las bases del concurso de haber sido premiado el ensayo, se tenía que publicar en Cuba, algo que a la tiranía no le hubiera gustado nada)

Justify Full
Por Pedro P. Arencibia Cardoso

En Cuba son muy divulgadas las calumnias y opiniones negativas de Grant hacia los cubanos y el contenido de una presunta carta del Subsecretario de Guerra J. C. Breckenridge del 24 de diciembre de 1897. En ellas se resaltan la opinión anticubana y de falta de respeto de Grant hacia nuestros mambises y las presuntas ideas genocidas, racistas y fascistas del mencionado Subsecretario. Sin embargo quedarse en esas posiciones y no mostrar otras diferentes, es permanecer en la parte negativa del abanico de las diferentes opiniones y posiciones que tuvieron ciertos miembros de los gobiernos norteamericanos hacia los cubanos.

Veamos un fragmento de la supuesta carta del inexistente Subsecretario de Guerra J.C. Breckenridge.

.. destruir cuanto alcancen nuestros cañones [ .... ] habrá que extremar el bloqueo para que el hambre y la peste, su constante compañera; y el ejército aliado habrá de emplearse constantemente en exploraciones y vanguardias, para que sufran indeclinablemente el peso de la guerra entre dos fuerzas, a ellos se encomendarán precisamente todas las empresas peligrosas y desesperadas.121

Con respecto a la carta de Breckenridge debo decir que ya en el libro La Guerra de Cuba de Enrique Collazo, que es de donde Hortensia Pichardo extrajo ese documento, se duda con respecto a su carácter original, o sea, auténtico. Un estudio con muy fuertes argumentos en contra de la autenticidad de ese documento es Reflexiones en torno a un documento controvertido, de Gustavo Placer Cervera, publicado en 1994 en el Boletín de Historia Militar del Departamento de Historia Militar del Instituto de Historia de Cuba. La razón de la existencia de ese documento se cree que haya sido una maniobra de desinformación y diversionismo con el objetivo de confundir y destruir la unidad de las fuerzas antiespañolas. En la obra publicada en Cuba: La intervención militar norteamericana en la contienda independentista cubana, de Oscar L. Abdala Pupo, se encuentran muchos de los argumentos planteados por Placer Cervera en contra de la autenticidad del mencionado documento, entre los cuales se encuentran algunos ya expuestos desde 1934 por el historiador norteamericano M. Spaulding. Veamos un largo fragmento de la obra citada de Abdala Pupo, el cual se encuentra en las páginas de la 37 a la 39.

(Nelson A. Miles)

¨ Sin embargo, en un interesante trabajo publicado en 1994, lamentablemente poco conocido, el investigador Gustavo Placer Cervera recurre al artículo que sobre el documento en cuestión hiciera en 1934 el historiador Thomas M. Spaulding, el cual, tomando como referencia una versión que del mismo apareciera en el libro de Horatio S. Rubens, Liberty, The Story of Cuba, 1932, ponía en duda su autenticidad con las reflexiones siguientes: 1. Que el Departamento de la Guerra de los Estados Unidos, nunca había conocido la existencia del documento, hasta 1908 cuando el secretario de Estado transmitió al citado Departamento un recorte de un periódico dominicano con el texto completo del mismo. 2. Que el autor del memorándum era una persona no familiarizada con el Departamento de Guerra, ya que: En cada una de las copias disponibles las instrucciones están dirigidas ‘ al Teniente General J.S. Miles del U.S.A. ‘ Nelson A. Miles era mayor general en la fecha en cuestión; ‘ el mayor general jefe del ejército ‘ , no recibió el grado de Teniente General hasta junio 6 de 1900. 3. Que el documento aparece firmado indistintamente como ‘J.M. Breakreason’, ‘J.M. Breakreazon’ y ‘ J.M. Br-acle-ca-on’, ninguno de cuyos nombres tiene semejanza alguna con ‘ el del Secretario Adjunto, George D. Meiklejohn, quien habitualmente firmaba escribiendo tan claramente su nombre que ninguna letra de ‘Meiklejohn’ podía ser mal leída de manera que no se trata de dificultades para transcribir una firma ilegible’. 4. Que en relación con el nombre utilizado por Rubens, ‘ J.C. Breckenridge’, había existido realmente un alto funcionario del Departamento de la Guerra con ese nombre, pero que en este caso se hacía más improbable la autenticidad del documento, ya que el general Breckenridge era inspector del ejército y por tanto –se preguntaba Spaulding-, ‘ ¿cómo es concebible que el inspector general pueda firmar instrucciones dirigidas al general en jefe o en lugar del Secretario Adjunto?[ para concluir: ] Esto pudiera parecer insignificante para un lego, pero una mente burocrática se estremecería de horror con sólo pensarlo’. A todo lo anterior Placer añadía, de su propio análisis, el hecho de que un historiador de la talla y la posición ideológica de Foner – marxista y antimperialista -, considerara como espurio el susodicho memorándum, lo cual era más que suficiente para, por lo menos, poner en duda su autenticidad. Pero, además, para descartar cualquier posible opinión en contra, Placer afirma que, por el contario de lo que pudiera deducirse del citado documento no había, a fines de 1897, planes conjuntos entre la Secretaría de la Guerra y el ejército norteamericano, por un lado, y la Marina de guerra de los Estados Unidos, por el otro, para intervenir en Cuba y otros lugares tan pronto diera inicio el conflicto. Está comprobado según este autor, que el ejército norteamericano, a diferencia de la Marina, que venía confeccionando sus planes de acciones desde 1894, no tenía elaborados los suyos en vísperas del conflicto, lo que lo obligó a improvisarlos sobre la marcha, una vez comenzado el mismo.
(... ). Finalmente, el hecho de que la Marina diera prioridad en sus planes al occidente de la Isla, lugar por donde comenzara sus actividades bélicas – lo cual estaba reñido con las supuestas orientaciones del memorándum – , y que convirtiera el sur del litoral santiaguero en el escenario principal de las mismas sólo después de conocer la existencia en la bahia santiaguera de la escuadra de Cervera, es, por último, el otro elemento utilizado por Placer para descartar la legitimidad del supuesto documento, que planteaba que ´la base de las operaciones más conveniente será la de Santiago de Cuba y el departamento oriental ...´ ”

No obstante, en caso de que ese documento fuera original y auténtico en su contenido fundamental y teniendo en cuenta que nunca se llevaron a cabo las barbaridades que ese inexistente Subsecretario le orientaba ejecutar al general Nelson A. Miles, General en Jefe del Ejército Norteamericano para las operaciones militares en Cuba, se encuentra una demostración clara y contundente que existían otras ideas diferentes a ese mismo nivel o en los niveles superiores de cómo se debía llevar a cabo la guerra en Cuba, pues ni en la Guerra Cubano-Hispano-Norteamericana, ni en los dos períodos de ocupación norteamericana que tuvo Cuba, se conoce un solo cubano muerto por las fuerzas armadas norteamericanas.

Por otra parte, la carta del Presidente Teodoro Roosevelt ( quien fuera años antes, uno de los jefes militares norteamericanos en la guerra Hispano-Cubana-Americana) a Gonzalo de Quesada, fechada el 14 de septiembre de 1906 en Oyster Bay, es casi siempre ignorada. En esa carta se leen criterios muy diferentes a los de Grant con relación a los cubanos; criterios de admiración, afecto y respeto emitidos por la máxima personalidad política de uno de esos gobiernos norteamericanos. En el segundo tomo de la obra citada de Hortensia Pichardo sobre documentos para el estudio de la Historia de Cuba se encuentra dicha carta. Esa carta es una muestra, junto con las ya aludidas, de la pluralidad de ideas y posiciones que han existido con relación a los cubanos en esos gobiernos. Veamos algunos fragmentos:

Usted sabe muy bien cuán sinceros son mis sentimientos de afecto, admiración y respeto hacia Cuba. Ud. sabe que jamás he hecho ni haré nada, tampoco, con respecto a Cuba que no sea inspirado en un sincero miramiento en favor de su bienestar. Ud. se da cuenta, asimismo del orgullo que he sentido por haberme cabido la satisfacción, como Presidente de esta República, de retirar las tropas americanas que ocupaban la Isla y proclamar oficialmente su independencia, a la vez que le deseaba todo género de venturas en la carrera que le tocaba emprender como República libre.

Y más adelante plantea:

Nuestra intervención en los asuntos cubanos se realizará únicamente si demuestra Cuba que ha caído en el hábito insurreccional y que carece del necesario dominio sobre ella misma para realizar pacíficamente el gobierno propio, así como que sus facciones rivales la han sumido en la anarquía. Solemnemente conjuro a todos los patriotas cubanos a unirse estrechamente para que olviden todas sus diferencias, todas sus ambiciones personales, y recuerden que el único medio de conservar la independencia de su República es evitar, a todo trance, que surja la necesidad de una intervención exterior para salvarla de la anarquía y de la guerra civil. Espero ardientemente que estas palabras de apelación pronunciadas en nombre del pueblo americano, por el amigo más firme de Cuba y el mejor intencionado hacia ella que puede existir en el mundo, serán interpretadas rectamente, meditadas seriamente y que se procederá de acuerdo con ellas, en la seguridad de que, si así se hiciere, la independencia permanente de Cuba y su éxito como República se asegurarán.

Ante la firme decisión del presidente Tomás Estrada Palma de dejar acéfala la República, mediante su renuncia y otras acciones, Roosevelt le envió un telegrama a Estrada Palma, del cual extraemos este fragmento:

Bajo su gobierno y durante cuatro años, ha sido Cuba República independiente. Yo le conjuro, en bien de su propia fama de justo, a que no se conduzca de tal suerte que la responsabilidad por la muerte de la República, si tal cosa sucediere, pueda ser arrojada sobre su nombre. Le suplico proceda de manera tal, que aparezca que Ud. por lo menos, se ha sacrificado por su país y que lo deja aún libre cuando abandone su cargo.

El anterior telegrama puede leerse íntegramente en el segundo tomo, página 283, de la obra de Hortensia Pichardo Documentos para la Historia de Cuba; obra en la que la autora hace el siguiente comentario sobre Roosevelt y la intervención norteamericana: ... El Presidente Roosevelt agotó todos los medios que estuvieron a su alcance para evitar ese paso.

Volviendo a la supuesta carta del inexistente Subsecretario de Estado J.C. Breckenridge diré, que pese a que varias ciudades cubanas fueron bombardeadas por las fuerzas norteamericanas ( Cienfuegos, Matanzas, Santiago de Cuba, Baracoa, Manzanillo, etc. ) no se conocen bajas civiles por las medidas tomadas por las autoridades españolas y norteamericanas para la evacuación de ese personal. Es más, la única alusión que he encontrado con relación a la muerte de un cubano (en un incidente donde intervienen tropas norteamericanas) es un hecho producido en la ciudad de Cienfuegos durante el período de ocupación y que el escritor y etnólogo Miguel Barnet cita en su conocida obra Biografía de un cimarrón, pero en el texto citado, no se asegura que las balas que mataron accidentalmente al padre de familia que estaba paseando con sus tres hijos cuando se produjo la balacera, hayan sido disparadas por las tropas norteamericanas. El fragmento citado por Barnet es de la obra Memorias Descriptiva, Histórica y Biográfica de Cienfuegos, de Pablo L. Rousseau y Diaz de Villegas, publicada en Cienfuegos.
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Material Adjuntado por el bloguista a su artículo


Carta de J.C. Breckenridge al Teniente General N. A. Miles


DEPARTAMENTO DE GUERRA
OFICINA DEL SECRETARIO
WASHINGTON D.C.

24 de Diciembre, 1897
Teniente General N. A. Miles
Querido señor:

Esta Secretaría, de acuerdo con la de Negocios Extranjeros y de la Marina, se cree obligada a completar las instrucciones que sobre la parte de la organización militar de la próxima campaña en las Antillas le tiene dadas, con algunas observaciones relativas a la misión política que, como General en Jefe de nuestras fuerzas, recaerá en ustedes.

Las anexiones de territorios a nuestra República han sido hasta ahora de vastísimas regiones con escasa densidad de población y siempre precedidas por la invasión pacífica de emigrados nuestros; de modo que la absorción y amalgama de la población existente ha sido fácil y rápida.

El problema se presenta, con relación a las islas Hawai, más complejo y peligroso, pues la diversidad de fuerzas y el hallarse casi nivelados nuestros intereses con los de los japoneses, así lo determinan: pero teniendo en cuenta lo exiguo de su población, la corriente de emigración nuestra hará esos peligros ilusorios.

El problema antillano se presenta bajo dos aspectos: el uno relativo a la isla de Cuba y el otro a Puerto Rico, así como también son distintas nuestras aspiraciones y la política que respecto a ellas habrá de observarse.

Puerto Rico constituye una isla fieracísima, estátegicamente situada en la extremidad oriental de las Antillas, y a mano para la nación poseedora que sea dueña de la vía de comunicación más importante del Golfo de México, el día (que no tardará en lucir, gracias a nosotros) en que sea un hecho la apertura del istmo de Darién. Esta adquisición, que debemos hacer y conservar, nos será fácil, porque al cambiar de soberanía, considera, tiene más de ganar que de perder, por ser los intereses existentes allí más cosmopolitas que peninsulares.

Para la conquista habrá que emplear medios relativamente suaves, extremando en nuestra ocupación del territorio con exquisito celo el cumplimiento de todos los preceptos de las leyes de guerra, entre naciones civilizadas y cristianas, llegando, sólo en caso muy extremo, el bombardeo de algunas de sus plazas fuertes.

Para evitar conflictos, las fuerzas de desembarque lo harán aprovechando los puntos deshabitados de la costa sur.
Los habitantes pacíficos serán rigurosamente respetados, como sus propiedades.

Recomiendo a usted muy especialmente procure ganarse, por todos los medios posibles, el afecto de la raza de color, con el doble objeto, primero, para procurarnos su apoyo para el plebiscito de anexión, y segundo, teniendo presente que el móvil principal y el objeto de la expansión de los Estados Unidos en las Antillas, es resolver de una manera eficaz y rápida nuestro conflicto de razas, conflicto que cada día aumenta, merced al crecimiento de los negros; éstos, conocidas las ventajosas circunstancias para ellos en las Indias Occidentales, una vez que estén en nuestro poder, no tardarán en ser inundadas por un desbordamiento de esta inmigración.

La isla de Cuba, con mayor territorio, tiene mayor densidad de población que Puerto Rico, y está desigualmente repartida; a pesar de ello, constituye el núcleo de población más importante de las Antillas. Su población la constituyen las razas blanca, negra, asiática y sus derivadas. Sus habitantes son por regla general, indolentes y apáticos. En ilustración se hallan colocados desde la más refinada hasta la ignorancia más grosera y abyecta. Su pueblo es indiferente en materia de religión, y por lo tanto, su mayoría es inmoral, como es a la vez de pasiones vivas, muy sensual; y como no posee sino nociones vagas de lo justo y de lo injusto, es propenso a procurarse los goces no por medio del trabajo, sino por medio de la violencia; y como resultado eficiente de esta falta de moralidad, es despreciador de la vida.

Claro está que la anexión inmediata a nuestra federación de elementos tan perturbadores y en tan gran número, sería una locura, y antes de plantearla debemos sanear ese país, aunque sea aplicando el medio que la Divina Providencia aplicó a Sodoma y a Gomorra.

Habrá que destruir cuanto alcancen nuestros cañones, con el hierro y con el fuego; habrá que extremar el bloqueo para que el hambre y la peste, su constante compañera, diezmen su población pacífica, y mermen su ejército; y el ejército aliado habrá de emplearse constantemente en exploraciones y vanguardias, para que sufran indeclinablemente el peso de la guerra entre dos fuegos, y a ellas se encomendarán precisamente todas las empresas peligrosas y desesperadas.

La base de operaciones más conveniente será Santiago de Cuba, desde donde se podrá verificar la invasión lenta por Camagüey, ocupando con la rapidez posible los puertos necesarios para refugio de nuestras escuadras en la estación de los ciclones.

Coetáneamente, o mejor dicho, cuando estos planes empiecen a tener cumplido desarrollo, se enviará un ejército numeroso a la provincia de Pinar del Río, con el objeto de completar el bloqueo marítimo de La Habana con la circunvalación por tierra; pero su verdadera misión será la de impedir que los enemigos sigan ocupando el interior, disgregando columnas de operaciones contra el ejército invasor de Oriente, pues dadas las condiciones de inexpugnabilidad de La Habana, es ocioso exponernos ante ella a pérdidas dolorosas.

El Ejército Occidental empleará los mismos procedimientos que el Oriental. Dominadas y retiradas todas las fuerzas regulares de los españoles, sobrevendrá una época, de tiempo indeterminado, de pacificación parcial durante la cual seguiremos ocupando militarmente todo el país, ayudando con nuestras bayonetas al gobierno independiente que se constituya, aunque sea informalmente, mientras resulte en minoría con el país. El terror por un lado y la propia conveniencia por otro, han de determinar que esa minoría se vaya robusteciendo y equilibrando sus fuerzas, constituyendo en minoría al elemento autonomista y a los peninsulares que se queden en el país.

Llegado este momento, son de aprovecharse, para crear conflictos al gobierno independiente, las dificultades que éste tiene que acarrear la insuficiencia de medios para atender a nuestras exigencias y los compromisos con nosotros contraídos los gastos de la guerra y la organización de un nuevo país. Estas dificultades habrán de coincidir con las reivindicaciones que los atropellos y violencias han de suscitar entre los dos elementos citados, y a los cuales debemos prestar nuestro apoyo.

Resumiendo: nuestra política se concreta a apoyar siempre al más débil contra el más fuerte, hasta la completa exterminación de ambos, para lograr anexarnos la Perla de las Antillas.

Con respecto a las posesiones asiáticas de España, en principio se ha resuelto un movimiento de división, cuya extensión y detalles oportunamente se acordarán, teniendo en cuenta que los celos de las potencias coloniales asiáticas, forzosamente nos obligan a limitar a estrecho círculo nuestra accción y, teniendo a la vez en cuenta, no excitar las susceptibilidades de Japón, ya demasiado vivas por la cuestión del Hawai.

La época probable de nuestra campaña será el próximo octubre; pero será conveniente ultimar el menor detalle para estar listos ante la eventualidad de que nos viésemos precisados a precipitar los acontecimientos para anular el desarrollo del elemento autonomista, que pudiera aniquilar el movimiento separatista.

Aunque la mayor parte de estas instrucciones están basadas en las distintas conferencias que hemos celebrado, estimaríamos nos someta usted cualquier observación que puedan la práctica y la conveniencia aconsejar como corrección, pero ateniéndose siempre, mientras tanto, a lo acordado.

Soy de usted sinceramente,
J.C. Breckenridge
Secretario de Guerra