Pablo Casado líder conservador de España de 37 años y nuevo Secretario General del Partido Popular, PP, aboga por libertad en Cuba, Venezuela y Nicaragua y en cualquier parte del mundo. Artículos de Pablo Casado: En la granja castrista y La Historia no absolverá a Castro
“No idolatramos a asesinos como el Che, idolatramos mártires como Miguel Ángel Blanco”. Con esta demoledora frase el presidente de nn.gg. de Madrid se ha ganado la admiración de los jóvenes liberales españoles.
IMPRESIONES DE UN VIAJE A CUBA
En la granja castrista
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"Todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros". Ese era el mandamiento por el que se regían los animales de la célebre sátira de Orwell, y esa es la percepción sobre la farsa castrista que me traje de La Habana. Nada más pisar suelo cubano, uno se da cuenta de que la gran mentira comunista ha sobrevivido en la Isla a duras penas y, al igual que en el cuento orwelliano, a base de engaño y represión, mitos y miedo, orejeras y palos.
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Por Pablo Casado Blanco
2007-01-05
La dictadura castrista ha ido cincelando durante cincuenta años una monumental mentira sobre la revolución cubana y sus ficticios logros educativos, sanitarios, deportivos, artísticos. Mitos omnipresentes en cada rincón del país: el yate Granma, Sierra Maestra, Playa Girón, Eliancito, los Cinco Héroes y, sobre todo, el Che Guevara, convertido en rentable fetiche por sus compañeros de armas. Orejeras de mulo para que nadie vea más de lo que tiene que ver. Todo queda bajo control: los medios de comunicación, la conexión a internet, las telecomunicaciones, las aduanas, las editoriales, el correo.
La represión está a la orden del día, así como el miedo al poder omnímodo de la nomenklatura castrista; y la delación: se obliga a la gente, desde que son niños, a delatar y repudiar a los "traidores de la patria". Palos, cárcel, paredón para quien no se someta al yugo del régimen, para los heroicos disidentes que sobreviven a la presión de la tiranía luchando por que la libertad y la democracia se instalen por fin y para siempre en Cuba.
Precisamente ellos fueron el motivo de mi viaje a Cuba, y son ahora mi mejor ejemplo de dignidad y coraje frente a los enemigos de la libertad. Con no pocas dificultades conseguí reunirme clandestinamente con Oswaldo Payá, líder del Movimiento Cristiano Liberación, con Elizardo Sánchez, dirigente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, y con Vladimiro Roca, presidente del Partido Socialdemócrata Cubano. Los tres viven confinados en sus propias casas, vigilados día y noche por las patrullas del Ministerio del Interior. Los tres han pasado en algún momento de su vida por los temibles presidios cubanos, tristemente célebres por estar infestados de insectos y sádicos carceleros.
Los encontronazos de Oswaldo con la dictadura castrista vienen de lejos. Empezó a ser repudiado a los 10 años, a causa de sus convicciones religiosas. A los 17 fue condenado a trabajos forzados: hubo de cortar caña de azúcar en Camagüey por no comulgar en la escuela con la rueda de molino comunista. A los 20 se le mandó a picar piedra en la Isla de Pinos, tras ser acusado de ejercer "liderazgo" entre estudiantes, mientras estudiaba Física, carrera a la que luego añadiría una ingeniería en Telecomunicaciones.
Cada cierto tiempo, a Oswaldo le apedrean la casa o sufre actos de repudio. La juerga corre por cuenta del Partido Comunista y sus hampones. Su supervisor laboral (y buena parte del vecindario) lo designan los servicios de espionaje. Sus hijos han de sufrir en la escuela el adoctrinamiento normal y el que tiene por objetivo a su propio padre. En definitiva: Oswaldo vive en un estado de sitio tan sólo soportable por su amor a la libertad y a Cuba.
Le llevé ropa y comida de parte de uno de sus hermanos, y unos libros prohibidos en la Isla, que tuve que llevar escondidos en el doble fondo de la maleta para que no me los quitaran en la aduana. Es insólito comprobar el poder de los libros en ausencia de libertad. Recuerdo su alegría al ver el Alegato por la democracia de Natan Sharansky, lo que me hizo pensar en las similitudes entre los padecimientos de ambos luchadores por la libertad.
Estuvimos hablando durante horas del pasado, del presente y, sobre todo, del futuro de Cuba. Un futuro sin fusilados, sin presos, sin repudiados. En definitiva, un futuro en libertad. Desde que Castro está enfermo, la represión se ha agravado, y la incertidumbre se ha apoderado aun más de los 11 millones de cubanos que viven en la Isla, muy en especial de los opositores.
Yo mismo sufrí la presión de los servicios de seguridad castristas. Fui interrogado, registrado y seguido por tener la ocurrencia de entrar en casas de disidentes, y me imagino que por ser representante del Partido Popular, una bestia negra para Fidel y sus acólitos.
La atmósfera en La Habana, sobre todo lejos del circuito turístico, se hace irrespirable. Tras el velo decrépito que envuelve todo se puede vislumbrar el esplendor de un pasado no tan lejano, demolido minuciosamente por el socialismo en acción de Fidel y sus muchachos. Ni rastro del sempiterno optimismo cubano que publicitan las empresas turísticas. Del ideal revolucionario que pregona la doctrina dictatorial. Sólo se ve tristeza y resignación. Miseria y desconfianza.
Tuve la sensación de estar en la Varsovia ultrajada por los nazis: las casas derruidas, la ubicua propaganda oficial; los vecinos que señalan con aversión a hombres valientes y buenos, sitiados en sus propias casas y tratados como apestados por el mero hecho de pensar distinto de lo que manda el tirano.
Después de conocer a los disidentes cubanos valoras como se debe la exhortación de Don Quijote a Sancho: por la libertad se puede y aun se debe aventurar la vida. Te das cuenta de la grandeza de las sociedades abiertas, y de la sinrazón del comunismo y de cualquier otro totalitarismo fanático, valga la redundancia.
Pese a quien pese, Castro se muere; y con él debe morir el castrismo. Ahora más que nunca, la verdad absoluta encarnada en un sátrapa agonizante debe dar paso a la Libertad. La necesita más Cuba que el tirano médicos madrileños, lo que ya es decir...
PABLO CASADO BLANCO, presidente de Nuevas Generaciones de Madrid. - Seguir leyendo:
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Corría el mes de octubre del año 1953 cuando Fidel Castro concluyó su defensa en el mitificado juicio del Moncada, encomendándose a la absolución de la Historia. Al leer su interminable alocución se da uno de bruces con su demagogia y su mesianismo; y, sobre todo, con su cinismo. Y es que las injusticias y atrocidades que denunciaba entonces –las del Gobierno de Batista– se han agravado durante su medio siglo de tiranía comunista.
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Por Pablo Casado Blanco
2007-01-08
En estos días, aún recientes las muertes de otros dictadores como Pinochet o Husein, no se debe pasar por alto el siniestro legado del tirano de Birán. Fidel Castro no sólo ha sometido el pueblo cubano a la dictadura y la miseria, sino que ha protagonizado conflictos internacionales que a punto han estado de causar una confrontación militar a escala planetaria. Su oportunismo le hizo enarbolar el modelo soviético con belicosidad temeraria mientras la paz mundial pendía de un hilo, en plena Guerra Fría. Y su tan cacareada internacionalización de la revolución sólo sirvió para exportar miseria y opresión a varios países africanos y latinoamericanos.
Hace apenas unas semanas tuve ocasión de viajar a La Habana para visitar a los principales líderes de la disidencia. En esos días se celebraban en la capital cubana numerosos actos conmemorativos del octogésimo aniversario del ausente timonel bananero. El Gobierno, la cúpula militar, el politburó del PCC, los ilustres invitados de Haití, Angola, Kenia, Nicaragua, Bolivia o Venezuela..., todo el mundo proclamó su admiración por el líder del antiimperialismo capitalista, con unos discursos iracundos y falaces que, por si fuera poco, contenían un mensaje enormemente preocupante.
Así, la sucesión de Castro estaría garantizada en la Isla con el directorio de acólitos que designó el dictador cuando cedió sus poderes: Raúl, Lage, Alarcón y Pérez Roque, principalmente. Pero, por desgracia, también lo estaría en el exterior, con su fiel adlátere Chávez, que, con sus petrodólares y su flamante victoria electoral, amenaza con patrocinar un poscastrismo que complique la transición a la democracia en Cuba.
Los disidentes con que conseguí reunirme (clandestinamente) coincidían en notar un cambio del escenario internacional en lo relacionado con Cuba. Hugo Chávez ha venido a reemplazar a los soviéticos en materia de ayuda económica, y se ha convertido en un importante actor internacional para el futuro político cubano, en detrimento de los Estados Unidos y la Unión Europea. Desde Washington no se ha bajado la guardia, pero en el Viejo Continente han tenido que tomar la iniciativa los países de la Europa Oriental, debido a su dramática experiencia comunista pero también a causa del creciente appeasement frente al castrismo que muestran otros países, especialmente el nuestro.
España podría y debería tener una gran influencia en el futuro de Cuba, tanto por los profundos lazos históricos y humanos que unen a las dos naciones como por el magnífico ejemplo que representa nuestra no tan lejana Transición para el cambio político en la Isla. El cambio de estrategia de Madrid en la cuestión cubana tras la llegada de Zapatero al Gobierno ha sido muy criticado por la disidencia. Tanto Oswaldo Payá (Movimiento Cristiano Liberación) como Elizardo Sánchez (Comisión Cubana de Derechos Humanos) me transmitían su malestar por la actitud de la embajada española y por las excesivas avenencias del Ejecutivo español con el régimen de Castro. Vladimiro Roca (Partido Socialdemócrata Cubano) también me comentaba la incomprensible contemporización que el PSOE muestra en la Internacional Socialista con el castrismo.
Lo cierto es que, por acción o por omisión, el presidente del Gobierno ha hecho que España pierda posiciones en la cuestión de la Cuba post Fidel. Y lo que es más grave, está manteniendo un execrable silencio ante las violaciones de los derechos y libertades fundamentales que inflige la dictadura comunista a los que disienten de su pensamiento único. Quizá por la habitual incompetencia diplomática del Gobierno socialista, o por su complicidad con los regímenes comunistas y populistas antinorteamericanos, o por el resentimiento de Zapatero contra cualquier postura anterior de los gobiernos del Partido Popular, muy beligerantes contra el castrismo y sus cómplices.
Sin lugar a dudas, el ocaso de Castro plantea un nuevo y complejo escenario en Cuba: por un lado, abre por fin la posibilidad de un cambio de régimen, que se antojaba imposible con el obstinado dictador al mando; pero, por otro, ha supuesto el recrudecimiento de la represión contra los periodistas, escritores y líderes sociales desafectos, que atraviesan tal estado de incertidumbre y arbitrariedad policial que temen incluso por sus vidas y las de sus familiares.
Decía Voltaire que es peligroso tener razón cuando el Gobierno está equivocado. Pero aún lo es más cuando ese Gobierno tiene a su disposición uno de los aparatos represivos más implacables del mundo. En los escasos días que pude quedarme en Cuba se efectuaron detenciones, encarcelamientos y actos de repudio contra disidentes en diversos puntos del país, mientras la prensa internacional sólo se hacía eco de la excarcelación de un preso político y de la oferta de diálogo de Raúl Castro a Estados Unidos, declinada con acierto por la Administración Bush hasta que no se garanticen los derechos y libertades en Cuba.
Precisamente ahí radica la clave de la actuación internacional. No es fácil que el castrismo consiga sobrevivir a Castro. De hecho, los que se sienten sus albaceas ya vienen acuñando el término "continuidad" para referirse a ese futuro inmediato, un eufemismo demasiado inquietante como para mirar hacia otro lado. Esos continuistas saben que no pueden mantener la distopía comunista demasiado tiempo, mientras el pueblo cubano roza la inanición y las ciudades se derrumban. Así que puede que intenten perpetuarse en el poder sin reestablecer las libertades públicas... pero permitiendo una leve apertura económica, tutelada, eso sí, por el ejército.
Para eso necesitan la connivencia de países inversores. De ahí que las naciones libres deban mostrarse firmes en su apoyo a la disidencia y no sucumbir al posibilismo o a la corrección política.
El futuro de Cuba sigue siendo una gran incertidumbre, tan preocupante como ilusionante. Se puede pasar de la actual subsistencia estabulada a una sociedad abierta, del imperio del terror a un Estado de Derecho, de una población alienada a un pueblo emprendedor. Y ese futuro lo tienen que decidir todos los cubanos en libertad, sin presos en las cárceles, sin represión política e ideológica, construyendo entre todos una transición pacífica que les devuelva la soberanía y la dignidad.
Fidel agoniza, y su régimen estalinista ha de morir con él. Hasta entonces no caben las medias tintas: o se está con el comandante liberticida, o con los disidentes que arriesgan su vida por la libertad. Una dictadura nunca puede ser un interlocutor válido para países democráticos, como ha señalado, con conocimiento de causa, Václav Havel. Y menos aún en el caso de un régimen despótico que ha sobrevivido medio siglo a costa de dos millones de emigrados, decenas de miles de encarcelados y miles de asesinados.
Quizá sea ya demasiado tarde para que Castro responda de su pernicioso legado ante la Justicia, pero sin duda lo hará ante la Historia, que, en contra de su deseo, no le absolverá.
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esRadiovideos
Published on Jun 28, 2018
El candidato Pablo Casado propone una "revolución fiscal" en España. En Es la mañana de Federico, llama a recuperar "las señas de identidad" del PP.
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