viernes, agosto 03, 2018

Esteban Fernández: EL MES QUE MÁS HE TRABAJADO EN MI VIDA

EL MES QUE MÁS HE TRABAJADO EN MI VIDA

 
Por Esteban Fernández
3 de agosto de agosto de 2018

La historia comienza cuando Orlando Aris Caso me dice: “Oye, Estebita, la Pacific Bell está agarrando empleados dentro de las minorías, preséntate a ver qué pasa”.

Fui, llené una planilla, me entrevistó una señora mexicoamericana llamada Carmen Olguín (así, sin h) y me enseñó una tonga de planillas de aspirantes. Eran más de mil.

Me preguntó: “¿Eres casado?” Le dije que “Sí: “¿Tú esposa trabaja?” le dije: “No, porque acabamos de tener una niña que sólo tiene dos semanas de nacida”.

Me miró detenidamente, se sonrió, puso mi planilla encima de las otras 5000, y me dijo: “Acabas de conseguir empleo”. Le dije casi con lágrimas en mis ojos: “Muchas gracias, señora” y me contestó “Dale las gracias a la recién nacida”.

El 16 de septiembre comencé a trabajar en la Compañía de Teléfonos. Era el día de mi cumpleaños, y era el mejor regalo: 15 dólares la hora para comenzar.

Era tan grande mi alegría que mi nuevo supervisor, Hugo Casares, se impresionó de lo mucho que yo comencé a trabajar.

Allí había como 10 muchachones jóvenes y fuertes trabajando y ninguno hacía un carajo. Los pies encaramados encima de los escritorios, riéndose y haciendo chistes. Yo hacía el trabajo de los 10. Se los juro.

Tenía loco al supervisor, le preguntaba como 50 veces al día: “¿Qué quieres que haga, Hugo?” y a la media hora regresaba: “Hugo, ya terminé ¿qué hago ahora?”

El “janitor” muy serio y molesto vino y me dijo: “Si usted sigue barriendo este lugar cada hora y quitándome mi trabajo voy a llamar a la Unión para quejarme porque me estás quitando el trabajo”.

Supongo que para sacarme un rato del camino Hugo me entregó cuatro teléfonos y me dijo: “Llévalos al puerto de San Pedro”. Antes de una hora ya yo estaba de regreso.

Horrorizado Hugo Casares me dijo: “De la única forma en que tú pudiste ir y venir a San Pedro es que ibas a más de 95 millas la hora por el freeway”.

A los 15 días un representante del sindicato vino a regañarme y me dijo: “Hay muchas quejas en contra tuya por tu actuación”. Sorprendido le pregunté: “Oh, disculpe ¿Será porque no estoy trabajando lo suficiente?” El hombre de apellido Chávez me dijo: “No, al contrario, lo que pasa es que no estás permitiendo que el resto de los empleados trabajen overtime”.

Y me dijo algo que me tranquilizó por completo: “Coge tu ritmo de trabajo, tómalo con calma que aquí de la única forma que permitimos que te boten es si matas a un compañero de trabajo o te robas mil teléfonos”.

Y ahí se me alumbró el bombillo, y durante los próximos 15 años en conjunto trabajé menos que ese primer mes de labor.