Alberto Roteta Dorado. Jair Bolsonaro. ¿La “mejor” o la peor opción para la presidencia de Brasil?
Santa Cruz de Tenerife. España.- No creo que el triunfo de Jair Bolsonaro, candidato a la presidencia de Brasil como representante del Partido Social Liberal, sorprendiera a aquellos que hemos seguido el enigmático proceso eleccionario del más grande de los países de Latinoamérica.
Hace unas semanas comenté acerca de la posibilidad de que el polémico candidato ocupara el primer lugar en esta primera ronda electoral, y no solo esto, sino de su posible triunfo definitivo o total derrota, en caso de que se concretara una esperada segunda vuelta o balotaje.
Esto último, es decir, una derrota en segunda vuelta, de acuerdo con los resultados actuales de esta primera ronda, prácticamente queda descartado a pesar de lo que de manera anticipada decían las encuestas de opinión. De ahí que el balotaje se realizará por cuestiones de normas, aun cuando se sabe de antemano que Bolsonaro será el presidente de Brasil para los próximos cuatro años.
El dirigente de la extrema derecha brasileña y candidato del Partido Social Liberal se quedó con la victoria de la primera vuelta en las elecciones presidenciales de este domingo, toda vez que logró, con casi el ciento por ciento de las mesas escrutadas, el 46 % de los votos, frente al 29.3 % del candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad, quien de manera repentina sustituyó en la candidatura a Luis Inácio da Silva, una vez que el Tribunal Superior Electoral no admitiera a este último como aspirante a la presidencia del país por el hecho de estar prisionero por actos de corrupción.
En Brasil se ha dado un fenómeno poco usual si de campañas y contiendas electorales se trata. Las multitudes andan desorientadas ante las pocas opciones – no en cuanto a número de candidatos aspirantes, sino a la calidad de dichos candidatos– que tienen para elegir a un presidente que los pueda representar y encausar en sus designios por un período de cuatro años con posibilidad de reelección por igual período de tiempo, al menos por una sola vez.
Ciro Gomes, representante del Partido Democrático Laborista, PDT, a pesar de haber ganado en simpatizantes luego de la exclusión de Lula da Silva, solo logró este domingo el 12.5%, y Marina Silva, con su poco influyente Partido Red de Sustentabilidad, REDE, quien solo obtuvo un pésimo 1% a pesar de haber estado en varias encuestas preliminares en tercer y cuarto lugar, no lograron ascender hasta posiciones que pudieran aproximarse a las de los candidatos iniciales favoritos extremos, de los que luego solo quedó Bolsonaro una vez que saliera de la escena Lula da Silva.
Mientras que Geraldo Alckmin, el socialdemócrata representante del Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB, a pesar de su favorecedora relación con el sector financiero, al parecer le faltó carisma para atraer con más fuerza y poder conquistar a los brasileños, de ahí su cuarto lugar con solo un 4.8%, lo que resulta lamentable, por cuanto, creo que hubiera sido la opción menos mala para poder dirigir al país suramericano.
Así las cosas, ahora solo quedan Bolsonaro y Haddad, quienes se enfrentarán el próximo domingo 28 de octubre en una segunda vuelta que será definitiva y a la vez decisiva para los brasileños, por cuanto representan las polaridades extremas desde el punto de vista político.
Jair Bolsonaro a pesar de su aparente triunfo resulta ser rechazado por grandes sectores poblacionales y por personalidades de la política brasileña. Según el candidato Ciro Gómez, Bolsonaro es un "proyectito de pequeño Hitler tropical", y ha llegado a llamarle: "nazi hijo de puta". Mientras que para varios medios constituye una grave amenaza para la estabilidad política y social de Brasil.
En cambio las comunidades indígenas y los grupos de preferencias sexuales e inclinaciones de tipo homosexual lo repudian por sus comentarios contra dichos sectores; aunque recientemente se retractó sobre sus posiciones extremistas en torno a la homosexualidad al negar las acusaciones que se le han hecho acerca de sus insultos a los homosexuales.
De cualquier modo, lo que necesita Brasil no es precisamente un presidente que defienda o no a estos grupos, o que de un día para otro aparezca cambiando conceptos y opiniones en torno al álgido tema de los comportamientos sexuales de los brasileños; sino alguien que sea capaz de poner cierto orden en una nación, cuyos millones de habitantes están totalmente decepcionados ante los graves escándalos de corrupción de varios de sus líderes principales y dirigentes, independientemente de cualquier postura política, ya sea de los extremos polares de derecha o izquierda, o de las posiciones intermedias del centro-derechismo y centro-izquierdismo, tan comunes en nuestros tiempos.
Y esta es justamente la gran incógnita en medio de la encrucijada electoral brasileña, esto es, lo que ocurrirá una vez que Bolsonaro esté en el poder absoluto de Brasil, algo que aún está por ver. Y me refiero a su estancia en el poder brasileño porque no creo que Haddad pueda vencerle en una segunda vuelta o balotaje; aunque como todos sabemos las segundas vueltas siempre pueden traernos de modo sorpresivo grandes giros radicales.
¿Quién es y de donde salió Fernando Haddad, quien de la noche a la mañana apareció como candidato a la presidencia de Brasil situándose en un segundo lugar de aceptación popular de acuerdo con las encuestas previas?
Haddad es un representante de la izquierda brasileña de origen libanés. Sus vínculos muy estrechos con Lula y Dilma Rousseff así lo demuestran, pero su más significativa presentación es su membresía en el Partido de los Trabajadores, PT, el mismo de Lula, amén de ser el sustituto del exmandatatario, una vez que éste se dio por vencido y reconsideró su absurda actitud aferrada a mantenerse como candidato a la presidencia por el PT.
Haddad es un economista que empezó su carrera política en el año 2005 al ser Ministro de Educación del país suramericano durante el gobierno de Lula y parte del mandato de la expresidenta Dilma Rousseff, suficiente como para poder tener una apreciación de lo que representaría para el país y para la región: una continuidad asegurada de la corrupción nacional y un peligro para la diseminación metastásica desde Brasil de los leves remanentes del Socialismo del siglo XXI que logran subsistir en la región.
En fin, entre uno y otro candidato, e independientemente de que ninguno reúne aquellas condiciones que los sabios de la antigüedad establecieron como patrones para los políticos y dirigentes de las masas, Jair Bolsonaro con algunos arrepentimientos acerca de sus ancestrales posturas éticas y morales, un ficticio trato hacia los desposeídos – como han hecho la mayoría de los presidentes de Latinoamérica–, algunas promesas a los serviles proletarios inspirados en el ideal del viejo alemán de alma sedosa y mano férrea, y como es lógico, mano dura ante el fenómeno de la corrupción y mente alerta ante los conflictos económicos, y como no tenemos para una segunda vuelta al socialdemócrata Geraldo Alckmin, es ahora ¿la mejor opción? para los brasileños.
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