domingo, octubre 14, 2018

Carlos Alberto Montaner sobre el posible futuro Presidente de Brasil Jair Messias Bolsonaro y Cuba

Bolsonaro y Cuba

Por  Carlos Alberto Montaner
13 de octubre de 2018


Jair Messias Bolsonaro pudiera ser el Presidente de Brasil el próximo 28 de octubre. Los brasileños se ven en el espejo de los vecinos venezolanos y se aterran. Las encuestas más solventes le asignan un 75% de posibilidades de ganar los comicios … siempre que no se duerma en los laureles. Al fin y al cabo, le sacó 17 puntos de ventaja a Fernando Haddad, el hombre seleccionado desde la cárcel por Lula da Silva. Le ganó 46 a 29. La democracia es así: con frecuencia se trata de elegir la opción menos mala.

Bolsonaro está lleno de prejuicios. Dice que prefiere tener un hijo muerto antes que homosexual. ¡Qué estupidez más cruel! Afirma que si ve dos hombres besándose en la calle estaría dispuesto a pegarles. Aunque su paso por las Fuerzas Armadas no fue ejemplar  –pasó 17 años y sólo llegó a capitán como paracaidista y artillero–, y aunque se atreve a decir que el error de la dictadura militar fue torturar a los detenidos, cuando podía matarlos, su candidatura es mejor que la de Haddad.

¿Por qué? Porque a Bolsonaro no le importa contradecirse. Dice cosas absurdas que no tendrán un resultado práctico. También ha hecho manifestaciones profundamente racistas, pero eligió como su vicepresidente a un exgeneral mestizo. Las barbaridades que ha dicho contra las mujeres no fueron expresadas por un misógino, sino por un tipo irrespetuoso y bocón que se ha casado tres veces y mantiene una intensa vida familiar. Y porque su homofobia choca con una tradición de tolerancia que hace que Brasil sea una de las naciones más abiertas en materia sexual. Una de las pocas que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. Contra eso, afortunadamente, no podrá su rechazo a los gays.  

(Jair Messias Bolsonaro   y Hélio Fernando Barbosa)

Hay muchas razones para preferir a Bolsonaro. Lula presidió una cueva de bandidos, no un gobierno decente. Él ha sido el principal culpable de la devaluación de la clase política brasileña. Si son muy graves las desvergüenzas de los de siempre, son peores las que comete una persona de origen humilde que prometió adecentar la vida pública e hizo lo opuesto. Lo que se esperaba de un líder obrero que pidió los votos para enfrentarse a la pudrición es la total honradez en la conducción de los asuntos oficiales. En el Infierno de Dante había un lugar terrible para los hipócritas.

Sus negocietes con los corruptos de siempre, como se demostró en la operación Lava Jato, es imperdonable. Dejaba robar a sus compinches ideológicos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, El Salvador y el Ecuador de Rafael Correa. Sus dos gobiernos y el de Dilma fueron una sentina. Presuntamente, convocaba a Haddad a rematar la faena. Primero el profesor y ex alcalde de Sao Paulo lo liberaría de la condena a 12 años de presidio y enseguida continuarían el saqueo de los brasileños.

Según El Nuevo Herald a Cuba le horroriza que Bolsonaro sea seleccionado por los brasileños. El exdiputado ha dicho que no está de acuerdo en continuar pagándole a la dictadura de los Castro –Fidel sigue vivo a los efectos ideológicos– por los médicos que Brasil alquila. Ese es un delito que contraviene los acuerdos internacionales de la OIT suscritos por Cuba y Brasil. Son los esclavos de bata blanca. Ese alquiler es la mayor fuente de ingresos de La Habana y se parece al repugnante negocio que hacían los negreros en Cuba en el siglo XIX.

Los Castro, que se embarcaron en el sistema más improductivo del mundo, cuadran la caja con los excedentes que les cobran a sus amigos y cómplices por el alquiler de médicos, soldados, entrenadores de deportes, espías y otras especies que crían en sus viveros revolucionarios. Venden esos servicios con el innoble propósito de financiar la vida muelle que se da una oligarquía que acaso llega a tres mil oficiales de las Fuerzas Armadas y del Partido Comunista, mientras el país se cae a pedazos.

Es muy probable que Bolsonaro le ponga fin a ese comercio ilegal de seres humanos. La función de este alquiler no es mejorar la salud de los brasileños pobres, sino subsidiar a la parásita cúpula cubana. Veremos qué sucede el 1 de enero de 2019, cuando comenzará a gobernar Bolsanaro. Ese día, por cierto, se cumplen 60 años del inicio de la pesadilla cubana.
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Tomado de http://nuevoaccion.com/

POR LOS FRENTES DE IBEROAMÉRICA: ASÍ ES JAIR BOLSONARO, EL “TRUMP” BRASILEÑO QUE PROMETE MANO DURA


 Jair Bolsonaro

Fuente: Alerta Digital
15 de octubre de 2018

En 1993, el diputado Jair Bolsonaro se dirigió a un podio en la Cámara baja de Brasil y pronunció un discurso que sacudió a su joven democracia, al declarar su amor por el no tan lejano régimen militar del país y exigir la disolución de la legislatura.

“¡Sí, estoy a favor de una dictadura!”, aseguró Bolsonaro, un capitán retirado del Ejército, ante la atónita mirada de muchos legisladores, algunos de los cuales se habían unido a grupos guerrilleros para luchar contra la junta militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985. “¡Nunca resolveremos los graves problemas nacionales con esta democracia irresponsable!”.

Hace una semana, los brasileños votaron en una elección que llevó a Bolsonaro a disputar la presidencia del quinto país más poblado del mundo en segunda vuelta. Y las opiniones de este político, que ha pasado por nueve partidos pequeños en una carrera de 27 años, han cambiado poco desde que se manifestó aquel día en Brasilia.

Su mensaje de que Brasil es un caso perdido que necesita un gobernante con puño de hierro para restablecer el orden está resonando en miles de brasileños desanimados por el creciente nivel de delincuencia, una economía moribunda y una corrupción política arraigada.

¿Criminales violentos? Bolsonaro dice que hay que dispararles a todos. ¿Enemigos políticos? También a ellos. ¿Corrupción? Un golpe militar drenará el pantano si el sistema judicial no lo hace, dice. ¿La economía? Bolsonaro quiere privatizar las empresas estatales para mantener a los políticos alejados de sus fondos.
EL FAVORITO

​Sus partidarios insisten en que decenas de millones de brasileños lo están apoyando silenciosamente, aunque no lo admitan a sus amigos o a los encuestadores.

Brasileños de distintos ámbitos aplauden su promesa de que le hará la vida miserable a las bandas armadas que han convertido a muchos ciudadanos en prisioneros en sus propios hogares.

Muchos agradecen también su compromiso de flexibilizar las leyes de tenencia de armas para que las personas comunes puedan protegerse. A los empresarios, en tanto, les gusta su reciente adhesión a la economía de libre mercado.

Los jóvenes están cautivados por las críticas mordaces que hace a sus rivales en las redes sociales. Las encuestas muestran además que Bolsonaro está bien visto entre las votantes mujeres, a pesar de que muchos lo han calificado de misógino.

Los evangélicos, que constituyen una cuarta parte del electorado, están particularmente enamorados de Bolsonaro, un católico que ha prometido eliminar las clases de educación sexual, derogar los derechos de los homosexuales y frustrar cualquier intento de aliviar las estrictas leyes de aborto.

Algunos incluso ven que haber sobrevivido a un reciente ataque con un cuchillo, que casi le cuesta la vida en un acto de campaña, es una señal de que Bolsonaro, cuyo segundo nombre significa Mesías, fue enviado por Dios para guiarlos.

Otros lo ven como la única opción para evitar el retorno al poder del Partido de los Trabajadores (PT), cuyo fundador, el expresidente Luiz Inácio Lula de Silva, cumple una condena de 12 años de prisión por corrupción y lavado de dinero.

El adolescente Gilson Barbosa Silva, quien proviene de un violento distrito de Sao Paulo, dice que su disgusto con el PT es tal que votará a regañadientes por Bolsonaro, miembro del Partido Social Liberal. “Las opciones son deprimentes… (pero) él es la única opción nueva”, dijo el joven de 18 años.

Carlos Melo, politólogo de Insper, una de las principales escuelas de negocios de Sao Paulo, sostuvo que Bolsonaro capitalizó hábilmente una polarización que se ha profundizado con la caída de Lula. “Las raíces de su apoyo están en la radicalización política que ha florecido en Brasil”, aseguró Melo. “Jair Bolsonaro es un símbolo de esta transición”.
DEL EJÉRCITO A LA POLÍTICA

Algunos expertos califican a Bolsonaro como un “Trump tropical” debido a su gran cantidad de seguidores en las redes sociales y su actitud agresiva.

Pero expertos políticos de Brasil, donde la democracia plena ha sido la excepción a una sucesión de regímenes autoritarios en el siglo pasado, dicen que Bolsonaro es una creación única surgida a la larga sombra de la dictadura más reciente del país.

Bolsonaro, hijo de un dentista sin formación profesional, celebró su noveno cumpleaños pocos días antes del golpe de 1964. Optó por el servicio militar y en 1977 se graduó en la Academia Militar de las Agujas Negras, la principal escuela de formación de oficiales del Ejército brasileño.

Su carrera en el Ejército no fue distinguida. Bolsonaro estuvo en el calabozo durante un par de semanas en 1986 después de que una revista brasileña publicó sus quejas sobre el salario de los militares. Pero sus palabras captaron el descontento generalizado entre los soldados rasos y aprovechó ese apoyo para lograr en 1988 un lugar como concejal en el municipio de Río de Janeiro y un escaño en el Congreso dos años más tarde.

Los logros legislativos de Bolsonaro son escasos, ya que es autor de sólo dos proyectos que se convirtieron en ley. Aún así, nunca se ha visto empañado por casos de corrupción.

Ahora, después de casi tres décadas en la política, Bolsonaro está cosechando la inmensa frustración de los votantes que podría llevarlo a la presidencia.

Brasil aún está atravesando su peor recesión en décadas y 13 millones de personas están desempleadas. El crimen se ha disparado y la violencia generada por las drogas ha alcanzado todos los rincones del país. El año pasado se produjeron casi 64.000 asesinatos, una cifra histórica.

El disgusto con los líderes políticos de Brasil es palpable. Solo el 13 por ciento de los brasileños está “satisfecho” o “muy satisfecho” con la democracia en general, según la encuesta anual más reciente realizada por Latinobarometro, un centro de estudios chileno.

Este ambiente tóxico tiene a los partidarios de Bolsonaro, al igual que a los votantes estadounidenses que llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca, esperando a que sea una granada andante que explote el sistema desde dentro.

“Si él puede disminuir la corrupción y deshacerse de los viejos y corruptos zorros que gobiernan nuestro sistema político, dentro de cuatro años tendremos más candidatos que pondrán los intereses de Brasil por encima de los suyos”, dijo Raphael Enohata, un graduado de ingeniería de la Universidad de Sao Paulo de 26 años. “Él es sólo el comienzo de la transición que queremos”.

Las bandas de narcotraficantes también ocupan un lugar destacado en la lista de retos de Bolsonaro.

“No podemos tratar a los delincuentes como seres humanos normales que necesitan ser respetados”, dijo Bolsonaro en agosto. Agregó que la policía debe descargar “10, 15 o 30” balas sobre cada uno y luego “recibir premios” por sus esfuerzos.

Unos días después, en un mitin, Bolsonaro agarró el trípode de un camarógrafo y simuló disparar un rifle. “¡Vamos a matar a todos estos seguidores del Partido de los Trabajadores!”, gritó mientras la multitud lo vitoreaba.

Su comando de campaña dijo que era una broma. Pero Bolsonaro es serio acerca de lo que ve como su destino.

“Dios me llamó a esta carrera”, afirmó al aceptar la nominación de su partido. “Mi madre me dio el segundo nombre de Mesías. Pero solo yo no seré el salvador del Brasil. Quienes lo salvarán somos todos nosotros, juntos