miércoles, febrero 06, 2019

Alberto Roteta Dorado: VENEZUELA. HACIA LA INMINENTE RESTAURACIÓN DEL ORDEN DEMOCRÁTICO

VENEZUELA. HACIA LA INMINENTE RESTAURACIÓN DEL ORDEN DEMOCRÁTICO.


Por  Doctor Alberto Roteta Dorado.
Santa Cruz de Tenerife
5 de febrero de 2019

Santa Cruz de Tenerife. España.- Solo un grupúsculo de países entre los que se encuentran, como era de esperar, Cuba, Irán y China, amén de Rusia, cuyo primer mandatario en los últimos meses ha asumido posiciones demasiado contradictorias, apoyan la continuidad del dictador Nicolás Maduro en el poder. No vale la pena detenernos en las otras tres naciones, además de Cuba, de América Latina que lo respaldan. Ya he insistido de modo reiterado en que Nicaragua y Bolivia jamás han aportado nada al panorama internacional, excepto un gran derramamiento de sangre provocado recientemente por la brutal represión del régimen de Daniel Ortega, y las absurdas y ridículas ideas del acéfalo presidente boliviano que solo ve la sombra del enemigo imperial por doquier.  

No obstante, mientras Kim Jong-un condenó de manera enérgica la postura de las naciones que han reconocido a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, la mayoría de los países del mundo se han puesto del lado de la democracia, de la soberanía, y de la justicia toda vez que han determinado desconocer la continuidad de Nicolás Maduro en el poder y admitir que la patria de Bolívar atraviesa por su más significativa crisis sociopolítica, y a su vez ha entrado en un período de transición hacia la recuperación de los valores constitucionales con el consiguiente restablecimiento de la democracia, paso que al parecer es ya irreversible. 

Conviene precisar que el joven líder venezolano, presidente de la Asamblea Nacional, entidad a la que el soberbio e incapaz mandatario Nicolás Maduro le usurpó sus poderes legales para pasarlos a su Nueva Constituyente, no se ha autoproclamado presidente de Venezuela, algo que actualmente se está repitiendo de modo erróneo en todas partes por aquellos que desconociendo con profundidad sobre estos asuntos se ponen a comentar y “analizar”, aunque esto se haga sin conocimiento de causa, uno de los grandes males de estos tiempos

Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, y de acuerdo a las leyes constitucionales de esta nación, asume la presidencia del país de modo transitorio ante una situación de caos inminente, justamente lo que tiene lugar en Venezuela toda vez que la propia Asamblea desconoce la autenticidad del proceso eleccionario mediante el cual Nicolás Maduro fue “electo” presidente, y por lo tanto considera ilegítimo su segundo mandato a partir del 10 de enero, fecha en que supuestamente comenzó su nuevo período. No es correcto que se diga acerca de una autoproclamación por parte de Juan Guaidó, alguien que hasta el presente me ha impresionado ser un hombre lo suficientemente inteligente – algo que debe considerar la oposición venezolana a la hora de elegir y decidir quién será el nuevo presidente oficial–  como para aparecer de un día para el otro como presidente autoproclamado “por obra gracia” de un país que yace inmerso en la crisis más dramática del hemisferio occidental. Existe una total legalidad en el fenómeno que hoy tiene lugar en Venezuela respecto a la existencia de un presidente interino

De cualquier forma, y a pesar de que esto es desconocido por muchos, y por lo tanto mal interpretado por otros tantos, y lo peor, que puede dar lugar a comentarios y expresiones irónicas y fuera de lugar, lo cierto es que una gran cantidad de países se han pronunciado en defensa del presidente interino, lo que ha sido determinante desde el punto de vista internacional para que las cosas en Venezuela experimentaran un giro radical e inesperado. 

Este es el fin de la dictadura chavista-madurista en la patria de Bolívar, y es el equivalente en América Latina al derrumbe del muro de Berlín, el símbolo más acabado de la derrota del socialismo en Europa. De ahí que la caída definitiva del chavismo represente la extinción del comunismo en la región, aunque la desvergonzada Cristina Fernández en vez de estar en la cárcel se encuentra haciendo sus intentos para el retorno a la presidencia de Argentina, y desde Bélgica el inmoral Rafael Correa amenaza continuamente desde su total aislamiento con retornar a la política ecuatoriana, lo que significa que el socialismo del siglo XXI pudiera quedar en estado de latencia y en espera para un nuevo asecho.

(Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela reconocido por la mayoría de los países como aceptación de la comunidad internacional.)

De igual forma que he querido explicar la legitimidad de Guaidó como presidente interino, siento la necesidad de precisar otros aspectos en relación con el álgido tema del momento actual de Venezuela. El primero de estos puntos está en relación con la tendencia que existe a afirmar que el gobierno de Estados Unidos está ocupando un protagonismo movido por el interés de los yacimientos petrolíferos del país suramericano. Suponiendo que esta hipótesis fuera cierta debemos cuestionarnos entonces. ¿Qué está esperando Donald Trump para terminar de una vez y por todas con Nicolás Maduro mediante una intervención militar en Venezuela? 

Es absurdo que los defensores del comunismo y de manera particular del chavismo-madurismo – porque lamentablemente sigue teniendo defensores en cualquier parte del mundo, los que alzan sus voces para imponer sus decadentes ideas aprovechando la ignorancia de unos y el fanatismo de otros– insistan en esta opción. Si solo Donald Trump se hubiera puesto del lado de Guaidó tal vez la hipótesis petrolera, independientemente de su escaso fundamento, pudiera adquirir una mayor validez; pero tratándose de una multitud de países, entre los que se encuentran superpotencias mundiales como Francia, Reino Unido, Austria y Alemania, y otros aparentemente insignificantes como Estonia, Lituania, Letonia, Albania o Georgia, resulta demasiado ridículo el planteamiento de un interés puramente económico por parte del gobierno de Estados Unidos

¿Por qué a nadie se le ocurre cuestionarse si al gobierno de Hungría, país que apoya también a Guaidó, le interesa apoderarse de los yacimientos naturales de petróleo de Venezuela? No se trata de usurpar riquezas, sino de restituir el orden democrático de una nación a través de la convocatoria a elecciones libres no manipuladas, de la existencia del pluripartidismo reconocido de manera oficial, de los medios de difusión en función del pueblo y no del régimen, de la libertad plena de pensamiento y de expresión, entre otras tantas cosas que desaparecieron hace dos décadas cuando a Hugo Chávez incitado por el megalomaníaco dictador cubano Fidel Castro se les ocurrió expandir el comunismo por Suramérica.  

El segundo aspecto que merece la pena tratarse está en relación con la posibilidad de un diálogo entre la dictadura madurista y la oposición, lo que según algunos pudiera contribuir a una solución pacífica del conflicto. Esto es tan absurdo como la disparatada idea del petróleo de Donald Trump. Con los dictadores no hay posibilidad de diálogo. Con los narcoterroristas no se establecen convenios y acuerdos. Ya esto se trató de hacer hace más de dos años y fue un fracaso. Las acciones represivas del régimen y el nivel de corrupción en el seno de la cúpula del chavismo impiden que se pueda llegar a un acuerdo. No han de quedar impunes bajo ningún concepto los responsables de tantas muertes, heridos, prisioneros y torturados, amén de un éxodo masivo como jamás hubo otro en la historia venezolana; sin que olvidemos los elevados niveles de enfermedades, desnutrición, inflación pobreza y pobreza extrema a las que se llegó en los últimos años.    

El tercer punto puede resultar demasiado polémico; pero no deja de ser sobremanera interesante. No esperemos que el Papa Francisco, y de manera general la Iglesia Católica, al menos a nivel del Vaticano, asuman una actitud más allá de la que hasta el momento han tenido, esto es, algunas plegarias bien intencionadas encaminadas al logro de una solución sin “posible derramamiento de sangre", como ya expresó el Sumo Pontífice recientemente. No se puede esperar mucho más de alguien que al parecer simpatiza con las tendencias socialistas y que ha mantenido ciertos vínculos con los líderes de la izquierda regional. 

Según el Papa "sería una imprudencia pastoral y haría daño" el hecho de situarse a favor o en contra de Nicolás Maduro. Todo parece indicar que el derramamiento de sangre de las protestas pacíficas que tuvieron lugar en Venezuela en 2014 y 2017, en las que perdieron la vida cientos de personas, en su mayoría jóvenes inocentes, no es suficiente para que se asuman posiciones dignas encaminadas a preservar la vida, la que, según las concepciones religiosas, es sagrada. El Vaticano, junto a México, Uruguay, Japón y la India, se encuentra entre los que decidieron ser neutrales. 

El cuarto punto está en relación con una intervención militar por parte de una o varias naciones capaces de adentrarse de lleno de una vez y por todas en el conflicto político de Venezuela. Estados Unidos con el apoyo de Colombia y de Brasil sería una excelente propuesta. No obstante, Jair Bolsonaro a pesar de los ataques que recibe por un “desmedido ultraderechismo” – según dicen sus adversarios– al parecer duda de la utilidad de una intervención de este tipo. A Donald Trump y a Iván Duque ganas no les falta; aunque ya este último, a pesar de sus conocidos enfrentamientos con Maduro, se declaró en contra de esta posibilidad. Nos queda solamente Donald Trump, quien con sutileza se ha mantenido aparentemente al margen en este sentido – esto reafirma mi oposición a la idea del interés económico petrolero infundada por muchos–. Tal vez este no sea el momento de acuerdo al actual contexto internacional y lo que pudiera representar un hecho que, lejos de verse como una intervención pudiera manejarse como una agresión o invasión, que son categorías similares, pero conceptualmente diferentes y con propósitos y fines distintos. 

No se trata del “posible derramamiento de sangre" que ha referido el Papa, sino de una operación necesaria similar a lo que se hace cuando existe un tumor maligno en un órgano determinado, esto es, se extirpa definitivamente para erradicarlo de una vez. De hecho, a este tipo de acto se le llama científicamente “intervención” quirúrgica. Téngase en cuenta que de dilatarse demasiado esta situación (solo unos pocos días más) la intervención podría tener lugar. Recordemos que la vida del presidente interino corre peligro, algo que se ha ido quedando en un segundo plano, pero que no hemos de descuidar. Por el momento, el envío de militares estadounidenses a las fronteras venezolanas con Brasil y con Colombia solo es para garantizar que la ayuda humanitaria llegue a Venezuela, algo que se determinó luego del pedido del presidente Guaidó hace unos días. 

Pero resulta que el tumor maligno, que a modo de ejemplo hemos puesto, no es un tumor primario o primitivo, sino una metástasis, esto es, una implantación desde otro sitio, y justamente el tumor maligno primitivo es la dictadura comunista cubana, cuya extirpación hay que hacerla con carácter urgente para impedir a tiempo nuevos focos a distancia que pongan en peligro el equilibrio y la democracia de esta extraordinaria región que José Martí, el más sabio de los cubanos, llamó NUESTRA AMÉRICA.