Julio M. Shiling: Cuba, EEUU y el perfeccionamiento republicano. La nación cubana dispersa por el mundo, ya desde la era colonial, halló en EEUU una segunda casa y concibió una patria transportada
Cuba, EEUU y el perfeccionamiento republicano
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La nación cubana dispersa por el mundo, ya desde la era colonial, halló en EEUU una segunda casa y concibió una patria transportada
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Por Julio M. Shiling
Miami
29/05/2019
Los procesos políticos y sociales son siempre dinámicos y urgen a la hora de emitir un juicio hacer un análisis comparativo y balanceado para así equilibrar todos los factores y separar la emoción, la falsificación y la historiografía de la realidad. Esto no quiere decir que se debe relativizar la historia o menos aún, distorsionar la evidencia empírica. Colocar todo en su tiempo y comparar otras experiencias, sin embargo, es una tarea obligatoria para arribar o acercarse a un entendimiento claro. Cada 20 de Mayo, Día de la Independencia de Cuba, cualquier persona que minimice este acontecimiento magnánimo para los cubanos, se serviría de mucho si hiciera una reflexión integral sobre este hecho seminal.
La Enmienda Platt, las relaciones con EEUU y el modo que concluyó la Guerra de Independencia han sido (y siguen siendo) puntos de discordia nacional. Las razones para la divergencia y el discrepar en cuanto a la lectura que se le dé sobre estos factores son válidas. El análisis crítico dentro de un marco de libertad es un abono indispensable para los que sueñan con vivir en el sistema de gobierno que es la democracia. Eso es muy diferente a la acción vil y malintencionada de calumniar a la república que se proclamó en aquella primavera de 1902.
Podemos mirar a muchos ejemplos, pero tomemos sólo dos. Uno de ellos es el propio EEUU. La república estadounidense, la democracia más longeva en continuidad en la historia, brotó con defectos inherentes y contradictorios enormes. Su enunciación política insigne, la Declaración de Independencia (1776), exponía valores universales y sus forjadores enraizaron los preceptos nacionales en los derechos naturales y el apego a Dios. Esto fue el caso, a pesar de que en la mitad del país la esclavitud era la norma. Esta inconsistencia moral, filosófica y epistemológica con la práctica, llevó a la nación norteamericana a una guerra civil bestial (2 % de la población murieron), contienda bélica que finalizó 89 años después de la famosa proclamación independentista. Ni hablar del largo camino posterior para alcanzar la uniformidad en los derechos civiles de los afrodescendientes estadounidenses que se materializaron 189 años más tarde.
Irlanda es otro caso en punto. Casi desde el surgimiento del concepto tribal o nacional irlandés, estaba presente las ansias del separatismo de Inglaterra. La Guerra de Independencia Irlandesa, la campaña violenta de dos años que al final logró provocar la separación y vio su materialización con el Estado Libre Irlandés (1921), ataba a Irlanda a la mancomunidad británica. El Tratado Anglo-Irlandés, una versión de la Enmienda Platt en la isla esmeralda, tuvo que esperar 16 años para poder fisurar el acuerdo y un total de 28 años antes de que Irlanda fuera proclamada, oficialmente, una república. La República de Irlanda no es, más ni menos, por ese “apéndice” a su democracia incipiente.
Aunque a prisa, entremos en el caso cubano. La geografía es inescapable. Vecinos poderosos (económicos, políticos y militares), con una predictibilidad alta, impactan los cursos sociopolíticos de países cercanos. Abundan aquí también los ejemplos empíricos de este fenómeno. Ya para la década de 1850, EEUU era el mercado principal para el azúcar cubano. Ese monto, para la década de 1890, superaba el 80 %. Separando el debate de si esto era bueno o malo, y habría que mirar cada situación con particularidad, lo innegable es que relaciones comerciales estrechas forma enlaces e influye la relación entre los Estados implicados.
La nación cubana dispersa por el mundo, ya desde la era colonial, halló en EEUU una segunda casa y concibió una patria transportada. Nuestras mejores almas e intelectuales más brillantes transitaron relevantes partes de sus trayectorias humanas por lugares como Nueva York, Cayo Hueso, Filadelfia, Tampa y San Agustín. El movimiento histórico separatista cubano contó siempre con corrientes potentes de anexionismo. Esto fue particularmente importante en las primeras gestas de liberación organizadas. Esto no quiere decir que los cubanos desterrados en EEUU querían emular intacto el modelo estadounidense o que no veían las manchas del gran vecino. Martí y Varela fueron sólo dos de nuestros fundadores que abundaron tanto en los elogios como a la crítica de la vida estadounidense y del ejercicio de poder político en la patria de Lincoln. La experiencia de esta importante emigración nacional formuló la oportunidad para que sus hijos más influyentes tuvieron una apreciación y una óptica muy particular sobre EEUU. Y algo muy extraordinario: vivir en el extranjero y desde sus orillas, edificar la nación cubana y poblar su idiosincrasia. Dado tantas realidades consumidas, lo lógico sería apostar que las relaciones entre ambos países serían dinámicas y con ciertos entrelazos donde el menos fuerte se impactaría más.
EEUU, sin duda, cometió errores y pecados. La lucha larga por la independencia de Cuba fue épica y llevada a cabo en una serie de sublevaciones, contiendas y guerras continuas. En la Guerra de Independencia, la decisiva, el Ejército Libertador controlaba no sólo el campo, algo en sí de suma importancia en el caso cubano (la economía y la agricultura), sino también controlaban en alguna capacidad determinadas zonas urbanas para finales de la guerra. Sin la participación previa y presencia del Ejército Mambí, los norteamericanos se hubieran enfrentado a un cuerpo bélico muy diferente al que encontraron durante su muy breve colaboración en la Guerra de Independencia. La exclusión de los cubanos de los acuerdos de paz y todo lo que eso trajo fue una deshonra para EEUU.
España prefirió mil veces sentarse con los estadounidenses en las negociaciones para concluir su dominación de Cuba, porque sabían que conseguirían mejores términos. De hecho, así fue. EEUU, al defender los intereses españoles de la manera que lo hizo, propició una tradición trágica en nuestra historia que ha sido la impunidad. En Cuba, la comandancia española cometió crímenes de lesa humanidad crasos. Las propiedades confiscadas a los mambises, no sólo nunca fueron retornadas o éstos indemnizadas por ellas, sino que a las propiedades de los españoles y de cubanos cómplices que se beneficiaron de oportunidades económicas abiertas por la gesta de liberación, se les protegió. España y cubanos mezquinos cometieron delitos, pero al final EE UU se prestó para encubrirlos.
Sabiduría vs imposición
La República nació con su independencia y soberanía limitadas en cuanto a principios se refiere; eso es un hecho innegable en nuestra historia. Los cubanos más preclaros se decidieron por la opción de aceptar por el momento la mencionada enmienda ante la alternativa de la ocupación indefinida de Cuba por las tropas norteamericanas y que la misma pudiera desencadenar una inútil guerra de guerrillas contra el Gobierno Interventor norteamericano que destruyera, más aun, al ya devastado país. El Mayor General Calixto García después de concluida la Guerra Hispano Cubana Norteamericana había dicho:
"Yo creo que los Estados Unidos no faltarán a su palabra empeñada; pero si así fuera siempre habría tiempo para morir, ya que no para vencer" ( Rodríguez, 44 y 45)
La sabia estrategia planteada desde los mismos inicios de la República por Don Juan Gualberto Gómez, y otros patriotas, y que está expuesta en las siguientes palabras, demostró ser la más adecuada para la joven república.
"Declaración solemne del propósito de que mientras ese tratado esté vigente, será escrupulosa y lealmente observado por el pueblo cubano y por su gobierno; sin perjuicio de que el Gobierno de la República de Cuba aproveche cualquier oportunidad favorable que pueda presentarse en el porvenir para influir cerca del Gobierno de los Estados Unidos, a fin de obtener por mutuo acuerdo, la modificación de aquellas cláusulas del Tratado en que el pueblo cubano encuentra limitada su independencia y mermada su soberanía." (Ibarra, 245)
Los contenidos más lesivos de la Enmienda Platt en contra de la plena soberanía cubana fueron abrogados en 1934.
Balance controversial de la Enmienda Platt
El balance de la Enmienda Platt es muy controversial. Considero que sus consecuencias deben analizarse desde al menos dos perspectivas o ángulos diferentes. Una primera perspectiva nos dice que la mencionada enmienda:
1) Propició el aumento significativo de las inversiones extranjeras en un país totalmente destruido necesitado de las mismas. La mencionada enmienda garantizaba, en cierto medida, el ambiente de paz necesario para el desarrollo de las inversiones en el país.
2) Contribuyó grandemente para que no sucedieran en Cuba, largas y sangrientas guerras fratricidas similares a la ocurrida durante y después de la independencia en muchas repúblicas hispanoamericanas y en Haití, o como la ocurrida en los propios Estados Unidos con la guerra de Secesión.
3) Limitó significativamente la posibilidad de una agresión extracontinental por parte de las potencias europeas como la efectuada por Alemania, con la ayuda de Inglaterra, a Venezuela en 1901 mediante los bombardeos a La Guaira, Maracaibo y Puerto Cabello, por ésta no pagar las deudas adquiridas con un poderoso consorcio alemán. Anteriormente, en 1897, la marina alemana ya había realizado demostraciones de fuerza en Haití.
Una segunda perspectiva de la Enmienda Platt nos dice que:
1) Limitó en cierta medida, en cuanto a principios se refiere, la soberanía de Cuba, otorgándole a la república desde un punto de vista formal, una independencia restringida.
2) Creó una mentalidad de Patronato en ciertos segmentos del pueblo cubano mediante la cual, se esperaba que los norteamericanos fueran los que resolvieran nuestros problemas políticos. En otros segmentos de la población cubana, creó o acentuó un sentimiento nacionalista antinorteamericano.
La enmienda Platt nos privó de gozar de una independencia y soberanía total, pero también nos evitó grandes desastres y sufrimientos.
Manuel Sanguily como Ministro de Estado (responsabilidad que corresponde a la de Canciller o Ministro de Relaciones Exteriores en nuestros días) del gobierno de José Miguel Gómez, en su discurso en el teatro Polyteama, a poco más de una década de la imposición de la Enmienda Platt, expresó:
"Mantendrá el Gobierno las relaciones más cordiales en el orden diplomático y de los negocios, con las naciones amigas entre nosotros dignamente representadas, y sobre todo cultivará los grandes y vitales intereses que en franca y afectuosa correspondencia nos ligan a los Estados Unidos, no ya solo en consideración a las ventajas que deriva de ellos nuestra economía, sino por los incomparables servicios que el pueblo y el Gobierno americanos han prestado a la causa de la justicia, de la civilización y de nuestra nacional soberanía.
Y no os sorprenda esta sincera manifestación de quien siempre ha vivido inquieto y receloso en el temor de los grandes y los fuertes. Dos veces -una, por la ceguedad de nuestra vieja y orgullosa Metrópoli; otra por la ceguedad de enconos fratricidas-, vinieron aquí los americanos traídos por su fortuna o llamados por nuestras discordias, y siempre se retiraron de nuestro territorio, haciéndonos el doble beneficio de construir dos veces la república, y dejándonos en el corazón atribulado, desengaños y escarmientos; más en ambas ocasiones, motivos superiores de admiración y de gratitud por esa magnánima conducta que jamás en la historia habían observado los pueblos fuertes y triunfantes con los débiles, conturbados y decaídos" (Ibarra, 312)
He escogido esas palabras de Manuel Sanguily en el teatro Polyteama, y no las de otro cualquier patriota o ciudadano, por la posición vertical que siempre mantuvo Sanguily en su quehacer político:
Sanguily se opuso en un primer momento, como ya expresamos, a la imposición de la Enmienda Platt. Posteriormente, y ya en la República como miembro del Senado cubano, se opuso a la venta de tierras cubanas a capital norteamericano. En ese cargo de Secretario de Estado del Gobierno de José Miguel Gómez, se opuso de palabra y de hecho a la injerencia norteamericana en Méjico cuando el derrocamiento del presidente Francisco I. Madero y su sustitución por Victoriano Huerta, actitud que suscitó desavenencias con el gobierno norteamericano. Sanguily fue en su momento, él más fuerte y decidido opositor en el Senado cubano a la aprobación en 1903 del Tratado de Reciprocidad Comercial con los Estados Unidos (TRC). La verticalidad de Sanguily llegó hasta el punto de acusar públicamente de corrupto al gobierno de José Miguel Gómez (1909-1913), pese a pertenecer a su gabinete como Secretario de Estado.
El fundamento de la preocupación norteamericana por nuestra estabilidad republicana iba desde los más excelsos y enaltecedores sentimientos humanos de solidaridad, hasta la más fría y calculada preocupación por sus inversiones económicas y su seguridad nacional. En ese amplio espectro, es donde debemos situar los móviles que tuvieron las numerosas personalidades norteamericanas que intervinieron en la confección, aprobación y aplicación de la Enmienda Platt.
Un caso concreto de la aplicación de la Enmienda Platt
Por otra parte, debemos admitir que en general, en el caso cubano, los gobiernos norteamericanos no se inclinaron en hacer un uso indiscriminado o exagerado de la prerrogativa que les daba la Enmienda Platt. El proceder del presidente Teodoro Roosevelt durante "la guerrita de agosto" de 1906 así lo atestigua, pues tanto el presidente Estrada Palma como los alzados contra él, pidieron la intervención norteamericana y fue el presidente Roosevelt el que trató de que la misma no se produjera. La carta de Roosevelt al embajador cubano Gonzalo de Quesada del 14 de septiembre de 1906 y su telegrama a Estrada Palma del 25 de septiembre de ese mismo año así lo muestran. Algunos fragmentos de la mencionada carta son:
" Solemnemente conjuro a todos los patriotas cubanos a unirse estrechamente para que olviden sus diferencias, todas sus ambiciones personales, y recuerden que el único medio de conservar la independencia de su república es evitar, a todo trance, que surja la necesidad de una intervención exterior para salvarla de la anarquía y de la guerra civil.
Espero ardientemente que estas palabras de apelación, pronunciadas en nombre del pueblo americano, por el amigo más firme de Cuba y el mejor intencionado hacia ella que pueda existir en el Mundo, serán interpretadas rectamente, meditadas seriamente y que se procederá de acuerdo con ellas, en la seguridad de que, si así se hiciere, la independencia permanente de Cuba y su éxito como República se asegurarán." (Pichardo, 283)
En el telegrama de Roosevelt a Estrada Palma del 25 de septiembre, éste le escribe en un tono invocatorio y suplicante:
" Bajo su gobierno y durante cuatro años, ha sido Cuba República independiente. Yo le conjuro, en bien de su propia fama de justo, a que no se conduzca de tal suerte que la responsabilidad por la muerte de la República, si tal cosa sucediere, pueda ser arrojada sobre su nombre. Le suplico proceda de manera tal, que aparezca que Ud. por lo menos, se ha sacrificado por su país y que lo deja aún libre cuando abandone su cargo." (Pichardo, 285)
Estrada Palma permaneció intransigente y convocó al Congreso para renunciar pese a que los sublevados no pedían su renuncia. Se creó una comisión para convencerlo que retirara la renuncia pero el resultado fue negativo. No pudieron obtener arreglo alguno con Estrada Palma, el cual, para colmo, le pidió al Vicepresidente que también renunciara, dejando así acéfala a la república.
El país quedó sin presidente y con una sublevación en sus entrañas que deseaba también la intervención extranjera. La intervención se produjo y como la anterior intervención militar, no hubo oposición armada a la misma.
El Subsecretario de Estado Bacon, según el historiador Howard Hill, citado por Ibarra, le dijo contrito a Taft:
" Me avergonzaré de mirar a mister Root a la cara. Esta intervención es contraria a su política y a todo lo que él ha estado predicando en América del Sur" (Ibarra, 294)
Elihu Root, el padre de la Enmienda Platt, era en ese momento Secretario de Estado.
Según algunos historiadores cubanos de nuestros días, la renuencia del gobierno norteamericano a intervenir se debió a que podía afectarse la imagen del nuevo modelo neocolonial que se estaba experimentando en Cuba y que deseaba llevar a otros países latinoamericanos. Considero que esa explicación no es compatible con la imagen del gobierno cuyo presidente públicamente dio a conocer la política del Gran Garrote y de las Cañoneras. Esta ocasión no fue la única en la que el gobierno de los E.U. invocó la Enmienda Platt para intervenir en Cuba, pero sí fue la única en la que la intervención verdaderamente se llevó a cabo; las otras invocaciones (algunas veces precedidas de intentos por reconciliar a las partes cubanas beligerantes) se limitaron a amagos de intervención y a algún que otro desembarco en determinadas regiones lejanas del país, cercanas a la Base de Guantánamo o dentro de ella y en Santiago de Cuba, las cuales ayudaron a que se apaciguaran los ánimos de los cubanos que contendían entre sí. El artículo tercero de la Enmienda Platt se aplicó, o estuvo a punto de aplicarse, solamente en momentos en los que se habían producido enfrentamientos armados en el país y el gobierno democráticamente elegido había perdido o estaba perdiendo ostensiblemente el control del país. Esta situación se puede ilustrar también con el siguiente fragmento de la nota del Secretario de Estado norteamericano P.S. Knox, el 16 de enero de 1912, al Presidente José Miguel Gómez: "evitaran una situación peligrosa que pudiera obligar al Gobierno de los Estados Unidos, contra sus propios deseos, a considerar las medidas que debe tomar en función de sus obligaciones con respecto a las relaciones con Cuba"(Alzugaray, 29).
El artículo tercero de la Enmienda Platt nunca se aplicó cuando los objetivos políticos, sociales, obreros y de la mujer se buscaban pacíficamente. La anterior república cubana, pese a los defectos, deficiencias y males que tuvo, ocupó comparativamente una posición privilegiada en América Latina en cuanto a las conquistas políticas, sociales, laborales y de la mujer que en ella se alcanzaron.
No conozco que en esas intervenciones o amagos se haya producido algún enfrentamiento armado entre las fuerzas norteamericanas y alguna fuerza cubana.
Un hecho polémico no sujeto a esquemas
La intervención norteamericana en los asuntos cubanos en las postrimerías del antepasado siglo XIX y en los inicios del pasado siglo XX ha sido un hecho histórico muy polémico de nuestra historia. Para que se tenga una idea de lo controvertida que ha sido la apreciación cubana sobre la intervención norteamericana después de finalizada la guerra de independencia contra España diré, que en contra de todo esquema simplista, podemos encontrar desde burgueses cubanos admiradores de los E.U. opinar duramente en contra de ella, hasta a un destacado político de izquierda defender, en cierta medida y en la década del 40, la presencia norteamericana en los primeros años de independencia de España, pues esta aceleraba el desarrollo del capitalismo en Cuba y con ello, según la filosofía marxista clásica, la instauración del socialismo en Cuba.
La Enmienda Platt no fue abrogada en 1934 por poseer la república cubana en esa fecha, un gobierno fuerte que respondiera a los intereses del gobierno norteamericano, pues todos sabemos lo convulsa que fue en nuestro país la década del 30 del pasado siglo XX; tampoco se abrogó por ser una demanda del sentimiento nacionalista antinorteamericano que había en determinados estratos de la población cubana de los años veinte y treinta (también existían sentimientos antiespañol, antijudio, antihaitiano, antijamaicano, etc), sentimiento que después de 1940 y hasta 1959 disminuyó grandemente (Domínguez, 244). Fueron varios los factores que motivaron esa decisión entre los que, por supuesto, también se encontraban esa corriente y ese sentimiento nacionalista, pero no se pueden obviar tampoco: el trabajo paciente, tenaz y sabio de nuestros diplomáticos, las relaciones de amistad entre Cuba y Estados Unidos, la política del Buen Vecino de Franklyn D. Roosevelt, y finalmente, la percepción norteamericana de los cambios que se habían producido en las relaciones internacionales de las otras potencias con los países de nuestro continente.
Por último, deseo observar que el nuevo tratado sobre las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos que se firmó en esos años, nunca tuvo en su haber, un período norteamericano de ocupación de nuestro país pese a la inestabilidad política y de oposición armada que presentaron algunos gobiernos cubanos antes del primero de enero de 1959.
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