Por Esteban Fernández
4 de junio de 2019
Hace una semana reproduje una información detallada sobre el terrorismo castrista en Cuba. Hoy les voy a decir algo que quizás ustedes nunca han escuchado ni leído, y no lo han pensado, y si no lo han pensado, de ahora en lo adelante lo pensarán.
Todos sabemos que el primero de enero del 59 la mayoría estaba contenta. Estoy seguro que muchos consideran que era por la huida de Fulgencio Batista y que la gente ya no simpatizaba con él, otros porque eran revolucionarios, simpatizantes del 26, del Directorio, de la O.A., de la Triple A, y la mayoría por oportunistas y querer arrimarse “al macho”.
Sin embargo, yo personalmente (y creo que muchos otros) no estaba contento por ninguna de esas razones, pero -por una semana- me agradó la caída de Batista simplemente porque supuse que se había acabado el terrorismo en Cuba.
Créanme que durante los años 57 y 58 yo no estuve ni un segundo en peligro, ni acosado por la policía, ni por la Guardia Rural ni por el Ejército Constitucional de Cuba.
Mi problema -y el de todos los que me rodeaban- era el terrorismo. Aquella amenazadora consigna de Cero Cine, Cero compras, Cero cabarets, Cero fiestas, le traqueteaba porque de verdad estaban poniendo bombas indiscriminadamente a través de todo el territorio nacional.
Increíblemente hasta mi pasatiempo y entretenimiento favorito que era ir al cine tuve que suspenderlo porque mi padre me pedía encarecidamente que no fuera por miedo a que pusieran una bomba en cualquiera de los dos teatros locales.
Y ¡Qué bien yo me sentí cuando durante enero del 59 ya pude tranquilamente disfrutar sin temor de Campoamor y Ayala!
Solamente unos días antes, en mi pueblo, el 31 de Diciembre del 58, le metieron fuego al techo de guano del salón donde se bailaba en el Brage Yatch Club para evitar la fiesta de esperar el año nuevo.
Y no crean que eran solamente los fidelistas, porque el Directorio no se quedaba atrás tratando de amedrentarnos a través del terrorismo rampante. El “D.R. 13 de Marzo” a veces superaban a los del “26 de Julio” en acciones violentas. Dos de los mayores terroristas dentro de las huestes antibatistianas llamados Raúl Díaz Argüelles y Gustavo Machín (en las fotos) fueron del Directorio. Uno murió en Angola y el otro en Bolivia junto al Che. Ambos estuvieron casados con la misma mujer.
Pero, la alegría duró muy poco y rápidamente Fidel Castro y sus compinches implantaron un régimen de terror interno y lo elevaron a nivel internacional. Se trataba del “terrorismo de estado” mucho peor que aquel terrorismo callejero.
Y, dicho sea de paso, nosotros que no teníamos otro ejemplo guerrero a seguir, intentamos comenzar una guerra extremadamente parecida a la desarrollada por los revolucionarios.
Y en lugar del “Movimiento Revolucionario 26 de Julio” se crearon el “Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR)”, el “Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP)”, “Movimiento 30 de Noviembre” y hasta se revivió el “Directorio Revolucionario”.
Pero los que inventaron el terrorismo en Cuba, los que pusieron bombas indiscriminadamente a través del país -esta vez del otro lado de la moneda- ahogaron en sangre cualquier gesto tratando de imitarlos o emularlos.
La respuesta a cualquier intento de sabotaje fue PAREDÓN DE FUSILAMIENTOS. Lo que ellos consideraban gestos de heroicidad y muy orgullosos llamaban “Acción y sabotajes” y les daban grados y medallas a los terroristas como Odón Álvarez de la Campa, ahora los opositores violentos -usando sus mismas tácticas- eran catalogados como criminales de guerra. Y los asesinaban sin contemplaciones.
Y mientras el mayor orgullo de los castristas era “haberse alzados en las montañas cubanas” ahora los patriotas que daban el mayor de los ejemplo de valentía -no visto en Cuba desde la época de los mambises- eran llamado “bandidos” y perseguidos por miles de milicianos bajo las órdenes del verdadero delincuente común llamado Raúl Menéndez Tomasevich y de Lizardo Proenza.
En resumen que cuando los terroristas asumieron el poder en Cuba convirtieron en niños de teta hasta a Sergio González “el curita”, a Argüelles y a Tavo Machín.
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