Luis Cino Álvarez desde Cuba: Gorbachov, los cubanos también te agradecemos. Carlos Calvo: Supuesta señal de atentado a Gorbachov en su visita a Cuba
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Análisis de la muerte de Mijaíl Gorbachov, el último presidente de la URSS
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Tomado de https://www.cubanet.org
Gorbachov, los cubanos también te agradecemos
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Los comunistas de línea dura nunca perdonarán a Gorbachov por haber provocado el derrumbe soviético y la consiguiente debacle mundial del comunismo y sus derivaciones que todavía hoy, más de tres décadas después, están reinventándose y no acaban de recomponerse
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Por Luis Cino Álvarez
31 de agosto, 2022
LA HABANA, Cuba.- Ha muerto en Moscú, a los 91 años, Mijaíl Gorbachov, el último secretario general que tuvo el Comité Central del Partido Comunista Soviético y presidente de la Unión Soviética.
Gorbachov protagonizó el hecho más importante de la segunda mitad del siglo XX para la política internacional: el fin del comunismo soviético, el llamado “socialismo real”.
A partir de su llegada al poder en 1985, quiso reformar el sistema y dotarlo de cierta democracia mediante la glasnost (apertura, transparencia) y la perestroika (reconstrucción) para sacar a la Unión Soviética del estancamiento y la crisis en que había caído bajo Brezhnev, Chernenko y Andropov. Pero el comunismo soviético era irreformable y todo se le fue de las manos a Gorbachov: se vino abajo la gigantesca cárcel de naciones que era la Unión Soviética y, con ella, uno tras otro, todos sus regímenes satélites de Europa Oriental.
Los comunistas de línea dura nunca perdonarán a Gorbachov por haber provocado el derrumbe soviético y la consiguiente debacle mundial del comunismo y sus derivaciones que todavía hoy, más de tres décadas después, están reinventándose y no acaban de recomponerse.
Los fundamentalistas del marxismo-leninismo-estalinista que acusan a Gorbachov de haberse confabulado con Occidente, hubieran preferido que Mijaíl Serguéyevich lo hubiese dejado todo tal y como estaba, sin hacer reformas. Y que en todo caso, de haber hecho las reformas y habérseles ido estas de control, hubiese tenido la misma mano dura de sus antecesores para la represión, aunque fuera preciso masacrar a millares de personas en los países de Europa del Este y las repúblicas soviéticas que aspiraban a la independencia.
Pero Gorbachov no era un criminal y si algo tenía era inteligencia y sentido común. Si algo se le puede reprochar a Mijaíl Gorbachov es el siniestro manejo hecho por el Kremlin de la explosión del reactor nuclear de Chernóbil en 1986. Pero siendo Gorbachov un producto del comunismo soviético, acostumbrado al secretismo y la férrea disciplina partidista, no se podía esperar otra cosa de él en aquel momento.
No me propongo santificar a Gorbachov, ningún político merece ser beatificado. Pero los amantes de la libertad y la democracia debemos agradecerle que, habiéndoselo propuesto o no, haya conseguido el fin del aberrante imperio soviético.
También los cubanos debemos estarle agradecidos a Gorbachov, a pesar de que el derrumbe de la Unión Soviética (“el desmerengamiento”, como lo llamó Fidel Castro) causó que nos sumiéramos en el hambre y los apagones del llamado “Periodo Especial”. Debemos estarle agradecidos porque nos sacó del letargo e hizo que la mayoría de los cubanos abrieran los ojos a la realidad del monstruoso sistema al que estábamos sometidos. De haber seguido el régimen castrista viviendo parásitamente del millonario subsidio soviético, aun serían muchos los cubanos que seguirían con los ojos cerrados o negándose a ver.
Recuerdo la atmósfera que había en Cuba a finales de la década de 1980, cuando estaba en marcha en la Unión Soviética la Perestroika. Éramos muchos los que seguíamos los discursos de Gorbachov; nos desvivíamos por leer Sputnik y Novedades de Moscú, para enterarnos de los crímenes de Stalin, de que Afganistán se había convertido en el Vietnam soviético; descubríamos que el paraíso comunista no era como nos lo habían pintado.
Muchos, incluso con carnet del PCC, se ilusionaron con la posibilidad de reformar el socialismo en Cuba, haciéndolo más abierto y democrático. No se ocultaban para hablar de ello.
Pero a aquellos perestroikos, como los llamaban, Fidel Castro les tronchó las esperanzas al lanzar en 1987 su Política de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, que iba a contracorriente de la Perestroika, y con la cual, según aseguraba, “ahora sí vamos a construir el socialismo”.
Para rematar, Fidel Castro desairó a Gorbachov cuando visitó Cuba a principios de 1989, interrumpiendo sus palabras durante una rueda de prensa, para aferrarse tercamente al dogma comunista. Y en diciembre de 1989, por órdenes suyas, quedó prohibida la distribución en Cuba de las revistas Sputnik y Novedades de Moscú.
También recuerdo lo ilusionados que estaban los castristas en agosto de 1991, durante el breve tiempo en que un golpe de estado sacó del poder a Gorbachov. Supongo que a los mandamases castristas, aunque no lo digan, les alegre la muerte de Gorbachov. Nosotros, los que aspiramos a la democracia, le estaremos siempre agradecidos. O al menos lo respetaremos. Ojalá los dirigentes comunistas que sufrimos por acá tuvieran un átomo de la sensatez y la decencia de Mijaíl Serguéyevich. Y que conste, que lo de la decencia no es un desquite porque Díaz-Canel haya tildado de “indecentes” a los cubanos que protestan contra su régimen.
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Tomado de https://www.cubanet.org/
Gorbachov: el hombre que detestaba la violencia
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Visité Moscú tres o cuatro veces durante el último periodo de Gorbachov y la primera etapa de Boris Yeltsin
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Por Carlos Alberto Montaner
Septiembre 3, 2022
Mijail Gorbachov murió a los 91 años. No está mal. La esperanza de vida de los rusos, para el 2019, justo antes de la pandemia, era ocho años menos que el promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Si usted decide ser coreano, país miembro de la institución, le aconsejo que nazca en el sur, rabiosamente capitalista, y no en el norte, gloriosamente socialista. Como promedio vivirá 12 años más (80.5 frente a 68.8) y tendrá más de tres centímetros de estatura (168.6 frente a 165.6). Pero quiero escribir sobre Gorbachov, “Gorby” para sus amigos, que no tenía demasiados en Rusia.
Visité Moscú tres o cuatro veces durante el último periodo de Gorbachov y la primera etapa de Boris Yeltsin. En esa época viajaba como vicepresidente de la Internacional Liberal -en el sentido que le daban al término en Europa-, y como presidente de la Unión Liberal Cubana. No conocí a Gorbachov, aunque tuve amigos que sí trabaron cierta amistad con él. En cambio, sí conocí a Aleksander Yakovlev, la conciencia antitotalitaria del hombre que acaba de morir que y la persona que más influyó en él. De manera que puedo asegurar que los cambios sucedidos en aquella torturada región del planeta fueron debidos al consejo de Yakovlev.
Yakovlev fue un héroe de la URSS. Perdió una pierna durante la Segunda Guerra mundial en la batalla de Leningrado, el mayor asedio de la historia (900 días). Apenas tenía 20 años. Nació en 1923 de padres semianalfabetos, aunque comunistas, en el pueblucho de Korolyovo. Se inscribió en el Partido comunista a los 21 y ahí ascendió hasta convertirse en el jefe de Propaganda Nacional del Comité Central. Conoció el marxismo hasta el último detalle y comenzó a sospechar del Partido. El Partido conducía a la creación de estructuras parásitas que sólo servían para sostener a la dirigencia, y para darles vida a actitudes ridículas como el chauvinismo y el nacionalismo. Publicó un artículo en 1972 en Literatunaya Gazeta denunciándolas. Como Brezhnev, que era quien mandaba, se sintió aludido, lo sacó por la chimenea: lo mandó de Embajador a Canadá. Ahí no haría “daño” a los comunistas “verdaderos”, que eran los de su ralea.
Sólo que Gorbachov en 1983 lo visitó y se quedó deslumbrado. Estaba de en Canadá. Se trataba de un abogado que era un técnico agrícola. ‘Era el teórico que necesitaba’, pensó Gorbachov, pero no se lo dijo en esa oportunidad. Fueron varios días de maratónicas conversaciones permitidas por la sempiterna rotura de Aeroflot.
Articulaba como nadie la defensa de la glasnost, la transparencia, porque ya se habían intentado todas las reformas económicas, con pocos resultados reales, salvo los iniciales, debidos al ímpetu de salida (luego los agarraban el Partido, con sus adocenados incompetentes, y los sofocaban): la Nueva Política Económica (la NEP por sus siglas en inglés), en la era de Lenin hasta 1924, y Stalin hasta 1929. Las “tierras vírgenes” se habían puesto a producir en la década que había mandado Jruschov. Más de 300,000 kilómetros cuadrados (1954-1964). Había que suprimirles el terror a la discusión pública y a las consecuencias del debate popular. En Canadá las cosas funcionaban de otra forma. Era un territorio enorme y helado, similar a la URSS. Realmente, ¡la diferencia radicaba en la glasnost!
Eran dos comunistas idealistas. Ambos querían reformar el sistema sin destruirlo. Yuri Kariakin, un filósofo y pensador, el marido de Irina Zorina, una economista experta en Cuba, me había contado que existía un tipo de comunista, refractario a la violencia, entre los que se encontraban Mijaíl Gorbachov y, ciertamente, Aleksander Yakovlev. Querían convencer a sus adversarios, no vencerlos. La historia de Rusia estaba llena de hombres y mujeres encharcados en sangre que habían creado el mito de la incapacidad de los rusos para no ser obedientes a otra cosa que al palo y tentetieso.
¿Sería cierta la historia de Kariakin? La creo a pie juntillas. Todos los pueblos tenían un sexto sentido para la libertad. Es cuestión de tiempo. Hay un primer momento de ensoñación con el “hombre fuerte”, pero muy pronto se observan las ventajas de la democracia. La primera de ellas es la humilde posibilidad de la rectificación. La segunda, es la selección de un grupo con ideas diferentes. Ya he escrito que Gorbachov ha muerto sin el aprecio de la mayoría de los rusos. Lo aman en el extranjero. Al mismo tiempo, la sociedad rusa no está dispuesta a volver al colectivismo y al partido único.
Leo que Vladimir Putin no asistirá a los funerales de Gorbachov. Es un kagebista sin redención posible. Es un “hombre fuerte”.
Prefiere transmitir una imagen de un tipo feroz capaz de no respetar los puntos de vista de sus adversarios y envenenarlos. Es todo lo que detestaban Gorbachov y Yakovlev. Como conocían la historia del país, prefirieron sacrificarse en una ceremonia democrática. A ésos sí la historia los absolverá.
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¿Conocía Fidel Castro los planes del golpe militar contra Gorbachev en 1991?
Por ALVARO ALBA*
El domingo 18 de agosto de 1991 finalizaron en La Habana los XI Juegos Panamericanos, pero a pesar de la diferencia de horario la noticia sobre el golpe de Estado en la URSS no se difundía al día siguiente en Cuba.
Al conocerse ya que Mijaíl Gorbachev había regresado a Moscú el 21 de agosto, las autoridades cubanas emitían una declaración afirmando que “no se ha hecho una declaración contra personalidad política alguna en la URSS, independientemente de sus posiciones y militancia”.
La posición de crítica fuerte y condena asumida por los presidentes de Francia y Estados Unidos, el premier del Reino Unido y el canciller alemán, contrastaban con la de quien se mantenía en el poder por el apoyo y el suministro de la URSS.
En el preámbulo de la Constitución de Cuba por más de 15 años se expresó claramente la “inquebrantable amistad de la URSS y Cuba”, un acápite que desapareció después que dejó de existir la Unión Soviética. Pero en el momento del golpe esta “amistad” se reflejaba explícita y constitucionalmente. Era deber moral de los cubanos, según la Constitución de su país, defender a los soviéticos ante la ruptura del orden institucional.
Basta echar un vistazo a la lista de los principales golpistas para identificar sus contactos continuos con La Habana. El ex ministro de Defensa de la URSS, Dimitri T. Yazov, era uno de los jóvenes oficiales soviéticos que cumplían misión militar nuclear al frente de un batallón en Cuba en los días de la Crisis del Caribe, en octubre de 1962. El intercambio de visitas militares mutuas aumentó en los meses previos al golpe de Estado de manera alarmante. La capital soviética fue visitada por el Coronel Alfonso Borges, jefe de la Dirección Política del Ministerio de las Fuerzas Armadas de Cuba (MINFAR) y fue recibido por el ministro Yazov.
Jerarcas rusos llegan a La Habana
En octubre de 1990, después de un viaje a los Estados Unidos, arribó a La Habana el jefe del Estado Mayor del Ejercito Soviético, Mijail A. Moiseev, mientras que en Cuba se encontraba un huésped frecuente de Castro, el ex ministro de Defensa soviético Serguei L. Sokolov. El mariscal Sokolov fue removido del cargo por orden expresa de Gorbachev en mayo de 1987, después del aterrizaje de Matias Rust en la Plaza Roja.
El general Moiseev recibió la Orden de la Solidaridad en La Habana en el 2009. El Mariscal Serguei F. Ajromeev, quien se suicidó días después del golpe, no perdía ocasión para afirmar en la prensa soviética que no existían tropas soviéticas en Cuba, y se negaba a juzgar lo que sucedía en la isla cuando era inquirido entonces por los periodistas en su calidad de asesor militar de Gorbachev.
El jefe del KGB, Vladimir A. Kriushkov, visitó Cuba desde el 27 de mayo hasta el 1 de junio de 1991. Seis días en total, algo inusual para el jefe de los servicios secretos de una de las superpotencias de aquel momento. Como jefe de la dirección de análisis del KGB fungía el general Nikolai S. Leonov, amigo de Raúl Castro desde mayo de 1953 y uno de los más férreos críticos de la perestroika. De enero a agosto de 1991 se encargó de elaborar todos los reportes analíticos para la dirección del KGB.
Otro que hacía gala de presencia en la capital cubana en mayo de 1990 era Oleg D. Baklanov, vice jefe del Consejo de Defensa Nacional de la URSS, encargado del complejo militar-industrial. Baklanov viajó a La Habana invitado nada menos que por Juan Escalona, Presidente de la Asamblea Nacional y fiscal de la causa 1/89. El propio Fidel Castro recibía a este miembro del Secretariado del PCUS y al regreso a Moscú hacía hincapié en la prensa soviética sobre la “necesidad defensiva” de Cuba como “bastión del socialismo”, por lo que necesitaba de la “imprescindible ayuda militar” de la URSS.
En noviembre de 1990, Oleg S. Shenin, otro de los miembros del GKChP (Comité Estatal de Situación de Emergencia), visitaba en calidad de miembro del Politburó a Cuba. Al regresar a Moscú diría que “publicaciones destructivas introducen elementos desagradables en nuestras relaciones, las afectan”. Desde el Departamento Ideológico del PCUS, encabezado por Alexander S. Kapto, ex embajador de la URSS en La Habana (también Orden de la Solidaridad), se emitía la orden de cerrar el semanario Novedades de Moscú, en agosto de 1991, Entre las faltas que se le imputaba a la publicación moscovita estaba el haber afectado las relaciones de la Unión Soviética con Cuba.
Después de las visitas que se efectuaron en 1990, Fidel Castro afirmó en la prensa española en diciembre: “No creo que sea irreversible el proceso político empezado por Gorbachev… por ahora no está dicha la última palabra sobre lo que está ocurriendo en la URSS”.
Una carta para Castro
Al comenzar el año 1991, Juan Escalona visitó la URSS. Su homólogo soviético Anatoli I. Lukianov lo recibió en Moscú y el periódico Pravda le dedicó una página entera para exponer las características del socialismo en Cuba. En junio de ese mismo año arribó a la capital soviética Carlos Aldana, miembro del Buró Político y entonces tercer hombre en la jerarquía partidista cubana. Aldana era recibido por Gorbachev, el canciller Alexander A. Besmertnij, pero en especial por el vicepresidente soviético Guenadi I. Yanaev, el hombre que asumiría el control de la URSS tras el golpe de Estado.
Fue durante esa visita de Aldana que Yanaev aprovechó para enviarle una carta a Castro, con promesas de “buenas noticias” en el horizonte.
Para el ex premier de la URSS, Valentín S. Pavlov, otro de los miembros del GKChP, la ayuda a La Habana tenía mayor prioridad que cualquier arreglo de desarme nuclear entre la URSS y los Estados Unidos. Cuba era un tema permanente en los encuentros de alto nivel entre el Kremlin y la Casa Blanca.
La cumbre Bush-Gorbachev, que terminó con la firma del acuerdo START I en julio-agosto de 1991, no fue la excepción. Al preguntarle los periodistas a Pavlov sobre la presencia en Cuba de tropas soviéticas y los bombarderos estratégicos TU-95 y M-4 que podían volar o permanecer en la isla, el dirigente respondió de manera tajante: “Nadie tiene derecho a inmiscuirse en nuestras relaciones con un país que ha sido nuestro amigo durante tantos años”.
Todo parece indicar que los planes de la cúpula golpista era utilizar la todavía apreciable influencia de Castro en América Latina y el Tercer Mundo para legitimar el nuevo gobierno de facto. Hasta dónde estuvo involucrada la alta dirigencia cubana en el golpe contra Gorbachev es algo que los historiadores tienen todavía como asignatura pendiente.
*Periodista y analista político. Trabaja en la Oficina de Transmisiones para Cuba (OCB) en Miami.
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