Luis Manuel García Méndez aborda aproximaciones a la represión Castrista en Cuba, represión que ha perdurado desde el primer minuto hasta hoy, aunque su naturaleza y manifestación pública respondió a circustancias correspondientes a diferentes etapas del proceso dictatorial Castrista
Aproximaciones a la represión (I)
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La represión en la Cuba castrista ha perdurado desde el primer minuto hasta hoy, aunque podríamos considerar que su naturaleza respondió a diferentes etapas
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Por Luis Manuel García Méndez
Madrid
01/02/2024
Días atrás tuve la ocasión de participar en una conversación (no llegó a discusión, algo loable entre cubanos) sobre la represión en Cuba: su existencia (o no, o cuándo), sus variaciones, ámbito, alcance y continuidad a lo largo de seis décadas.
Según algunos, la represión ha existido desde 1959 hasta hoy. Según otros, en los años 80 nunca se percataron de que existiera. Un tercero argumentó que para sus padres, fidelistas incluso sin Fidel, la represión era una calumnia de la prensa enemiga y en respuesta a aportaban numerosos ejemplos de represión siempre más allá de la plataforma insular cubana. Y muchas otras opiniones intermedias que consideraban factores como el tipo, la intensidad o el contexto. Al parecer, mientras existe unanimidad sobre el carácter de la represión nazi, el gulag, la revolución cultural china, los malos hábitos del Ku Kux Klan sureño o las matanzas de los jemeres rojos en Camboya, cuando se habla de la represión en la Isla los propios cubanos manifiestan una considerable diversidad de opiniones.
En el diccionario de la Real Academia se define la represión como “Acto, o conjunto de actos, ordinariamente desde el poder, para contener, detener o castigar con violencia actuaciones políticas o sociales. Acción y efecto de reprimir”. Y entre sus sinónimos incluye: “opresión, coacción, castigo, sometimiento, dominación, contención, prohibición, dominio”. Curiosamente, allí aparece, también, otra definición: “Acción y efecto de represar”. Y, efectivamente, reprimir es también represar: confinar en un espacio mínimo aquello que no deberá desbordarse a juicio de los represores.
Como todos sabemos, la represión está en la naturaleza de cualquier Estado, es parte de sus funciones para el mantenimiento del orden y la impartición de la justicia, así como evitar que se infrinjan las normas del contrato social. Ahora bien, aquí no hablaremos de esa represión intrínseca y respetuosa de las leyes, sino de la represión que viola de manera flagrante la Declaración universal de los derechos humanos.
¿Existen entonces diferentes verdades, todas ellas aceptables, sobre la naturaleza de la represión en Cuba durante las seis últimas décadas o, por el contrario, sólo existe una verdad sustentada por los hechos objetivos?
Si vamos a los hechos objetivos, la represión en la Cuba castrista ha perdurado desde el primer minuto hasta hoy, aunque podríamos considerar que su naturaleza respondió a diferentes etapas:
A vida o muerte: Los juicios sumarísimos a los esbirros batistianos no siempre contaron con todas las garantías procesales (y esto no es un alegato de inocencia). O el juicio a los pilotos de la Fuerza Aérea que bombardearon la Sierra Maestra y cuyo resultado Fidel Castro anuló personalmente hasta obtener el veredicto de culpabilidad y las largas penas de prisión que él deseaba. Incluso aquellos compañeros de armas que, decepcionados, se hicieron a un lado o pasaron a la oposición, sufrieron condenas draconianas, aunque se eludiera la pena capital. Una advertencia de Fidel Castro a sus propios lugartenientes, pero sin aterrarlos (un hombre aterrado puede ser muy peligroso): sé fiel y Dios te premiará. Posteriormente, durante la guerra contra los focos insurgentes del Escambray y otras zonas montañosas, se produjeron asesinatos extrajudiciales, penas desproporcionadas por delitos de colaboración, e incluso el desplazamiento forzoso de los campesinos del Escambray a Ciudad Sandino, en el extremo occidental, un remake de la reconcentración de Valeriano Weyler y las “aldeas estratégicas” de las tropas norteamericanas en Vietnam. En los momentos previos a la invasión de Playa Girón, decenas de miles de cubanos que no habían cometido delito alguno, pero que el Estado consideró posibles o presuntos quintacolumnistas, se confinaron en el Presidio Modelo de Isla de Pinos y las instalaciones fueron minadas. En caso de que la invasión se produjera por esa zona, la orden era volar el Presidio para evitar que aquellos hombres y mujeres se unieran a la fuerza expedicionaria. Como diría Maximilien Robespierre en su Teoría del gobierno revolucionario, “El gobierno revolucionario debe a los buenos ciudadanos toda la protección nacional; a los enemigos del pueblo no les debe sino la muerte”.
Con la revolución, todo, contra revolución, ningún derecho. Este lema totalitario del castrismo temprano marcó la naturaleza de la represión durante los siguientes lustros: el Estado se atribuyó el derecho de decidir desde las opiniones admisibles hasta el corte de pelo, la sexualidad, la fe, los derechos laborales y sociales, el arte, la familia, las limitaciones a la propiedad (de la vivienda, de tus propios hijos), y sancionó toda heterodoxia. Los creyentes y los homosexuales serían reeducados en las UMAP. El poeta Padilla se arrepentiría sudoroso de sus herejías pasadas y mi amigo Rafael Saumell cumpliría cinco años de prisión por escribir un libro. Durante este período, las penas de muerte fueron la excepción y no la regla. Y me refiero a la muerte física, no a la muerte en vida que sufrieron todos aquellos condenados por sus obras, sus opiniones, su fe o su naturaleza. Fidel Castro conocía de primera mano el precio que puede pagar una dictadura por arrojar cadáveres en las cunetas. Dominaba como pocos el arte de la imagen y se consideraba a sí mismo un referente mundial de la izquierda. Para algunos cubanólogos de sol y playa posiblemente lo fuera. Pero llegado el momento, no dudaba. Si con ello evitaba una condena internacional por narcotráfico, fusilaba al general más condecorado y a algunos sicarios de su policía política. Si con ello se evitaba un nuevo Mariel, fusilaba en 72 horas a un par de jóvenes que secuestraron una lancha sin daño alguno para los pasajeros. O evitaba condenar a quienes hundieron el remolcador 13 de Marzo con medio centenar de personas adentro. La caída del muro de Berlín y el desmoronamiento de la Unión Soviética convirtieron al referente en referencia bibliográfica. Su “revolución” comenzó a hablar exclusivamente en pasado. Posiblemente el cierre tardío de esta etapa haya sido la Primavera Negra de 2003, cuando tribunales sin la más mínima garantía procesal repartieron 1.400 años de prisión entre 75 activistas, disidentes y periodistas. Dicen que el mejor disolvente para el barniz es el alcohol, pero en este caso es el terror, hasta el punto de que José Saramago, fiel escudero del castrismo, se vio obligado a admitir que “hasta aquí hemos llegado”.
La camarilla de los compinches. De aquella “revolución” que se proclamó “verde como nuestras palmas” y era verde como el melón, ya sólo quedan las letanías nostálgicas del diario Granma. El gobierno de los compinches ya no es referente ideológico de nada ni para nadie. Su única ideología es sobrevivir y robar todo lo que se pueda antes del derrumbe final. Como no convencen, vencen (de momento) apoyados en sus cuadrillas de esbirros. Saben que carecen de toda legitimidad y por eso se muestran menos puntillosos con la heterodoxia. Si un escritor publica una novela non santa o hace declaraciones, si un académico publica un artículo demoledor o un músico recoge la indignación popular, intentan no darse por aludidos. Para su mal, Internet y las redes sociales les han arrebatado el monopolio que conservaban desde Gutenberg y Cubavisión. De modo que se ocupan, extintor en mano, de sofocar pequeños incendios mediante cortas pero recurrentes detenciones, acoso, invitaciones al exilio, alguna paliza y penas de cárcel superiores llegado el caso. Todo para evitar otro 11 J. Conocedores de su ilegitimidad, no soportarían una explosión masiva de descontento. Por eso alientan el éxodo. Medio millón, principalmente de jóvenes cubanos, huyeron del país en 2023. Confían en que una población de ancianos desnutridos solo salga a la calle para despedirse. Medio escalón por encima de Corea del Norte en su vocación represiva, ni siquiera infunden temor fuera de sus fronteras. El país que exportaba guerrillas ahora es sólo el mayor exportador mundial de cubanos. (Enviadores de remesas en estado larval que, bien explotados, pueden ser una buena inversión para los compinches). Tienen menos escrúpulos que nunca antes y no dudarían en asesinar si hiciera falta, pero saben, como don Corleone, que eso es malo para los negocios.
Vistos los hechos anteriores, ¿no deberíamos tener todos la misma opinión sobre la represión en Cuba? Eso es algo de lo que me ocuparé mañana aunque necesite echar mano a dos filósofos ingleses: Roger y Francis Bacon.
© cubaencuentro.com
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Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
Ninguna encuesta es fiable en una tiranía que se impuso y se mantiene mediante el terror masivo o el terror ¨quirúrgico; además una de las maneras de ¨justificar¨ el haber actuado a favor de imponer un nuevo régimen peor que el anterior y hasta el haberse ¨cruzado de brazos¨ durante la lucha ya sea por cobardía o por conveniencia es decir que pensaron que lo que vendria era mejor para el país...
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Tomado de https://www.cubaencuentro.com/
Aproximaciones a la represión (II)
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Los factores a considerar cuando se analizan las opiniones de los cubanos sobre la represión impuesta por el régimen
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Por Luis Manuel García Méndez
Madrid
02/02/2024
Durante la segunda mitad del siglo XIII, el monje y filósofo inglés Roger Bacon escribió Opus maius, un volumen de múltiples contenidos pero que esencialmente trataba sobre el error. Bacon atribuía los errores humanos a cuatro problemas que, en conjunto, él llamó offendicula, es decir, impedimentos u obstáculos a la verdad:
- La tendencia a encubrir la ignorancia propia fingiendo conocimiento
- El poder persuasivo de la autoridad
- La adhesión ciega a la costumbre
- La influencia de la opinión popular
Más de trescientos años después, otro Bacon, Francis, habló de lo mismo, y llamó “los cuatro ídolos” a las fuentes del error humano:
- El ídolo de la tribu: hábitos cognitivos universales propios de la especie humana
- El ídolo de la caverna: el chovinismo que nos lleva a1 desconfiar de todo lo que no proceda de nuestro propio clan
- El ídolo de la plaza del mercado: lo que el otro Bacon llamó “la opinión popular”
- El ídolo del teatro: las falsas doctrinas difundidas por la autoridad religiosa, científica o filosófica (añadiríamos la política) y que no se discuten dado “el poder persuasivo de la autoridad” al que hacía referencia el otro Bacon.
De modo que si analizamos las opiniones de los cubanos sobre la represión en la isla, deberíamos considerar varios factores. El primero de ellos es que para más del 90% de los cubanos que vivieron a su edad adulta el advenimiento de la “revolución” en 1959 y observaron su devenir en los años 60, ésta constituía un proceso emancipador de los males que asolaban a la República desde su nacimiento en 1902: nepotismo, caudillismo, enriquecimiento ilícito, corrupción, violencia política y escaso interés por el destino de los más vulnerables. Se abría una nueva era en la cual Cuba sería, citando a Martí, “con todos y para el bien de todos”. Y las nuevas leyes parecían corroborarlo: la ley de reforma agraria, la ley de reforma urbana, la universalización de la atención sanitaria y de la educación. Aunque al mismo tiempo se derogaran las libertades fundamentales, empezando por el derecho a decidir; las libertades de expresión y reunión y, progresivamente hasta culminar en 1969, la libertad económica. Por eso no es raro que una buena parte de la población se adhiriera al segundo punto de Roger Bacon y “el poder persuasivo de la autoridad” fuera asumido de modo bastante acrítico. Sería lo que el otro Bacon llamaría “el ídolo del teatro”, dadas las falsas doctrinas difundidas por la autoridad. Es hasta cierto punto comprensible que las personas de esa primera generación insistan en su percepción, en algunos casos hasta hoy. De lo contrario, sería como asumir que toda su vida ha sido un timo. Por otra parte, al tratarse de una opinión compartida, pesan en ello los últimos puntos de Roger Bacon: “La adhesión ciega a la costumbre” y “La influencia de la opinión popular”. Unos postulados que esta primera generación transmitió sin dudarlo a sus hijos, aunque estos, con el paso del tiempo empezaran a cuestionar las explicaciones recibidas.
No todos, desde luego, respondieron de la misma manera a esas exhortaciones a la obediencia, aunque algunos, por razones de conveniencia y para facilitar su ascenso en el escalafón, echaron mano al primer postulado de Roger Bacon: “La tendencia a encubrir la ignorancia propia fingiendo conocimiento”, o, en el peor de los casos, la tendencia a encubrir el conocimiento de la represión fingiendo su inexistencia.
Fidel Castro manipuló con muchísima eficacia el chovinismo. Primero, se dotó de un enemigo a su altura, es decir, a la altura que él mismo se atribuía. Estados Unidos era el causante de todos los males y cualquier acusación al nuevo régimen debería ser desestimada, justamente porque provenía del enemigo. Nuestra tribu debería en todo caso reafirmar nuestra razón con respecto a la razón ajena, aun cuando ignoráramos numerosos detalles e incluso si había pruebas en contra. Alguna explicación tendría que haber y la confianza en nuestros líderes tendría que ser superior a las dudas que nos suscitaran los argumentos en su contra. El ídolo de nuestra caverna es siempre más creíble que cualquier objeción de sospechoso origen. Incluso si tiene signos de veracidad.
Para el ciudadano medio es siempre más confortable descansar sus opiniones y criterios en una opinión superior, sea Dios, el cura de la localidad, el padre, el presidente, o Fidel Castro. La confianza se convierte en prueba una vez que aceptamos la autoridad moral de quien la emite.
Otro elemento importante es el punto de la ecuación en que se encuentra ese ciudadano que juzga la existencia o no de represión. Un campesino que recibe en 1960 una parcela de tierra y cuyos hijos tienen la oportunidad de estudiar en la ciudad, no valorará la represión del mismo modo que el propietario de un pequeño o gran negocio que fue expropiado por las nuevas leyes revolucionarias. Y no reaccionarán del mismo modo al valorar la existencia de represión los hijos de ese empresario, que los hijos del campesino anterior. Un homosexual que pasó por las UMAP no tendrá la misma visión que un heterosexual ignorante de aquellas circunstancias. O los hijos de los presos políticos. O los creyentes represaliados.
"VOCES DE CUBA" TESTIMONIO DEL CAMPESINO AGAPITO ¨EL GUAPO¨ RIVERA
Ahora bien, en la medida que el nuevo gobierno ofrece posibilidades de estudiar y fomenta la aparición de jóvenes más cultos, estos no aceptan con la misma pasividad al “ídolo del teatro” con el “poder persuasivo de la autoridad”. En tanto que jóvenes, y en tanto que cultos, no se adhieren del mismo modo a la opinión pública ya formada, o a la presión social, sino que desarrollan su propio carácter contestatario. Y esto es, obviamente, mucho más acusado en las generaciones posteriores, aquellas para las cuales la “revolución” no representa ningún referente ideológico, o ningún referente de ningún tipo. O es, precisamente, referente de todo lo contrario.
Por otra parte, la “adhesión ciega a la costumbre” también varía con el paso del tiempo, sobre todo en un país que ha perdido todos sus referentes y se encuentra en un acelerado proceso de descomposición. Esto podría explicar que converjan las opiniones actuales de diferentes generaciones y contextos.
En cuanto al “ídolo de la tribu: hábitos cognitivos universales propios de la especie humana”, hay que considerar las dificultades de todos los seres humanos para cambiar de opinión y los sesgos cognitivos que nos hacen persistir incluso en el error, a pesar de evidencias en contra que vayan desmontando las bases de esa certeza.
Por todo ello, no es raro que entre nosotros, tras un larguísimo periodo sometidos al “ídolo del teatro” y los efectos de la opinión pública, haya una diversidad de opiniones respecto a la represión, y aunque existen circunstancias objetivas, hay versiones de la verdad que siguen siendo individuales, intransferibles.
© cubaencuentro.com
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Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
En este artículo de una revista Bohemia de las primeras semanas de 1959 se afirma que Joaquín Casillas Lumpuy había asesinado a Jesús Menéndez; pero en el artículo del recién fallecido Newton Briones Montoto se demuestra que Joaquín Casillas Lumpuy actuó en legítima defensa. Newton Briones murió en Cuba víctima de un homicidio en extrañas circunstancias pues se dice que murió en a los 82 años como consecuencia de los golpes recibidos en una pelea con otra persona cuando caminaba por un céntrica avenida de Miramar, Cuba, y que no fue asaltado. Newton fue miembro del DSE durante casi tres décadas y es hermano de Antonio Briones Montoto, muerto cuando intentó infiltrarse en Venezuela siendo uno de los miembros fundadores de Tropas Especiales del MININT y pertenecido a la Seguridad Personal del tirano Fidel Castro.
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Durante muchos años ha prevalecido una sola versión acerca de las trágicas circunstancias en que ocurrió la muerte del dirigente obrero Jesús Menéndez. En el presente artículo, a partir de documentos hasta ahora desconocidos, se ofrece una nueva versión acerca de aquel incidente.
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El recorrido de Jesús Menéndez.
Jesús Menéndez no llevaba un plan alterno para la difícil empresa que debía desarrollar. Su cargo de Representante a la Cámara y su arrojo constituían todo su equipaje. El plan B podría haber sido: en caso de resultar detenido por las autoridades, no resistirse al arresto. De esa manera salvaría la vida y obtendría un triunfo político al ser detenido a pesar de tener inmunidad parlamentaria. Sin embargo, optó por la línea de desafiar a las autoridades encargadas de velar por el orden. Arengar a los trabajadores para hacer huelga sin el debido permiso para esos casos era un desafió a la autoridad donde la vida estaba en juego. No colegir que a su acción vendría una reacción era partir de premisas falsas. ¿Era la única opción para resolver el problema del diferencial azucarero? ¿O existían otras posibilidades? En la cultura cubana prevalece la intransigencia por encima de la flexibilidad. ¿Era el momento de la intransigencia, siguiendo costumbres anteriores, o había alguna posibilidad para la flexibilidad? (10).
Etiquetas: alzados, castrista, censura, civil, cuba, cubana, DDHH, Derechos Humanos, desempleo, etapas, fusilamientos, incruenta, modos, muerte, prisi´´on, represión, represivas, Revolución, tipos, UMAP
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