¿Por qué sí me gusta Donald Trump?. Debate y opiniones sobre la Yihad de Carlos Alberto Montaner contra el Presidente Donald J. Trump titulada: Por qué no me gusta Donald Trump
Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
Los 3 de La Habana: Canción de Trump (Version en español )
A continuación algunos comentarios dejados en El Blog de Montaner contrarios a lo planteado por Carlos Alberto Montaner en su artículo .
Carlos Alberto Montaner no ha escrito, hasta ahora, un artículo que podría titularse ” Porque me gusta Biden ” , un candidato a la Presidencia de los EE.UU. con significativo apoyo por parte del Partido Comunista de los Estados Unidos, que ha firmado una alianza con Bernie Sanders, un auto denominado socialista (yo diría más bien: comunista admirador de la Unión Soviética y de la mal llamada Revolución Cubana) y que lleva en su fórmula como Vicepresidenta a Kamal Harris, la Senadora más a la izquierda de todo el Senado de los EE.UU. que lo llamó racista en los debates de las primarias del Partido Demócrata. Este bloguista conoce que Carlos Alberto Montaner es un globalista que rechaza el nacionalismo, pero que fuera en contra de lo que escribió y pregonó durante décadas (como la de ser liberal en el sentido europeo o clásico que no es lo mismo que en el sentido norteamericano ¿Ejemplo? el liberal europeo o clásico está por un gobierno pequeño, el liberal norteamericano por un gobierno grande; el liberal europeo o clásico está por la libertad y los derechos de todos los seres humanos en el mundo; el liberal norteamericano centra su atención en la libertad y los derechos de ellos y de los que piensan como ellos) es algo más que decepcionate; es deprimente, como escribió mi gran amigo Julián Pérez en uno de sus comentarios dejado en otro artículo del antes admirado Carlos Alberto Montaner.
Gilberto Martínez
4 October 2020 at 12:49 am
Más allá de estar de acuerdo o no con lo expresado, lo cierto es que en su diatriba anti Trump, CAM no ha expuesto ni una sola razón por la cual votar a Biden, que no sea el odio a Trump. Ahí está la clave: Los votantes de Biden, y por tanto, contrarios a Trump, no exponen, en la mayoría de los casos, una razón por la cual votar a Biden. Su apoyo a Biden es su voto anti Trump y nada más. En eso basan su voto; en el odio al individuo y no en las políticas (nada creíbles) que ejecutaría Biden de llegar al poder. Trump con su arrogancia y populismo, qué duda cabe, ha desenmascarado a todo el establishment político de Washington y por supuesto a Biden. En este último caso, se lo dejó claramente dicho: en 47 años como político no ha hecho otra cosa que vivir del cuento.
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Bernardo
4 October 2020 at 1:09 am
Tonterías. Donald Trump ha sido un gran presidente precisamente porque le importa un comino los tediosos convencionalismos, formulismos y “códigos de conducta” que por tanto tiempo han existido, para beneficio de nadie, en el inmundo lodazal de la política de Washington. Como a todo hombre de negocios, a Trump le interesan solo los resultados. Si para obtener resultados tiene que herir las sensibilidades de corruptos políticos de carrera como Biden, a Trump no le importa para nada.
La elección de Trump fue un repudio del pueblo Americano al pantano en que se ha convertido Washington y al “business as usual” que es tan importante para los políticos que, como Biden, han vivido en ese pantano casi 50 años. Fue un rechazo a Obama, su corrupción y todos los oscuros negocios que hizo a altas horas de la noche en alcobas llenas de humo para hacerle concesiones a la criminal narcodictadura de La Habana, meter a transexuales en los baños de escuelas públicas, usar el servicio de rentas internas para destruir a organizaciones políticas conservadoras, incluso usar el FBI para espiar a la campaña de Trump.
Trump acabó con toda esa putrefacción. Que lo hizo con toda la sutileza de un elefante en una tienda de porcelana no tiene importancia.
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Susana perez
4 October 2020 at 7:52 am
A mi tampoco me gusta Trump pero votaré Republicano esta vez, Biden está senil y hay fuerzas oscuras detrás de el que pueden manipularlo , el no esta apto para gobernar, Trump ha luchado por cambiar muchos intereses creados y tiene muchos enemigos comenzando por los medios de comunicación, tanto acoso me ha llevado a decidir , la dependencia de China en muchas cosas no es buena, ya lo vivimos, espero que traiga las industrias de regreso a USA
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Rodolfo W. Aguilera Baques
4 October 2020 at 9:30 am
Me gusta Trump porque no es un demagogo universitario y dice las cosas tal y como son y de frente.
Me gusta Trump porque es capaz de debatir contra dos a la vez y no se deja ningonear como fue el caso del ultimo debate.
Me gusta Trump porque no permite que los supuestos aliados nos traten como sus guardaespaldas, no cumplan con sus oblgaciones de defensa y ademas mantengan relaciones ventajosas con quienes son supuestamente enemigos potenciales,, de quienes debemos protegerlos, como es el caso de las relaciones Alemania-Rusia.
Me gusta Trump porque es el unico presidente que se opone con medidas serias a las dictaduras en America, en primer lugar con la de Cuba,activando el capitulo tres de la ley del embargo, que como se dice, es el que tiene diente, lo demas es retorica y solo este surte algun efecto contrario a la dictadura de cuba.
Me gusta Trump porque ante todo es un patriota, que no se plega a los intereses de dentro o de fuer;que defiende la patria americano contra todos los ataques y que es la primera gran barrera para los que pretenden crear un regimen unico para todos los paises del planeta Tierra, lo que seria mucho peor que el comunismo.
Trump ha sido por mucho, a pesar de la gran oposicion antinorteamericana de la anterior administracion, que ha conspirado abiertamente contra el actual gobierno,ha cumplido con todo lo que se planteo en su campaña por la eleccion, todo esto repito, pese a la demencial oposicion del partido del KKK, el partido Democrata.
Si en el 2016 vote en contra de la corrupta HC, en el 2020 con mucho orgullo votare por el presidente mas patriota en muy largo tiempo, votare por Trump.
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Hugo Blair
4 October 2020 at 10:34 am
CAM cada cual tiene su opinion, espero que la proxima semana haga un articulo titulado ” Porque me gusta Biden ” y asi poder entender mejor su posicion.
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Humberto Mondejar Gonzalez
4 October 2020 at 12:20 pm
Lo demas ya se ha explicado, un aliado no puede robarte; por mas aliado que sean.
Los dictadores que tienen armas nucleares hay que tratarlos con guantes de seda; como sucedió en la Guerra Fria hasta que sus pueblos logren sacarlos del poder.
Peor es regalarle dinero a los Ayatola, fortalecer a los que todavía no tienen armas nucleares para que las tengas. O darle luz verde a la Familia Castro, con un castrocare.
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Eusebio
4 October 2020 at 3:04 pm
Pues me gusta mucho Trump por muchas razones que me tomaría tiempo nombrar aquí pero enunciare solo dos. Primero que no es políticamente correcto. La correccion política es un modo pomposo de llamar a la hipocresía y un modo de censura propio de regímenes totalitarios que practican tiranias como la cubana.Y segunda razón porque no le gusta Jorge Ramos. Yo soy emigrante y negro y no recuerdo ningún evento producido por el actual presidente que me haya perjudicado a realizar mis sueños en este gran país.
La media, aliada del partido democ-rata, son quienes en efecto conducen la campaña en ausencia de un candidato factible de ese partido y han demonizado a Donald Trump enfocados en generar pánico, odio e histeria para avergonzar al presidente. Él partido democ-rata a través de sus aliados blm, antifa y los tontos utiles pretenden llevar a este gran país del patriotismo al oportunismo. Pero todo no es malo, demosle las gracias a CAM por este espacio para saber que hay personas con excelente visión del actual presidente.
Viva Trump y 4 años más!!!!
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Tomado de http://www.elblogdemontaner.com
Por qué no me gusta Donald Trump
(sin la nota bene)
A mi amigo, el escritor Orlando Luis Pardo Lazo
Por Carlos Alberto Montaner
03 October 2020
No me gusta Trump, en primer término, porque no me gusta su carácter de persona arrogante y avasalladora (bully) que miente o exagera. Los “trumpólogos” le han contado más de veinte mil mentiras, deformaciones de la realidad o “post-verdades”.
No me gusta Trump, porque en un debate civilizado no se grita o se interrumpe al adversario constantemente, sino se aportan ideas. El primer debate con Biden fue un vergonzoso circo. Esos no son ademanes o mensajes propios de un presidente de Estados Unidos, que es, inevitablemente, un modelo de comportamiento, sobre todo para los jóvenes.
No me gusta Trump, porque no se trata a los aliados de la OTAN a patadas, comenzando por Ángela Merkel, la líder de Alemania y acaso de Europa, siguiendo por Dusko Markovic, Primer Ministro de Montenegro, a quien empujara alevosa y ostensiblemente y luego fue incapaz de disculparse; o a Mette Frederiksen, la Primer Ministra de Dinamarca, a quien le canceló un viaje programado a Copenhague porque la señora se negó a considerar la venta de Groenlandia.
No me gusta Trump, porque está deshaciendo las buenas relaciones de Estados Unidos con sus mejores aliados, como Francia y Australia, probablemente por sus rudas costumbres newyorquinas de developer sin “clase”. Con Emmanuel Macron, el presidente de Francia, tuvo un innecesario encontronazo cuando el francés se cuestionó el curso actual de la OTAN bajo el liderazgo errático del estadounidense. Con Malcolm Turmbull, Primer Ministro de Australia, fue peor: le colgó el teléfono cuando éste le reclamó que cumpliera el compromiso establecido por el anterior presidente, Barack Obama, de aceptar un grupo de refugiados sirios. Era un compromiso de USA, no de la persona que ocupaba provisionalmente la Casa Blanca. Australia envió tropas a las dos guerras mundiales, a Corea a Vietnam y hasta a Afganistán e Irak.
No me gusta Trump, porque todo lo despótico que es con sus aliados, resulta lo contrario cuando se trata de la Rusia de Vladimir Putin o la Corea del Norte de Kim Jong-un. Creo firmemente, como sospecha el FBI, que los rusos pueden chantajearlo, no sólo con la mediación autorizada por Trump en las elecciones del 2016 y el 2020 (acaso negociada por Paul Manafort), sino por la procaz “lluvia dorada” que presuntamente le pidió a dos prostitutas sobre el lecho en que había dormido Barack Obama en una visita oficial a Moscú.
No me gusta Trump, porque no respeta la Ciencia y a los científicos, como se ha demostrado en el irresponsable manejo de la crisis del Covid 19, no utilizando la mascarilla, burlándose de Biden por usarla, y recomendando públicamente remedios absurdos. Espero no los tome en cuenta, porque le deseo lo mejor, ahora que a él y a su mujer les han diagnosticado que padecen el coronavirus. Asimismo, esa actitud anticientífica se manifiesta en el tratamiento dado al cambio climático y en creer que el resultado de todas las acciones se mide en dólares y céntimos. Eso, sencillamente, no es cierto.
No me gusta Trump, porque yo soy un inmigrante hispano a USA y él nos rechaza. No es verdad que una buena parte de los mexicanos que cruzan la frontera son traficantes de drogas o violadores. Suelen ser campesinos mexicanos y centroamericanos que no pueden ganarse la vida en sus países, o que son amenazados de muerte por las bandas de delincuentes, atraídos por las estructuras laborales que observan del lado estadounidense. Realizan las labores que casi nadie quiere ejecutar en Estados Unidos, y contribuyen con su trabajo a mantener al país a la cabeza del planeta.
No me gusta Trump, porque el Presidente ni siquiera siente empatía por los “dreamers” y no quiere otorgarles la residencia. Se trata de unos ochocientos mil estadounidenses sociológicos que fueron traídos a USA por sus padres y que están en el limbo migratorio. Estos jóvenes carecen de otra identidad que la norteamericana. En muchos casos ni siquiera hablan español. (Si en los años sesenta Trump hubiera estado en la Casa Blanca los refugiados cubanos no hubiesen sido acogidos en Estados Unidos).
Es verdad que hay leyes migratorias, y que todo país debe cuidar su frontera, pero esos muchachos fueron traídos sin su consentimiento. Existe una cosa llamada “amnistía” que, previamente, ha sido utilizada por otros presidentes, como Ronald Reagan, y les ha resuelto la vida a esos inmigrantes indocumentados. Especialmente cuando se sabe que el 63% de los estadounidenses (mucho mejores que su presidente) están de acuerdo en abrirles los brazos a los “dreamers”.
No me gusta Trump, porque no les extiende un permiso de residencia a los venezolanos o a los nicaragüenses, a sabiendas de que las dictaduras de Maduro y Ortega son inclementes con los venezolanos y los nicas.
No me gusta Trump, porque no anuló los decretos presidenciales de Obama con relación a la reunión familiar de los cubanos; o al programa especial que admitía en territorio norteamericano a los “esclavos de bata blanca”, personal médico “alquilado” a gobiernos insensibles al dolor ajeno; o al principio de “pies secos-pies mojados” que les daba acceso a las autoridades norteamericanas a los perseguidos cubanos que se presentaban dentro de las fronteras del país.
No me gusta Trump, porque un presidente norteamericano debe ser absolutamente pulcro en sus obligaciones con el fisco y la investigación del NYT demostró que Trump no lo era. Probó, además, lo que decían sotto voce los empresarios de NY: había fracasado como negociante. Fracasó como dueño de casinos. Fracasó como empresario de universidades. Fracasó como propietario de hoteles. Tuvo éxito, en cambio, como vendedor de sí mismo en un programa de la cadena de tv NBC que se trasmitió durante años y que le produjo más de 400 millones de dólares.
Por último, no me gusta Trump, porque el nacionalismo me parece el origen de las guerras y las limitaciones al comercio internacional. Porque creo que la primera función de un Jefe de Estado es unir a la sociedad y me parece que estamos ante un racista y supremacista blanco de la peor calaña, como opina Mary L. Trump, la sobrina del Presidente, notable sicóloga clínica en su libro Siempre demasiado y nunca suficiente: Cómo mi familia creó al hombre más peligroso del mundo.
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Tomado de https://www.cibercuba.com/
¿Por qué sí me gusta Donald Trump?
Por Orlando Luis Pardo Lazo
05/10/2020
Mi amigo Carlos Alberto Montaner, maestro de generaciones de cubanos libres ―ciudadanos de la Isla y del Exilio que pertenecemos a un futuro donde el castrismo será sólo una nota al pie de nuestra vida nacional―, me honra al dedicarme su más reciente columna de opinión: ¿Por qué no me gusta Donald Trump?
Mi primera reacción fue compartir las razones de Carlos Alberto Montaner en mis redes sociales y también en mi blog Lunes de Post-Revolución, a pesar de no compartirlas ni con mi cerebro ni en mi corazón. Ahora más que nunca debemos defender contra viento y marea su derecho a pensar, escribir, publicar, promocionar y cobrar derechos de autor, al comentarnos en público por qué no le gusta Donald Trump. Se trata exactamente del mismo derecho que tengo yo de pensar, escribir, publicar, promocionar y cobrar derechos de autor, al comentarles ahora en público por qué ni siquiera es necesario que nos guste Donald Trump para votar con libre albedrío por él.
Carlos Alberto Montaner enumera una docena de redundantes razones por las cuales le disgusta como presidente el ciudadano Donald Trump. Todas y cada una de ellas son legítimas, por cierto, incluso cuando muchas no sean exactamente sus razones, sino un copy-and-paste de la trumpofobia infantil que la izquierda norteamericana se inventó tan tarde como el martes 16 de junio de 2015, cuando Trump finalmente se lanzó en serio como candidato presidencial Republicano, bajando las escaleras homónimas de la Trump Tower neoyorkina.
Antes de esa fecha, Trump era un millonario simpático más. De hecho, uno de los más mediáticos y acaso con menos en metálico. Alardoso y adúltero, afable y ateo, actor amateur y autor amañado, belicoso y bonachón: la típica inspiración de latinos y afronorteamericanos, con la plusvalía de las féminas de mundo y medio. Sólo eso. Y a nadie en su sano juicio se le hubiera ocurrido acusarlo conspiranoicamente de nada antes de esa fecha fundacional del fascismo, según reza el dogma de la corrección política. Mucho menos a Carlos Alberto Montaner.
Hasta ese martes 16 de junio de 2015 el ciudadano Donald Trump no ostentaba en su pedigrí ni un pelo de guerrerista, ni de censurar a la prensa ni de coartar el libre comercio, ni de polarizar pueblos, ni de diseñar jaulas para infantes, ni se cuestionaba la legal estrategia tributaria del magnate, ni era problemático el tipo de chistes y de palabrotas que soltaba, entre otras joyas de joker o jodederas de jerk. Mucho menos era visto como misógino, homofóbico, ni nadie lo tildó jamás de racista o supremacista blanco o dorado. Al contrario, era blanco ―quiero decir, diana― de parodias y hasta de burlas de personas en el poder. Hasta que de pronto, esa misma noche de verano, republicanos y demócratas por igual, empezaron a pintar a Trump como el hombre más peligroso del mundo. A nuestros efectos, un tipo ya a punto de invertir en La Habana y clavarle una puñalada trapera al exilio cubano: algo así como un clásico clon de Obama, supongo. Por favor.
Recordemos al respecto que Donald Trump ha sido desde siempre un Republicano demasiado voluble para ser verosímil. Nuestro rubio en la Casa Blanca fue miembro del Partido Demócrata durante ocho años y pasó al menos otros cuatro jugando a ser Independiente o sin filiación partidista: es decir, no ha sido Republicano durante casi un tercio de su vida política. Como todo buen norteamericano promedio, incluido acaso Carlos Alberto Montaner.
A menos de un mes de las elecciones generales del martes 3 de noviembre, con el presidente infectado por la pandemia china y con los Estados Unidos amargados por un anti-norteamericanismo radical o racional, no es este el momento para enfrascarnos en un jiujitsu retórico con la eminencia no gris sino muy grata de Carlos Alberto Montaner. Por supuesto, sería irrespetuoso ignorarlo. Antes bien, hay que agradecerle de nuevo por todas sus décadas de magisterio sobre la historia de Cuba, y por haber sido una referencia moral para la otra Cuba que algún día llegará, lleguemos o no lleguemos a verla. Pero hasta ahí.
El voto sigue siendo libre y secreto, y cada quien sabrá a su manera cómo escoger a su candidato, convéngale o no le convenga al final. Lo demás es literatura, teclazos de élite que no cambiarán el reino de lo real, donde ni Trump ni Carlos Alberto Montaner son un peligro para la democracia norteamericana. Sin embargo, la intolerancia tóxica a Trump sí lo es, y muy grave. Aunque es también algo que vienen sufriendo en prestigio propio aquellos que defienden al capitalismo como medida de todas las cosas, desde Ayn Rand hasta Dinesh D’Souza. Se trata de un pecado literalmente capital, y Carlos Alberto Montaner nos confiesa al respecto su desconfianza en los “dólares y céntimos”. Se entiende, pues, que Trump tienda a aterrarlo.
Puede que Carlos Alberto Montaner no esté equivocado en nada de lo que dice. Pero no es obligatorio averiguarlo antes de votar en masa por Donald Trump. La verdad no siempre nos ha hecho libres. O puede incluso que su equivocación no sea de carácter ético, sino etario. Tras toda una vida vivida en las democracias desarrolladas, desde donde ayudó muchísimo al desmerengamiento conceptual del comunismo a la soviética, a Carlos Alberto Montaner le cuesta darse cuenta de que la vulgaridad ha devenido un espectáculo estético del que es muy peligroso espantarse.
Marx se disfraza siempre de alternativa moderada. Trump entraña resistencia a esos buenos modales que prodigan no pocos caudillos de cuello y corbata. Y, en este sentido, Trump es un presidente proletario sin los paternalismos del proletariado, cuyos trompones de cheer-leader han cortado de cuajo 16 o más años de monopartidismo Demócrata en los Estados Unidos. Ese despertar popular los Demócratas no se lo perdonarán por el resto del siglo XXI. Su legado, toda vez en manos de los académicos, habrá de ser el lodo, pero a Trump le asiste constitucionalmente el derecho de disfrutarlo por otros cuatro años, de ser esa la voluntad del electorado nativo, no la mía ni la de Carlos Alberto Montaner (dos ciudadanos naturalizados: es decir, extracomunitarios).
Sin caer en la tentación del anti-intelectualismo norteamericano, habría que añadir aquí que a veces no basta con tener o no tener la razón. En ocasiones, el dato estadístico es engañoso. Lo factual pasa a ratos por la ficción, no por la práctica. La Realpolitik no necesita necesariamente de políticos profesionales, sino también de una persona real, sin apego al poder, probablemente providencial: un pasajero improvisado con más inercia que ideología, con más visión que convicción, con más sentido común y menos sensiblería comunitaria. Un Trump promedio, con sus trampitas y corruptelas y todo, pero sin cargar con tantas culpas y complejos de clase, más la tara de una justicia social que aspira a un igualitarismo inaguantable.
El contexto no es el texto, como bien conoce Carlos Alberto Montaner. Los cubanos de buena fe aplaudimos su coraje cívico para quedarse solo una vez más, en medio de una comunidad que, un poco caricaturescamente, ya comienza a criminalizarte con contrasentidos equivalentes a los de tu criminalización de Donald Trump. Porque lo que está en juego en los Estados Unidos del 2020 no es que viva un “bully” en la Casa Blanca. No por gusto son un bull y un bear las fieras que pujan para que no mueran los mercados. Se trata de todo un American Way of Life el que ha sido sentenciado por la decadencia post-imperial norteamericana, y a los cubanos pro-Trump nos da nostalgia en presente ver a esta especie de administración Atlas echar su última pelea antes de que se pierda la guerra para el carajo.
Por lo demás, Donald Trump está mucho más cerca de Carlos Alberto Montaner de lo que su internet de alta velocidad miamense le permite darse cuenta. El presidente democráticamente electo por el pueblo norteamericano no ha tenido nunca simpatías por el totalitarismo, ni está en riesgo de encabezar una tiranía que no sea la de su nombre como marca de sus propiedades privadas. Las alarmas no las activan los alarmistas, sino precisamente quienes están convencidos de que no hay nada de lo que alarmarse: tratan así de crear un caos donde la felicidad es sólo posible en el fundamentalismo.
Carlos Alberto Montaner, sin cambiar ni un ápice su opinión, bien pudiera votar con la consciencia en paz por un candidato del corte de Donald Trump. Si bien es cierto que tuvo y tendrá que darle la mano a tiranos y totalitarios foráneos, es un gesto que Carlos Alberto Montaner también hubiera tenido que practicar, de haber llegado a ser aquel primer presidente de una Cuba sin Castros que, desde un barrio pobre habanero de los años noventa, mi padre me enseñó a soñar.
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PERO VEAMOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE JOE BIDEN, LA ALTERNATIVA A DONAL J. TRUMP
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Forget the Gaffes, What About Biden's Lies?
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2 Comments:
Lo de Montaner posiblemente sea, en parte, desesperación. El tiempo se le va, y ya le queda poco para lograr lo que quiere. Supongo que haya desistido de llegar a la presidencia de Cuba, aunque no lo descarto del todo, y parece que la meta ahora es convertirse en otro Jorge Ramos (que no por nada fue marido de su hija y es padre de su nieta, una ferviente seguidora o servidora de Obama, los Biden y la Clinton).
Allá él con sus ambiciones y sueños, pero le agradecería (aunque no lo hará) que se apartara por completo del tema de Cuba, aunque fuera por delicadeza si no por pudor. No resisto que siga fungiendo de “representante” del exilio, pues ni habla por el exilio (digno) ni tiene nada que decirle, y me resulta todo un bochorno. Otro ejemplo más de alguien que una vez pareció prometedor y ha resultado una agria decepción.
Bueno..ya lo de CAM es patetico..nobhay mucho para alegar acerca de sus principios o valores. Pero ahora se pasa de manipulador manejando palabras para confundir a los q todavia le crean. Miente y sin sonrojarse. Francia mejor aliado de USA??? Merkel??? Amiga??? Que Australia peleo guerras por ayudar a esta nacion? No se puede ser mas rastrero y ladino...PELEO PQ ESTABA INVOLUCRADA SU CORONA INGLESA Y ESO QUIERE DECIR MANCOMUNIDAD BRITANICA.
En fin...es un basura importante este tipejo. Pensar q lo admire un dia.
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