Desde Cuba dos artículos sobre la actiud de parte de la Jerarquía de la Iglesia católica: El papel de la Iglesia Católica en una dictadura como la cubana. La Iglesia católica cierra la puerta a su pueblo
Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
Salvo excepciones el acompañamiento de la jerarquía de la Iglesia Católica al pueblo cubano ha sido muy limitado para aquellos que han sido perseguidos políticamente por la dictadura Castro comunista, incluyendo hasta el silencio para aquellos que murieron enfrentando la mencionada dictadura por seguir las enseñanzas que les dio la Iglesia Católica en su momento, los cuales, al menos, eran para que se les diera un culto discreto e interno como mártires de la fe mencionando de manera particular o general sus nombres. Muy diferente ha sido la actitud, en diferentes momentos, de obispos católicos de Venezuela, Nicaragua, Honduras y de otros países (con característica similares a la Iglesia Católica que peregtina en Cuba en cuanto a estar acosadas, amenazadas y ser pobres y no ricas.) que han estado junto a su pueblo en momentos recientes trágicos de su historia.
El papel de la Iglesia Católica en una dictadura como la cubana
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La Iglesia Católica cubana, acosada, amenazada, pobre y no rica como afirman algunos, ha estado presente en el acompañamiento a los cubanos que sufren
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Por Roberto Jesús Quiñones Haces
5 de octubre, 2020
Salvo en algunos detalles, coincido plenamente con él, por eso suscribo también como mías estas palabras suyas: “Los cubanos necesitamos una Iglesia justa, comprometida con Cuba y su libertad, que no es nada especial, es algo natural que se nos ha arrancado por 61 años. La Iglesia Católica tiene que crecerse, y valga este pedido para hacerlo extensivo a las otras congregaciones religiosas y fraternales. La Iglesia tiene que avanzar hacia el decoro, salir de la oscuridad donde se ha mantenido en las últimas décadas. El silencio es cómplice de la maldad”.
Recuerdo que la Iglesia Católica es santa no porque sus miembros sean santos, pues todos somos pecadores, sino porque fue fundada por Jesucristo. Cada vez que un cardenal, un obispo, un sacerdote o un laico comprometido de nuestra Iglesia trasciende a la publicidad por un hecho como este, la institución va directamente a la picota. Muy pocas veces los periodistas independientes cubanos, ni los cientos de miles de activistas que actúan en las redes, informan sobre la labor silenciosa de la Iglesia en el acompañamiento al pueblo cubano en su sufrimiento, con acciones muy puntuales. La Iglesia no actúa como la dictadura, que dice que ofrece solidaridad médica a numerosos países, la cobra y explota laboralmente a quienes la ofrecen. Luego pregona el hecho a bombo y platillo. Por eso me alegra que Santiesteban haya citado ejemplos de nítida ejemplaridad cristiana frente a un suceso que se ha propagado mucho en las redes.
De esa forma callada, la Iglesia Católica cubana, acosada, amenazada, pobre y no rica como afirman algunos, ha estado presente en el acompañamiento a los cubanos que sufren, que son millones. Miles de ellos han sido sacados de las cárceles, salido del país y obtenido protección suya en estas seis décadas de dictadura. Otros hemos sentido en la cárcel, de forma muy concreta, ese apoyo.
Recordemos que Jesucristo nos dijo que debíamos amar hasta a nuestros enemigos, una frase que personalmente me estremece y confronta con mi pequeñez. La Iglesia tiene la obligación moral de colocarse del lado del pobre, de los perseguidos, los desvalidos, o para decirlo con palabras del Papa Francisco, tiene el deber de colocarse del lado de quienes sufren la filosofía del descarte.
Muy duro fue lo que sufrió esta familia holguinera. Un cristiano no puede hacer menos que clamar a Dios por ella y por todos los cubanos que continúan sufriendo el despotismo de la dictadura. Nos hemos enterado de lo ocurrido por lo publicado en las redes, pero no es lo mismo leerlo que vivirlo. No es lo mismo imaginar cómo fueron las burlas, las amenazas, los golpes, los salivazos en el rostro —de los que ni siquiera se salvaron los niños—, que sufrirlo. Mucho pavor e impotencia ante tanto abuso y crueldad tuvo que sentir esa familia para dirigirse al Obispado de Holguín en busca de protección.
Aquí me detengo en este aspecto del suceso: ¿Acaso esa familia no sobredimensionó el papel del Obispo y de la Iglesia? Si fue buscando apoyo en el Obispo que dos años antes los ayudó en una situación similar, ¿por qué lo calificaron como un genocida? Al respecto el Obispo declaró lo siguiente: “Hace algunos años los tres hermanos hicieron huelga de hambre y fueron hospitalizados por separado y los visité en los dos hospitales provinciales. La abuela ha venido con los niños, al menos en dos ocasiones al Obispado. Yo he estado en su casa, al igual que el cura párroco de la comunidad”.
Lamentablemente no cuento con información acerca de si el Obispo dijo algo sobre la ayuda concreta que debió brindarle a esa familia en esta ocasión, algo que ha sido la leña propicia para el fuego de este debate. Lo que sí rechazo es calificar de genocida a un hombre como Monseñor Emilio Aranguren. Si algo debemos aprender los cubanos en cuanto al uso de las redes —y me incluyo como primero en la lista— es a moderar nuestro lenguaje. No en vano Jesús declaró que lo que daña no es lo que entra en el hombre sino lo que sale de él.
En una dictadura como la cubana no puede esperarse mucho de nuestra Iglesia hasta que todos los sacerdotes y obispos interioricen que son líderes de una porción del pueblo llamada a convertirse en un agente de cambio social y político, sin olvidar que el principal punto de giro está ubicado en nosotros mismos. Una fuerza que necesita de su valentía y ejemplo.
Pero en Cuba quien escoja el sendero de la lucha pacífica en defensa de los derechos humanos, la democracia y la libertad, también debe estar preparado para situaciones como la sufrida por la familia Miranda Leyva. Si no lo está que ni se inicie en ella. Y si lo hace debe tener en cuenta las palabras que dirigió José Martí a Máximo Gómez cuando lo invitó a que participara en la Guerra Necesaria.
Cuba es hoy un hervidero de pasiones y las redes uno de sus reflejos. No permitamos que los improperios ni el odio que se propagan en ellas dañen el amor que debe existir entre nosotros. Esa es la cizaña que siembra cotidianamente la dictadura.
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Tomado de https://www.cubanet.org/
La Iglesia católica cierra la puerta a su pueblo
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Bajo ningún concepto un ser humano digno debe quedarse callado ante tal ignominia, menos aún alguien que representa a Cristo
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Por Ángel Santiesteban
2 de octubre, 2020
¿Cómo soportar que el arzobispo sea descendiente de Cristo, cuando ni siquiera salió con un plato de comida para los menores de edad que pernoctaban en el portal de la institución? ¿Acaso él pudo ingerir alimentos mientras se encontraba esa familia en su puerta? ¿Consiguió conciliar el sueño en lo que esos niños dormían sobre la fría losa de su piso, bajo sol, sereno y lluvia? ¿En qué se ha convertido la Iglesia que no solo calla y otorga, sino que ahora también se esconde ante los necesitados? ¿Qué le pudieron enseñar las escrituras sagradas a este arzobispo? No se trata de política ni de religión, hablamos de humanidad. Pocos seres humanos limpios de corazones, aún con toda la miseria que vivimos, le hubieran negado, de una u otra manera, ayuda a los Miranda Leyva.
Algunos, en defensa del padre Aranguren, han dicho que es una buena persona y que la familia usa a los niños. Responderé que quien han usado a los niños ha sido el régimen. Esos niños han sido torturados y la UNICEF debe tomar este asunto como corresponde y no continuar siendo cómplice del régimen castrista.
Y la tortura contra la familia, incluyendo los niños, ha ido más allá de lo sicológico, ha llegado a ser física, pues los menores han recibido golpes de un policía para que gritaran consignas a favor de los dictadores, al peor estilo de los nazis. Han usado a los otros niños de sus aulas para que los agredan. Las maestras fueron cómplices y, supuestamente, nunca se percataron de este bullying. Los han escupido. Y como si fuera poco, los han amenazado de muerte. Por todos estos motivos, los padres se vieron obligados a sacarlos de la escuela, no sin antes apelar a las instituciones gubernamentales, sin recibir respuesta alguna.
Resulta que el arzobispo asegura que no se encontraba en el lugar cuando la familia llegó hasta ese portal; pero fueron más de 48 horas y ni siquiera se les entregó agua. Y, para justificarse, dice incluso que habló con la Seguridad del Estado y que estos les aseguraron que la familia había cometido delitos y que serían juzgados. Es inaceptable que el Monseñor les siga el juego a los represores. De pronto, ellos, los represores, tienen más credibilidad que una familia sufrida. Pero, independientemente de ello, nada tiene que ver con que les asistan con alimentos o frazadas para dormir. Desde mi punto de vista, los intentos de defensa de Aranguren empeoran su falta de asistencia a los que necesitaron de él.
Bajo ningún concepto un ser humano digno debe quedarse callado ante tal ignominia, menos aún alguien que representa a Cristo. Aranguren no puede dar la espalda a las personas necesitadas que acudan en su auxilio. La Casa de Dios es del pueblo, no de quien la habita por designio de la Iglesia.
Jamás el Mons. Emilio debió dejarlos “a la buena de Dios”, porque él es ese Dios que fueron a buscar en la tierra. ¿Cómo se puede decidir cuáles ovejas corresponden a su rebaño y cuáles no? ¿Desde cuándo la Iglesia solo es para los escogidos? ¿Acaso se les ha olvidado cuál es la misión de la Iglesia?
Cuando la resurrección de Jesús, este le dice a Pedro, quien luego fuera el primer Papa: “Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas”, porque para eso ellos son “siervos de los siervos de Dios”. Ése, y no otro, es el papel de la Iglesia. Su mayor misión es la de ayudar a los pobres, a los necesitados. Vivir y morir al lado de su pueblo. No esconderse para no verse comprometido con el régimen dictatorial o perder sus acostumbradas comodidades. Siempre recuerdo al Mons. Siro, quien fuera arzobispo de Pinar del Río por muchos años. No ha existido nadie que lo supere en arrojo y comprometimiento con su pueblo sufrido.
Si el Mons. Aranguren no quería dejarlos entrar a la Casa de Dios, al menos debió salir él y acostarse a dormir en el portal con ellos. Compartir lo poco o nada, pero de alguna manera llenarle de amor sus corazones. No existe otra manera de asumirlo, sobre todo cuando esos seres humanos tenían perdidas todas las esperanzas.
Algo así hizo el Cardenal Juan de la Caridad cuando la opositora Iliana Hernández estaba siendo asediada en el cementerio, y no tuvo otra opción que pedir asilo en la iglesia. Con una llamada, apareció el Cardenal en su auto con chapa diplomática y la pudo sacar delante de las narices de los represores. Esa es una actitud digna.
Participando en la despedida de un fallecido, vi al Cardenal ofreciendo una misa en la iglesia del cementerio de Colón, la capilla más apartada de la ciudad y donde se encuentran los más desesperados buscando ese difícil consuelo por el familiar sepultado.
Recientemente, una madre fue a entrevistarse con el Cardenal porque su hijo, opositor al régimen, fue asaltado en Francia y le robaron los papeles y el dinero. Se encuentra en un limbo jurídico y sin ninguna posibilidad física ni económica para resolverlo, ya que los asaltantes lo lastimaron bastante y se encuentra hospitalizado. Para concluir, el arzobispo de La Habana, Juan de Dios, ya hizo algunas gestiones en Francia para ayudar a ese cubano que quizá él nunca conozca, pero que siempre le estará agradecido. Esa es la misión de los que representan a Cristo en la tierra y no otra.
Esa es la Institución Católica que respeto. La Iglesia comprometida con su pueblo. Ya bastante sufrimos con el Cardenal Jaime Ortega, y que Dios lo haya ubicado en el lugar que le corresponda. Pero al final, era más un vocero del régimen que de la Iglesia. Se convirtió en embajador de la dictadura y se olvidó de su pueblo. Y así la historia lo recogerá. Esa será su condena, al menos en la tierra.
Al actual Papa Francisco, cuando era Jorge Mario Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires, le mataron a varios curas en la dictadura de Argentina. Quizá en aquel entonces no estaba preparado sicológicamente para enfrentar un sistema tan abusivo. Lo cierto es que la historia ha recogido ese momento como un estado de debilidad porque no los supo defender como correspondía y bajó la cabeza por temor, y no hizo las denuncias públicas que necesitaba el momento sangriento. Hay actos en la vida que se arrastran para siempre. Y supongo que el Mons. Aranguren tendrá que dar cuentas en la tierra o en el cielo; pero ante tal cobardía, su nombre y su obra han sido mancilladas por su incorrecto desempeño, en este caso en particular, aun cuando en otros servicios merezca la exaltación.
Todos tenemos derecho a equivocarnos. Y también tenemos la obligación de pedir perdón y mostrar nuestra humildad. Una explicación para que se cerrara las puertas de la Casa de Dios a una familia necesitada que acudió a él clamando el decoro que le falta a la justicia y al “gobierno” de Cuba.
Los cubanos necesitamos una Iglesia justa, comprometida con Cuba y su libertad, que no es nada especial, es algo natural que se nos ha arrancado por 61 años. La Iglesia Católica tiene que crecerse, y valga este pedido para hacerlo extensivo a las otras congregaciones religiosas y fraternales. La Iglesia tiene que avanzar hacia el decoro, salir de la oscuridad donde se ha mantenido en las últimas décadas. El silencio es cómplice de la maldad. La fe debe ser lo último que pierde un pueblo. Y perdiendo aún más la confianza en su Iglesia, es el camino en el que comienza esa lejanía que gran parte del pueblo emprendió desde 1959, por miedo, falta de educación y oportunismo.
Sólo pido que oren por ustedes mismos, y que Dios los ayude, porque de esa manera, lo estarán haciendo por la nación cubana.
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Cuba Somos Todos
Septiembre 28, 2020
SOS Familia Miranda Leyva Holguin Cuba(+Video)
Etiquetas: cuba, Emilio Aranguren, familia Miranda Leyva, iglesia católica, Obispo Aranguren
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