lunes, abril 15, 2024

Miriam Leiva desde Cuba: Los panes y los peces de las mipymes. En Baracutey Cubano: Recordando lo que fue La Ofensiva Revolucionaria de 1968 y señalando a quienes se autoriza en Cuba a crear mipymes

 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Miriam Leiva escribe que las  mipymes: ¨....resuelven las necesidades perentorias de la mayoría de los cubanos que estiran sus finanzas mensuales.¨, con lo cual no estoy de acuerdo.

Por otra parte: del siguiente video se podría inferir a que tipo de personas la dictadura Castrista les aprueba la creación de mipymes: persona de confianza para dicha dictadura. Le señalo a Miriam Leiva que en Latinoamérica eso no sucede con los gobiernos;  de paso también le señalo que en Estados Unidos más del 70%  del PIB lo aportan las pequeñas y medianas empresas.

Abanico Cubano

1 de abril, 202

Claudia Padrón revela los secretos del agente David y las Mipymes en #AbanicoCubano

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Tomado de https://www.cubanet.org/

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Las mipymes constituyen los sustentos fundamentales para evadir la miseria en países paupérrimos o son complementos de las grandes economías.

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Por Miriam Leiva

14 de Cuba, 2024

LA HABANA, Cuba. – Poco más de 11.000 mipymes han sido aprobadas, según información del Ministerio de Economía y Planificación de Cuba. La cifra es tan insignificante que no provocaría titulares en casi ningún país. Pero en la mayor de las Antillas todo se magnifica, quizás para demostrar la fuerza del poder y cuán difícil resulta todo.

En septiembre de 2021, las mipymes fueron autorizadas, como progresión del trabajo por cuenta propia, y limitadas en oficios y profesiones a ejercer, después de varios decenios de tira y encoge en las altas esferas del poder para impedir la supuesta penetración del capitalismo. Ellas aportan hasta el 13% del PIB, ocupan a 260.000 personas, según el MEP. Sus actividades principales son la gastronomía, la construcción, la producción industrial de alimentos y bebidas, y la comercialización de bienes nacionales e importados.

Mediante la Ofensiva Revolucionaria de 1968 el Gobierno prohibió e incautó todos los pequeños negocios y los oficios. Tuvieron que transcurrir 56 años para poder tener pequeños negocios de nuevo. Una gran novedad es que las mipymes privadas están financiando importaciones, fundamentalmente de alimentos como harina de trigo, huevos, pollo y arroz, con lo que constituyen un gran auxilio para el Gobierno, carente de liquidez hasta para pagar un barco que llegue con mercancías de primera necesidad a las aguas cubanas.

Las tiendecitas atendidas por diligente personal, en garajes y locales auxiliares climatizados, surtidas de carnes, huevos, enlatados, helados, yogur, dulces, pan y variedad de productos para el hogar y el cuidado personal con elevados precios, resuelven las necesidades perentorias de la mayoría de los cubanos que estiran sus finanzas mensuales.

Las mipymes constituyen los sustentos fundamentales para evadir la miseria en países paupérrimos o son complementos de las grandes economías. La mayoría de las empresas en América Latina son mipymes, dirigidas por familias que se las traspasan de generación en generación. 

El primer ministro Manuel Marrero ha reiterado desde mediados del pasado año que se trabaja en la renovación de la lista de las actividades vedadas, la revisión de las normas jurídicas que rigen su funcionamiento, y la creación de dos entidades controladoras para atender el sector privado y el estatal, respectivamente. Pero la demora e indefiniciones lastran la disposición a invertir en un negocio muy incierto en las actuales condiciones económicas de un país quebrado.

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De los archivos del blog Baracutey Cubano:

Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

La Ofensiva Revolucionaria comenzada el 13 de marzo de 1968 ha servido para demostrar que las grandes confiscaciones, intervenciones, nacionalizaciones, etc. de los tres  primeros años después del 1 de enerro de 1959,  en la que se robaron más de 1500 000 000 de dólares ( de aquellos tiempos)  en propiedades, solamente eran la primera parte de la estrategia Castrista para  asegurar el control político de la población cubana mediante el control económico  a cargo de Papá Estado, el cual en un momento determinado llegó a controlar, como Patrón,  el 97 %  de la fuerza laboral cubana.

Muchos ¨analistas¨y periodistas parecen haber olvidado de que a partir de 1993 se llevaron a cabo con el visto bueno de Fidel Castro y la aprobación de Raúl Castro similares  reformas económicas  a la mayoría de las actuales que se le atribuyen al ¨bueno¨ y ¨pragmático ¨ de Raúl Castro y  pese a la supuesta ¨retranca¨ de Fidel Castro , aunque es cierto que las llevadas a cabo en estos tiempos  poseen un mayor alcance que frecuentemente esexagerado; años después, utilizando a inspectores estatales y otros métodos coercitivos, se limitaron grandemente la apertura de esas reformas.  Esos ¨analistas: olvidan que bajo la tiranía directa de Fidel Castro se abrieron , cerraron y volvieron a abrir los Mercados Libres Campesinos, se crearon nuevos tipos de cooperativas, las BMAP, y hasta en los años 90s del pasado siglo se repartieron a particulares lotes de tierras sin cultivar para ser utilizadas como usufructo.  En estos 54 años de tiranía el Castrismo se ha vestido de diferentes maneras según los tiempos, aunque su esencia totalitaria y represiva apenas haya cambiado.

 El tirano en retiro Fidel Castro  ha dicho que producto de la juventud y la inexperiencia él cometió algunos errores. En las décadas de los 70s, 80s, 90s y principios de la primera década de los 2000 siguió cometiendo errores y horrores y ya no era ni joven ni falto de experiencia, al igual que su cómplice hermano.







(Propaganda de la prensa Castrista tras el discurso de Fidel Castro el 13 de marzo de 1968 declarando la ¨Ofensiva Revolucionaria. Nota y dibujo añadidos por el Bloguista de Baracutey Cubano)

 
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El entierro de la ofensiva revolucionaria de Fidel Castro

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Se produce después de 46 años fracasando
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Por Eugenio Yáñez
Miami
junio, 2014

Sin discursos, flores, velorios, esquelas ni epitafios, Raúl Castro ordenó el entierro de la “ofensiva revolucionaria” que su hermano desató, con su complicidad, una noche de delirio el 13 de marzo de 1968.

El absurdo pretexto de aquel aquelarre confiscatorio fue “poner fin a toda actividad parasitaria que subsista en la Revolución”, acusando a los pequeños propietarios de parásitos y fuentes de contrarrevolución. Se confiscaron 11,878 bodegas; 8,101 restaurantes, fondas, cafeterías y puestos de fritas; 6,653 lavanderías, 4,544 talleres de mecánica automotriz, 3,643 barberías, 3,345 carpinterías, 3,198 bares, 3,130 carnicerías, 1,598 artesanías, 1,188 reparadoras de calzado, y así hasta 55,636 pequeños negocios. Fidel Castro dijo: “¡…no se hizo una revolución aquí para establecer el derecho al comercio!  (…) ¿Cuándo acabarán de entender que esta es la Revolución de los socialistas, que esta es la Revolución de los comunistas?”

Se utilizó un “estudio” realizado por el partido comunista para justificar la confiscación masiva, que recomendaba, entre otras muchas cosas, eliminar los expendios de alimentos, “garantizando al pueblo mediante el Poder Local y el INIT el establecimiento de alimentos similares con una mayor calidad e higiene”.

Cualquiera que haya experimentado en Cuba la calidad e higiene de los establecimientos estatales que venden productos alimenticios, o el pésimo servicio al público en cualquier actividad estatal, desde bodegas a taxis, pasando por talleres de reparación de autos, hoteles, carnicerías o reparación de zapatos, habrá podido comprobar lo absurdo de aquel “estudio”. Y no solo en tiempos del período especial, sino desde el inicio mismo de aquella ofensiva realmente contrarrevolucionaria lanzada por Fidel Castro.

Ahora, tras 46 años de fracaso, con el agua al cuello, las arcas vacías, inversionistas que no aparecen, incumplimiento de planes, caída de la producción de alimentos y muchas actividades industriales, y una deuda externa desgarrante, se pretende revertir la barbarie como si nunca hubiera existido y sin disculparse con los cubanos por las miserias a que fueran sometidos por tal irresponsabilidad: la gerontocracia cubana no tiene memoria ni espíritu autocrítico, faltas que pudieran tolerarse a octogenarios… si no fueran los dirigentes de un país.

La noticia se escurrió de contrabando en medio de la información sobre un Consejo de Ministros ampliado donde primó la neolingua neocastrista y el eufemismo, con engendros tales como “inejecuciones” (¿palabra tal vez aceptada en el diccionario de la academia de los aserequevolá?), o frases como “no siempre se actúa con espíritu crítico y autocrítico por parte de quienes tienen la responsabilidad de fiscalizar y supervisar el trabajo de sus subordinados”. O sea, que los jefes no hacen su trabajo.

El jefe de la comisión permanente para la implementación y desarrollo de los acuerdos del sexto congreso del partido, miembro del buró político y vicepresidente del consejo de ministros (¡más títulos que autoridad!) dijo, con otras palabras, que las empresas estatales en esos sectores no sirven para nada: “Las unidades que hasta el momento se han incorporado a las formas no estatales de gestión han obtenido resultados favorables; los trabajadores incrementaron sus ingresos; se han reanimado los locales; se ampliaron los horarios de servicios, al tiempo que se han acrecentado los precios de venta a la población, en correspondencia con el aumento de la calidad y variedad de las ofertas”.

Es decir, lograron en poco tiempo lo que el mencionado “estudio” del partido ofrecía en 1968 y nunca realizó. Sin la presencia de núcleos del partido o la juventud comunista ni bonzos sindicales oficialistas. Y sin que Barack Obama tuviera que flexibilizar el embargo para fortalecer la sociedad civil cubana.

A un nivel digno del descubrimiento del agua tibia o los estudios sobre la inmortalidad del cangrejo, el Consejo de Ministros decidió que “los establecimientos que prestan servicios gastronómicos, personales y técnicos, como norma, serán gestionados a través de formas no estatales”.

Quienes se apresuraron a lanzar la noticia fuera de Cuba dijeron que se iban a “privatizar” esos establecimientos, olvidando que cuando el régimen dice “formas no estatales” se refiere a cooperativas o cuentapropistas, no a empresas privadas. Lo que quedó claro en la información divulgada: “Se mantendrá la propiedad estatal sobre los principales medios de producción. En tanto, los equipos, medios, útiles y herramientas se arrendarán o venderán”. De privatización, nada.

Y para colmo de herejías, dice el periódico Granma que “Los precios en estos lugares serán establecidos de acuerdo con la oferta y la demanda, a excepción de los que se decidan centralmente”. ¡Ay, espíritu del Che, ven y mira esto!

Aquel 13 de marzo de 1968 Fidel Castro preguntaba: “¿vamos a hacer socialismo o vamos a hacer timbiriches?” 

Hoy, la respuesta es obvia: cada vez hay menos socialismo.

Y el “timbiriche” ha demostrado ser más eficiente que el socialismo castrista.
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¿Recuerdan la ofensiva revolucionaria de 1968?

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El informe presentado por Fidel Castro contra los pequeños negocios urbanos constituyó una burda manipulación de la opinión pública
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Por Haroldo Dilla Alfonso
 Santo Domingo 
09/07/2012 

El 13 de marzo de 1968, Fidel Castro, en uno de sus kilométricos discursos, anunció al pueblo cubano lo que llamó “la ofensiva revolucionaria”. En realidad no había nada de revolucionario en ella, sino al contrario, fue una medida esencialmente contrarrevolucionaria dirigida a eliminar al sector de la pequeña burguesía urbana. Y con ello eliminar una de las pocas áreas de autonomía social que quedaba en el país tras la brutal estatización de todo lo que se moviera. Después de este paso solamente quedó fuera del sector estatal un área limitada de pequeños campesinos cooperativizados de diferentes maneras, que poseían el 30 % de la tierra y suplían algo así como el 70 % de los alimentos agrícolas de la población cubana.

La ofensiva revolucionaria fue un paso más en el control sociopolítico de la población y en la construcción de un régimen thermidoriano con aspiraciones totalitarias que se consolidaría finalmente sobre la base de los subsidios soviéticos. Fue también otro paso en la represión de todo aquello que parecía extraño a una nueva moral más parecida al ascetismo plebeyo de los movimientos campesinos medievales que a la propuesta marxista. Y que se llevó consigo a todo lo que resultaba diferente de la manera como los nuevos dirigentes percibían la dignidad: homosexuales, críticos, artistas irreverentes, peludos, religiosos, y, por supuesto, pequeños propietarios.

Y fue también un arrebato particularmente dañino del sentimiento anti-urbano, en la misma medida en que consideraban a las ciudades como viveros de manifestaciones amorales y al mundo rural como el espacio idóneo para cultivar las nuevas virtudes revolucionarias. Si alguna duda, lean este breve párrafo de un discurso tan homofóbico como antiurbano que pronunciara FC en marzo de 1963:
“Muchos de esos vagos… han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides… nuestra sociedad no puede darle cabida a esas degeneraciones. La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones. Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy un técnico en esa materia, pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto. Siempre observé eso, y siempre lo tengo muy presente”.

Y de aquí, obviamente, se derivaron prácticas como las movilizaciones agrícolas que nos azotaron por décadas, las escuelas al campo y en el campo que aterrorizaron a las familias hasta hace muy poco tiempo y las fatídicas UMAP que destruyeron vidas y sueños de miles de cubanos. Todo un intento de someter a una población caribeña a un status estoico y monacal del que, lógicamente, la nueva clase política escapaba reservándose íntimos espacios lúdicos dentro y fuera del país.

En estos días he revisado de nuevo el discurso que anunciaba la ofensiva revolucionaria. No había vuelto a él desde el día que lo oí, cuando era un adolescente, hundido en una muchedumbre que llenaba la calle San Lázaro. Y leerlo me ha servido para reafirmar mi convicción del valor de la democracia, del debate público y de la prensa independiente. Pues el informe presentado por Fidel Castro (FC) contra los pequeños negocios urbanos —en medio de una perorata de varias horas que incluía observaciones sobre la sequía, la lucha contra el imperialismo y la victoria de los 10 millones de toneladas de azúcar— constituyó una burda manipulación de la opinión pública que solo puede hacerse desde un poder incontestado.

El informe de FC se apoyó en un estudio aplicado sobre 6.452 negocios privados —friteros incluidos— y a 955 bares que nunca queda claro si se incluían en la cifra anterior o eran un racimo independiente. Fue realizado por los militantes del Partido Comunista de cada municipio con el apoyo de los frentes de vigilancia de los CDR, lo que obviamente determinó que los resultados fueran construidos de acuerdo con las conclusiones que se querían alcanzar para legitimar la operación. Y en particular aquellas conclusiones que mejor alimentaban las pasiones políticas de la coyuntura. De manera que en el estudio se brindan datos francamente infantiles como precisar que el 66 % de los clientes de los bares y el 72 % de sus propietarios eran “antisociales y amorales” desviados de los propósitos revolucionarios. Afirmaciones difícilmente comprobables, pero suficientes para identificar en los bebedores alegres a enemigos zigzagueantes de la revolución.

Por otro lado, en su discurso FC distorsionó la estadística de manera grotesca. Digamos, por ejemplo, que cuando solo un 28 % de los negocios no tenía registro legal, esto se presentaba como “casi un tercio”: o que cuando tuvo que explicar que el 51 % de los negocios tenían buenas condiciones higiénicas, el 40 % regulares y solo un 9 % malas; presentaba el dato como que casi la mitad tenía condiciones higiénicas “no buenas”. Y así sucesivamente, lo que convierte la lectura en una invitación a la risa si no fuera porque tras él se escondía una ola expropiatoria contra trabajadores, contra el “pueblo” que el propio FC definió en su alegato legal de 1953, y contra los pocos espacios remanentes de autonomía social.

Y digo expresamente trabajadores, porque hay algo que ni los afanes de los investigadores, ni la manipulación del orador pudieron ocultar: de los 6.542 pequeños negocios analizados en La Habana, el 72 % estaban registrados y pagaban puntualmente sus impuestos, el 88 % de los dueños trabajaban en los negocios y se apoyaban en trabajo familiar, y solo el 31 % de ellos tenían otros empleados. El 73 % de las familias propietarias no tenían otros ingresos, y la abrumadora mayoría tenía ingresos brutos diarios de menos de cien pesos.

Curiosamente, solo el 6 % de los propietarios de negocios había solicitado la salida del país.


En un país donde ya por entonces la única manera de expresar descontento era con los pies.

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