DOS DE O. FONDEVILA: CENTRO DEL MAL Y LA QUEJA
CENTRO DEL MAL
El indocumentado presidente electo de Bolivia, Evo Morales, presunto líder indígena o indigenista (más bien indigente político), exprimiendo sus limitaciones intelectuales ha intentado acuñar una frase, “el eje del bien”, para denominar al contubernio Castro-Chávez al que él acaba de unirse. Pudiéramos frivolizar acerca de las simplezas del cocalero o del pintoresco “gorila rojo” venezolano. De hecho, muchos lo hacen. En verdad estos señores (es una manera de decir), vistos con indulgencia, poseen a lo sumo tres o cuatro medias ideas. Pero hacerlo sería una frivolidad de nuestra parte. Estos menesterosos intelectuales concentran en sus manos recursos y poder que pueden hacerles en extremo peligrosos. Sobre todo porque detrás de ellos está Fidel Castro, el verdadero cerebro, el centro del mal.
Castro está en el centro de cualquier eje del mal que haya existido o exista desde hace cincuenta años. Misteriosamente se ha labrado tal destino, aglutinando en torno suyo cuanto odio ha encontrado en el mundo. Desde la década de los sesenta del siglo pasado estableció una compleja relación con la desaparecida Unión Soviética, mediante la cual ambos se utilizaban mutuamente. El odio de Castro y su propia percepción enfermiza de sí mismo trascienden lo político y lo ideológico. Esas características de su personalidad, unidas a su inteligencia y pasmosa capacidad de seducción y manipulación, le han permitido abrevar en todas las fuentes del odio posibles en el complejo mundo que le ha tocado vivir y, simultáneamente convertirse en su catalizador y estimulador. Permitió que el comunismo representado por la URSS le utilizara con el objetivo de él utilizarlo para sus propios fines. Por eso su relación con el comunismo soviético fue siempre extraña. No se trató nunca de una subordinación al estilo de los Partidos Comunistas de todo el mundo, a los que él, íntimamente, despreciaba. Siempre se sintió por encima de ellos. Siempre ha defendido su particular visión del mundo, una nefasto cóctel de comunismo, fascismo, trotskismo y anarquismo teñido de guerrillerismo y pandillerismo. La cosmovisión y la conducta de Castro ha sido siempre profundamente odiadora y destructora.
El castrismo, digan lo que digan Castro y sus ideólogos y seguidores carecen absolutamente de proyecto, salvo que se entienda la destrucción como proyecto. Su pauperismo ideológico es escandaloso. Medran y se gozan en la convulsión y la devastación. Por el contrario del marxismo clásico, que era propositivo y coherente en su error, en su delirante utopía, el castrismo viene a ser una ideología de la no ideología, o del nihilismo o la negación como ideología. Odiar y destruir. Por eso se sienten tan cómodos en la cercanía y la colaboración con el islamismo radical. Y con cuanta acción perturbadora tenga lugar en el mundo. De esta esterilidad ideológica participa, aunque de forma tal vez más amable y un tanto melancólicamente, pero igualmente corrosiva, la izquierda “moderada” y los “liberales” estadounidenses, con mínimas variaciones o matices. Participa también, de manera generalizada, el flébil pensamiento de cierta Europa decadente y desorientada. Es el pusilánime pensamiento políticamente correcto que se extiende dramáticamente en la conciencia de las sociedades contemporáneas. Su basa la constituye el antiamericanismo.
Castro –el castrismo- está en el centro, o más bien en la avanzada de este mal. Lo ha estado siempre. Lo estuvo en las intervenciones en África, cuyo resultado fue destrucción, muerte y la consecuente miseria ampliada de ese continente Lo estuvo en América Latina, a la que ensangrentó con sus aventuras guerrilleras. Lo estuvo cuando alentó a la Unión Soviética al ataque nuclear a Estados Unidos. Lo está hoy cuando lleva las riendas de la locura izquierdista-populista-indigenista de Latinoamérica. Lo ha estado y lo está en sus oscuros y siniestros vínculos con los Estados y grupos terroristas del fundamentalismo islámico. ¿Es que alguien sensatamente puede dudar de que Castro y sus seguidores son capaces de cualquier cosa para causar el mayor daño posible? Pues infortunadamente son muchos los que lo dudan o incluso lo niegan. Prefieren cerrar los ojos ante las evidencias. Quieren convencerse y convencernos de que Castro es un vejete acabado al frente de un régimen periclitado que no representa ningún peligro, cuando la realidad es que se trata de un vejete, de un régimen y de una cochambre ideológica que hay que derrotar. Y que representa hoy tanto o más peligro que nunca antes. Y cuando hablo de derrotar, digo exactamente eso: derrotar.
Tomado de Somos Cubanos
Orlando Fondevila
Nuestro inmenso José Martí, cada día más desconocido, dejó asentado hace casi un siglo que “la queja prostituye el carácter”. Lo cual es una verdad indiscutible tratándose de las personas, pero también referida a los pueblos. Los pueblos que conforman lo que conocemos por Latinoamérica van para más de dos siglos quejándose de su suerte. De su mala suerte, que siempre es responsabilidad de otros. De la lejana colonia, o de las aviesas prácticas del poderoso vecino norteño. Casi nunca se piensan a sí mismos como responsables de sus desdichas. En alusión a Méjico, alguien ha acuñado la frase: “tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Bueno, también Canadá está muy cerca de los Estados Unidos. ¿Y qué?
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home