BEISBOL EN CUBA: LAS REGLAS DE UN JUEGO POLITIZADO
Béisbol en Cuba: Las reglas de un juego politizado.
El béisbol es para los cubanos lo que para un español es el fútbol, el deporte nacional, el que mueve a las masas a concentrarse en un estadio para ver jugar a dos equipos rivales. Pero en Cuba tiene una connotación que rebasa los límites para ser considerado solamente un deporte. Castro ha demostrado en la práctica su coincidencia plena con el escritor Francisco Umbral, quien considera al deporte como "una estilización de la guerra".
La politización del béisbol por parte de la dictadura cubana es copia perfeccionada de la que hizo el régimen fascista italiano encabezado por Mussolini o el de la Alemania Nacional Socialista de Hitler del deporte. En Italia se convirtió en política oficial, la Educación Física quedó bajo control directo de la secretaría del Partido Nacionalista Fascista. Los éxitos que tienen los deportistas cubanos son “logros de la Revolución” y “logros de su máximo líder” al igual que en Italia eran gracias al Duce y en Alemania al Fuhrer.
La decisión por parte de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de EE.UU., de negarle visas a los peloteros seleccionados por el Partido Comunista Cubano para representar a la isla en el próximo Clásico Mundial de Béisbol, le ha servido a Castro cómo excusa para llamarle “ignorante” y “bobo” al presidente norteamericano, y un aliciente para todos los que consideran un error mantener el embargo que originó el propio Castro cuando nacionalizó y confiscó propiedades norteamericanas en la isla.
Pero lo que realmente se ha hecho es darle una dosis muy pequeña a Castro de su propia medicina, ya que Castro puso como condición para participar en el evento deportivo que Liván Hernández no podía jugar con el equipo de Puerto Rico. Algo muy parecido ocurrió en España con la atleta Niurka Montalvo a quien no le permitieron representar a España por la negación de Castro, demostrando así que lo que menos le importa al régimen cubano es el deporte sino los réditos publicitarios y de propaganda política que pueda obtener mediante él.
El anciano dictador pese a su manifiesta decrepitud encuentra apoyos dentro de la prensa internacional. Y si llamó “bobo” e “ignorante” a Bush ya otros se le suman, cómo es el caso del columnista Alejandro Armengol, a llamarle “estúpido” y así desahogar su desprecio a un presidente - que a diferencia de Castro ha sido democráticamente electo- pese que a continuación se contradice al decir que la medida «Es consecuencia de un objetivo bien definido: la definición de una política destinada exclusivamente a conservar el voto del sector más reaccionario de la comunidad exiliada, radicada en Miami y otras ciudades de Estados Unidos» y por lo tanto, y seguramente sin pretenderlo, le ha llamado chico listo al presidente norteamericano.
En una democracia es loable que se busque “asegurar” el voto de un sector de la población y por supuesto que no vaya contra un sector mayoritario para que sumados todos den el triunfo al candidato. Pero, para las elecciones norteamericanas faltan más de 2 años y Bush no podrá ser candidato. Los candidatos a las futuras elecciones aún no se conocen y se sabe que hay Republicanos a favor y en contra de la política de embargo a Cuba, cómo también Demócratas. Por lo que ese “objetivo bien definido de Bush” está sólo en la imaginación comprometida del escritor.
Michael Parmly, el jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, lo considera más bien una cuestión de principios cuando en una entrevista a la AFP expresó: «Los norteamericanos aman el béisbol y nos hubiera gustado ver a un equipo cubano, pero hay que mantener los principios» para luego añadir «Si el deporte mundial es una cosa, en este país es una criatura del régimen, y el régimen sería el principal beneficiado».
Considerar cómo totalitaria la medida, igualándola a las medidas unipersonales y realmente totalitarias de Castro, no deja de ser un burdo desconocimiento para quien vive en democracia desde el año 1983. Decir con total seguridad que los cubanos de la isla odiarán a Bush por ser todos unos fanáticos del Béisbol, resulta ofensivo a la inteligencia de los millones de cubanos que sufren la más longeva dictadura, y que si existe ese odio sería enfocado más bien hacia quien los esclaviza.
Y aunque resulta cínico para Armengol que el gobierno de Estados Unidos le haya vendido el año pasado $ 510 millones en alimentos, el propio Castro las considera “sujetas a severas restricciones y complicados procedimientos”. Pues “Cuba debe efectuar los pagos al contado y por adelantado, sin posibilidad de obtener créditos financieros, ni siquiera privados”. También “la venta y el transporte de las mercancías requieren la obtención de licencias para cada operación. Cuba no puede utilizar en la transportación su flota mercante; debe recurrir a buques de terceros países y, fundamentalmente, de los EE.UU. Los pagos se realizan a través de bancos de terceros países, por estar prohibidas las relaciones bancarias directas”.
Pese a las dificultades que le plantea ese comercio con Estados Unidos, el régimen totalitario de La Habana persiste en él. La razón no se muestra sólo cómo ventaja económica sino política. La misma que ha perseguido siempre Castro politizando todo lo que no escapa a su riguroso control, el deporte, la medicina, la educación, etc. Nunca le ha supuesto un problema mentir sobre los “logros revolucionarios”, el control mediático total le ha proporcionado hasta que la prensa internacional reproduzca esos “logros” como reales y probados, pese a que a una prensa no controlada por el dictador no se le debería escapar las pésimas condiciones de salubridad en que viven los cubanos, ni la falta de medicamentos en un país que los exporta necesitándolos a nivel nacional, donde en farmacias sólo para turistas extranjeros se encuentra cualquier medicina, de producción tanto nacional como internacional, que le son negadas a la población. En cuanto a educación ya sabemos muy bien esa frase de que «la universidad es sólo para los revolucionarios» así cómo el acceso a internet o la decisión final de si permite a un estudiante cubano la salida del país para continuar sus estudios en el extranjero por la concesión de una beca de otro país.
Los amantes del béisbol no creo se encuentren compungidos porque una representación elegida a dedo, donde prima más el compromiso ideológico con la dictadura que los valores deportivos, sea rechazada. Los auténticos amantes del Béisbol deberían sentirse más bien solidarios con los jugadores tachados por el régimen como apátridas. Y seguro que reprobarán y condenarán las propias medidas represivas que el gobierno cubano emplea contra los que, aprovechando un evento deportivo en el extranjero, se quedan y luego de considerarlos traidores, gusanos y habituales improperios, le son negados derechos fundamentales cómo el de permitir su entrada nuevamente a Cuba sin represalias, de permitir a su familia salir del país o de representar al propio país u otro en el que se nacionalice.
Finalmente el conocido columnista llega a la conclusión que Bush le ha regalado a Fidel Castro “un triunfo nunca visto en la historia deportiva: la victoria por no presentación”. Y no deja de tener razón. Aunque sea una derrota Castro siempre le dará la vuelta. Castro es experto convirtiendo “derrotas en victorias” y si no ya se encargaran, los periodistas comprometidos con igual postura, de hacerlo por él.
Madrid 02-01-2005
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