jueves, mayo 25, 2006

LA DISCRECIÓN DEL TOTALITARISMO

LA DISCRECIÓN DEL TOTALITARISMO

Por Tania Díaz Castro

22 de mayo de 2006

La Habana – www.PayoLibre.com – Todos recordamos aquella exagerada y pujante Campaña de Discreción que se prolongó durante largos años y que comenzó sobre todo cuando el gobierno dio inicio y ocultó ciertas actividades que no es objetivo de esta crónica señalar. Se puso en práctica en Cuba una desacostumbrada política de discreción en centros de trabajo, organizaciones de masas y, sobre todo, en la vida militar. Aquí, un ligero alocamiento, por muy insignificante que fuera, podía ocasionar que el largo de lengua quedara en pijama en su casa durante algunos años o para el resto de su vida.

En reuniones, o en conversaciones privadas con los jefes, éstos les pedían con insistencia a los trabajadores prudencia y sensatez a la hora de hablar sobre asuntos relacionados con la política interna del gobierno, puesto que representaban algo sagrado, y hasta divino.

Para los obreros de la industria azucarera, por ejemplo, hablar de cifras era un pecado capital, para los presidentes de los Comités de Defensa de la Revolución era tabú la cifra de los disidentes, o la cifra de los que se hacen pasar por revolucionarios de banderitas y en realidad no lo son.

Con los pescadores de alta mar ocurría lo mismo. Las cifras de la captura de peces comestibles era un verdadero misterio, aún las de los navíos más pequeños.

Todos debían ser prudentes con los asuntos delicados del gobierno, porque todo o casi todo era SECRETO DE ESTADO.

Algunos dicen que la política de discreción surgió a partir de las guerras clandestinas que promovió el gobierno cubano hacia el exterior. Otros aseguran que fue un poco antes, cuando se fusilaba a diario a través de juicios sumarísimos, o sin juicios sumarísimos. La cantidad de fusilados en 47 años jamás la ha reportado el gobierno.

El asunto de las guerras ocultas apenas se conocía en detalles. Apenas se filtraran noticias provenientes de la prensa extranjera. Si alguien lo sabía, tenía prohibido decirlo en voz alta. Sobre todo las bajas de las guerras por muertes o deserción.

Por ejemplo, a través del libro Las guerras secretas de Fidel Castro, excelente investigación del historiador cubano exiliado Juan F. Benemelis, sabemos que a finales de 1966 Cuba había tenido más de doce campos internacionales de entrenamiento militar para guerrilleros, por donde pasaron alrededor de 25 mil personas de diversos continentes.

Sobre esto se exigía reserva no sólo en el centro laboral, sino también en el hogar, en los lugares de diversión o en cualquier otro donde pudiera estar presente el enemigo.

Porque el enemigo –la CIA– según el gobierno, estaba en cualquier sitio. Hasta debajo de la cama de un lengua larga.

Ningún cubano seguramente podrá olvidar la Zafra de los diez millones de 1970. Por aquellos meses la campaña de discreción cobró un impulso descomunal. No podía filtrarse ni un solo dato, porque se quería bombardear de sorpresa al imperialismo yanqui con los diez millones de toneladas de azúcar.

El sorprendido fue el gobierno. Los diez millones se convirtieron en siete y medio, algo que sirvió hasta de burla para la prensa humorística.

En el semanario Palante, por sólo poner un ejemplo, salió en la portada una caricatura del músico cubano Barbarito Diez que decía: “Ahora Barbarito no es Diez, sino Siete y Medio”, haciendo alusión a las toneladas cortadas. Nuez, autor de la caricatura y director de la publicación salió como una tromba disparada hacia su casa, donde permaneció varios años, hasta que la elite gubernamental le perdonó el famoso chiste.

Pero en la actualidad, la Campaña de Discreción del gobierno cubano aún no es un mal recuerdo del pasado. Tal vez por eso en las cárceles hay más de veinte periodistas, condenados por escribir lo que el pueblo quiere saber de esta pequeña isla de nuestro planeta, al que ya le conocemos hasta su color azul.