LEVE RETRATO DE FAMILIA
jueves ,25 de mayo de 2006 .
Al menos no para quienes asumimos el asunto desde adentro, mediante un enfoque quizás afectado por los límites de nuestro encerramiento, pero a la vez con una experiencia y un conocimiento de causa que deben favorecer la perspectiva.
En principio (y esta sería una primera respuesta), se impone reformular la interrogante: ¿estará lista la democracia para enfrentar exitosamente el futuro más o menos cercano de Cuba?
Porque si bien la democracia (como el pan de la libreta) aguantó siempre los más violentos estirones sin apenas chistar y sin perder la compostura, parece que en los últimos tiempos se resiente y ha empezado a exteriorizar las secuelas de tanto maltrato.
Hoy, resulta cuando menos paradójico constatar que en la lista de países que viven bajo sistemas democráticos son relacionados sin la más leve salvedad Suiza e Irán, Chile y Venezuela, o Francia y Bielorrusia, entre otros muchos contrastables.
De modo que una segunda respuesta para la interrogante de marras podría ser otra pregunta: ¿cuál es el tipo de democracia para la cual se supone que debamos estar preparados?Los propios representantes del régimen cubano afirman que en la Isla se practica la democracia participativa. Y a nadie debiera sorprender que la sucesión de la primera cabeza y del único dedo de este régimen (designada ya de hecho y en funciones preliminares), se oficialice en su momento a través de referéndum o de cualquier otro mecanismo (sensible a la pirueta) bien visto en lo que todavía catalogamos genéricamente como el mundo democrático.
Entonces, ¿estaremos por fin preparados los habitantes de la Isla para enfrentar civilizadamente, o sea, en paz y haciendo valer los verdaderos principios de la democracia, cualquier maniobra futura que tenga como objetivo la prolongación de la tiranía totalitaria, con o sin la figura de un solo tirano en jefe?Más dudas que certezasLo que está en el corazón de ñame, cuchillo sólo lo sabe. Así es que ni Orula, con su oráculo infalible, se encuentra quizás en condiciones de anticipar una respuesta única y definitiva.
Por lo pronto, un vistazo a ojo de buen cubero a la composición psicosocial de los cubanos de adentro arrojaría, en el mejor de los casos, muchas más dudas que certezas.Descontando a los militantes comunistas de palo y pedrada, que conforman minoría cada vez menor y más dramática, así como a otros comprometidos más y menos recalcitrantes, quedan tres grupos específicos de ciudadanos que son a fin de cuentas los que pudieran incidir por mayoría a la hora del cuajo.
Primero, están las llamadas personas mayores, quienes si bien es cierto que se muestran en gran medida apáticas o críticas ante el régimen, son las que más le temen, amén de las más fáciles de manipular, ya que con el transcurrir de los años fueron reduciendo aspiraciones, planes y esperanzas, hasta un punto que hoy son capaces de dormir tranquilas sólo con saber que disponen de una jubilación de 200 pesos (poco más de 8 dólares), de un techo que no les pertenece y de una cama que es la misma que acomodó sus sueños en la adolescencia.Sucede también que estos ancianos que aún viven en Cuba son el remanente de una generación que voló en masa hacia el exilio. Los que no se marcharon en décadas anteriores fue por apego sentimental a la tierra o porque entonces simpatizaban con el gobierno, o porque mantenían la ilusión de que éste cambiara en breve.
Pero en cualquiera de los tres ejemplos se trata de personas cuya actitud política se iguala hoy en la tendencia a la resignación y a las posiciones conformistas, retrógradas, que resultan propias de la edad. Y más aún si, como suele ocurrir, tienen garantizado el sustento gracias a las remesas que desde Miami les envían sus parientes.
Los 'tembas'
En un segundo grupo se podrían ubicar los 'tembas', es decir, aquellos cuyas edades oscilan entre 40 y 60 años. Por cierto, es muy posible que a este grupo pertenezca la inmensa mayoría de los miembros de la disidencia interna. Pero también aglomera en alta proporción a los funcionarios estatales de diversos rangos.Se trata de individuos que nacieron y/o crecieron a merced del régimen, con todos los defectos y (¿por qué no?) las capacidades que ello pudo contraerles.Si, como dijera Chesterton, el signo dominante en nuestra época es un signo de interrogación, todavía lo es más en esta isla. Y dentro de ella, las mayores incógnitas gravitan en torno al comportamiento que en el futuro cercano de que hablamos puedan asumir estos compatriotas que hoy median entre la juventud y la vejez.
Mucho más definidos y activos que los ancianos (en pro o en contra del régimen), aunque menos desprejuiciados y más pícaros y previsores que los jóvenes. Agotados pero aún con ánimos. Cautos pero aún crédulos. Conservadores pero aún propensos a la ilusión. Derrotados, mas no vencidos. Desilusionados de la política pero al mismo tiempo dispuestos (más y menos secretamente) a confiar en nuevas expectativas, vengan de donde vengan.
Al margen de sus convicciones ideológicas, estos tembas suelen ser también muy recelosos frente a todo lo que proceda de Estados Unidos. Han vivido desde niños la dramática pirotecnia del 'bloqueo' con todos sus anexos. Ven en los yanquis el coco que les enseñaron a ver. Pero igual saben que en definitiva aquel país ha sido el mejor aliado, la más eficaz, la más útil y recurrente pala con que contó siempre el régimen durante las últimas cuatro décadas.
Saben que toda "nuestra" política exterior ha estado fundamentada en el papel de víctimas del Imperio, igual que para todos "nuestros" desaguacates buscamos pretextos o justificaciones en los desaguacates cada vez más obtusos (léase más convenientes al régimen) de los gobernantes estadounidenses.Patrióticos de mente en Babia
Otra es la historia, y bien distinta, con los jóvenes que viven en la Isla, los cuales aparentan tragarse y hasta eructan el mejunje de la amenaza imperialista, pero no lo digieren.
Ser patriotas, para una parte considerable de este grupo, significa dejarse llevar a las marchas y a las concentraciones con banderitas de papel entre las manos, pero con la mente en Babia, mientras que sus patrióticas anatomías quedan al buen resguardo de los tenis de marca, las ropas y demás monadas made in usa. Es como en la fábula de aquellos Cronopios de Cortázar cuyos descendientes engendraban los Famas, quienes así creían estar minando la superioridad potencial de los Cronopios. Pero se equivocaban. Porque los Cronopios habían perfeccionado el modo de invadir a los hijos del otro de una manera tal que su influencia les diluía en las venas cualquier carga genética.Producto trasnochado y bastardo de eso que aquí llaman la Utopía, nuestras nuevas generaciones están hasta el pelo de que les señalen lo que no deben querer, en tanto no les atrae ni les convence lo que quieren que quieran. Más bien les atrae todo lo contrario, no sólo porque es lo contrario sino porque sencillamente les atrae cualquier cosa cuyo atractivo no les sea impuesto.
Aunque no lo pregonen (porque si algo les impartieron bien es el arte de la simulación), a los jóvenes de la Isla les gusta el dinero y los bienes materiales muchísimo más que a sus mayores. Y también son más emprendedores, más arriesgados y despiertos a la hora de agenciarse lo que les gusta.Incluso, no sería peregrino afirmar que entre los llamados macetas y nuevos ricos abundan, posiblemente sobresalen, las personas menores de 40 años o, si acaso, muy levemente mayores.Asimismo este grupo reúne, por un lado, las cifras máximas de empleados en las shopping y otras instancias donde se mueven divisas; mientras que por otro lado acumula los más altos porcentajes de desocupados formales, bisneros, buscavidas, contrabandistas, jineteros, parias y pupilos de las cárceles.
Más hábiles o más decididos que sus antecesores para hacer lo mismo que hacen los mandamases (en lugar de hacer lo que les dicen que hagan), estas últimas generaciones pueden elogiar la solidaridad pero sólo la practican cuando median ganancias (aunque sean pocas), defienden el igualitarismo preferiblemente desde arriba, entienden el respeto como una forma de miedo, carecen por lo general de ideología, por más que en tal materia, como en todas, dejan siempre abierta una posibilidad para el convenio.
Es verdad que dentro de esta porción poblacional se registran las más frecuentes incidencias de hechos violentos. Pero tampoco entre ellos la violencia es necesariamente sinónimo de una particular valentía. Por más que sus motivaciones son bien puntuales, y nunca están relacionadas con temas ideológicos, ni siquiera con la reclamación de derechos civiles o legales.Más preguntas que respuestas
En una palabra, las nuevas generaciones (y tal vez no únicamente las nuevas) que hoy viven en la Isla, pueden tener una idea mejor o peor formada acerca de lo que no les gusta en materia de sistemas políticos, pero, como conjunto social, carecen de conceptos hechos, terminados, redondos, en torno a aquello por lo cual les gustaría apostar verdaderamente en el futuro.En fin, aquí queda, elaborado muy sucintamente, a grandes trazos, un retrato de la familia de adentro, el cual, lejos de destinarse a la procura de respuestas sobre el futuro, más propiamente aspira a condimentar las preguntas que aún siguen en pie.
Por supuesto que se trata de un esbozo absolutamente empírico y superficial, porque no pretende más. No es sino la instantánea del día a día, proyectada desde la emoción y, por tanto, al margen, o a contrapelo de ciertos análisis historicistas, serios y muy documentados, que han tenido a bien enfocar el asunto desde otros ángulos, apoyándose en la tradición rebelde y libertaria de los cubanos, así como en el influjo (dicen que aún vivo y fresco) de antecedentes de gran peso como la Constitución del 40 y otros logros memorables.
Ojalá tengan razón. Pero la vida, llamémosle así, está demostrando que luego de casi medio siglo de dictadura totalitaria no hay vieja tradición que valga, ni valores morales o espirituales que permanezcan firmemente en pie, y que en el mejor de los casos la realidad histórica es como la gallina, que en un lado pone los huevos, y en otro, a veces bien distante, levanta el cacareo.
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