VENEZUELA, UN PROCESO ELECTORAL INCIERTO // EL PRECIO DE UN " OPOSITOR "
Venezuela, un proceso electoral incierto
Andrés Oppenheimer, periodista
Las posibilidades de un proceso electoral justo en Venezuela parecen cada vez más remotas: los líderes de la oposición amenazan con retirarse, a menos que el presidente Hugo Chávez otorgue mínimas garantías de una contienda equitativa, y hasta los observadores internacionales que monitorearon elecciones pasadas están dudando si participar esta vez.
¿Debería la oposición venezolana boicotear la elección del 3 de diciembre, y permitir que Chávez se proclame ganador por abandono? ¿O deberá participar, aunque probablemente pierda, y aprovechar la ocasión para reorganizarse?
Hay un gran escepticismo sobre el proceso electoral, entre otras cosas, porque la oposición ha encontrado datos sospechosos en el registro electoral que se usó en el referéndum revocatorio del 2004. Uno de estos estudios encontró nada menos que 1.921 personas de apellido González en el registro electoral del estado de Zulia, algo que no tendría nada de raro si no fuera por el hecho de que todos estos González nacieron el 15 de marzo de 1974, y todos se registraron para votar el mismo día, poco antes del referéndum.
A pesar de que Chávez ordenó una renovación del Consejo Nacional Electoral (CNE) y hubo una auditoría que no encontró anomalías extraordinarias en el padrón, los líderes opositores dicen que el proceso electoral sigue totalmente sesgado a favor de Chávez.
Cuatro de los cinco integrantes del nuevo CNE son chavistas, dicen, y fueron electos por el Congreso, que es totalmente chavista. El CNE todavía no se ha expedido sobre las principales demandas de la oposición: que haya otra auditoría externa del padrón electoral, un recuento manual de los recibos de las máquinas de votación, la eliminación de las máquinas que toman huellas digitales de los votantes --que podrían intimidar a muchos opositores-- y que la oposición tenga pleno acceso a los medios.
Chávez ha amenazado que si la oposición boicotea las elecciones, tal como lo hizo en la elección legislativa de diciembre pasado, convocará a un referéndum para enmendar la Constitución y permitirle una nueva reelección en el 2012.
Algunos analistas políticos sospechan que Chávez, aunque diga públicamente lo contrario, quiere que la oposición se quede en su casa el día de la votación. Los candidatos opositores dicen que quieren participar, al menos por ahora.
"Somos un país curioso: estamos repensando las reglas de juego en la mitad del partido", me dijo el candidato opositor Teodoro Petkoff, haciendo una analogía futbolística. "Si no hay reglas de juego, tendremos que repensar nuestra postura (de participar)".
Entrevisté a Jennifer McCoy, directora para América Latina del Carter Center. Me interesaba su opinión, porque McCoy fue la observadora internacional clave que le dio su visto bueno a la controversial victoria de Chávez en el referéndum del 2004.
McCoy culpó a los dos lados de no estar haciendo un mayor esfuerzo para restablecer la confianza en el proceso electoral. Entre otras cosas, se manifestó preocupada por el hecho de que los candidatos se deben registrar entre el 5 y el 23 de agosto, y el CNE aún no se ha definido sobre las demandas opositoras.
"Estamos preocupados porque el tiempo se está agotando", me dijo McCoy. "Al CNE apenas le quedan dos meses antes de que expire el plazo de inscripción de los candidatos, y a nuestro modo de ver, lo más justo sería que se den a conocer las reglas de juego antes de que los candidatos se inscriban".
¿Observará el Centro Carter las elecciones? "No estamos seguros todavía. El CNE todavía no ha invitado a observadores electorales. Si recibimos una invitación, evaluaremos las condiciones", respondió McCoy.
Mi opinión: la oposición debería participar de las elecciones, sea como sea. Si las reglas de juego están totalmente sesgadas a favor de Chávez, la oposición debería aprovechar el momento para obtener una victoria propagandística, y para empezar a recomponer sus fuerzas luego del desastre de diciembre pasado.
Por ejemplo, los líderes opositores podrían pedir a sus seguidores que vayan a votar con las manos atadas. Una foto vale mil palabras: incluso si Chávez se adjudicara una victoria abrumadora, la fotografía de miles de votantes con las manos atadas saldría al día siguiente en los periódicos de todo el mundo y centraría la atención internacional en el proceso electoral injusto.
Ir con las manos atadas sería mucho mejor que retirarse de la contienda, permitir que Chávez se reelija sin oposición, y perder lo que podría ser la última oportunidad en muchos años para reconstruir la oposición democrática.
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EL PRECIO DE UN " OPOSITOR "
Nota del Blogguista :
Este individuo, Francisco Arias Cárdenas, es el actual embajador chavista en la ONU; en el siguiente VIDEO podemos ver como le llam'o asesino a Ch'avez despu'es de los cr'imenes llevado a cabo por los francotiradores chavistas que le dispar'o a una manifestaci'on de la Oposici'on.
Haga Click en la Videoc'amara
AQU'I SUS DECLARACIONES ACTUALES:
“Este cargo no es un premio, es una tremenda responsabilidad”
El ex candidato presidencial y líder de Unión afirma que su nuevo despacho será “una trinchera” para defender a la nación en los escenarios internacionales. Arias afirma que nunca ha dejado de ser “bolivariano y robinsoniano”, que siempre fue partidario de la unión cívico-militar, y que las diferencias con Chávez han sido más de forma y no de fondo
ALONSO MOLEIRO
El Nacional
Cuando tiene que recapitular las desavenencias que ha tenido con el presidente Hugo Chávez Frías, el alguna vez candidato presidencial de la oposición, , ve las cosas así: como uno de los comandantes fundadores del proceso político en curso, le presentó a la nación su nombre al postular la necesidad de bajar los niveles de pugnacidad en la sociedad.
El país, dice, escogió a Chávez, y él lo ha aceptado. Arias, que se declara “bolivariano y robinsoniano”, asegura que entre el primer mandatario y él jamás hubo diferencias de fondo sobre política exterior, la unión-cívico militar o la democratización de las tierras.
Es mucho lo que ha llovido desde aquel día de marzo de 2000 cuando Arias Cárdenas le presentó a la nación la plataforma de su partido político, Unión, para arrancarle poco más de 2 millones de votos al oficialismo con un mensaje aguerrido y cuestionador. El trayecto político de Francisco Arias Cárdenas probablemente ha sido uno de los más difíciles de entender en la historia reciente del país.
El también comandante está a punto de marcharse a Nueva York para estrenarse en su nuevo cargo como embajador de Venezuela en la ONU. Con un discurso beatífico y conciliador, lleno de parábolas alusivas al perdón, asegura que las críticas que se vierten en su contra están animadas por el espíritu autodestructivo que aún impera en la sociedad. Asegura que todo lo que ha hecho le permite estar en paz con su conciencia.
—¿Cuáles serán las prioridades de su nuevo cargo en Naciones Unidas?
—Esta es una gran responsabilidad, y además es un mensaje importante al país. Cuando se habla de confrontación, ha quedado demostrado que se pueden abrir puertas. Estamos en un momento de preagresión, de amenazas veladas en el escenario internacional. No estamos internacionalmente en una situación holgada. Hay gente que ha dicho que esto es un premio: no, al contrario, es una tremenda responsabilidad. Hay amenazas veladas del Comando Sur, de voceros del Departamento de Estado, de la Secretaria de Estado en contra del país. Esta será una trinchera; trabajaremos para denunciar, para desenmascarar a quienes conspiran contra el país. También trataremos de buscar alianzas, negociaciones, de abrir puertas para que este proceso interno avance y se consolide.
—Algunos voceros parlamentarios han criticado su nombramiento.
—Eso evidencia que dentro del chavismo se puede diferir, y eso es un buen síntoma. Eso es un mensaje al país, es bueno para la democracia. Desmonta el mito de que dentro del proceso hay un atajo de borregos que no objetan nada. Al contrario, da la idea de que, equivocadas o no, se pueden defender posiciones. Acá se confrontan dos visiones, dicho sea con todo respeto, porque el diputado Tascón es un hombre trabajador, además de paisano: las visiones sectarias y cerradas, y los que defendemos la posibilidad de inclusión de caras nuevas, de abrirnos a todo el país dentro del proceso revolucionario. Esta debe ser una revolución para todos los venezolanos, no un proceso permanente de confrontación.
—¿Qué tiene que decir de este gesto del presidente Chávez? Hay que reconocer que ha sido bastante magnánimo, tomando en cuenta lo duro que se han confrontado.
—Hay un nivel de relación personal entre Hugo Chávez y yo que el político convencional no entiende. Cuando me lancé a la Gobernación del Zulia, el Presidente vino a hacer campaña en contra mía. En aquel entonces eso me enfureció mucho. El tenía otra visión, planteaba la vía cívico-militar, el camino armado para llegar al poder, y yo defendía la vía electoral. Cuando el Presidente vino a decirme que era el candidato, se acabaron las diferencias, trabajamos juntos en el 98. En cierto momento, yo le plantee a los venezolanos que podía conducir esta revolución mejor que Chávez. La gente no estuvo de acuerdo. Me costó trabajo aceptarlo; fue duro, pero lo acepté. Él es el líder de la revolución. Por eso no voy a trabajar para destruir este proceso que uno contribuyó a gestar y a crear. Nuestras diferencias han terminado.
—¿Todavía son amigos?
—Siempre lo hemos sido.
—Usted fue el líder de toda la oposición. No puede hablarse de una desavenencia interna del proceso: usted encarnó un deseo mayoritario de cambiar de gobierno para defender la democracia. Era el líder del antichavismo, incluso del radical. Ese fue el centro su mensaje electoral.
—De la oposición y también de parte del chavismo. Nunca dije que no era bolivariano ni robinsoniano. Nunca objeté la creación de un ejercito zamorano, de la unión cívico-militar. Estoy a favor de la democratización de la tierra, aunque con unos moldes menos agresivos e impositivos que los actuales. Nunca han existido diferencias de fondo en política exterior con el Gobierno. He criticado las formas, algunas modalidades de confrontación del Presidente. En 2002 me di cuenta de que lo que proponía la oposición no era para mejorar ni par aportar, que lo que venía del otro lado era la destrucción de este proceso. Hay otros elementos: un paro general, una plaza Altamira, un paro petrolero. Acá no se está jugando a corregir los defectos del Gobierno, sino de sacarlo a cualquier trance. Son elementos que lo ponen a reflexionar a uno.
—¿Ya no ve usted, como veía antes, riesgos para la democracia, autoritarismo y concentración de poder en manos de una sola persona?
—Puedo decirlo perfectamente, porque lo he razonado y lo he dicho muchas veces. Sobre la concentración de poderes: si acá se acumula poder es por una ausencia voluntaria y por una decisión de la oposición en el momento de organizar las elecciones en el Parlamento. La Asamblea Nacional debe hacer un esfuerzo para ampliarse, para abrirse a otros sectores de la sociedad. Solo un gesto de magnanimidad hará que se le dé cabida a otros sectores sociales. El Gobierno lo está haciendo.
—¿Ha conversado con Jesús Urdaneta o con Yoel Acosta últimamente?
—Con Jesús tengo algún tiempo que no converso; con Yoel sí hablo con frecuencia. Está montado en el tema de la participación popular, en el diseño de los concejos comunales. Acá hay que sumar y hacer las criticas desde dentro. Si a un hermano se le hace una critica malintencionada, desde afuera eso será celebrado por los enemigos de la familia, pero no servirán para mejorar nada.
—A usted se le critica duro desde los dos bandos. ¿Se siente un hombre impopular?
—Uno lucha contra una tendencia que es muy difícil: la polarización, el sentido de autodestrucción que impera en la sociedad. Hay peleas familiares o filiales muy apasionadas. En el país hay que tratar de fomentar la participación en términos constructivos. Eso está mal visto en Venezuela. A muchos les cuesta aceptar que la mayoría de los venezolanos escogió un camino. Les cuesta aceptar los conceptos de perdón, de reconciliación. Tengo que destruirte, acabarte, matarte, eres el enemigo. Podemos equivocarnos, asumir los errores. Aceptar que perseguimos el poder no por el poder mismo, sino para el servicio. Nos atacan por eso desde muchos bandos. Prefiero que sea así, y tener paz de conciencia. Si los militantes de la destrucción me tiran piedras, no importa: quiero vivir en un país donde podemos avanzar y aceptarnos, y que ese sea el país de mis hijos.
—El que empezó aquí a insultar a todo el mundo, a emplear el lenguaje de guerra y a hablar de destruir al enemigo fue Chávez.
—Sí, pero fue una manera de decir las cosas. Es circunstancial, es diferente. Lo de freír la cabeza de los adecos en aceite: son cosas del momento de emoción, pero acá no ha pasado nada. Son temas que se dicen y luego se recogen. Todos existimos y tenemos derechos políticos.
—¿Cuándo fue candidato presidencial llegó a pensar que terminaría con un cargo de embajador en el Gobierno?
—Te voy a ser franco: en la campaña uno tomó la vía que era equivocada. Cuando me lancé, comencé con 9% en las encuestas. Dije: no voy a ganar, pero dejo una oposición, 30% de parlamentarios. Pensaba que eso podía dejar una posición para discutir y aportar dentro del proceso. Nunca me imaginé a los políticos de la oposición llamando a Chávez tirano, ni la plaza Altamira ni ninguna de las locuras de ese año. Hay cosas que uno no se imagina, y son parte de la dinámica. Quiénes no creen en este proceso tienen sus derechos políticos garantizados. Ahora tienen que hablarle a los venezolanos marginados, a los que no tienen nada, que son mayoría, y convencerlos para que cambien de gobierno. Los votos de esas personas cambiarán las cosas, no lo que digan los medios de comunicación.
El perdón
Interrogado una vez sobre las decisiones tomadas sobre su ex compañero de causa, Pompeyo Márquez, líder de Izquierda Democrática, declaró en una ocasión: “Nunca, en toda mi vida como político, he conocido a una persona que haya destruido tan rápidamente su capital político como Francisco Arias Cárdenas”. Al reflexionar sobre el alcance de sus decisiones, Arias le resta importancia a ese tipo de apreciaciones. Lo hace al apelar a recursos verbales llenos de un entusiasta voluntarismo que recuerdan su paso por la Iglesia. Insiste en hablar de perdón y reconciliación: todo sea por la causa del entendimiento, equivocados hemos estado todos; es necesario que nos reconozcamos, vamos a corregir los errores y continuemos la lucha. En su discurso puede interpretarse que acepta de manera implícita una realidad que, aunque dura de encarar para cualquiera, salta a la vista: que sus postulados no tienen aceptación en este momento. Francisco Arias Cárdenas parece apostar porque la desmovilización emocional y el fin de la polarización política terminen algún día por darle la razón.
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Arias Cárdenas: "Venezuela sería un punto de equilibrio dentro de Consejo de Seguridad de la ONU"
19 de junio de 2006.-
El embajador de Venezuela ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Francisco Arias Cárdenas, dijo que el eventual ingreso del país al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aportaría un punto de equilibrio en las decisiones de ese organismo.
"Vamos a ser una nación que buscará equilibrio, justicia y democratización, que servirá de balanza para que las decisiones en el Consejo de Seguridad beneficien a la mayoría de los Estados", declaró el embajador en entrevista con Prensa Latina.
"Estamos diciendo la verdad, que nuestros planteamientos van a ser firmes, sin espectacularidad y con seriedad cada vez que lo amerite", señaló el diplomático sobre la postura que adoptaría Venezuela en el desempeño de el ansiado puesto.
"Nuestro mensaje está dirigido a todos los que sienten que el mundo ha cambiado, que no es el mundo de la postguerra, que no estamos en 1945, que del tercer milenio vamos llegando ya a 2007", enfatizó.
El Consejo de Seguridad está formado por cinco miembros permanentes: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia y China con el privilegio de veto y por 10 miembros no permanentes en representación de áreas geográficas, cuyas gestiones se rotan cada dos años.
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