LA APERTURA FORTALECE LA IDENTIDAD
LA APERTURA FORTALECE LA IDENTIDAD
Toda persona humana y toda comunidad nacen como seres en relación. Nadie nace sólo por sí mismo y para sí mismo, exclusivamente. La vocación humana es la apertura a los demás. La plenitud de la propia humanidad es trascender. Trascender es traspasar los límites propios, ajenos y naturales.
Toda persona que aspire a la plenitud de su existencia debe traspasar, abrirse, cruzar tres fronteras en su vida: la primera es trascender los dinteles del propio egoísmo para poder establecer las relaciones interpersonales. La segunda es trascender el marco de la propia comunidad natural para abrirse al resto del mundo. La tercera es traspasar los límites de lo humano y abrirse a la relación con “Algo” más allá de nuestra naturaleza humana, es decir, la apertura a Lo Trascendente o Absoluto, a Alguien que llamamos Dios.
Es por esta visión global, holística, que creemos que la apertura no es una amenaza, ni un ataque, ni un empobrecimiento para las personas, las comunidades, ni los países.
En Cuba vivimos muchas formas de cerrazón, de aislamiento, de incomunicación.
Todos sabemos que, en el mundo intercomunicado de hoy, lo geográfico ya no es el límite fundamental. El mundo es, y puede ser cada vez más, una Casa Común, un Hogar sin fronteras. Sin embargo, hay personas e instituciones, estados, ideologías y religiones que están convencidos que la propia seguridad se alcanza cerrando las puertas de la casa, poniendo muros a la propia conciencia, aislando a las naciones de la “contaminación” con el mundo pervertido y “desastroso” que los rodea. Creemos que esta es una de las causas fundamentales del estado actual de nuestra existencia como ciudadanos y como nación. Nuestra condición de isla en lo geográfico, no debería ser causa de encierro en nuestras propias ideas. Por raro que parezca decirlo así, claramente, miremos a nuestro alrededor y hagámonos sinceramente algunas preguntas muy sencillas, pero esenciales:
¿Por qué la mayoría de los cubanos cerramos nuestra conciencia a la vista pública y pensamos de una forma, hablamos de otra y actuamos de modo diferente a la que decimos y creemos?
¿Por qué la mayoría de los cubanos acepta, y aún expresa, que hay muchas cosas que son verdades pero que no se pueden decir en este país porque te perjudican? ¿Por qué cada persona construye su propia barrera de incomunicación?
¿Por qué la mayoría de los cubanos cierra sus casas con rejas y vive en un exilio interno fabricándose un “país” puertas adentro de su hogar, radicalmente diferente al país real que considera hostil y amenazante a sus negocios, propiedades o formas de pensar y vivir? ¿A quién se teme y por qué?
¿Por qué se van perdiendo los espacios públicos de comunicación e intercambio de ideas libre y espontáneo, como las tertulias de amigos, las reuniones de familia, los intercambios informales, y el país se adormece y aburre en reuniones en las que todo, todo, hasta las “discrepancias” y las “iniciativas” están planificadas y prefabricadas? ¿Quién incomunica y mete miedo? ¿Por qué se intenta uniformar las discrepancias?
¿Por qué en Cuba es un “grave problema” escuchar estaciones de radio y televisión de fuera?
¿Quién cierra esta puerta y levanta este muro?
¿Por qué en Cuba sólo pueden existir canales de televisión del Estado y no se permite el acceso a los Medios de Comunicación Social a otros cubanos, personas e instituciones? ¿Quién cierra estos canales y cierra estas puertas de información?
¿Por qué es un problema en Cuba el tema de las publicaciones como periódicos, revistas, boletines y otros impresos que no sean estatales?
¿Por qué se desconfía y se impiden los intercambios entre personas y grupos de personas que piensan diferente y desean debatir ideas y buscar soluciones de forma pacífica y gradual?
¿Por qué Cuba se abre al libre intercambio con algunos países y regiones y con otros no?
En fin, ¿Cuba, es decir, la vida real de cada cubano y cubana, una nación en proceso de apertura a las iniciativas de los cubanos, a proyectos diferentes de los propios cubanos y al intercambio libre y responsable de todos los cubanos, y del país, con el mundo? ¿o parece ser que la mayoría de “las magníficas posibilidades” de las que hablaba el Papa a su llegada a Cuba están cerrándose cada vez más incomprensiblemente?
Cada pregunta podrá tener muchas y diversas respuestas. Es legítimo que cada cubano y cubana busque su respuesta sin disimular ni repetir consignas o criterios de otros. Es necesario razonar y buscar las respuestas pensando con cabeza propia.
Hay dos criterios que nos gustaría compartir con nuestros lectores. Quizás puedan servir de estímulo a ese camino de razonamiento independiente y de diálogo abierto.
Uno: creemos que en el fondo de todas estas limitaciones, aislamientos y cerrazones hay miedo.
Un miedo a la verdad, un miedo al debate y la opinión diferente, un miedo a las potencialidades de los pueblos y los ciudadanos, un miedo a perder el control, el poder y la hegemonía de la información. Miedo a ser distintos, miedo a la naturaleza humana y sus capacidades. Miedo a la comunicación franca y abierta. Miedo a tener que dar razón de los actos propios. Miedo a ser cuestionados y no tener razones. Miedo a la lógica y a la normalidad de la convivencia humana y el poder de sus espacios libres. Miedo a tener que competir. Miedo a tener rivales pacíficos que convencer con ideas. Miedo a la inseguridad que da la confrontación con lo nuevo y distinto. En el fondo una gran inseguridad y una debilidad de conciencia. En fin, miedo al miedo.
( Fotos de algunos de los 75 Prisioneros de Conciencia detenidos y encarcelados en la Primavera Negra del 2003, quienes con su valerosa labor llevaron a cabo una verdadera Batalla de las Ideas que la tiranía no pudo enfrentar; nota del blogguista ) --->
Dos: creemos que en el fondo de estas cerrazones, de estos muros físicos y espirituales, hay un falso criterio de que lo diverso debilita la propia identidad.
En efecto, con frecuencia creemos que uno puede perder sus propios criterios cuando intercambia con personas con criterios diversos. Hay padres que no quieren que sus hijos salgan a la calle por el peligro de que les enseñen lo que no han aprendido en la casa. Hay familias que no se relacionan con otras porque creen que cuando sus hijos miren cómo viven los vecinos perderán sus propios hábitos de vida. Hay religiones que no quieren relacionarse con religiones porque consideran que sus fieles se confundirán cuando se encuentren con otras personas con otra fe y con la misma certeza y convicción de estar en la verdad.
Hay ideologías que se encierran en sí mismas porque creen que la “contaminación” con otros sistemas de ideas, reblandecerá las ideas de los militantes o lavará el cerebro de los pueblos. Hay partidos políticos, oficiales u opositores, que se cierran en sí mismos, se aíslan de la relación con otros partidos porque consideran que sus correligionarios pueden confundirse, ser manipulados o ser espiados por los otros. Hay grupos de la sociedad civil que viven y se organizan como quistes o sectas cívicas, porque creen que así conservan mejor su pureza y su identidad. Incluso hay grupos de amigos que no se abren a otros porque consideran eso una violación de la intimidad de esos grupos y un peligro potencial para los amigos.
Asimismo, hay países y gobiernos que están convencidos, en lo más profundo de sus ideologías y estrategias, que la seguridad y el aislamiento son las dos medidas más eficaces para conservar la pureza de sus ideales y la estabilidad de sus proyectos.
Hay naciones que creen, en fin, que su cultura y sus etnias indígenas sobrevivirán más y se fortalecerán más mientras más aisladas estén del mundo exterior, mientras menos intercambien con otras etnias y civilizaciones, mientras menos se mezclen con otras culturas.
Estos son los criterios del fundamentalismo. Fundamentalismo cultural y religioso. Fundamentalismo político e ideológico. Fundamentalismo antropológico y social. Criterios de aislamiento y falsa seguridad. Criterios de exclusión y sectarismo. Criterios y decisiones que se toman en el inexplicable espacio que se fabrica entre el miedo y el fanatismo.
Pero entre el miedo y el fanatismo no se puede construir nada. No se puede vivir en paz.
Apertura y seguridad en las propias convicciones no son irreconciliables. Quien se cierra, desconfía de las convicciones del otro y de las propias convicciones. Quien abre la muralla y derriba los muros de la incomunicación está más seguro de sí y de los demás. Quien asegura sus puertas teme a la intemperie. Quien resiste, aún a la intemperie, los embates aciclonados de otras opiniones y proyectos, está más preparado para la vida y crece en identidad.
Identidad y pluralismo no son enemigos sino pares dialécticos en constante sinergia de maduración humana y crecimiento intelectual y afectivo. El único no necesita mostrar su identidad, se ha quedado sólo. La identidad propia sólo se necesita expresar cuando hay otros. La identidad propia sólo puede ser diferente cuando hay pluralidad de opciones y experiencias.
Cultura, identidad y soberanía no son enemigas de la apertura, la diversidad y la interdependencia. Al contrario, en el mundo de hoy y siempre las culturas han nacido de la mezcla; la identidad se ha definido en la confrontación con lo diferente; y la soberanía se ha ejercido al asumir y compartir la responsabilidad y el dominio sobre este mundo.
Esto sirve para las personas, las instituciones sociales, los partidos políticos, las religiones, las culturas y las naciones.
Cuba no es y no debe ser una excepción. No hay que temer a la diversidad, aprender a intercambiar y dialogar con los que son diferentes y piensan distinto es la clave para evaluar la salud de nuestra propia personalidad o de nuestro proyecto político. No hay que temer a la apertura a otros proyectos y al mundo tal como está hoy, con sus defectos y logros, porque esconder como el avestruz la cabeza en el hoyo de nuestra Isla, no nos librará de la responsabilidad con este mundo.
Cuba tiene, en efecto, unas “magníficas posibilidades”, sus hijos e hijas, los cubanos y cubanas, dondequiera que estén y aunque piensen diferente, son su mayor riqueza. Cuba fue siempre una Isla abierta y plural. Cuba fue siempre ella misma y mezcla de muchas culturas. Cuba fue definida con toda verdad, por Fernando Ortíz, como un ajiaco. ¿Cómo intentar encerrarla en una olla de presión ajena a la salpicadura de los mares, a los nuevos ingredientes de nuestro mundo, al libre intercambio cultural, económico, comercial con todos?
Abrirla gradualmente, sin que pierda su sabor e identidad es responsabilidad de todos los cubanos y cubanas y no sólo del Gobierno. Aunque sabemos que las grandes decisiones de apertura están en las manos y es responsabilidad del Estado. ¿De dónde vienen generalmente las iniciativas de apertura y de dónde vienen las medidas para cerrarlas? ¿Quiénes intentan levantar cabeza para crear buenas ideas y servicios y quiénes cortan esas pujanzas populares de gentes sencillas y luchadoras?
Abrir a Cuba, desde abajo y sin miedo a la diversidad es un desafío al que no debemos volver la espalda sin tomar conciencia que nos puede costar mucho de soberanía a todos. No esperemos que todo nos venga dado. No esperemos de fuera lo que tenemos el deber de ir haciendo dentro. No esperemos a que Cuba se abra desde arriba porque se puede rajar nuevamente nuestra cazuela de barro. Y componerla cuesta años. Ya lo sabemos. La apertura de Cuba se hace y se debe hacer desde abajo, desde los pequeños espacios en los que cada cubano y cubana vive, trabaja, piensa, reza, espera y ama. Sin chovinismos. Los trasnochados nacionalismos no son más que rezagos de otras cerrazones.
Tenemos la certeza y la confianza en esos compatriotas nuestros que aquí o en cualquier orilla del mundo, se abren a lo diverso y siguen siendo cubanos, plurales e idénticos. Creemos en la potencialidad de esos cubanos que confrontan otros proyectos políticos y siguen siendo cubanos, que desean la libertad y la justicia social, pero que no se dejan corromper por políticas sectarias y éticamente inaceptables. Creemos que el futuro de Cuba también será protagonizado por esos compatriotas que se relacionan con otras religiones y filosofías y siguen siendo cristianos, ecuménicos y fraternos como cubanos. Cuba se reconstruirá en el pluralismo y la diversidad global gracias a esos cubanos y cubanas que conocen otras formas de vida y siguen viviendo como cubanos, sin cerrarse al desarrollo auténticamente humano pero sin dejarse engañar por el consumismo o la banalidad.
Confiamos en que Cuba se reconstruirá éticamente con la contribución de los cubanos y cubanas que, lejos de todo fundamentalismo y mojigatería, se abren a diferentes proyectos éticos sin caer en el relativismo moral del “todo vale”.
Esa apertura está aquí ya. Aunque todavía no plenamente. Siempre será una tarea inacabada y un desafío de crecimiento. Ver la apertura personalmente, darnos cuenta de sus pequeños espacios, reconocerla públicamente, promoverla desde abajo, y tener la voluntad de hacerla insertados en el mundo, sin nacionalismos asfixiantes, es una señal de que seguimos siendo genuinamente cubanos y de que lo somos cada vez más.
Porque ser cubanos es y ha sido siempre sinónimo de ser abiertos y hospitalarios, acogedores y polícromos desde la piel hasta los tuétanos de los huesos. Cuba jamás fue una Isla cerrada. Eso sí es negar su identidad y su soberana inserción en el mundo.
Que el mar que nos rodea no sea muralla que limita sino vía que comunica con todas las demás orillas del mundo. En fin de cuentas, qué somos los cubanos, sino una Isla con vocación universal y un corazón mezclado con todos los colores y sabores de nuestra multicultural humanidad.
104 aniversario del nacimiento de la República de Cuba.
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