QUE VENGAN A CUBA
Shelyn Rojas
16 de julio de 2006
La Habana – www.PayoLibre.com – He seguido bien de cerca la polémica con respecto al libro que se titula “Vamos a Cuba”, escrito por la estadounidense Alta Schreier.
Según notas de prensa, que burlando la censura, a mi han llegado, el texto dice que “los niños en Cuba estudian, comen y se visten como los niños de aquí”.
Señora Alta Schreier, yo vivo en Cuba y nací con este gobierno. Nunca he viajado a otros países. Sobre ellos, mi opinión no es muy confiable. Pero le puedo afirmar que el mío lo conozco bien y no se parece al que usted describe.
Le aclaro que un país donde existe un gobierno que dura ya más de 47 años no se puede comparar en nada con otros donde se vive en democracia.
Yo pasé por las escuelas y nunca tuve la oportunidad de vestir de otra manera que no fuera uniformada.
He escuchado por bocas de adolescentes, que muchachitas, con sus sayas fuera de la medida que está establecida, han sufrido el bochorno en los matutinos, bajo el sol y frente a toda una escuela, de ver cortados los dobladillos con cuchillas para bajárselos.
En las escuelas se prohíben los símbolos religiosos y le dicen a los alumnos que la religión es “el opio de los pueblos”. En su lugar, los enseñan a adorar al Máximo Líder. Estudian contenidos politizados que predican el odio al enemigo. Escogen por ellos qué libros deben leer, qué música pueden escuchar y qué corte de cabello es el adecuado.
En los comedores de las escuelas primarias, el almuerzo, pobremente condimentado y mal elaborado, parece ser para cerdos. Los niños ven afectado su desarrollo con esta alimentación deficiente.
La enseñanza de secundaria pasa por uno de los experimentos llamados “batalla de ideas”. Entre los experimentos está una “merienda” a la hora de almuerzo: un pan con algo, cualquier cosa…¡lo que venga! y un yogurt de soya de sabores indefinidos.
Esto es para niños en pleno desarrollo. No le puedo dar un reporte oficial de la cantidad de niños con problemas de presión arterial y desmayos a causa de estas meriendas diarias. No es fácil encontrar datos. Aquí todo es censurado.
Usted, señora, no sólo ofende a los cubanos del exilio, hermanos que han arriesgado su vida en el mar por buscar una mejor educación para sus hijos; ofende también a los cientos de presos por el sólo delito de aspirar a que se respeten los derechos humanos; y a los cubanos que cada día vivimos la vida, sin esperanzas, como una pesadilla.
En un país libre como EE.UU. no se deben prohibir libros. No necesitan bibliotecas independientes para poder escoger qué libro leer. En caso de inaugurar una en Miami, sería sólo para exhibir su librito. Y quizá, alguno que otro.
No soy partidaria de las prohibiciones. Ni siquiera la de su despistado librito. Sólo que es saludable que las personas puedan comparar otros puntos de vista. Algo que, obviamente, no sucede en Cuba, aunque usted, señora Schreier, se empeñe en decir que “es un país como cualquier otro”.
Personalmente, yo la exhortaría a que trajera sus hijos, si los tiene, o algunos pequeños de su familia, a Cuba. Que los matricule aquí. Viva aquí con ellos y aliméntelos con una libreta de abastecimiento y el almuerzo escolar. Estoy segura que dentro de un año escribiría otro libro distinto.
Entretanto, es mejor que dejen el librito en las bibliotecas. Las prohibiciones les acomodan mejor a los censores totalitaristas.
Usted, señora Schreier, nos ofende, pero somos pacientes. No deseamos alterar su sueño. Para nosotros, los cubanos que amamos y luchamos por una Cuba libre y mejor, el tiempo es eternidad.
Su libro, en un futuro, puede ser justo y reflejar la verdad. Usted sólo tendrá que cambiar la fecha de edición.
"Acuérdate de los presos como si tú también lo estuvieras".
Hebreos 13-3
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home